Las paredes de la cabaña crujen, azotadas por la tormenta. Las velas se estremecen con la fría brisa que se escabulle debajo de la puerta, y mi corazón las imita. Sentado dentro de la chimenea, no puedo dejar de morderme las uñas. La espera hace mella en mi alma y las garras del miedo me rasguñan la espalda. Era conocedor de que esta noche llegaría tarde o temprano, pero aun así las lágrimas se deslizan por las comisuras de mis ojos.
¡Ella nos lo advirtió, me lo advirtió!
Pero ese día, ebrio por el calor de las llamas y estimulado por el clamor de los aldeanos, la ignoré pensando que era simples blasfemias paganas plagadas de odio.
El fulgor de un rayo ilumina el interior de la cabaña y el estruendo que le sigue hace que me abrace las rodillas. Las sombras regresan lentamente a sus sitios y vuelvo a vislumbrar su silueta en cada rincón.
¡Me estoy volviendo loco!
Y pensar que en el pasado estuve loco, pero de amor por ella. ¿Cuántas estaciones luché por conquistarla? ¿Cuántas flores, melodías y alabanzas? Ahora temo cerrar los ojos y que ella aparezca. Su pelo negro como el carbón, sus verdes ojos que tanto me recordaban a los primeros brotes del verano y su piel, tan blanca como la porcelana.
¿Por qué tuvo que suceder aquello?
Debería haberme percatado antes, podría haberla ayudado a salir de aquel embrollo. ¡Juntos lo habríamos logrado!
¡No! ¡Era demasiado tarde! Cuando la manzana se halla podrida ya no hay marcha atrás. ¡Hice lo correcto! ¿hice lo correcto? Creo que solo Dios lo sabe…
De todas maneras, no creo que él venga a ayudarme, por más que le rece, no tengo salvación. Oigo su voz fuera, acompañada por el silbido espectral del viento.
¡Exclama mi nombre!
La sangre se me hiela y el vientre se me encoje.
—Perdón, perdón, perdón…
Balbuceo, lo siento desde el fondo de mi corazón, pero debo aceptar que es el miedo el que elije mis palabras. Ella se lo buscó, hizo cosas atroces.
Y yo también me los busqué…
Tendría que haberme ido, huido del pueblo hacia tierras lejanas y comenzar una nueva vida. Ahora la que tengo me será arrebatada.
La frente se me perla de sudor, algo araña la puerta.
Chirría, y se abre lentamente. Las piernas se me humedecen con un líquido caliente mientras la puerta continúa abriéndose como las fauces de un monstruo dispuesto a devorarme.
Y el monstruo aparece…
La reconozco, a pesar de que el pelo esté marchito, los ojos sombríos y la piel podrida. Es ella. Está desnuda. El cuerpo que alguna vez abracé bajo las sábanas, y que ahora se muestra como la última vez que la vi; a carne viva, abrazada por las llamas…
Se acerca sin parar de juzgarme con la mirada. Su odio penetra en mi alma y me deja petrificado.
Eleva un brazo putrefacto y me señala.
—Vengo a cumplir mi palabra— , me dice en un susurro demoníaco. —Todo fue tu culpa, me traicionaste.—continua.
Ya no puedo soportarlo. Con toda la voluntad que poseo, salgo de mi escondite y me pongo de pie. Las piernas a penas me sostienen. Quiero hablar, pero nada escapa de mis labios.
—Creí que me amabas, maldito.
Sus palabras liberan a las mías.
—¡Todo fue tu culpa, tú me obligaste!
Al gritarle me envalentono con mi propia voz.
—Si tan solo no hubieras hecho esas cosas tan horrendas ¿cómo pudiste asesinar a esos niños? ¿cómo fuiste capaz de beberte su sangre para pactar con un demonio? ¿No creerías que callaría al saber que eras una bruja?
—¡Dijiste que me amabas, mentiroso! —me grita enfurecida.
Su piel se enciende como aquella fogata en la que la quemamos viva. el hedor a carne quemada profana mis fosas nasales y me provoca nauseas. Me desplomo y me cubro los ojos; todo su ser se deforma en algo que no soy capaz de narrar. Me ha llegado el momento de morir, tal como lo prometió en sus últimos instantes en la hoguera.
Supongo que, de todos los fantasmas, los fantasmas de nuestros antiguos amores son los peores…
Se abalanza sobre mí.
Merci pour la lecture!
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