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Florecer

Han pasado meses. Meses a veces largos, a veces instantáneos. Momentos intensos, tiempos de cambio; de dejar de lado la costumbre, la comodidad, y de lanzarme al vacío esperando lo mejor. Y funcionó.

De alguna forma logré dejar de lado una forma de vivenciar a la que me acostumbré desde niña. Por suerte tuve un ambiente de apoyo y aceptación profundos, lo que me ayudó a atreverme a dar el paso. Estos meses fui cuestionando tantas creencias, tantas conductas, a la vez que fui aceptándome por quien soy, dándome cuenta de cuántos sesgos tenía frente a mi misma. Fue duro, porque fue quebrar una identidad que tenía asumida. Fue meterme con sombras que estuve ignorando toda mi vida, jurando que no existían. Pero estaban ahí, y al verlas creí que no me dejarían nunca, que no había forma de que lograra enfrentarlas. Pero tras meses de intenso trabajo y agotamiento, de a poco fui viendo iluminación. Me acepté imperfecta, me acepté con mis heridas y mi condicionamientos, y de a poco la vida pareció sentirse más ligera.

Ya con un tiempo pasado, puedo dar gracias. Dar gracias por aquellxs que me quisieron y me siguen queriendo, que me dieron espacios que nunca tuve y que me aceptaron en mis cambios. Gracias a mi misma por preocuparme de mejorar, de darme esa oportunidad. Y esperar que siga aceptándome y dejándome ser.