—Te has dejado lavar el cerebro, como siempre. —¿Lavarme el cerebro? !Todo el mundo se da cuenta de lo que haces! —Todas las parejas son así. —No tienes idea de nada. —¿Y tú si? Yo te sigo viendo aquí, porque yo sé que sin mí, no eres nadie. —Eres un bastardo. —Te pudo tocar algo peor, así que agradécelo.

—No lo entiendes. —¡Claro que lo entiendo! Entiendo muy bien que te estás dejando pisotear por un cabrón cualquiera, y dime, ¿has pensando acaso en poner en una balanza todo? es decir, ¿qué pesa más? Todo el daño que te hace o los casi inexistentes buenos momentos que pasan juntos? —Él no me dejará ir tan fácil... —Haremos algo al respecto entonces.

—Ya déjalo. —¿Cómo voy a hacerlo? —Es que es tan fácil... ¿cuántos años llevas soportando maltratos? Algunas veces parece que tu miedo a estar sola es más grande que el amor que te tienes a ti misma, que honestamente, yo creo que es nulo.

—Lo siento, creo que no podremos pasar el fin de semana juntos... —¿Cómo dices? —Lo que pasa es que tomaré unas vacaciones con mi familia, pero te prometo que cuando vuelva... —¿Irás a tu pobre pueblo otra vez? —¿Disculpa? —Te quiero de regreso en este momento, no vas a cancelar algo que ya teníamos planeado. —¡No! ¡Siempre haces lo mismo! —O regresas, o no vuelves a saber de mí. ¿Hasta dónde más iba a llegar?

—¿Por qué quitaste nuestra foto de tu perfil? —Sólo la cambié por un rato, también tengo derecho de poner fotos mías, ¿no? —Claro que no, seguro es porque te da vergüenza, ¿quién no quieres que vea nuestras fotos? ¿Qué escondes? —Estás comenzando a cansarme.

No se podía ver nada a su alrededor, las luces estaban parpadeando, prontas a fundirse. Escucharon pisadas, crujidos, y finalmente ruidos extraños, craqueos leves y repetitivos, como si se tratara de algún insecto. Jonas tomó la mano de Gina, quedándose estáticos en sus lugares, atentos a cualquier cosa. —Está volviendo a suceder. —susurró, aterrada. Ese terror terminó por consumirla, pues sabía que si giraba la cabeza a la ventanilla... Ellos estarían ahí, mirándola de nuevo.

Sus planes no salieron como hubieran querido. Al llegar la noche, Gina y Jonas estaban listos para partir, aún cuando el resto de sus amigos no quiso hacerlo, pues no entendían la urgencia que tenían por largarse. En medio de la carretera, un ciervo se atravesó en su camino y Jonas volanteó la camioneta rentada, provocando un accidente. Por suerte, sólo impactaron contra un árbol y ambos se encontraban bien, hasta que lo que tanto temía Gina empezó a ocurrir...

—Te dije que no me creerías. —advirtió la chica, algo decepcionada. Jonas rápidamente negó con la cabeza: —¡No! nada de eso, te creo, es sólo que... estoy sorprendido. —¿Qué tengo que hacer para que me dejen en paz, Jonas? Ya no puedo soportar esto... —Él lo pensó, llegando a una única conclusión. —Será mejor que volvamos. Se acabaron las vacaciones. Gina se dejó abrazar, dejando que la angustia la rodeara.

—No puedo creer lo que hace contigo, ya lo único que le falta es que te golpee. —Un golpe me dolería menos.

—¡Explícame! ¿De qué estás hablando? ¿Cómo que has visto algo así antes? Gina parecía perdida, respirando pesado con la vista desenfocada en un punto vacío de la habitación. No tardarían los demás en levantarse, debía darse prisa. —En mi infancia, en la casa que mis padres compraron en la colina, algo así me había pasado, pisadas extrañas de algo extraño. Algo no humano. —¿Alguna ves le dijiste alguien? —Sí, y nadie me creyó. —¿Lo viste? Jonas tragó saliva cuando Gina asintió.

—Ya no soporto cómo me tratas, ¡siempre es lo mismo! ¡me humillas frente a todos como si fuera nadie! Se rió de mí y me dejó hablando sola en medio de la calle.

—¿Con quién hablabas? ¿Quiénes eran? —Eran unos amigos, puedo presentártelos si quie... —Ni se te ocurra, lo intentas y te prometo que tendremos problemas.

—Perdóname, no lo volveré a hacer. Y yo sabía que eso no era cierto.

—¿Ya vas a llegar? Llevo esperándote desde hace más de dos horas, ya está casi vacío aquí. —Me acabo de levantar. —¡¿Cómo?! ¡Me dijiste que vendrías a tiempo esta vez! —Mejor ya vete a tu casa, no tengo ganas de salir.

—Mi mamá quiere invitarte a la reunión familiar del sábado, ¿esta vez podrás venir? —¿Otra vez? ¿Que no tienen mejores cosas que hacer que organizar reuniones todos los malditos meses? —Nunca quieres ir. ¿Te da vergüenza? ¿O qué es lo que pasa? —Simplemente no quiero ir y ya. Voy a salir a beber con mi hermano y sus amigos. Y así era siempre.

—¿Enciendo la radio? —Si quieres, pero no se te ocurra poner tu música. Es un mierda. —No lo es, que a ti no te gusten los mismos géneros que a mí no hace que mi música sea una mierda. La mueca que hizo después me quitó las ganas de oír nada. Una vez más.

—Por favor ya no hagas esto más difícil. —Tú no me lo hagas difícil a mí, estoy harto de que siempre salgas con tus estupideces. —¡¿Cuáles estupideces?! ¡Siempre estás queriendo controlarme! —Si no envías esa foto iré por ti ahora mismo.

—Estoy trabajando, y sabes que no puedo estarte enviando mensajes todo el tiempo o van a llamarme la atención —contesté ya sin ánimos. Siempre era lo mismo. —Mándame una foto. Tienes treinta segundos. —No voy a enviarte una maldita foto. —Voy a empezar a contar...

—¿Dónde estás? ¿Cuántas veces te he dicho que tienes que mandarme tu ubicación, una foto y decirme con quién estás. Más te vale que no hayas salido con tus amiguitos los perdedores, aunque ya es típico de ti. Sus risas y burlas resonaron en mi cabeza. Y sabía que otra pelea se avecinaba.

—¿C-cómo que has visto esto antes? —Jonas se sintió nervioso de pronto. Un escalofrío recorriendo su espalda. Gina sólo asintió con la cabeza, todavía viendo aquellas huellas. Ya estaba pálida como un muerto. —Gina... —Vamos adentro.

Gina finalmente lo hizo a un lado, y un jadeo aterrado salió de su boca, tapándosela con las manos de la impresión. —Jonas... —Joder, no quería que lo vieras. Mira, seguramente y alguien pasó por aquí, o tal vez un coyote, o... —Jonas. —volvió a llamar, sus ojos fijos en las huellas. —¿Qué? ¿Qué pasa? —Yo he visto esto antes.

—¿No hice ruido? lo siento. —Gina le regaló una sonrisita apenada y luego preguntó de nuevo—, ¿qué estabas mirando? Jonas tragó saliva y se interpuso entre Gina y las pisadas en el lodo, sabía que si le decía algo ella se asustaría más de lo que ya. —Nada, me pareció ver un escarabajo, ya sabes que me gustan. —sonrió, intentando sonar lo más convincente posible. Pero no había funcionado. —Eres un pésimo mentiroso, te pones rojo como un camión de bomberos. Déjame ver.

Esas huellas no podían ser de humano, pues parecía que eran el doble del tamaño de un pie normal; y luego... no podía entender cómo es que los dedos se marcaban tan largos en la tierra. Se acercó con curiosidad, agachándose para ver más de cerca y saber si... —Jonas, ¿qué estás haciendo? Casi pega un salto del susto, pero qué del susto, casi pega ¡pero la línea de un paro cardíaco! —Dios, Gina, ¡me asustaste!

Jonas se levantó temprano esa mañana, antes de que cualquiera de los otros idiotas pudieran ir a su habitación a despertarlo con ruidos de las sartenes chocando. Antes de ir a preparar algo para el desayuno, quiso salir a tomar un poco de aire, pues era la primer mañana en la que no estaba helando. Una vez pisó la entrada, se quedó quieto al ver que habían marcas de pies en el lodo. Un pie que no parecía propio de un humano.

Estaba segura de que nadie en su grupo de amigos le creería, eso de que todavía ve cosas por la ventana... y se sintió abrumada, ya que no estaba disfrutando sus vacaciones como le hubiese gustado. Llevaban al menos cinco días allí y no podía soportar el tener que irse a dormir, que aunque compartiera habitación con Lana, ella no estaría dispuesta a sostener su cuerpo tembloroso gracias al producto de su pánico nocturno.

¿Cómo iba a poder superar sus miedos? ¿Cómo iba a poder hacerlo si todavía, por el rabillo del ojo, podía ver esa sombra pasar?

«Él ha muerto. El día de ayer, su cadáver fue encontrado aquí y allá en pedazos a la orilla del lago donde solíamos ir los fines de semana. Ellos todavía no han encontrado todo de él, y creen que aún faltan muchísimos pedazos. Es repulsivo, y también es triste, él no debió morir así. Querido Dios, deseo que esto haya sido sólo un sueño...» (Fragmento de la segunda parte de mi Trilogía inspirada en obras de Junji Ito)

Los recuerdos la colmaron de pronto, volviendo allá cuando tenía seis años y sus padres por primera vez la enviaron a dormir sola en su propia habitación nueva. Ella no era una niña miedosa, pero recuerda que con terror, la imagen borrosa y oscura de alguien amorfo fuera de su ventana le observaba, y con eso le condenaría el sueño el resto de su vida, sin saber que lo que había visto, no era nada producto de su imaginación. Todo real, y ahora se repetía.

El haber visto esa película sólo le provocó pesadillas, y sin poder dormir lo único viable que encontró por hacer en esos momentos fue mirar el techo fijamente, al menos hasta que amaneciera y tuviera que distraer su mente. Ella no podía dejar de pensar en lo que se asomó por la ventana, ¿sería lo mismo que había visto años atrás, en su infancia?

—Deberíamos entrar, puede que haya coyotes por aquí. —Gina asintió repetidas veces, sintiendo escalofríos. Antes de entrar a la cabaña giró la cabeza para ver una vez más hacia los árboles, pero asustada se giró de nuevo, decidiendo que no quería investigar más de la cuenta.

—Listo. —Gina se abrazó a sí misma al sentir el aire frío golpearle la espalda. La luz había vuelto y lograron escuchar los gritos de sus amigos dentro. —¿Estás bien? —Sí... bueno, no lo sé, ¿tú no sientes algo extraño desde que llegamos? —Jonas levantó una ceja y se apoyó en la madera con los brazos cruzados. —¿A qué te refieres con extraño? ¿No querías venir? Sabes que pudiste habérmelo dicho antes, y yo... —No es eso, claro que quería venir... El ruido de las ramas les alertó.

En medio de la fiesta la luz se había ido, luego de que las luces de las lámparas parpadearan. Todos abuchearon, ya borrachos, pero Gina seguía pensando que algo más raro estaba pasando. —¿Y ahora qué? —Jonas preguntó s su lado, en voz baja. —No lo sé, supongo que iré afuera a revisar el medidor. Debió ser un fusible. —Jonas asintió, levantándose junto con ella. —Te acompaño, sirve que te ilumino con el celular. Gina aceptó, y respiró hondo, tal vez sólo estaba siendo paranoica...

Maddy ahora bailaba feliz en el jardín de Theodore, en otra casa, en otra ciudad, en otra noche. Su piel había palidecido aún más y sus ojos se habían tornado de un amarillo brillante. Ya no tenía que buscar más víctimas, eso se había acabado, ahora tenía a otra hija a quien cuidar por el resto de su eternidad. Su alma y la suya yacían en algún otro lugar, pero mientras, podían sentir que nada les faltaba. Y eso que se supone que hacen los vampiros... no eran más que sólo mitos de sangre.

Todos reían a su alrededor, ebrios y divertidos, jugando ese estúpido juego de mesa que Gina ciertamente odiaba. No podía concentrarse, no cuando esas imágenes no dejaban su cabeza. Tal vez y estaba sólo sugestionándose y no había nada realmente tras la ventana... Decidió tomar un poco de aire y salió de la cabaña con su cigarrillo, admirando las estrellas en el cielo. Se quedó muy quieta cuando nuevamente, divisó algunas estrellas que parecían moverse en círculos lentos. ¿Pero qué diablos?

—¿La eternidad es divertida? —Supongo que puede serlo si tienes compañía. —mencionó Theodore después de un largo silencio. Maddy asintió. —Está bien, entonces no perdamos tiempo... Hay que hacerlo, pero espera... no tengo que chupar sangre, ¿verdad? —No, Maddy... nada de sangre. —Theodore sonrió con gracia, recuperando un poco de calidez en su frío ser. Era hora.

—No tengo nada que perder, ellos ni siquiera notarán que no estoy. —¿Ellos? —Mis padres. Yo también estoy sola Theo. El hombre la miró, pero él no podía ver a Maddy, él sólo veía a su hija, en ella...

Sabía que no debía arrastrar a una niña tan joven y llena de vida a su oscuro y solitario mundo, y sabía también que aunque rogase, Maddy no aceptaría. ¿Cómo ella podría dejarlo todo simplemente por un viejo vampiro solitario y patético? ¿Cómo podría abandonar a su familia por alguien a quien no conocía y pertenecía únicamente al mal? ¿Cómo ella...? —Dime qué es lo que tengo que hacer.

—No quiero matarte, sino todo lo contrario. —Theodore comenzó, con el nudo apretado en la garganta. —No entiendo. —Quiero darte la eternidad. —¿Qué? ¿A cambio de qué? ¿Por qué querrías darme algo así a mí, que no me conoces? —A cambio de que me acompañes en mi soledad. Un silencio sepulcral inundó el salón, Maddy encontró extraño todo aquello, pero en los ojos de Theo no había nada más que un atisbo de súplica y desdicha. Una necesidad absurda por su respuesta.

—¿No vas a gritar o correr? Acabo de decirte que soy un vampiro. —Theodore anunció lo obvio, esperando por siquiera una mueca por parte de Maddy, quien simplemente se encogió de hombros. —Ya lo pensaba, sólo confirmaste mis sospechas, tu apariencia y el que sólo te vea fuera de tu casa por las noches eran indicios. —La niña se cruzó de brazos—. ¿Qué quieres de mí? Soy muy joven para morir. Theodore estaba estupefacto, la niña era más elocuente de lo que esperaba y él mismo estaba dudando...

—¿Tú qué sabes de vampiros, niña? —Sólo sé que beben sangre y asesinan personas. —Maddy respondió como si no fuera nada, eso hizo sonreír a Theodore. —Eso sólo es en las películas. —¿Ah, sí? —Theodore asintió. —La parte de beber sangre no es más que un mito, tan anticuado e incorrecto... —Maddy frunció las cejas. —¿Entonces? —Yo robo almas, y puede que asesine personas.

«JK cuida niños en sus tiempos libres. Un anuncio por internet le ofrece una módica cantidad de dinero por cuidar a un chico de una familia que parece nadar en billetes, y él acepta sin rechistar. Ahora tiene que cuidar de TaeHyung, un niño raro que le encanta jugar a la Ouija con el único propósito de preguntarle a su padre quien fue quien lo mató. JungKook tendrá que ayudarle a cerrar el portal que ha abierto, y de paso, mantenerlos con vida...» ¡Un especial de Halloween próximo a publicar!

Finalmente habían llegado, luego de una larga noche de desastre donde aquel camionero les había prácticamente salvado sus vacaciones. Gina no había podido dormir, seguía pensando en las extrañas luces en el cielo. Ni siquiera se había podido permitir sentirse tranquila entre el barullo que armaban sus amigos y los chistes que Amala contaba. La noche siguiente fue de mal en peor, cuando a la ventana de la cocina, por el rabillo del ojo, divisó casi con claridad una figura oscura asomándose.

—¿Por qué murió? —Maddy preguntó con un nudo en la garganta. —Una estaca en el corazón. —Theodore cayó de lleno en su sillón color borgoña, enterrando sus largas uñas en las palmas de sus manos, recordando aquella fatídica noche. —Entonces tuve razón desde un inicio. —El hombre levantó una de sus finas cejas. —¿Sobre qué? —Usted me parece más como un vampiro que como una persona normal, es absurdo, ¿no? —Para ser una niña tan pequeña eres muy perspicaz. —Tengo once, sé lo suficiente.

La casa de Theodore era más grande por dentro de lo que lucía por fuera y Maddy estaba realmente encantada, incluso olvidó la sensación de la mano helada que estaba sosteniendo antes. —¿Quién es ella, señor? —Señaló la enorme pintura de una niña de cabello negro y ojos claros en el muro del salón—. Se parece mucho a mí... Las huesudas manos de Theodore la sostuvieron por los hombros y musitó: —Ella es mi hija. Es extraño, ¿no? El parecido. —¿Dónde está ella? —Ella murió hace un tiempo.

—Si vienes conmigo a casa te prometo que te diré cómo solucionar los problemas con tus padres. —¿A su casa? No debería, no lo conozco. —Ahora me conoces, ¿no? sólo será un momento. Maddy aceptó.

—¿Qué no lo vieron? —volvió a preguntar, señalando con insistencia. —Estás ebria, como si nunca hubieras visto aviones en el cielo, Gina. —La pelirroja se levantó indignada, ella estaba viendo otra cosa. —¡¿Aviones?! ¡Esos no son aviones! —histérica, manoteó al aire. Pero no hubo respuesta de parte de sus compañeros, pues un camión pasó a su lado, estacionándose para ofrecer su ayuda. Salieron de la van, explicando el haberse quedado sin combustible, pero Gina seguía mirando esas luces...

—Odio a mis padres. —espetó al borde de las lágrimas, luego de haberse sentado junto al hombre en la banqueta a mitad de la noche. —No deberías decir eso. —Ellos no me quieren, y yo ya no los quiero a ellos. Una sonrisa surcó los labios resecos. —¿Cómo te llamas, niña? —Maddy, ¿y usted, señor? —Theodore. —extendió su mano y la niña la tomó, sintiendo el escalofrío recorrerla— Hoy te propongo un trato, Maddy... —¿Qué clase de trato?

Corrió despavorida de la habitación cuando su madre azotó contra el suelo gracias al golpe. Las lágrimas en sus ojos no le permitieron ver su camino, así que tropezó varias veces. Era tarde, pero esta vez no tenía intención de quedarse en el jardín, entonces cruzó la reja por primera vez. —No deberías estar sola por ahí. Maddy giró sobre sus talones tan pronto escuchó la profunda voz, encontrándose cara a cara con la maldad de la noche...

Ni en tantos siglos había presenciado tal belleza. No, un momento... claro que lo había hecho... En el pasado, cuando tuvo una hija, lucía con tal exactitud como la niña del jardín de enfrente. Sólo por eso se abstuvo de atacarla aquella noche. Aún tenía cosas que pensar, y mientras viera a su hija en esa niña, no veía muchas opciones.

—Te lo dije, maldita sea... —Jay rodó los ojos, pues no necesitaba reproches. —Ya lo sé, creí que el tanque estaría lo suficiente lleno para aguantar todo el camino. Todos se quejaron y él se sintió culpable. Ahora estaban en medio de la carretera varados a mitad de la noche. —Oigan... vean eso. —Gina señaló la ventana y todos fueron a mirar. Un trío de lucecitas de color rosa parpadeaban en el despejado cielo. Todos la miraron con desagradables muecas por hacerles perder el tiempo...

Estaban seguros de que esas vacaciones les serían inolvidables, en el mero sentido de que estarían una semana entera en la cabaña que los abuelos de Jay le habían dejado luego de morir. Una semana entera lejos de la gente y disfrutando de los litros de alcohol que estaban listos por consumir. Subieron todos a la van al meterse el sol, con la esperanza de llegar muy temprano por la mañana y disfrutar más el día completo. Fue tan desafortunado que no hayan llenado el tanque antes de salir.

Maddy escuchó a sus padres hablar sobre el nuevo vecino de enfrente, y suelen decir que es apuesto y elegante; también escuchó que tiene un trabajo de noche, pero eso no lo entendió muy bien. Ella creía que no lo había visto, pero al salir nuevamente al jardín al caer el sol, se dio cuenta que era el mismo hombre que la miraba bailar en silencio desde que inicio la semana. Sus ojos eran tan claros como la espuma del mar y su piel tan blanca que brillaba al reflejo de la luz de la luna...

Vivía hambriento, y qué ironía, ¿él vivía? sólo le quedaba sentarse en su hamaca por la noche a tomar la luz de la luna y admirar a niñas bailar por ahí... quizá, algún día, pueda saciar su hambre con alguna de ellas.

Una niña linda de padres irresponsables era más que carnada fresca para la maldad en el mundo, como en éste, donde una criatura oscura la observaba bailar en el jardín a lo lejos...

¿Recuerdas cuando era niña y al caer la noche no me dejabas dormir? Una nube negra cubría mi ser entero por sobre mi cabeza y me llovía la nostalgia y la desesperación. Por nada. Y por todo. Eres la maldad que no se huele, no se sabe y no se toca. Eres la maldad que se pinta sobre un ceño fruncido y la lágrima que escurre al costado, porque es imposible soportar tanto mar dentro de los ojos. No te quise, no te quiero y no te querré nunca. Así que por favor vete, vete ya... Y nunca vuelvas.

¿Recuerdas cuando era niña y al caer la noche no me dejabas dormir? Una nube negra cubría mi ser entero por sobre mi cabeza y me llovía la nostalgia y la desesperación. Por nada. Y por todo. Eres la maldad que no se huele, no se sabe y no se toca. Eres la maldad que se pinta sobre un ceño fruncido y la lágrima que escurre al costado, porque es imposible soportar tanto mar dentro de los ojos. No te quise, no te quiero y no te querré nunca. Así que por favor vete, vete ya... Y nunca vuelvas.

¿Recuerdas cuando era niña y al caer la noche no me dejabas dormir? Una nube negra cubría mi ser entero por sobre mi cabeza y me llovía la nostalgia y la desesperación. Por nada. Y por todo. Eres la maldad que no se huele, no se sabe y no se toca. Eres la maldad que se pinta sobre un ceño fruncido y la lágrima que escurre al costado, porque es imposible soportar tanto mar dentro de los ojos. No te quise, no te quiero y no te querré nunca. Así que por favor vete, vete ya... Y nunca vuelvas.

¿Recuerdas cuando era niña y al caer la noche no me dejabas dormir? Una nube negra cubría mi ser entero por sobre mi cabeza y me llovía la nostalgia y la desesperación. Por nada. Y por todo. Eres la maldad que no se huele, no se sabe y no se toca. Eres la maldad que se pinta sobre un ceño fruncido y la lágrima que escurre al costado, porque es imposible soportar tanto mar dentro de los ojos. No te quise, no te quiero y no te querré nunca. Así que por favor vete, vete ya... Y nunca vuelvas.

—¿Estás segura de lo que viste? Gina estaba completamente fría y asustada. La razón: sus más grandes pesadillas se habían vuelto realidad esa noche; algo asomándose por la ventana, oscuro y silencioso, observándola en medio de la noche, para desaparecer entre las sombras después. Sólo que esto ya no era un sueño y no podía despertar. Se supone que estas serían sus mejores vacaciones...

La pregunta de Maddy le había descolocado, no esperaba ni siquiera que llegaran a tener una conversación antes de rebanarle la garganta y apropiarse de su alma. La sangre... la sangre de ella qué importaba, sólo quería la esencia de su ser. Quería recuperar a su hija, y Maddy era la oportunidad que había estado esperando tanto tiempo.