En la oscuridad de la angustia, en el abismo del dolor, un sentimiento nos envuelve, nos hace temblar de temor. Es un desamparo profundo, una desesperanza sin fin, un nudo en el pecho, un suspiro que se pierde en el confín. Es como un mar embravecido que nos arrastra sin piedad, una tormenta que nos azota, sin tregua ni piedad. Nos invade la impotencia, nos sumerge en la incertidumbre, nos sentimos perdidos, sin fuerzas para seguir adelante.

En el éxtasis de la vida, en la cúspide del sentir, una sensación nos envuelve, nos hace sonreír. Es un torrente de alegría, una exaltación sin fin, un fuego que arde en el pecho, un latir que no tiene fin. Es como una explosión de emociones en el corazón, una sinfonía de risas, un baile de ilusión. Nos embarga la felicidad, nos llena de energía, nos hace sentir vivos, en cada nuevo día.

En el rincón de mi corazón florece, un sentimiento que en palabras crece. Aprecio y reconocimiento se entrelazan, hacia aquel que en mi vida brinda esperanza. Tu ayuda, como un faro en la oscuridad, me guía y me muestra la realidad. Tu amor, como un abrazo cálido y sincero, me envuelve y me llena de un amor verdadero.

En la vastedad de tu memoria, perduran aquellos rincones que una vez visitaron y disfrutaron con una sonrisa radiante. En aquel instante, cada lugar se grabó en tu corazón con un cariño inolvidable. Sin embargo, el tiempo ha tejido hilos de desdicha que ahora tejen un manto de tristeza en tu ser. Evitas transitar por la misma calle que albergaba aquellos recuerdos juntos, pues cada paso que das en ese camino solo desencadena un mar de dolor indescriptible.

¿No te ha pasado? Que creas momentos inolvidables con la persona que creíste amar, pero cuando las circunstancias no se alinean, te encuentras contemplando esos instantes, esos recuerdos, con una mezcla de nostalgia y melancolía. Te das cuenta de que quedaron atrapados en un punto final, sin posibilidad de avanzar. Y al final, esos mismos recuerdos que una vez te llenaron de alegría, se transforman en una fuente de amargura, pronunciando con desdén: "¡Qué pérdida de tiempo fue eso!"

No puedo saborear la dulzura de la felicidad ni sentir el cálido abrazo del amor. Los colores de la tristeza y la alegría se desvanecen en un gris monótono que envuelve mi existencia. Observo a las personas a mi alrededor, cómo sus rostros se iluminan con sonrisas genuinas o se nublan con lágrimas sinceras. Intento comprender lo que sienten, pero es como tratar de leer un libro en un idioma desconocido. Las palabras están ahí, pero su significado se escapa de mi alcance.

Me encuentro en un mundo donde las emociones son un enigma, un laberinto insondable que se escapa de mis manos. Soy un espectador en mi propia vida, observando cómo los demás se sumergen en un mar de sentimientos mientras yo permanezco en la superficie, ajeno a las olas que los arrastran. Un compañero silencioso que me ha acompañado desde siempre me ha privado de la capacidad de experimentar y expresar emociones.

Así como en mundo de Jurassic Park -donde los dinosaurios no eran completamente dinosaurios- nosotros no somos completamente humanos. Algunos hombres exhiben comportamientos de un perro, mientras que algunas mujeres despliegan las actitudes de una zorra. La sociedad, ha etiquetado a estas personas sin conocer lo más mínimo de sus vidas, condenándolas sin piedad y llevando incluso a consecuencias trágicas... Pero lamentablemente, no logran entender, y es posible que nunca lo harán.

Me resultó arduo comprender cómo algo que parecía florecer con armonía, culminó de manera abrupta, sin previa advertencia, sin una última conversación, sin nada más que el fin repentino. Es insondable comprender cómo una relación que considerabas "en buen estado" concluye en un engaño sin justificación aparente. ¿Por qué engañar? Si uno se encuentra en una relación con alguien, es porque existe un motivo, ¿no es así?

Con tu manto de estrellas y luna, tejes sueños que nos llevan a mundos lejanos y profundos.