Histoire courte
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Oinak de Vasco

Ya era la tercera vez en la semana que estábamos en una situación similar:

Sentados en el sofá de la sala en forma de L. Yo en el lado más corto echado con la cabeza hacia el ángulo recto y él echado también con los pies muy cerca de mi cara. Él llegaba de trabajar y regularmente se echaba en esa misma pose en el sofá y procedía a quitarse los zapatos, posteriormente los calcetines. Al principio yo le demostraba rechazo diciéndole: "Oye Leo, por favor, no me pongas los pies en la cara".

Leo es mi compañero de piso. Vivimos Leo, su novia Danielle y yo. Él es vasco y ella nórdica. Leo es pequeño de estatura, de contextura robusta y con mucho pelo. Si tuviese que categorizarlo diría que pertenece a la tribu de los Osos. Desde hace más de dos años que compartimos vivienda y, desde el primer día, siempre me sentí atraído por sus pies. Es una atracción muy secreta e interna. Nadie en esa casa podía saber sobre el fetiche que tengo por los pies masculinos y mucho menos Leo.

Como se había vuelto regular que me pusiera los pies cerca de la cara mientras descansamos en el sofá, un día yo ardía intensamente del deseo de sumergir mi cara en sus pies grandes, preciosos, anchos y bien cuidados. Con una simetría en los dedos pequeños casi perfecta, mi reacción natural era siempre ponerme duro. Leo nunca se percataba de nada y yo aliviado de que fuese así.

Conversamos de todo y me preguntó: "¿Cómo vas con tu curso de reflexología?" a lo que respondí rápidamente: "Muy bien. He aprendido mucho". "No habrás aprendido a hacer un buen masaje de pies, ¿no? Me vendría muy bien uno ahora. Estoy cansado de estar en la construcción y la Rubia se ha ido a trabajar" replicó.

Yo, desbordado de ardiente deseo de tocar con mis manos esos pies de hombre heterosexual, le dije: "Sí, pues siempre es bueno practicar"... "Pues venga, demuéstrame lo que habéis prendido".

Casi inmediatamente estaba masajeando sus pies, pasando mis manos por sus suelas suaves y disfrutando discretamente del olor de los calcetines recién quitados. A los minutos le asomé la nariz y comencé a olerle los pies. La respuesta de mi cuerpo ante tal estímulo ya era tan evidente que se me notaba sobre los vaqueros que llevaba puestos.

"Oye, ¿es normal en la reflexología eso de oler los pies?"

"Sí. Tú déjame que yo sé lo que hago".

Notaba su tono de asombro ante la situación pero, a su vez, podía sentir cómo se relajaba.

Había pasado ya dos minutos y comencé a lamer los pies. Me los quitó rápidamente de la cara y me dijo con su tono vasco "Oye, ya esto está muy raro. No estoy muy convencido de todo esto..." y él mismo se interrumpió con un aaahhh de placer al yo pasar mi lengua humedecida por todo el medio de la suela tibia del pie derecho. "Me dices cuando te sientas incómodo y paro. No pasa nada" le dije.

Así siguieron los diez minutos de esa tarde. Yo disfrutaba esos pies. Le pasaba la lengua entre los dedos que era lo que me hacía entender era lo que más le gustaba. Siempre con el mismo sonido aaahhh, "Así es perfecto" o "Un poco más de lengua, esclavo".

Me tuve que cambiar de posición porque ya me sentía incómodo. Rodamos una mesa de centro y le apoye los pies ahí de forma que quedara mirando hacia él mientras le comía sus pies de oso.

No pasó mucho tiempo antes que me dijera: "Espero que no te molestes si me quito el pantalón y me quedo en bóxer para estar más cómodo". Sus piernas estaban llenas de vello uniforme que le llegaba gradualmente hasta los pies en una forma muy armoniosa. Yo pude notar que estaba disfrutándolo tanto como yo porque su reacción al estímulo fue igual que la mía: se notaba el bulto mucho más que el mío por la fina tela de sus boxers.

"Tío: tenía mucho tiempo pidiéndole a Danielle que me hiciera esto pero a ella le dan un poco de repulsión los pies. ¿No te molestas si me masturbo mientras continúas?". Yo no podía hablar en ese momento ya que tenía la boca ocupada en cosas más importantes, así que solo negué con la cabeza y Leo prosiguió a hacer lo propio. Se notaba que tenía tiempo en una relación con su novia porque toda la base de su miembro masculino hasta los testículos estaba cubierta de pelo, lo que a mí no me molestaba. Me puse de cara frente a Leo para seguirle dando placer en los pies y lo miraba masturbarse. Ya tenía los ojos cerrados y en su cara una leve sonrisa placentera.

Su miembro acorde con su cuerpo: grueso, robusto, largo y sin circuncidar, cosa que a mí me enloquecía. Miraba cómo se masturbaba y seguía lamiendo copiosamente sus pies. Escucharlo gemir de placer al pajearse y poder ser partícipe de ese momento ya superaba mis expectativas.

Cuando yo sentí que se iba correr me detuve y él se detuvo también. Fue un momento incómodo por unos segundos. Los dos nos sentamos recto y hubo un silencio que duró segundos también.

Yo sentía internamente y lo podía confirmar en su cara que él se quería correr. "Oye, ¿tu novia sigue sin aceptar hacer sexo anal?". Leo me había comentado hace tiempo atrás, en una noche donde nos tomamos unas cervezas de más, que tenía tiempo pidiéndole culo a Danielle y ella se negaba rotundamente, cosa que lo frustraba mucho y nunca lo había confesado.

"Que esto no salga de aquí" me dijo "tengo más de dos semana que no follo con Danielle" y añadió que se sentía muy fogoso y deseoso de descargarse. Fue como un acuerdo casi tácito y solo hizo falta que continuara el silencio y una mirada fija a los ojos.

Ya yo estaba buscando el lubricante y los condones mientras Leo se acostaba boca arriba en el sofá como Dios lo trajo al mundo y con la polla dura como un palo. Me repitió y me volvió a aclarar que él quería y amaba a su novia y que esto, que claramente estaba por pasar, era solo algo instintivo. Perdí un poco de tiempo explicándole que sí, que no significaba nada, que no se enrollase y que si no quería no tenía que hacer nada. Que me dejase el trabajo duro a mí básicamente. De hecho, y para hacerlo sentir cómodo, le vendé los ojos con sus calcetines y le dije que no iba hacer ningún tipo de ruido por si acaso eso se la bajaba.

Pues así fue, el resto es historia: ya le estaba cabalgando su polla. Tuvimos varios intentos antes de que entrara toda. Puede ser porque la tiene muy grande o yo soy muy estrecho. El hecho está en que cuando ya estaba adentro de mi completamente no pudo evitar decir en voz alta un "Ah... mi amor qué rico culo tienes: apretadito y caliente". Yo sabía que se estaba imaginando a su novia y me daba mucho más morbo.

Antes de yo darme cuenta ya me tenía en cuatro dándome por el culo de una forma tan animal que hasta sonaba el rozar de sus bolas vascas con mi culo. Era de esperarse que casi no me tocara. Cuando me estaba violando en la posición de misionero me decía en forma muy sucia: "¿Te gusta, puta? Te gusta mi polla en tu culo?".

Así pasaron 35 minutos. Me pidió si se podía correr en mi cara. Le dije que sí. Lo hizo. Caliente y espesa leche de hombre heterosexual. Lo limpié con la camiseta que llevaba puesta y le pregunté si le había gustado. "Joder macho, tienes un culo muy estrecho. Me costó entrar eh... Nunca pensé que diría esto pero, sí, estuvo guay" respondió.

Su novia no tardaba en llegar así que limpiamos todo, tiramos la evidencia a la basura, nos vestimos y le pedí que, por favor, se quedara descalzo porque quería admirar sus pies nuevamente. Solo con verlos esta vez ya tenía suficiente. Sonrió y así hizo por, al menos, 10 minutos más.

Justo antes que la Rubia entrara por esa puerta se inclinó hacia mí y me dijo al oído: "Oye: mi novia se va dos días por trabajo la semana que viene... ¿Qué te parece si lo repetimos?".

6 Juillet 2020 21:34 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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