La aldea ardía. Los ojos horrorizados de Hunab estaban sobre el cuerpo ensangrentado y sin vida de la mujer a la que estaba intentando proteger momentos atrás. —¡No les dejen llegar a la espesura! El grito de mando de un hombre sobre un corcel negro le sacó de su trance. Hunab, lleno de ira, convocó a los espíritus de la tierra y la luna. El crujir de la tierra resonó. Era él contra los foráneos y sus espadas malditas. —¡Maten al chamán! Se abalanzaron sobre él, pero ya nada importaba.

Era más de lo que los estudiosos habían dicho que sería. Incrustada en el fondo del valle subterráneo se alzaba una enorme construcción de terrazas que se hacían más angostas confirme subía hasta el techo. Había luz saliendo de las muchas ventajas y plataformas de aquella construcción sin igual, lejana en la profundidad de la estancia. —Descendamos a la orilla de arroyo. El campamento debe ser montado lo antes posible. Esto no debe pasar de una batalla. Tavon fue el primero en avanzar.

Desde las terrazas altas de la ciudad una lluvia de proyectiles de fuego cayó sobre las fuerzas de Tavon. No eran más que piedras, recortadas de forma afilada y untadas con una brea que ardía sin apagarse por la caída. —¡Escudos! —gritó claro Tavon, haciendo que todos alzaran la defensa. Las rocas extrañas quedaron clavadas en el suelo, prendidas como pequeñas antorchas enviadas por un enemigo aún invisible. Miraron arriba, ya no atacaban, pero el suelo comenzó a arder intensamente.

Emilie azotó con fuerza las riendas del caballo, apresurando el galope mientras sus dos hermanas veían a su madre en el suelo luego de abalanzarse sobre el conductor para tirarlo. Lo vieron con la claridad del terror: su madre, siempre fuerte y altiva, ahora arrastrada por la turba, golpeada, desnudada y humillada. Emma no podía controlar el llanto mientras Maelle la abrazaba tratando de contener su dolor. Emilie lo sabía, la captura de Lady Enora Chevallier les daría tiempo de escapar.

Las filas estaban en posición, listos incluso con las máquinas de asedio que resistieron el descenso despiezadas y traídas en carros imprácticos. Tavon dio la orden para avanzar, marchando el ejército hacia la puerta cerrada de Aciraldan. La ciudad se mantenía en oscuridad, sin ninguna luz que proviniera del interior, haciendo difícil saber que harían las defensas de la urbe enterrada. —Aseguremos la puerta, desde allí iremos avanzando de a poco. Pero un resplandor opacó la orden de Tavon.

—Los nativos siguen resistiendo el ataque señor —informó el guardia en armadura carmesí. —Las magísteres Sibramar están protegiendo el enclave, podremos avanzar libremente ahora —anunció el superior montado a lomos de un corcel azabache—. Desenfunden, tendremos que penetrar defensas férreas. El pequeño grupo de guardias rojos, no más de diez, desenvainaron sus armas, cada una diferente, labrada en metales diversos, teniendo en la empuñadura un enlace único. —Andando.

Las llamas parecían manar de las piedras clavadas en la tierra, quemando a las tropas sin aviso alguno. —¡Tienen hechiceros! ¡¿Dónde está el Irilfarath con sus escupe hechizos?! —Tavon buscó con la mirada, tratando de que la ira de ver a sus hombres arder no le cegara. En la retaguardia un grupo de encapuchados estaban intactos. Uno de ellos alzó las manos y con palabras difusas hizo menguar el fuego. El encapuchado miró hacia las terrazas altas con una ligera sonrisa en el rostro.

Al que llamaban el Irilfarath avanzó con su séquito, ayudando mediante artes complejas a las tropas heridas. Tavon exhaló, recordando las palabras de ese hombre que le acabó de salvar de un enemigo desconocido. El paso de los arietes fue veloz tras controlar el fuego, dedicando el esfuerzo en derribar las puertas. Cayeron con un estruendo, dando vía a lo desconocido de un asedio jamás antes imaginado. —¡Tomen la ciudad! Tavon se adentró con sus fuerzas. No había más que conquista o muerte.

—¿Cuán profundo lleva este camino...? A su lado otro soldado le miró con duda. —No lo sé, pero le rezo a Yiráz para que nos guarde y podamos salir de este lugar. A pesar de ser un descenso lento entre paredes de piedra, el camino era más amplio de lo que se podría esperar en el subsuelo. Todos avanzaban en silencio, odiando cada segundo en el interminable pasillo sombrío. Ni las antorchas parecían ser suficientes en tal negritud de ese aparente abismo. Solo quedaba seguir.

Dejar atrás el sorprendente camino de columnas y bóvedas altas fue solo el comienzo. El final del trayecto culminó al salir a un espacio enorme bajo la piedra. El techo era indistinguible en la oscuridad. Ni la luz de las diminutas antorchas lograban llegar a tal altura en donde debía estar el tope de la gigantesca estancia. —Esto... Es como un valle sin sol... —exclamó Tavon al contemplar la inmensidad frente a él. Lo habían logrado. A lo lejos, esculpida en roca negra, estaba el destino.

Los hombres estaban cansados. Tavon había perdido ya la cuenta de cuánto tiempo llevaban surcando entre la penumbra de caminos rocosos y polvorientos. —Señor, se nos están acabando las antorchas —mencionó uno de los muchos soldados que llenaban el túnel. —Tendremos que ver cómo nos las ingeniarmos para hacer durar nuestros recursos. Tavon dejó la cercanía de la pequeña hoguera que compartía con sus dos segundos al mando. Miró la profundidad del camino y dio la orden para avanzar.

A algunos pasos de la puerta una figura les detuvo. Era otro siervo, cuchillo en mano parecía estar esperando. —Aparta Florian, las damas van a salir —ordenó el siervo custodio de las nobles. —No lo harán. Deben quedarse a responder por los crimenes de sus maridos y de sus padres —anunció con rencor, alzando el filo. Las damas se hicieron hacia atrás, todas tomadas de la mano y con miedo en el rostro. —Lady Enora, hay un carro esperando más allá del jardín, yo me ocupo de Florian...

Já tentei enturmar-me tanto com a chamada realidade, que o que obtive preencheria tranquilamente toda uma ficção louca e absurda de pesadelos. Essas coisas reais não se mostraram mais convincentes que a imaginação. Ela, com seus trajes suntuosos me agasalham, e, mesmo roçando de leve, me tocam muito mais a pele do concreto que qualquer das ditas 'realidades da vida'. O real externo é paupérrimo. Não gasto meu tostão nisso. Por isso, deixei de viver fora de mim. Cá dentro, é que faço-me real.

—¿Está segura de que Kylian escapó? —dudó el conductor. —Conoce bien la casa, estoy segura que encontró forma de salir —aseguró Enora. El carro, un vehículo común en los campos para llevar a la gente, no destacaba por las calles de la ciudad. El ambiente era extraño, columnas de humo y disturbios en todas partes. Pasar por la plaza cercana era obligatorio para salir por el norte. Allí lo vio, empalado junto con otros cuántos, Kylian desfigurado. El carro se detuvo aún en la distancia.

—Eres un monstruo, ¿por qué hiciste eso? El asesino sonríe burlonamente. —¿Ha vomitado flores alguna vez, detective?—pregunta soberbio. Después de un silencio sepulcral, el maldito contesta: —Yo sí, por un amor que no me correspondió. No olvido el dolor que sentí, pero tampoco puedo sentir otra cosa desde entonces. ¡Estoy vacío! —¿Así los veías? ¿Vacíos? ¿Por eso los rellenabas con flores? —No—sonríe—Ellos sólo no soportaron que no pude amarlos... Como alguna vez te amé a ti.

𝒞𝓁𝑒𝓂𝑒𝓃𝒸𝒾𝒶 𝑒𝓃 𝒻𝑜𝓇𝓂𝒶 𝒹𝑒 𝓅𝑒́𝓉𝒶𝓁𝑜𝓈 Abría los ojos lentamente, el aroma del alcohol impregnado en el algodón me hacía flaquear la vista, me encontraba recostado en la cama de mi cuarto y a un costado mío a mi madre mostrándole mi expediente médico a mi padre...mierda -𝑬𝒏𝒇𝒆𝒓𝒎𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆𝒍 𝒑𝒂𝒄𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒉𝒂.."𝑯𝒂𝒏𝒂𝒉𝒂𝒌𝒊" 𝒍𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓 𝒎𝒂𝒓𝒄𝒉𝒊𝒕𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓.

El silencio reinaba en el amplio salón del palacio. La luz de las velas y el sonido de cubiertos sobre platos de porcelana. Cuatro mujeres cenaban, con gesto aburrido y miradas distraídas en los bien logrados cortes de faisán. —Debemos hablar sobre los preparativos para el banquete de primavera —mencionó la mayor de las mujeres, rompiendo el silencio. —No será lo mismo sin los hombres —alegó con resignación otra de las comensales. —Damas... —interrumpió un siervo al entrar—. Hay problemas.

Miraba sobre el balcón, la noble Julieta, Sonreía a lo lejos, al ver el sol, Por las noches, lloraba, la pobre Julieta, Esperaba ansiosa su canción de amor. Soñaba con el encuentro, la bella Julieta, Miraba el reloj, con gran amor, despertaba emocionada algunas veces, Otras, solo tenía temor. Miraba sobre el balcón, la noble Julieta, La tristeza por fin la invadió, Trajeron noticias a la pobre Julieta, que había muerto, su gran amor.

Los murmullos de asombro llenaron el lugar después de atravesar ese arco esculpido en piedra. Con los ojos bien abiertos, Tavon no podía creer el cambio abrupto que había pasado con solo dar un par de pasos después del fino tallado al final del maldito túnel tenebroso. Era magestuoso estar allí, viendo las altas columnas con exquisitos grabados. Tal nivel de detalle, semejante a estar en salones reales, no eran posibles que se dieran a quién sabe cuánta profundidad en la tierra.

Agitadas y con el corazón en la mano, llegaron hasta el carruaje que había prometido Kylian. —Suban antes de que alguien llegue —apuró el hombre que llevaba las riendas del caballo. —No le conozco —adviritió Enora con desconfianza. —Soy hermano de Kylian. Me dijo que debía llevarlas fuera de la ciudad. ¿En dónde está él? Enora vio a sus tres hijas ya puestas en el carro, suspiró profundamente y subió junto al conductor. —Escapó después de dejarnos a salvo. Debe estar dejando la casa.

Bakugou e Uraraka são melhores amigos desde os cinco anos de idade. Sempre apoiaram um ao outro, como verdadeiros irmãos. Recentemente, se mudaram para outra cidade, a fim de que pudessem estudar na Instituição de Ensino Superior que sempre sonharam. A partir desse momento, suas vidas viram do avesso, conhecem gente nova, se apaixonam, entre outras coisas presentes na vida de um jovem adulto. Eles só não contavam que esses acontecimentos poderiam colocar sua preciosa amizade em risco

—¿Estan preparadas lady Almary? —Todo está listo —respondió la mujer ataviada en seda y oro. La luna llena les acompañaba en lo alto, aguardando a las mujeres cubiertas por caperuzas violeta. —La Guardia Roja dice haber encontrado magia nativa. —Esperemos entonces que el dogma de mis hermanas Sibramar esté a la altura de corrientes desconocidas. Lady Almary miró al cielo, sonriendo complacida a la luna. —Los Teral' Dusar deberán mantener el perímetro. Nosotras haremos el resto.

Um dia eu vi uma estrela cadente. Era brilhante, mágica e pronta a atender o meu pedido. — Desejo ter uma vida sem problemas! Infelizmente a estrela revelou seu lado meteoro que é, deu meia-volta e voltou para o lugar de onde veio. A solução para todos os nossos problemas não caem do céu.

O rádio de pilha começou a tocar aquela música tão conhecida pelos dois. Mesmo após a briga, ainda sim sentiram seus corações falharem a batida. Ele levantou, um sorriso suave, e caminhou até ela, estendendo a mão. Ochako aceitou, deixou o orgulho, colocando uma mão em seu ombro e a outra segurava a palma de Bakugo. Ele a abraçou, dando pequenos passos, de um lado para o outro. Ela podia ouvir os batimentos dele que, assim como o dela, estavam no mesmo ritmo, como se fossem um só. Era perfeito.

—Siempre odiaré las horas antes de una batalla. Además este silencio me volverá loco tarde o temprano. Uno de los hombres que comía junto a Tavon se quejó luego de dar un largo suspiro. —Tan solo piensa en todo lo que se esconde en esos muros. Valdrá la pena esto después de conquistar la ciudad —aseguró Tavon—. ¿Ya están listos los conjuradores? Pero antes de responder, el soldado miró con sorpresa tras Tavon. Aciraldan estaba quedando en penumbra. Se preparaban para la guerra.

Las cuatro andaban a toda prisa por los largos pasillos de la enorme vivienda, resonando el taconeo de sus finos zapatos sobre la piedra pulida de los corredores. —Rápido, tenemos que llegar a los jardines traeros lo antes posible —dijo el siervo con afán. Se podía escuchar más allá de las vidrieras que daban al exterior, los gritos y las blasfemias que se colaban desde la lejanía del terreno. —Madre... No pueden entrar, ¿cierto? Enora miró por el cristal. —Avanza y no te quedes atrás.

—¡Dense prisa! —gritó Enora mientras corría tras sus hijas por el jardín de azucenas. La joven Emma aún tenía sus manos ensangrentadas. Corría lo que podía, llorando al recordar las terribles heridas que Florian le hizo en el pecho y abdomen al que fue su amigo. Kylian murió viéndolas correr por el jardín. Enora miró hacia atrás, esperando que los demás siervos de la cocina no les encontraran. Había hecho bien al salir de prisa antes de que llegaran a completar el trabajo de ese cocinero.

Enora miró al hombre asustada. —Emilie... —dijo mirando con prisa a sus hijas. La mayor de las hermanas asintió con la cabeza, esperando cauta. —Prosiga la marcha, no podemos quedarnos aquí —ordenó Enora. —Ese de allá... Mi hermano... Le atraviesa una estaca el cuerpo... —balbuceó el conductor atónito. —Debemos irnos... ¡Ahora! —dijo Enora tajante. —Maldita perra... ¡Mi hermano murió por salvarlas a ustedes! —gritó el conductor—. ¡Aquí las tengo! ¡Son las Chevallier! Enora reaccionó.

—¿Crees que estamos seguras aquí —preguntó Maelle mientras dejaba que Emma durmiera en su regazo. —Esto es solo un pequeño descanso. Debemos continuar en un rato, estar cerca de Eltaria no es opción —contestó la mayor. —¿A dónde iremos? Emilie apretó su colgante, una pequeña azucena de plata. —Al oeste. Nuestra madre amaba el paisaje del Jardín. Comenzaremos de nuevo allá, lejos de esa ciudad corrupta. Maelle suspiró cansada. —Estaremos bien —dijo Maelle. —Así será. Hay que estar unidas.

Ayla passou anos observando-a, anos até que de repente, em uma crise de tosse, uma pétala roxa e ensaguentada escorregou por sua garganta afora. Achava que era besteira, mas só quando as pétalas se tornaram violetas inteiras que percebeu o que acontecia; um jardim particular crescia dentro de si, um jardim mortal. Então quando acordou no hospital, não entendeu o porquê daquela garota estar em prantos ao seu lado implorando para voltar e lhe dar uma chance.