De pronto, el sonido de una potente explosión la ensordeció y una onda expansiva como de una bomba la golpeó inmisericorde, dejando atrás sólo oscuridad.

Y ahí estaba, gimiendo sobre el asfalto helado, pidiendo que todo fuera un sueño y nada más. Sin embargo todo era real, la vida lo abandonaba sin más, el líquido carmesí que corría por sus venas ahora formaba una mancha sobre la vía que a esas horas de la noche se encontraba desolada, moría mientras su atacante simplemente observaba su alma desaparecer lentamente.

"Las noches son tan bella al igual que la sangre de los inocentes que le dan color a la muerte".

Nueve de la mañana y Jenny corría apurada por la facultad. Desde que se había mudado con César siempre llegaba tarde a clase. Llegó al aula y se dio de bruces con el nuevo profesor. Sonrío con vergüenza y él le mostró la puerta, dejándola pasar. De pronto vio en su dedo índice algo que la estremeció. Tenía la misma mancha rojiza que se extendía por su dedo desde que había abandonado el hospital.

Deseó que las manchas rojas en su vestido fueran sólo salsa de tomate. Deseó con su alma que él jamás le hubiera rechazado ese baile. Pero su alma sabía lo que la sed de sangre la había hecho hacer. Ahora bailaría con el diablo eternamente.

Tras una semana en el hospital, Jenny recibió el alta. Ya esperaba a su padre en la habitación, cuando apareció el doctor Montes, haciéndola sonreír de inmediato: —Venía a despedirme —comenzó apenado. —No tenemos por qué —se apresuró a decir Jenny, sosteniendo un papel doblado entre sus dedos — Este es mi número. Llámame, César. —Eso haré —contestó él satisfecho, pero de pronto, vio algo entre sus dedos que hizo que añadiese — ¿Y esa mancha rojiza? Ella también la vio y no supo qué contestar.

Jenny abrió los ojos despacio mientras se acostumbraba a la luz y obligaba a su mente a recordar dónde se encontraba. Ruido de explosiones, vista borrosa y mucha sangre la asaltaron en la mente, atrayéndola a la realidad del accidente de tren y se incorporó de golpe sobre la camilla. Se tocó la cara con las manos temblorosas. Estaba viva en un hospital. —¿Cómo te encuentras? —una voz la sorprendió y se encontró con un joven médico que sonreía de forma encantadora— Soy César Montes, tu médico.

—Entonces, ¿fuiste donante en el Hospital de la Princesa? —preguntó Jenny aún turbada por el episodio anterior— Y desde entonces tienes esa mancha. Alain asintió y, antes de que pudiera preguntar nada, ella se adelantó: —Yo estuve allí ingresada cuando... cuando sucedió aquello. —Fue cuando yo recibí la llamada del donante —contestó nervioso. Se miraron un momento y, de pronto, todo parecía cobrar sentido entre ellos.

Me dijeron que el amor está en el corazón así que lo apuyale, es una lastima, sólo encontré sangre.

Jenny y Alain se miraron en silencio cuando quedaron a solas. Un extraño ambiente se había instalado y no sabían de dónde venía. Jenny, con el corazón acelerado, se decidió a adelantar la mano en su dirección con un claro mensaje. Alain comprendió y la imitó. Cuando sus dedos marcados se juntaron una corriente eléctrica nació del contacto, trasladándose por sus cuerpos hasta la última fibra de ellos, como un fuerte chispazo.

Los niños tocaron el timbre y cuando se abrió la puerta alguien los saludó. —¡Miren a todos ustedes! ¡Todos disfrazados de demonios, vampiros y brujas! Agarren un dulce de la bolsa. Todavía están frescos —. Los niños sonrieron y metieron sus brazos en la bolsa. Notaron que estaba húmeda. Se asustaron y rápidamente sacaron el brazo. En sus manos, tenían sangre, ojos y trozos de dedos y carne. El dueño sonrió, sacó su pistola y les disparo a cada uno de ellos, —¡Feliz Halloween!

El ala de urgencias del hospital era un hervidero de actividad. Los heridos procedentes de la explosión de los trenes comenzaron a ingresar en tropel, colapsando las urgencias durante horas. El doctor Montes sentía el ardor en los ojos propios de demasiadas guardias sin dormir. Pero, de pronto, algo de luz al final del túnel. Llegaron los refuerzos para ayudarles en aquella batalla. Los primeros donantes de sangre hicieron su aparición.

En mi mente soy yo misma fuerte, valiente y decidida pero la realidad es diferente muerte, sangre inocente cada día una nueva víctima La bestia mata sin pasión alguna Y mi cuerpo es siempre usurpado para hacer el mal fue creado.

El dulce aroma a lavanda inundaba la habitación. En cada rincón había un jarrón distinto lleno de estas bellas flores, quería pues, que el cuarto se impregnara de este suave olor antes de esconder el cadáver del vecino bajo la cama. Las flores, tan preciosas, perfectas compañeras para la muerte.

Siete de la mañana. El despertador resuena enfurecido y lo apaga de un manotazo, era hora de empezar el día. Alain no tiene mal despertar, por lo que se levanta de la cama sin rechistar y se encamina hacia la ducha. Tiene que dar una clase en la Facultad a primera hora y no podía apetecerle menos. Se enjabonó en silencio y de pronto algo rojo llamó su atención. Observó su mano derecha y descubrió una extraña mancha rojiza que parecía extenderse por su dedo índice. ¿Qué diantres era eso?

Adoro mi minifalda color turquesa, me la coloco en ocasiones especiales. Sirve para llamar la atención, hay pocas faldas tan azules a estas horas. Supongo que la ropa corta en la década de los 60s es algo extraño. Aunque me encanta, sirve para cazar presas, y vaya que me da hambre... Mira quién lee esto es una linda bolsa de sangre.

Abro la ducha, el agua está hirviendo, miro las manchas de sangre y froto la esponja para quitarla. El líquido rojo lucha por quedarse pegado en mi cuerpo, pero poco a poco se va dejando llevar por el agua y cae a la losa blanca. Recuerdo la primera vez que me manché de sangre, era increíble pero ya no lo es tanto. Ya no es increíble. Cierro la ducha, cojo mi toalla y seco mi cuerpo, me inclino para secar mis piernas: ya estaba manchada de sangre; de verdad odio la menstruación.

Mi sed era tan fuerte que 10 no eran suficientes, los fui torturando 1 por 1 y los vi morir lentamente, por un momento me llene de terror al ver en mis manos la sangre de tanta gente, era 100 para ser exactos . ¿Como llegué hasta aquí?. Entonces fui interrumpida por unos pasos detrás de mi. Me volví y seguí procesando las muestras en el laboratorio.

La cabeza se movió a un lado, mirando la mosca que rodeaba la ventana, el niño con ojos de pescado muerto caminó sobre la sangre seca, el edificio era oscuro y mugriento, aún así el niño no detectaba ningún olor fétido; seguidamente miró al suelo, la sangre caía bajo sus palmas, pero no tanto como la figura de entrañas frescas que le hacían la boca agua...

Papá y mamá habían dicho que Santa no existe, que estaba ya demasiado grande para seguir creyendo que alguien cumplía tus deseos en una noche mágica. —Estaban equivocados ¿verdad Santa? Le dije al hombre de barba y gran barriga que acababa de teñir su abrigo de rojo, al oírme se giró hacia mí con el saco a medio cargar ¿Era esa la pierna de Mamá?. Lamentablemente no tuve tiempo de comprobarlo, al hombre de pelo Cano y botas de agua aún le faltaban por teñir sus pantalones.

Quería sentirte sentir un abrazó sentir tus manos tu aliento en mí piel Pero sólo sentí el filo de tu cuchilla atravesando mis costillas.

—¿Serías capaz de sacear mi sed? ¿Me entragarias tu alma? ¿tu vida? —Ya te lo he entregado todo, y lo haría mil veces más. Libro: The Fallen

-mierda!mierda!mierda!mierda!¿Porque me pasa esto a mi ? ¿acaso me lo merezco? ahí viene ,debo ir más y más rápido . Comienzo a cansarme, mis piernas no quieren responder ...no puedo dar un paso mas...aush,atk! mierda!mierda! no logré escapar... esto ...esto ...es...esto es mi sangre ,me duele ,me duele demasiado ...ya basta no me sigas enterrando tu cuchillo por favor... ten misericordia de mi ... atk! no aguanto más me duele , me duele mucho ya basta ,por favor Dios para mí dolor me duele !

Tres gostas de sangre son suficientes para mí. Tres gotas significativas. Tres gotas de vida y muerte para volver a ver tus ojos abiertos, mi amado Vlad Tepes.

—Te confieso que al principio pensaba que mentías, que no te importaba lo suficiente como para estar a mi lado. Sé que soy difícil, que traigo problemas pero... Él acalló sus palabras con un beso dulce e intenso. Después, arrancó el coche y aceleró todo lo que pudo, dejando atrás aquella escena sangrienta, de la que ambos habían sido responsables. Ella tenía impulsos que no podía controlar y él, cumpliendo su palabra, se manchó las manos con aquel acto deleznable en un intento de comprenderla.

La televisión vomitaba a su salón terribles noticias, dejando palabras como explosión, trenes y heridos suspendidas en el ambiente. De pronto, el sonido de un SMS entrante le asaltó con un mensaje de profunda urgencia. Sin pensarlo, tomó su abrigo y salió de la vivienda, con su carnet de donante universal vibrando en su mano

La bruja vio con amargura como iba envejeciendo cada vez más. Sabía que debía alimentarse pronto, o sino las consecuencias serían fatales para ella. ¿Pero a quién podría tomar? Aquella anciana que ya estaba moribunda... No, su sangre no le serviría. ¿El recién nacido de los vecinos? Tampoco, lo vigilaban demasiado. Tal vez... Aquel muchacho joven, de sonrisa dulce y mirada inocente que ayudaba a todos... Si, él sería una presa deliciosa... Sería una caza interesante.

Se acercó a mi, su nariz casi rosaba mi mejilla y, con su pulgar hizo el intento de limpiar la sangre que resbalaba por mi barbilla. Lo sentí. Me besó. su carencia de emociones solo enfrió mi sangre, pude saber que se burlaba de mí, que yo estaba en la posición que él justo quería ver, me estaba pisoteando y lo disfrutaba, estaba tan emocionado por verme desfallecido llorando, temblando y sangrando por su culpa. Supe que estaba perdido.

teniendo tan solo 10 años de edad, logré obtener la atención del depravado padre de Hana, seduciendonlo con mi aún Infante y hermosa figura angelical .con el fin de Asesinarlo y poder obtener la atención de mi amada ,pareciendo un héroe ante ella al entregarle los restos de su padre muerto,su constante violador ,picado en partes pequeñas que guarde en una caja que puse en la cama de su dormitorio . Pero no ,para ella solo fui un asesino más .Que perra malagradecida es.

Amanece el día y los amigos llegan. No son muchos en cantidad, pero sí de calidad superior. Cuando necesito su compañía, siempre están allí, en las buenas y en las malas, dispuestos a todo con tal de combatir a mi lado en las condiciones y situaciones más adversas. Llegado el mediodía, alcanzan un grado de compromiso tan fuerte que son casi como una gran familia para mí, pues los considero de mi parte, hermanos no de sangre.

Se que está mal pero y si solo vivimos el mundo sin reglas, quédate conmigo esta noche, hazlo porfavor, llevame al cielo y hazme caer de cara hacia las llamas. Ámame tanto que has que quiera gritar, solo no te vayas, aunque estar contigo me dañe me aferrare a ti y no te soltare aunque la vida planeé separarnos, aunque conozca tus demonios, los guardare. apoyate en mi angel herido y bebe mi sangre para fortalecerte, toma todo de mi pero no me dejes por que sin ti nada es lo mismo. Te amo

Tal vez no puedo darte una vida de colores fosforescentes, pero puedo pasar una eternidad junto a ti alrededor de la sangre y la muerte.

Nunca fumaste enfrente de mí, no hasta que empezamos a vivir juntas, ahora entiendo por qué, esos cigarrillos apestan a sangre.

Jenny dejó el despacho de Alain media hora después con el rostro enrojecido y sintiéndose profundamente avergonzada. Aún recordaba cómo se habían besado y estrechado en los brazos del otro sintiendo algo que jamas había sentido con nadie. Como si estuvieran destinados. Echó a correr a su casa con ganas de llorar. Odiaba sentirse así y recordar a César. Aún le quería, pero deseaba estar con Alain. ¿Qué podía hacer?

Las sábanas blancas, translúcidas a la luz de la mañana, tintadas de sangre, ese espeso liquido arruinando la hermosa ecena frente a mis ojos, quitando la pulcritud de la habitación, revelando no sólo lo sucedido, también delatandome, delatando lo que fui, y lo que soy, delatado mis pecados, mostrando mi verdadero ser, enseñándome que jamas volveré a ser lo que era, toque mi cuello recordando aquella noche, sentí sus dientes arrancando mi carne, manchando esos dulces labios lasivos...

El primer día, el dolor era insoportable, pero podía hacer mi vida normal. Al segundo día, me di cuenta de que hacer mis ejercicios de fuerza estaba totalmente descartado. Al tercero, ya me empezaba a costar incluso comer solo. Hoy es el cuarto día, y es cuando más afligido me siento. Ya no puedo volver a tocar mi guitarra. Pero lo que más me preocupa es: cuando mañana acabe con la derecha, ¿cómo me cortaré los de la izquierda?

Al grabar con el móvil la flor del cactus 'Echinopsis oxygona', Lucía acercó demasiado la mano. Dio un respingo. Del dedo manaba una perla roja creciente. «El trabajo de Biología me está costando sangre», sonrió para sí. Al reproducir el vídeo hacia atrás vio la gotita “regresando” al dedo, como una “minitransfusión” imposible. El tríptico de Cruz Roja le miró desde la mesa. Ahora o nunca. Esa tarde se estrenó como donante de sangre. A diferencia del 'Echinopsis', no sería “flor de un día”.

Alain tenía una pila de exámenes por corregir frente a él, pero tenía la cabeza en otra parte. Estiró su mano y contempló aquella mancha que se extendía por su dedo y que nadie había logrado hallar su origen. La estudió por un momento y recordó a aquella alumna con aquella mancha idéntica a la suya. ¿Sería ella la clave para aquel misterio? Tenía que descubrirlo como fuera.

Cuando Lucy por fin consiguió el ansiado libro, sintió un profundo temor. La cubierta confeccionada con piel humana y las letras color rojo sangre. En la última página; un sello negro como la noche, con la firma de su padre.

Lígia salió de casa para ir a una fiesta de cumpleaños de una amiga. Terminada la fiesta, ella se despidió y se detuvo sola, de vuelta a casa. Lamentablemente, Lígia jamás regresó. Su cuerpo había sido encontrado días después jugado en una zanja, en la ciudad vecina. Los policías constataron que no había lesiones, excepto por dos agujeros minúsculos en el cuello y, su sangre había sido drenada del cuerpo.

Finalmente mis piernas ya no presentan ninguna pizca de carne o piel, ahora solo están cubiertas por la mugre que he juntado con el tiempo y por la sangre que brota de la parte inferior de mi cintura. Ya sin fuerzas me tiré encima de las espinas sintiendo como atraviesan mi espalda casi sin dificultad. Las flores hambrientas se acercan a mi y se enroscan en mis brazos para meter sus raíces debajo de mi piel, siento como se alimentan de mi sangre mientras se arrastran lentamente hacia mi cara.

Clavó en el centro de su estómago la punta del cuchillo, y en un solo movimiento, lo introdujo por completo. El silencio predominó luego de eso. —Tú... ¿Por qué... por qué lo... hiciste? —susurró con esfuerzo. Apretando fuerte el mango, sonrió sin remordimiento. —¿Por qué más lo haría? ¿Creíste qué de verdad te amaba? Y las fuerzas se le fueron con esas palabras. Todo lo que creyó fue una mentira, el amor que tanta ilusión le hizo, acababa de apuñalarla sin piedad. El engaño fue dulce.

Imaginaba el dolor de mis ancestros. Aquel desgarre de vida que sufrieron en su último suspiro. Imaginaba su impotencia, su frustración. Todo había acabado en el segundo más inesperado. Ahí comprendí que mi destino ya estaba sellado. Poco importa el amor cuando la muerte acecha tu ventana. Poco importa el dolor cuando lo único que se implora es nuevamente ver el sol. Con el corazón latiendo con fuerza, pensando en mis padres, en mis amigos y en Samuel, salto al vacío para cumplir mi destino.

Una casualidad en mi camino, como bala me atravesó, dos personas con un destino, el mundo las separó, pensándo en cuanto tiempo adelantó, genuino amor acabó alguien me dijo “Si es la persona correcta volverá” pero nadie me dijo lo mucho que dolería cuando la tenga que dejar, dejame pedirte perdón una vez más, déjame besarte, déjame seguir amándote, no me quiero ir y tampoco quiero dejarte ir. Tal vez nunca haya un momento perfecto ni una fecha determinada. Vuelve a mi se que lo quieres como yo.

Estoy muy seguro de que yo le hago honor a mi apellido, porque yo soy ese último Guerrero en pie cuando la batalla se ha terminado y todos han muerto; mi victoria se debe a que el Jinete Negro no logró acabar conmigo, ni una gota de mi sangre derramó. Y es que con toda la mierda que me ha lanzado la vida, sigo aquí, sin rendirme, sin caerme de mi caballo y con la espada más afilada en la mano para acabar con el que me quiera lastimar, porque sí, yo soy ese último Guerrero. David Blum Guerrero

Ele não conseguiu o que queria e negou seu presente durante a vida inteira. Mas os anjos de Deus se ergueram do inferno e ele conheceu o arrependimento. Entretanto, não havia mais nada que ele pudesse fazer. Pereceu com a culpa e sem o perdão.

Todo había acabado, tada la masacre había terminado. Un muchacho moreno estaba sentado tras un pilar mientras controlaba su respiración y se aferraba al rifle contra su pecho, tenía miedo por su vida, había visto tantas vidas pasar frente a sus ojos que no quería que la de el mismo fuera una más del montón. Se asomó por un costado y apuntó cerrando su ojos izquierdo, acarició el gatillo y disparó, derribando al último soldado enemigo con una bala entre las cejas, no se sentía orgulloso.

Empuja la puerta, arrastra el débil cuerpo, herido, sangrante hasta traspasar el umbral. La hemorragia tiñe el piso descendiendo por los escalones hasta la calle. Una alfombra roja de bienvenida espeluznante. El culpable carga el hacha, acompañado de dos sujetos con escopetas. Tuvo su garganta en sus manos, suplicante por ser escuchado, ninguno en el pueblo pretende ayudarle, es sospechoso.

El hombre con el arma de plata sube pisoteando el charco de su presa, los demás quedan expectantes. El sentenciado se cubre con sus manos en señal de rendición, pero sin evitar los cortes iracundos una y otra vez. En su agonía, el que fuera hace unos minutos un licántropo en luna llena, en esta indiferente noche murmura ahogándose en su propia sangre. —Vampiros culpables, ya vienen...

Los [email protected] [email protected] jamás te responderán con un: "Eso ya lo deberías de saber".

Abro el armario para esconderme junto a una bolsa negra que emanaba un olor tan moribundo que quería llorar. Escucho sus pasos en el pasillo, ahora en la habitación. De repente abre el armario, saca la bolsa negra que estaba a mi lado y gotas de sangre caen de esta. Me ve con esos ojos negros y las ojeras debajo. —Estoy harto de que el cuerpo de la vecina se siga moviendo sin la cabeza y manchando mis alfombras con la sangre.— dijo para si mismo.

Sus ojos miraban la espesura del vacío tratando de hallar una luz de esperanza, alguna respuesta quizás. Algo… Sus ojos inmóviles, vidriosos, petrificados, tal como su cuerpo inmóvil y semi-desnudo sobre los adoquines frios del callejón empezaban a apagarse. La sangre se escapaba dulcemente por las imperfecciones del suelo hasta desaparecer en la alcantarilla. Y esos ojos … ¡inmóviles!, acusando a la sombra que más allá se escapaba, ese mounstro enfermo y despiadado, sediento de vida, sediento de sangre.

- Miro, observo y me preguntó que he hecho... Mi amada en el suelo, con sangre en su velo. El cuchillo que lleno en mis manos, a hecho algo inhumano, miro a aquel que me ha robado todo, ya no queda nada.. Lo he perdido todo, ¡Mierda! Miradas por todos lados, mis más profundos pensamientos ya han sido encontrados. - Corro hacia el, mi mente solo buscaba esa venganza, adiós a mi esperanza. Destrozó cada parte de el, no hay clemencia aquí. Pídeme piedad, ya voy a acabar. Adiós todo, estoy solo.

El agua sale cristalina del grifo cromado del baño, la puerta abierta deja colar la luz blanca dando un poco de brillo a la habitación de oscuridad preponderante. Mis manos, algo temblorosas, se frotan suavemente bajo el chorro. Mi semblante permanece inmutable. Como un pavoroso despertador una lágrima comienza a quemar mi mejilla, veo el espejo y en el reflejo se ve aquel bulto oscuro causante de estas manchas carmesí.

El anciano disparó a quemarropa a aquel hombre, si es que se le podía llamar así, sabiendo que él no era nadie para tomar de esa manera la vida de otra persona. Aún así la justicia que acababa de tomar en su mano evitaría que ese asesino volviera a las calles sabiendo que en el mismo momento en que apretó el gatillo un asesino moriría y otro acababa de nacer.

Me encantan mis máscaras. Tengo una gran cantidad de ellas, las cuales he ido adquiriendo con el paso de los años. Es con mucho esfuerzo y dedicación que he podido reunirlas con el pasar del tiempo, pero no se debe solo a mí. Agradezco a cada una de las personas que me han ayudado a engrandecer mi tan amada colección. Adoro el momento en el que me hago con una nueva máscara, su suave y fino tacto. Pero el olor a sangre y la sombría visión de un rostro sin piel, es bastante desagradable.

No sabía ni cómo ni por qué, pero necesitaba hacerlo. La sangre goteaba de mis manos de una manera preciosa, constante, rítmica. Veía como el cuerpo a mis pies aún se movía, retorciéndose de dolor, aullando, gimiendo. Pidiendo clemencia. Lo apuñalo por última vez, dejando el cuchillo en su interior, haciendo que el filo de la hoja vuelva a abrir su piel de una manera exquisita, delicada. Ya me había saciado. Ya se había ido. Ya se había acabado.

-No me mires, menos todavía directo a los ojos, pues he llegado de un lugar peor que el infierno. Las amables y grandes manos sujetaron mis muñecas con fuerza, sin reparar en mi rostro ensangrentado, mis dientes sucios y mi piel enegrecida de ira. -Soy yo tu hermano, ven... te ayudaré a limpiar.- con una profunda y tenue voz pues no queria despertar a los niños. Ya en la tina llena de agua mientras yo tiritaba inútil dentro, sus manos frotaban la sangre y la esponja se teñia de rojo pecado.

En algún momento de la vida, el miedo de que la muerte toque a nuestra puerta se hace realidad, y hasta con arma en mano te sientes indefenso, grita lo más fuerte que puedas, igual nadie vendrá a salvarte de tu destino, el olor a sangre invade tu olfato y tus ojos se abren como platos, el terror se ha apoderado de todo tu ser. De la muerte... Nadie se escapa. Novela: La Virgen de los Paramédicos | Disponible en Inkspired. David Blum

—No todo el mundo lo entiende, pero esto es arte. Eso respondió el alocado artista a su última victima, acorralada en una esquina sin posibilidad de salvarse. Tras decorar el suelo del almacén con sangrientos cadáveres, el loco artista creyó que todavía necesitaba un último toque para acabar con su escena de terror. Siendo su pincel la navaja, el artista degolló a su última victima y colocó la cabeza en el centro del almacén para dar por finalizada su obra. Solo quedaba llamar a la policia.

Nos mudamos. -No me gusta como queda ese color en las paredes -¿Por qué? Porque me gustan los colores suaves, como el vestido que llevaba esa noche, antes de que nos volviéramos del color de las nuevas paredes. Pero solo lo pensé, porque después no pude decir ni tocar nada, aunque si podía verlo y escucharlo cuando murmuró, limpiándose inútilmente los labios con las manos todas manchadas y viscosas con lo mismo que hacía de pintura para la cal: -Pense que teníamos los mismos gustos. Imbécil.

Su sangre llovió sobre la arena, que dócilmente envolvió con manos de brisa, ocultando así su rastro de cualquier testigo, al igual que las huellas que podrían haber delatado su destino: el inmenso mar que se abría iracundo, recogiendo sus dominios en una engañosa bienvenida, que culminaría uniendo a ambos en su profundidad.

"Llegará el día en que la tierra se llene de fuego y el cielo se congele. La noche se abrirá camino y se estacionará la oscuridad. Llegará el día en que la naturaleza reclame su lugar y la vida vuelva a renacer. Y ese día, cuando la Tierra, la Luna y el Sol sean uno mismo, la oscuridad prevalecerá y la sangre de nuestros hijos se esparcirá. No habrá dolor, ni llanto, ni tristeza, porque no habrá esperanza. Sólo la luz evitará que la oscuridad prevalezca. Sólo la luz nos dará esperanza...”

Elijo expresarme, Originó confesarme. Cargo una cruz, Me apresan unas cadenas. Pintó un lienzo, Sangriento de sufrimiento. Ignoró mi sangre, Dudó de mi carne...

El color rojo predominaba en la habitación. Las paredes salpicadas de ese cálido color, el olor a óxido y desesperación inundaba el ambiente. Las dos preciosas niñas en una esquina abrazas, llorando. El monstruo había entrado, el monstruo las había profanado. Años después dos hermosas mujeres se presentaron en la puerta de una casa y tocaron. El monstruo asustado dió su último aliento y jamás un alma volvió a ser profanada...

La sangre lleva vida por todo nuestro cuerpo, llevando nutrientes a nuestros órganos y tejidos. Mas la sangre también lleva enfermedades, bacterias, virus e infecciones si nuestro sistema inmunológico falla. Si estás sano doná sangre. Ayuda a salvar vidas y mejorá la tuya porque tu médula ósea renovará la sangre faltante. Vé a un hospital o banco de sangre y doná sangre. Donar sangre es donar vida y esperanza a personas necesitadas. Los hombres pueden donar sangre 4 veces al año, las mujeres 3.

El hombre abrió sus ojos, se observaba cubierto de sangre, con una mirada apagada y perdida pero por más que buscaba el dolor incesante que sintió antes del último disparo no lo encontró y cuando dirigió su vista al suelo supo que estaba muerto...

Tambaleando caminé presuroso para no ser pillado. Al salir me dirigí al sitio más cercano. ¡Y que gracia la mía! Toparse a Jensi, un ángel tierno que acudió a mi auxilio. Me sostuvo de la axila y percibí su perfumado aroma, la fragancia de su cabello. No sé si flaqueaba en serio o por inercia a pegarme a ella. Quería sentir su calor. Sangraba lento y tenía dolencias por doquier. Me acarreó a su hogar. Me echó sobre unas cajas del granero. Yo fingía ahogarme en sangre. Se puso nerviosa y me besó.

Apenas pude ver algo por la luz de la luna. Te vi de espaldas y mirando un retrato. Las charcos de sangre en tus sábanas y su cuerpo inerte junto a ti, solo me hizo saber que siempre habías sido tú. Te me acercaste lentamente con aquel cuchillo en tu mano. Acariciaste mi mejilla aún con su sangre fresca y tan solo dijiste: <<Lo siento, viste>>

—Te digo que mi nuevo profesor tiene esta misma marca que tú no sabes qué es —le decía Jenny a César con firmeza—. Es exactamente la misma. ¡Tiene que significar algo! —¿Y qué sugieres qué significa? —preguntó César sin entenderla. —No lo sé, la tengo desde que estuve ingresada en el hospital. A lo mejor fue mi donante o... —Jenny de pronto dejó de hablar. —¿O qué? —O mi alma gemela —contestó ella en un susurro segundos antes de marcharse sintiéndose turbada por la revelación.

Historia es oscura y siniestra. Un psicópata con un poder especial, Transferir su alma al otro cuerpo, pero tiene debilidades, tiene que ser un bebé para intercambiar y cuando cumpla los 20 años, no podrá hacerlo, solo 19 para abajo podrá intercambiar su cuerpo en otro. El protagonista Emiliano Fernández Punch. Es un psicópata asesino que tiene un objetivo. The Perfect Crime, una historia de horror y sin un héroe, ¿quieres leer un poco más? Los subiré el primer episodio, para que sepan +18 es...

Cady hija de puta. No sabes cómo te detesto. Siempre siendo la señorita perfección. Todos en la escuela, todos en la familia, todos te aman más que a mí. No me mires con esa cara de inocente. Se perfectamente lo hija de puta que sos. No te aguanto más hermanita, ya me cansé de ser la segunda en todo. Ahora empezaré a ser la primera... Por fin... Espero que el cuchillo que en este momento tenés clavado en la garganta te haga reflexionar en tu próxima vida.

He mordido tanto mi labio que sangra, una gota cae al lago que está a 221 metros de mí, son las cuatro y treinta de la madrugada de un día domingo. Estoy solo, todo se ve azul, el viento es suave, mi pelo apenas se despeina, aun con la campera puesta, tengo frio.

1:55am Una lágrima de sangre, una lágrima de dolor. Dolor que trae el frío y quita el calor. Una taza de té para olvidar el dolor, una taza de té llena de lágrimas de color.

Jenny y Alain volvieron a toparse en la puerta del aula y se rieron a la vez ante la casualidad. Ambos volvieron de forma inconsciente la mirada a la mano del otro, buscando aquello que tanto les unía sin saber por qué: —Señorita... pase, por favor —la vio asentir y se apresuró a añadir— ¿Le importaría pasarse después de sus clases por mi despacho? Tengo algo que hablar con usted. Jenny estaba sorprendida ante la petición y sólo atinó a asentir torpemente, profundamente curiosa.