La pistola cayó al suelo. Pero fue ella quien la dejó caer. Ella, un tanto sin oxígeno, permaneció inerte, de pie, dentro de la bóveda fría en la que se encontraban. Sus ojos parecían desorbitados. Y la sangre que recorría su cuerpo ponía en evidencia la cruel masacre. Su hermana, quien estaba a su lado, con un rostro pálido y lleno de terror. reaccionó: "Lucía, ¿qué has hecho?". Pero Lucía parecía no ser quien decía ser. Entonces sonrió. Parecía feliz. Feliz de haber matado a todos esos niños...
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