No soportaba que, en el verano, las playas de mi cuidad se llenaran de gente. Hacen mucho ruido, llenan todo el lugar y apenas te dejan respirar. Recuerdo que a pesar de que había tanta gente no pude evitar concurrir a la playa, sufría tanto el calor que ni siquiera me quité la ropa. Sólo salté al agua para hundirme en las profundidades. El agua helada me relajó, pero el molesto grito de esa mujer me irritó "¡La muchacha saltó, se está ahogando!". Sí, pude haberme suicidado en otro lugar.
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