Era una mañana bastante helada, más de lo normal, Elisa estaba con la piel china, y no por lo frio que estaba el piso en el que iba caminando con los pies descalzos, no por tener puesta solo una bata blanca de tela muy delgada, sino porque ya era hora de tomar una decisión, seguramente la decisión más importante de su vida.
Mientras Elisa caminaba por el largo pasillo del hospital, dos enfermeras iban con ella, cada una la tenía agarrada de un brazo como si se tratase de un reo que intentaría escapar en cualquier momento. Al llegar al final del pasillo se encontraron con una puerta que se abrió casi al momento de su llegada, apareciendo otra enfermera con una prenda blanca entre sus manos.
— ¿Otra vez? —cuestionó Elisa
—Son órdenes del director del hospital, debes usarla para poder salir —respondió la enfermera extendiendo una camisa de fuerza para que Elisa se la pusiera.
—Pero se supone que es para pacientes violentos, yo nunca lo he sido —alegó.
—Sí, así es, pero ya te lo he explicado miles de veces. Son ordenes que debo seguir tanto yo, como tú, de lo contrario no puedes salir más allá de lo que hay tras esta puerta.
Después de ponerle la camisa de fuerza, Elisa y las enfermeras siguieron caminando por el largo pasillo. En el recorrido, Elisa no paraba de darle vueltas en su cabeza a la última conversación que había tenido con el doctor Ricardo Brown, su psiquiatra.
—Elisa, debes tomar la decisión que más te conviene, ya pasaste cuatro años encerrada y ahora que finalmente se te presenta una oportunidad para ser libre, debes aprovecharla. —le aconsejaba el doctor Brown.
— ¡¿Aceptar algo que yo no hice?! para mi esa no es la mejor decisión. —reprochó Elisa
—Pero es la que más asegura que vas a salir de este manicomio, piénsalo bien.
De repente Elisa se tropezó con los escalones que estaba subiendo, las enfermeras reaccionaron rápido y la sostuvieron para que no cayera.
— ¡¿Niña en qué estás pensando?! Ten más cuidado. —dijo una de las enfermeras.
Llegaron al último escalón y siguieron caminando por otro pasillo para luego encontrarse frente a unas puertas café oscuro de madera. Una enfermera se encargó de abrir, mientras que las otras dos enfermeras entraron con Elisa, conduciéndola a una banca en donde el doctor Ricardo Brown la esperaba.
El lugar en el que estaba Elisa era como un auditorio, habían muchas personas, los que estaban allí algunos eran doctores, abogados y la mayoría eran personas que solo iban a ver, ese dia se determinaría que se haría con Elisa, una joven de diecisiete años, que fue encerrada en un hospital psiquiátrico a los trece años de edad.
Elisa se sentó junto al doctor Ricardo Brown y quedó viendo fijamente al frente, donde estaba un hombre canoso con barba blanca, que revisaba un rimero de papeles.
—A veces no nos queda más que aceptar las cosas y actuar con madurez. —Elisa recordó esa frase.
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