Era una noche muy oscura y dentro de casa hacía mucho frío. La tormenta era intensa cargada de relámpagos y truenos; aún así salí a saltar en el charco. Sabía que mamá no podía reñirme por manchar mis zapatos de sangre.

Volvía del cementerio como todas las madrugadas cargada con un saco de tierra y polvo blanquecino de las tumbas; el agujero que había cavado en mi jardín era más grande que los demás. Tenía que enterrarlos antes del amanecer.

Al pintor ella le fascinó, era la modelo perfecta; le enamoró su belleza, sensualidad y la forma tan sutil de su rostro. A pesar de su insistencia el sepulturero no dejó que se la llevara a su estudio.

Soy pediatra y me encanta coleccionar muñecas de trapo. Mi nuevo estetoscopio funciona bastante bien y puedo escuchar los latidos de su corazón. No entiendo ¿porqué? me encerraron en este psiquiátrico.

Todo estaba oscuro. Hacía frío. Sólo sentía mi propio aliento calentar mis labios con cada suspiro. Intentaba ver más allá, trataba de distinguir aquella silueta que se acercaba poco a poco, pero no era más que eso. Una silueta difusa entre las tinieblas. Tenía miedo. Mucho miedo. Una pequeña luz entre ambos parpadeó. Vi su rostro. Mi cuerpo comenzó a temblar, mi voz quedó atrapada y mi vida se escabulló de mi cuerpo cuando sus manos llegaron hasta mi cuello y lo apretó con fuerza.

Tengo miedo a tener miedo, a qué mis más profundas y arraigadas pesadillas nunca se vayan de mí. No poder desprenderme de viejos fantasmas y que estos me hagan caer y dejarme en el piso de la desesperación. Mis mayores miedos están presentes en no saber cómo superarlos... quedarme sentada en el árbol más alto y no saber cómo bajar. Así que si ustedes queridas pesadillas leen esto: "No las odio...pero me gustaría vivir más sin ustedes. Sé que esperan el día que las libere."

Cerraron la salida de emergencia y cientos de personas se agolparon en las puertas de acero. Gritos, llamadas de socorro y llantos. La niña de cabello cobrizo agarraba la mano de su padre con tanta fuerza que dolía. Si estaba con su padre todo iría bien. Entonces llegaron. Los gritos de socorro se convirtieron en gritos de terror cuando vieron aquellos monstruos. La niña de cabello cobrizo agarraba la mano de su padre con tanta fuerza que dolía. Si estaba con su padre todo iría bien. Bien.

El corazón le palpita con fuerza y respira agitada. La telaraña se le pega al rostro y le hace estremecer. Desea retroceder, pero el conducto de ventilación es demasiado estrecho. Algo camina por su brazo y debe dominarse para no gritar. Se le humedecen los ojos cuando la araña trepa hasta su cuello. Siente sus patas en la mejilla y ya no puede soportarlo. Se sacude y la aplasta entre lágrimas. Su fobia era lo único que le impedía escapar del sótano donde la torturaban...

Ella miró a su madre a través del cristal. Las lágrimas se desbordaban de sus ojos desconsoladamente. En los ojos de su madre no había nada, ni un atisbo de cordura ni amor. Nada. Golpes, solo golpes contra el cristal. Golpes con las manos, con el cuerpo, con la cabeza. La sangre salpicaba y manchaba a su alrededor, y ella lloraba. Dejó de mirar a su madre. Se dio la vuelta y no miró atrás. Pero el ruido de los golpes contra el cristal la persiguió desde entonces.

A veces, no necesitamos que ningún villano venga a estropearnos nuestros planes ni relaciones, a veces, solo basta nuestras propias mentes para hacer el trabajo sucio.

Entre alcantarillas, badenes y aceras maltrechas, ¿cuántos miedos has de cruzar hasta que tus pies se calienten con el calor de su asfalto? ¿cuántas noches has de soñar despierto hasta que tu tren llegue a la estación? ¿cuántas lágrimas desasosegadas tendrás aún que dejar marchar antes de que el reloj marque la hora que te corresponde? ¿Cuánto miedo? ¿Cuánta tristeza? ¿Cuánta ira? La felicidad, ¿se busca o te encuentra? A veces te veo morir buscándola, y otras morir encontrándote.

Tú no lo sabes, estás tan ocupada odiándote por encima de todas las cosas como para darte cuenta de que te observo. Te observo mientras te preguntas: ¿Es la felicidad, que avanza demasiado despacio? ¿O soy yo, que no consigo mover los pies del suelo? Te observo mientras miras tu reflejo en el espejo, odiándolo y abrazándolo al mismo tiempo porque, aunque lo aborreces, sientes que eres la única persona capaz de protegerlo frente al odio invisible de los demás.

A veces grito, a veces canto o silbo. Pero sigues tan ocupada... que a veces me doy por vencida, deseando sólo dejarme morir a tu lado. No tengas prisa. Tómate el tiempo que necesites para darte cuenta de que eres tu mayor tesoro, aunque también tu peor enemigo; que cuanto más te odias tú, más anhelo yo tenerte entre mis brazos. Mientras tanto, sueña. Ríe. Llora. Vibra. Súfrete. No renuncies a uno sólo de esos sentimientos, todos forman parte de ti. Y tú de mí. No prescindas de mí.

Y ahí estaba, gimiendo sobre el asfalto helado, pidiendo que todo fuera un sueño y nada más. Sin embargo todo era real, la vida lo abandonaba sin más, el líquido carmesí que corría por sus venas ahora formaba una mancha sobre la vía que a esas horas de la noche se encontraba desolada, moría mientras su atacante simplemente observaba su alma desaparecer lentamente.

En una burbuja me encuentro, con miedo, con nervios, con miles de pensamientos que me atormenta. ¿cuándo podré reventarla? Las personas alrededor no dejan de observarme ¿es verdad o sólo estoy alucinando? Mi respiración me falla cuando soy el que está al frente de todos ¿pueden dejar de mirarme? Mis manos son torpes, mi voz se quiebra, quiero regresar a mi burbuja.

No podía soltarme de la cuerda que me ataban las manos y pies al despertarme. Sorprendido, enfrente mía tenía a un sádico de 2 metros trayendo siempre un cubo lleno de sangre y cada día les cortaba con un cuchillo de cocina a mis padres y a mi hermano pequeño sus extremidades mientras que a mi me ignoraba. Estaba llorando-¿por que no a mi?-temblando de miedo me acerco a mi familia arrastrándome del charco de sangre q cubría toda la cocina y el viéndome simplemente me apartó y yo sonreí.

Ya no soy la misma que era hace tiempo, con ayuda de muchas personas estoy logrando cambiar, estoy logrando dejar la inseguridad, aún la tengo pero ya no me afecta tanto, el miedo, ya no molesta, ni duele tanto como antes, ya no me alejo tanto, no me callo, dijo lo que quiero y lo que pienso, hago lo que quiero, sin importar nada. Ya no soy la misma que era en el pasado, ahora soy más libre. No más miedos, No más frenos, No más silencio, No más inseguridad. No más.. Es hora de cambiar..

Tarareaba una melodía como el desierto, dura y asustada, algo que pudiese sacar de su pecho la inminente explosión emocional que lo acechaba por encima del hombro.

Sigue aquí, se aprovecha de mis debilidades, se alimenta de mi insomnio. Es “eso” o yo. Sé como matar algo corpóreo, algo humano, lo he hecho otras veces... pero, ¿como muere aquello que no puede verse ni tocarse? Sin duda... “eso” tiene una clara ventaja.

El alma de la joven anciana refulgía con una sonrisa radiante y llena de vida. Había amado tanto y se había sabido tan amada a lo largo de su dolorosa existencia, que se bastaba de sí misma para frenar el avance de los demonios que le acechaban: el miedo a la muerte, el miedo a la soledad, el miedo a no haber existido nunca, el miedo a perderse a sí misma y no volver a encontrarse 🍃

Cuando despertó, ya se encontraba dentro de la asfixiante caja de cristal. Sangre ajena cubría el suelo. —Padre, ayúdeme —pidió un hombre moribundo a su lado. Había una nota en su mano: "La llave de la libertad está en su interior" El padre observó en medio de su pánico al hombre herido y pidiendo perdón a Dios, hurgó en su carne hasta que encontró la llave. Corrió hasta la puerta y la introdujo, pero, solo pudo gritar enloquecido al notar que la puerta nunca estuvo cerrada.

-Dame una buena historia. -No la tengo. Así no puedo. -¡Maldito autor mediocre! Marcela se encaminó al lugar en el cual se encontraba el otro extremo de la cuerda que daba vuelta al cuello del hombre. -¿Por qué? -Por los derechos de autor. Quizás no soy buena escribiendo historias, pero sí consiguiendolas. Si sigues vivo, reclamarás la autoría o mi comportamiento, hay solo una solución. Marcela salió del granero, tras de ella había terminado una historia, e iba en busca de la siguiente.

Recibí el lunes un mensaje por correo. No era largo, pero tampoco corto. El mensaje era de dos días después. Aquello me sobresaltó, no pensaba que el juego del ordenador funcionaría. El mensaje plasmaba un dibujo similar al signo de twitter. Justo a los dos días, seguí mi rutina de estar pegado como una lapa al ordenador. Sin embargo mi sorpresa fue grande al voltear la cabeza. Un ser humamoide con cara de águila me miraba fijamente con los ojos inyectados en sangre y muy abiertos...

—¿Crees que sea día propicio para salir? —le pregunté. —Sí lo es, solo debes confiar en que nada pasará. —Confío en tí, pero no en el mundo —dije acercándome aún más a su cuerpo. —Estaremos bien. Las horas pasaron y todo andaba en perfecto orden, hasta que un sonido entromecedor interrumpe mis pensamientos. Una luz blanca nubla mi vista y mi cuerpo aún permanecía dormido. Mire a todas partes y no estaba él...

Algo me azota entre pared y pared. No lo entiendo, pero huelo a vino y a Chardonnay. Veo mis fluidos repartidos, brillantes, riéndose de mí. Estoy borracho, pero odio el alcohol, odio a los borrachos. Por eso he acabado con ellos. Busco la salida, pero estoy atrapado en una caja de cristal. De pronto, veo a mis víctimas, quienes ríen como mi vómito. Se burlan de mí, gritando que bien merecido lo tengo. No hay escapatoria, porque me obligan a seguir bebiendo.

Un miedo disfrazado de consuelo, sometido por los actos atroces que carga su conciencia; mientras que el pecado crea la desgracia, al humano lo único que le salvará será el arrepentimiento.

Miraba todos los juguetes que su padre había hecho con tanto esfuerzo, cogiendo polvo en los estantes de la tienda. Sentía que la rabia lo inundaba. Ya nadie valoraba la artesanía en aquel maldito pueblo. Entonces la puerta se abrió; un pequeño con pantalones cortos y rodillas desolladas de tanto jugar. -¿Tenéis coches teledirigidos? -inquirió sin echarle un vistazo al resto del lugar. De nuevo la rabia se apoderó de él, pero intentó sonreír. -Los tenemos al final del local. Sígueme...

¿Alguna vez la viste cerca? Tiene marcas en el cuerpo. No va a donde vos crees que va. No camina. No se mueve. Está siempre junto ti. Te da terror por eso la ignoras. Te da pánico verla porque sabes que el día que la enfrentes algo dentro de ti morira y nunca serás aquel que alguna vez fuiste. Mírala, sueñala, no la ignores, muere, renace y crece.

Hermano y yo estámos jugando, pero ya no me gusta el juego. Mamá lo busca desesperádamente; ya le he dicho que no se preocupe, que solo está jugando a las escondidas, ella no me cree. No puedo decirle a mamá que él se ha escondido en el pozo, porque él perdería y lleva muy bien escondido tres días. Él es el mejor jugador.

Un día te despiertas y te das cuenta de que eres ese ser vacío, en el cual juraste no convertirte. El miedo te detuvo una y otra y otra vez. Tus sueños e ideas se quedaron encerradas en un pequeña jaula, ya que el miedo no las deja salir.

Su padre asintió desde el suelo donde había quedado por la explosión, espantado al saber que su hija también era hechicera. Widney se acercó a su madre y la abrazó, esta no reaccionó puesto que también estaba espantada por tal poder. Con el tiempo y el entrenamiento su poder creció y a ese ritmo su madre se alejó, su padre la rechazaba sin descanso y todos le temían a su alrededor. —Entonces ahora soy huérfana —dijo mientras limpiaba una lágrima de desolación al festejar sola su décimo cumpleaño

Cada noche antes de ir a dormir tenía la costumbre de mirarme al espejo y quedarme observando mí reflejo, pero lo que nunca esperé, fue que hoy me sonriera.

Ya había padecido de parálisis del sueño antes, pero, esta es la primera vez que me ocurre en la tina. Deseaba relajarme y beber un poco de vino, y así mejorar mi estado de ánimo, pero bebí de más y terminé dormida. Acabo de abrir los ojos y no puedo moverme, estoy asustada, siento que podría deslizarme al fondo y morir ahogada. O peor, que esa sombra negra que veo de reojo decida empujarme, así como yo empujé a mi madre hace un año. Ella debió sentirse asustada, supongo que lo merezco...

— ¿Escuchaste eso? Suena como si alguien respirara. — Debiste de escucharlo, suena detrás de nosotros y cada vez es más alto. — ¿En serio no lo escuchas? — Por favor no bromees conmigo... ¡debes de poder escucharlo ahora! ¡Está diciendo tu nombre! — ¿Que como lo se? Pues fácil porque a mí también me paso... yo era alguien muy similar a ti y por no escucharlo terminé acá... junto a los demás que no lo escucharon gritándole al siguiente para que lo escuche y que así nos libre de las sombras

Actualmente vivimos una epidemia, "virus" es la palabra más conocida para todos. Pero tenía un poco de fe en la "humanidad"... hasta que estornude, no pude evitarlo y fue ahí cuando todos a mi alrededor enloquecieron. Se lejaron de mi pero no sé fueron, me rodearon y veían con miedo incluso los que eran mis amigos. Ahí entendí, yo era su blanco de desprecio, era la cosa más asquerosa e inevitable. El ser humano mostró su verdadera naturaleza... y mis esperanzas se fueron.

“¡Ya está aquí, señoras! Ha llegado El Afilador. Afilamos cuchillos, tijeras, machetes, hachas... ¡El Afilador!” Las mujeres salían de sus casas con todo su arsenal en el delantal, interrumpiendo sus labores al escuchar a su socio. Esperaban su turno mientras charlaban sobre sus últimas incursiones. El Afilador tardó dos horas en acabar su tarea, pero al final del día se fue a su casa con los bolsillos llenos, la satisfacción de ser valorado por su trabajo y seguir vivo. Por el momento.

Hay un hueco, lo siento en el pecho. La sensación me mata, me aniquila, me desborda. Me asusta. Me entristece. Me hace llorar... y no sé por qué.

Para una persona con una fobia, la cotidianidad de seguir una rutina es totalmente difícil. En mi caso, mi madre decidió poner una solución a mi fobia, "ayudarme" según ella. Pero yo simplemente tenía miedo. Recuerdo que nos dirigimos al cuarto de baño y me empujó dentro de la bañera, ella creyó que exageraba... yo solo trataba de salir, el miedo me recorrió el cuerpo, tenía una desesperación, mi respiración quemaba, hasta que deje de luchar. Ahí entendió que de verdad le temía al agua.

Matías empezó a contar apoyando las manos contra la pared y cerrando los ojos. “Uno, dos, tres, cuatro...” Entre grititos y risas nerviosas, los niños buscaban el escondite idóneo para no ser encontrados. “Treinta y seis, treinta y siete, treinta y ocho...” Temblaban por los nervios, ya casi estaba. Tenían que permanecer en silencio. “Noventa y ocho, noventa y nueve y, ¡cien!” Esperaron tanto que se les durmieron los pies. Salieron y se encontraron todos en el centro. Todos menos Matías.

A Lovecraft La nave ha perdido rumbo. Toda la tripulación murió, excepto yo. En mi solitario delirio he comprendido que, en el cosmos, las más oscuras y siniestras energías no son heterogéneas sino que poseen un punto de origen. Y temo que, por desgracia, he vislumbrado el espantoso e inconcebible lugar del que mana la esencia universal del miedo. Esa fuerza devastadora me atrae hacia ella. Me aproximo a la locura total, al más terrible pandemonio. ¡Oh, no! ¡Ahí! ¡Son las fauces del portal!...

El día está resultando muy divertido a excepción de el encuentro con esos hombres, pero no los prestamos atención. Mi hermano subió por primera vez a la montaña rusa, se sintió súper feliz, felicidad interrumpida por el grito más desgarrador que hayamos escuchado que provenía de lago, no entendimos que era lo que pasaba hasta ver a nuestra amiga suplicando ayuda después de que viera su mamá siendo devorada por un monstruo del fondo del lago.

La mejor manera de superar un miedo es afrontarlo y plantarle cara, no evitarlo e ignorar su existencia.

Llegaba de un repaso de fútbol y me dirigía a mi casa, debía tomar el autobús ya que la gran tormenta de hace rato había dejado todo inundado. Todo parece normal y así lo creí yo hasta que llegó el autobús, era más nuevo de lo usual y había llegado un poco antes pero me contente por ello, podía llegar antes a casa. El conductor era lo único raro aquí, su mirada fija en la carretera ni siquiera me regresó a ver y todo se tornó peor cuando llegaron esos hombres y me sacaron abruptamente del bus.

Mamá ha dejado entrar a un hombre que no conozco y se han encerrado en su habitación a jugar. Las risas de mamá se confunden a veces con débiles sonidos, no sé por qué se queja ¿Estará llorando? No puedo saberlo, porque no puedo abrir aquella puerta. Papá ha llegado antes de tiempo y me ha susurrado que no haga ruido, que me esconda y no abra la puerta de aquella habitación a la que él también entra a jugar. Siento miedo y a pesar de los gritos de auxilio de mamá, sé que no debo abrir la puerta.

Cuando aparecieron fui a mi cuarto y me encerré en el armario. Por eso odiaba quedarme solo. Siempre le decía a mamá y papá que me llevaran cuando iban a cenar. Pero solo me ignoraban. Yo no sabía que eran, pero se veían como insectos gigantes y monstruos horribles. La semana pasada mataron al gato, pero nadie me creyó y me culparon. Al final golpearon la puerta de mi cuarto, gruñendo y siseando. Abracé a mi oso hasta que ellos entraron, ahora me están buscando...

Con cada paso que daba me alejaba del estruendoso sonido, los incesantes llantos que llegaban a mis oídos en forma de súplica, suplicas de dolor y miedo, las palabras se repetían seguían repitiéndose constantemente y el miedo iba tomando forma en mi rostro. La desesperación iba tomándome poco a poco y las lágrimas salían de mí sin retención alguna, la desesperación y el miedo me hizo alejarme de ti, me aleje de ti dejando todo atrás, en cuanto más retrocedía el horror se presentaba ante mi.

—¿Por qué es tan resistente? —bramé tras golpear la enorme caja de cristal en la que me encontraba. No importaba lo que hiciera, no podía romperla. La única salida estaba al frente, pero allí pululaban las sombras que tomaban la forma de enormes arañas, serpientes y otras criaturas emanadas de mis miedos. Al final abandoné la caja, dejándolas atrás. Avancé un par de metros hasta que sentí unas fauces filosas cerrándose en mis hombros… —No te dejaremos escapar —susurró una voz detrás de mí.

Todo se trata de libertad, a diario lucho por ser más libre, me da miedo atarme a una idea, a un amor o a una misma experiencia. Intento ser libre a toda costa, intento hacer cosas nuevas y si siento que no son para mí, las desecho. Quiero ser libre y sentir que todo lo puedo, pero ¿estaré escogiendo verdaremente la libertad o la estoy usando de respaldo para no afrontar algunos miedos?, ¿es la libertad mi pretexto para huir? ...

Ahí estaba ella, sola en el lodo, con su rostro empapado de lágrimas y tan sólo una fina bata blanca, sus recuerdos son confusos y oscuros, su cuerpo marcado y roto, ensangrentado, pero no era una simple sangre, era oscura y espesa, casi negra, sólo una pregunta pudo articular antes del acto final: —¿Cuando veré los colores? —Habrá muchos en el cielo, cariño.