—¡Por favor! argh—traqueteó la segunda costilla, al escucharle en súplica asquerosa opté por mayor presión—, tengo familia, hijos... ¡no quiero morir! —Varusmo estúpido, piensas que puedes ablandarme con romantisismo ridículo. —Liberé la lanza clavada al suelo, para permitirle refrescarse con los muslos del insutar—. ¿Entiendes? Las suplicas han dado de comer a mi arma, dime lo que sepas de Yorlan. —Está...está bien... busca en Línmica, él se está reuniend...—Le corté la cabeza, era suficiente.

Entonces aparecerá, una «I» con epitafio tallado dándole algún sentido a la nada, por atención. ¿Para qué? Al pasar el tiempo, cintón desgarrador de esperanzas, volverá esa «I» de obscuro relleno, con graciosa curvatura, para mosttar candidato con rigor mortis. Tan sólo para atormentar las buenas intenciones, con antifaz que le difiere sobre el antónimo. Fantasmas, ¡fuera!, si no planteas siquiera leer unas de mis tantas voluntades, da por hecho que para mí eres eso, un fantasma ignorado.

—Tú... ¿eres al que llaman, «el corrupto» entre acólitos? —Dudó, su mano y la hoja sin mango le temblaron, las irises blancas, el desdén en su sonrisa la presencia misma le intimidaron. —Así es, mortal—afirmó levantando copa para darle trago al líquido rojizo. Limpió sus labios, asotó el brazo al acabar y el acto provocó vendavales atemorizantes, haciendo bailar los pelajes del tempalie—, y tú, atreves a posar pies en suelo sagrado, ¿quién eres? —...Vrahalesk... y vengo a detener tu locura...

Clavé mi lanza frente a su faz, el rictus de horror compitió con las chispas en fugaz aparición al tocar la roca. —Dime dónde se oculta.—Cuando percaté a la idea de una respuesta tardía, pues el miedo le era más, decidí apoyar mi cuerpo al arma y apretar su tórax con el pie—. Responde de una vez, insutar. ¿Dónde se oculta Yorlan? —No lo sé—sollozaba babeante el cobarde—, no lo sé en verdad.—Respuesta errada, rompí la primera costilla. —Se me acaba la paciencia niño, así como tus costillas.

—Antes de responder, ¿me devuelves mi ballesta? ves. Es mi única arma y bue...—calla su voz la chica con el murmullo silbante del virote besando sus mechones. Doblú baja lenta el arma y sus ojos retraídos le hablan claro—. Tres días, tengo tres días acompañandote. —¿¡Tres días!?—Sin creer lo que escucha, el bastiano hace memoria sin encontrar fisuras en su guardia—. Mientes niña. —¿De verdad quieres que hable de esto? ves. Quizá quieras que sea muda. Silencio incómodo arropa al varón...

Húmedo, mohoso con adornos de buqué indescifrable. El vapor ajustaba el tono según las cuerdas vocales trasmutadas a grietas se lo permitían, entre la maraña de tubos oxidados y rocas sudorozas. Maldije al gobierno de Linme; pisé excrementos, respiré a saber qué y tragué algunas de las sudoraciones del techo en las cloacas de Cabo Pezuña. Una ciudad debajo de otra, cargada de ermitaños, lunáticos y ladrones. Jamás imaginé que existieran seres tan repugnantes que me hicieran ver a mí, normal...

Aguardan vigilantes sus irises al contemplar a la chica mientras esta aún observa al suelo. Segundos eternos, el vaho de su boca escapa sutil al incorporse tras el acrobático salto y su espectador obligado responde con presión a los maderos de la ballesta. La pelirosa levanta su mirar tan abrupta como jocosa su sonrisa, algo que él reprocha con rictus. —¡Responde de una vez mocosa! ¿Qué quieres de mí?— Asoman su colmillos al dar último aviso Doblú. —Cálmate, no busco nada, enserio, ves.

La brisa gélida aventó las cenizas del infante y su llanto mutado a nieve le sigueron. Los matices de claro obscuro teñirán el suelo que acurruque su caída y no entenderá a la realidad. Levantó su cuerpo, pero mayor labor le tomó a su orgullo postrarse al verse mansillado por lucides, esperanzado y temeroso también. Ahora entendía, ni su nombre ni su pasado eran menesteres pertinentes de sus búsquedas, eran a los acólitos a quienes debía perseguir y de los cuales formó parte alguna vez...

Permanece unos instantes observando a la pelirosa que le sonríe desde la altura. Doblú da un paso, el sonido del metal a sus pies le obliga a posar su horizonte a los mismos. La ballesta cargada descanza a sus suelas. —Ten cuidado es mi única arma, ves. —La chica reclama mientras el bastiano recoge la misma y la aprisiona con sus garras—. Por favor no la destruyas. —Deberás explicarte mocosa, ¿por qué tratas de emboscarme?—Doblú fulmina con su mirada a la joven, que responde con risotada.

Rumor sordo, tímido y timorato pasea por las comísuras sin libertad. Diálogos aquí y por allá cercanos a los vértices sombríos de cada taberna miserable, arribando a sus oídos. Consciente a su pertenencia a esa minoría que prefiere toser vida en combate a refugiarse en el regazo del sumiso miedo, Galthico se permite guiar por los rumores. El norte fresco, donde las arenas cálidas se dejan amar por vegetación, se reunen los pocos para enrutar al continente gélido a luchar por su liberación...

Levantaron su estandarte entre los témpanos, el valle rodeado por las laderas de espejos donde vivas las imágenes juegan con los reflejos del día y de noche ilusionan a los astros junto a las auroras, en el umbral norte de Bana. Vrahalesk, el tempalie de las corrientes liminosas del rayo. Haranlia, la bastiana maestra taciturna que danza con el fuego y Jitral, la varusma tenaz ama de los centelleantes hielos. Se juraron en votos ante ella y las lunas, naciendo la Orden de adalides Smirdhal...

Doblú mantiene su guardia y observa a la delgada chica levantarse. Desmesurado, al verse desarmado, ruge al divisar la ballesta que, en manos y cargada, la pelirosa tambalea mientras pone en pie. Lanza su ataque movilizándose como bestia sin criterio racional. Su visión nublada por su propia naturaleza ignora los sutiles movimientos de la atacante, y solo percata cuando sus garras perforan el árbol Aurora. —Oye, tranquilízate, ves—dice la chica entre las ramas. Sonriente y desarmada.

Con aquel sujeto fuera de la escena y tratando de costurar de nuevo mi orgullo, tomé el papel sellado con el emblema en cera que acostumbra el gobierno de Linme. «Investiga a Yorlan; información y asesinato», decía el papel. Detestaba cuando me daban órdenes sin mayor detalle que los objetivos. Información, se podría investigar cualquier cosa y en todo caso soy un asesino, de qué o a qué iba este roll de detective sin valor. Más adelante sabría la razón, muy rara pero beneficiosa y onerosa.

Pasó el tiempo, ese que desgarra con su paso y quebranta las almas débiles con su marcha implacable. Ese que le transformó su cuerpo fornido a un cúmulo lastimoso de calcios remarcados y carnes blandas sin ánimos. Ámbitar Cinam, era removido de su podio acusador entre cadenas y aguas saladas en la costa. Ya no era un símbolo de desacato si no un despojo lastimero que se apegaba a la vida obstinado de sufrir por aquellos que mató. Ahora tocaba difuminarlo entre barrotes para evitar un mártir.

Advertido fue antes de encararlo, la valentía y la cobardía daban tertulia amena mientras su alma resolvía el debate a elegir ganador, y observaba a la cara. Los árboles cárnicos se lamentaban en baritono mezclado con la resonancia de los obeliscos esmeraldas, acto de preámbulo al recibirle gustoso. Vrahalesk, el tempalie fue juzgado por las irises verdosas de fulgor divino, mientras el anfitrión tragaba la carne del vivo que cautivo era deborado por ese ser que no necesita alimento...

Las botas elevaron el manto marrón al dar el primer paso. Derramaba su vitalidad mansillada por las grescas que, a la voluntad de sus hermanos de armas, abandonó por cumplir el objetivo. Vrahalesk se mantenía vigilante al profanar el pórtico defendido por las lloronas artesanías de mármol obscuro, que precedieron en lamentos. La pureza del ambiente le recordaron por quién lucha, más el fétido de las sensaciones tangibles también abogaban a proseguir y eliminarle. Losh el corrupto le espera...

—Si, bueno, aunque no entiendo nada de lo que dices, debo preguntarte ¿qué harás? —Yealad permanece observando al extraño rubio, que pérdido en su interior solo se digna a callar—. Oye, te hablo. —Perdona—dice Zorger mirando las arenas—, no tengo rumbo, así que me dejaré guiar por la hipnótica belleza de la montaña Garmanos. —Mejor dejate llevar por mi belleza a la aldea. Sin preparación no tardarás ni tres horas en volver a besar las arenas. Ambos ríen con fuerza a una petición seria...

Antes de ser llamado Gunthar, Jitrugal era el nombre del continente del norte de Bana. Y antes de ello, en la zona donde los hielos esclavizan con su dominio y los auroras se negaban a aventurarse, el hado guiaba a unos pocos a sus tierras. Su calma enamoró a la dama que era custidiada por los primeros vinculadores del alma. La llamó Smirdhal «verdadera justicia», pues el abrazo gélido de las sedas que envuelven sus valles son motivos suficientes para no degenerarse por la maldad y el egoísmo.

Despertaba esa mañana. Tan adolorido como deprimido, derrotado y frustrado. El viento fue atrevido. Le maquilló durante su letargo con el obscuro sedimento y remanente de buqué a carne de los incinerados antes de su llegada. Los adolece sin reconocer en su memoria alguna faz que quizo honrar con su acero. Tomó una manita inocente, que se desintegró. Lágrimas acompañaron al infante de polvo negro en el suelo, atormentadas por las últimas palabras culposas que talló en su cabeza el asesino.

Es su cuarta noche en el pequeño espacio donde se asienta su campamento. Durante los días ha encontrado este minísculo lugar como el mejor brebaje ilusorio que apasigua sus demonios y da sorbos a la paz que busca. De día observa y escucha con pasión, también con preocupación, los alaridos y roces de las rocas en carreras precipitadas. Y el rugido de la electricidad resonar al besar los suelos lejanos. Esa noche, su paz es ultrajada por el nerviosismo de ser sorprendido durante su sueño.

En el pasado disfrutaba de los territorios que, por más obscuros que las mismas noches fuesen, encerraba en su corazón como su lugar de nacimiento. Caminaba halando los metales en ciclos que pesan mucho menos que las flamas concientes que él mismo arrebató. Culpable de levantar la voz ante un bufón de corona yerma y de esencia a cruór. Ámbitar Cinam, era colocado como a objeto de mostrador y ejemplo de que nadie debía cuestionar a un imperio que luce hermosas alianzas criminales en sus dedos.

Aun si el control infinito es lo que buscaban con su acto de amor embestido de curiosidades y algo de egoísmo. De sus manos se escapaban las obligaciones sujetas a lo natural y de las cuales aún al ser eternos sus alcances, se deben postrar a las leyes. De tres nacen nueve, así fue pactado sus planes cuando tomarón en sus manos la creación, ponerle cadenas al caos que dominaba y que no permitía. De uno nacen dos y el restante tal como estaba, pero sin el cuerpo que los concibió, así fue dado.

¿Cuándo acabas acostumbrado a un suceso que sientes molesto a sus inicios? Nunca encontré la respuesta, pero al tiempo conocerás la rutina y la abrazarás natural como ella cuando se sentaba a mi lado. —Excusas, he pensado mucho en ellas.—Puse atención—. Son molestas y acarrean frustración al que las escucha. Y ese es el problema, pero siento que encontré un camino. Son mentiras disfrazadas de ego. Algo así como que me exijo mentir para no exponer mi la falta de voluntad pese a que te vale poco.

El terreno es propicio a su necesidad tras cruzar la montaña. El último vestigio solar que se escapa entre las puntas de las cimas del oeste, es aprovechado por el bastiano para montar un hogar prestado. Doblú acaba su acomodo con la inición de la fogata. Toma lecho en el pasto y mira al cielo. Mikalosh, la luna esmeralda, brilla única en el cielo. «Tan calmado es este sitio, que puedo escucharlos aún suplicar... Crepitar de huesos y armas a ritmo de recital ¿me permiten hoy olvidarlos?».

Penetró la nostalgia en sus sentidos cuando el aroma de su hogar se presentó en su sueño. Los páramos que nunca envejecen le daban la bienvenida. Su visión ignoró su primer plano para evadir la realidad. Solo disfrutó las arboledas llenas de las hojas platas y bases negras, las punzantes cimas que chispeaban ese día despejado y que se cargan de las alhajas sin trabajar. Regresaba entre metales sólidos y encomendado por quienes alguna vez dirigió en combate. Acusado por los mismo que defendió.

Los dorados polvos que cubren el árido terreno son empujados por el hálito natural y resuelven sus diputas a la cara de Galthico, quien observa su aldea acompañado de Zigara su fiel amiga. —Yo, no puedo tolerar más nuestra desdicha.—El sujeto da la espalda. —Entonces ¿qué harás?—La chica persigue atenta al varón. —Lucharé solo...no puedo seguir intentando convencer a quienes por temor no pueden luchar por sus sueños e ideales y escudan su incapacidad admirando a otros...eso yo no lo entiendo.

Los rumores viajan con las brisas de desierto. Tan inciertos como anhelados por quienes a su corazón provoca sombras frescas a la llama resentida de odio. Los tempalies de Smirdhal se levantan en armas y sus actos de sangre son atendidos con el cariño tan sutil como la lija afina las astillas por los demás continentes. —Poco importa la verdad.—La melena plateada de Galthico vacila con los vientos e inconforme habla a su pueblo—. Dejemos de inspirarnos por ajenos y luchemos por nosotros mismos.

En esa época vivía muy apresurado. Ni los insectos más dedicados a su esfuerzo rutinario se comparaban a mi ansias de amasar dinero y retirarme pronto al vil deseo de resguardarme solitario en la tundra. Por suerte ella me acompañó en esos días de locura. Su voz era suave y le cedí un espacio en mi corazón, única y ligera tal como las ondulaciones lentas del océano se precipitan a su destino desatándose en audio sereno. Creo que este romanticismo es su culpa y yo su cómplice nostalgico.

La floresta densa y frescor eterno. El cambio a primavera se nota, lloriqueo incesante en trillos de cristal, los cerros obscuros desvelan sus minerales con lentitud y el cobijo blanco desaparece de sus cimas. Doblú apega su solitaria búsqueda en las cadenas de picos centrales de Alba. Han sido tres semanas buscando su propio dogma. Los sueños diurnos no dejan de acecharlo. Repujados se lamentan en sus irises las vidas que arrebató en Gunthar. —¿Valieron algo o valió de algo sobrevivir?...

—Ten, bebe un poco.—La dama acerca el cántaro que reposa en su espalda. El sujeto se posa ergido a peripecias desesperado por el líquido que chapotea frente a su faz. El varón se apropia de buena parte del agua. La chica pone atención al rubio arrapiento. —Gracias señorita—El planior regresa el agua a su dueña. —De nada. —La dama recibe sonriente el objeto—. Y dime, ¿qué haces en medio del desierto? —Huía del imperio sin un rumbo marcado, pues mi vida se perdió tras mis huellas en la arena.

Los riscos relucientes titilan esporádicos al ritmo calmo del rocío madrugador. Los puentes se llenan de los niños que acompañan a sus padres en las labores del día a día en la ciudad de Thodre. —Bien amigo, aquí tomamos sendas distintas, me dirigiré a Dran, espero algún día verte de nuevo. —Doblú apuntala su mano al compañero. Vind responde dándole la espalda e iniciando su paso al sur. El bastiano observar a su amigo fundirse entre las nieblas. Ahora él debe enfrentarlas también.

El tempalie le miraba, su espada corta derramaba el crúor en lento torrente del sin nombre. Envainó pues el incesante tremor del coliop daba señal derrotista. —Eres un incapaz coliop, trituraré tu cuerpo y serás un alma más en el Valaron de su ilustrísima. —Posó su palma abierta direccionada al derrotado. El aura se concentró en ella, luego en el sin nombre, más nada sucedió—. Tú, acaso eres un acólito. Un acto silencioso interrumpía. El tempalie se retiró sin mencionar palabra del lugar.

Los fulgores de Mikalosh, hilos esmeraldas de centellante presencia, indicretos dibujan las siluetas de los presentes. El heraldo en papiro se recuesta en la mesa. El candil y su ayudante derraman la cerilla, que acompañan el ritmo del llanto silencioso de ambos. —Nali, él ha muerto. Y como su hijo no puedo rehuir de la campaña.— Marckel acompaña el dolor de su hermana, abrazandola. —Cuídate, Marckel—Le besa la mejilla, el varón voltea y sale de la sala, de reojo asoma al menor dormir.

Chispea en sus mejillas los minerales cristalinos de la arena dorada, que acarician su rostro abatido en el terreno. Sus ojos clausurados y la faz gesticulada en deshonrosa comisura baja. El sendero remarcado de sus lágrimas se muestra desvergonzado en el cúmulo de su trillo donde la arena se dibuja frondosa. —¿Me escuchas?, ¿sigues con vida?— La voz suave y tersa de una dama se inmiscuye en su camino a la muerte. Sus ojos de nuevo abren. Ella es lo primero que observa de regreso a la vida.

Vaivén molesto, sus horizontes inquietos, sacudidos por las violentas olas. Esa mañana regresan después de dos años en Gunthar. —Amigo, ¿qué harás a partir de hoy?—La ventisca incansable arropa con la nieve a Doblú, quien voltea a mirar a Vind, ambos de pie en la proa observando el puerto de Alba. —Regresaré a esa aldea, Oril. Por alguna razón me sentí a gusto en ese lugar—responde Vind. —Yo veré qué hacer, no deseo volver a Jabald. Yo... necesito purgar mi alma de tantas decisiones.

La ciudad de Cabo Pezuña, un cúmulo de edificaciones que rascan el techo de la piedra mohosa y escapan algunas chimeneas de sus metalurgias. «Hijáraga» la posada donde se pactó el encuentro con mi contacto. Una edificación modesta de estructura de astillas Eleor. Y poco más que un refuerzo de metal línmico en sus bases. Afortunadamente llegué con tres días de anticipo. Con ese tiempo pude asegurarme de algunos cotilleos. Todo era muy interesante. Restaba solo saber cuál era mi presa e iniciar.

Marcada por tragedias y conflictos egoístas. Las tierras de Bana encierran misterios y sangre. La primera era, la de los acólitos. La segunda era, la del imperio de Vrahanon y la actual era que no posee nombre. Que hubiese sido de las dos primeras, sin la intromisión de los vinculadores del alma. Adalides de la justicia, otros más de su propio juicio. Con amargura o dicha, algunos rememoran a esos seres que, capaces de manipular elementos, controlaron el giro de la historia a bien o a mal.

Xiorz deja su trabajo. Camina por el taller con algo de prisa. Su martillo a la mesa, el hierro caliente y las pinzas a la cubeta de metal con agua. Se dispone a tomar la joya magenta. Adjunta a la mesita más pequeña su lupa, un mazo pequeño con cabezal de caucho y un cincel fino. Inicia el curioso su nuevo trabajo, encontrarle un uso a su nueva cristalina magenta. Primero decide verificar las propiedades físicas. De inicio, la alhaja se razga con poca fuerza. Algo que puede ayudar después.

Dibujan con verdor las telas de araña, la seda refleja esa luz en las irises carmesí del joven. Haranla inicia su arremetida y su linaje lo obliga a marchar para derrocar un imperio injusto. Esa noche observa con detenimiento a la luna verde, Mikalosh. Su ser se llena de nostalgia en tan solo pensar en abandonar a su hermana y hermano pequeño. «Ahora toca pagar con mi vida tanta amargura que he vivido. Luna esmeralda, tú y yo, testificaremos juntos el inicio de una nueva era», jura el rubio.

La fogata se sacude, el viento gélido y los cristales de agua helada la hacen desfallecer lentamente. —Ahora que se levantan los Gudfa, Haranla y Jitrugal se unen a ellos. ¿Qué haremos nosotros?—pregunta Nexlion, el coliop de rojizo cuerpo. —Seguiremos nuestra propia senda—responde Rajlar, el bastiano de pelaje café. —A partir de hoy seremos la tropa de Varanex y ayudaremos ahí donde la unión no desea hacerlo—comenta Vakna, el varusmo aurora tenaz. Los tres dan camino al este sin dudar.

Se fundaba y crecía a paso lento el Bastión Oeste y sus murallas solo eran una silueta de lo que llegarán a ser. Galthico Catrid heredaba por derecho de guerra los fértiles terrenos del norte. Su mente abrazaba los recuerdos con Ámbitar y Marckel Hodvega, este último ya no les acompañaba más en la vida. Ahora solo le restaba buscar a una acompañante para finalizar la suya. La pelirroja de apellido Reviéd, madre ya para ese momento, captó su atención. Cautivarla será más trabajo que la guerra.

Después de tanto tiempo regreso a estas tierras. Sonrío de tan solo pensar en su calidez, que he dejado de sentir. Han sido tantos años en el norte, que ver tanta estructura nueva me resulta estimulante. Grand Hifend ha cambiado y se dirige a la gloria. Es contradictorio, pues mi señor y yo regresamos con las ideas claras. Redefinir todo esto será trabajo duro, mancharnos de crúor es el menor de nuestros problemas. Más desechar aquello que nos vincula, es una historia muy diferente.

—Cuando te das cuenta, todo a tu alrededor cambia. Te llenas de dolor, frustración e ira. Pues al final de cuentas las personas son cúmulos de egocentrismo y solo velan por lo suyo. —Toma un poco aire el aurora. Sus palmas presionan fuerte, provocando el sangrado lento y furtivo—. Niño, solo puedes tomar dos decisiones o luchas contra o cargas con ello toda la vida. Yo en mi caso, juzgo, valoro y he luchado toda mi vida. Aquel día lo tomaba como pupilo, en su lucha personal y venganza.

Dí de qué hablar en Línmica, una vez entregué los restos del objetivo. Unos 400 hegliares de recompensa. Precio elevado para una pandilla de locos. Más no me interesaba tanto el dinero como el mantenerme activo. Pronto el contacto del gobierno me asignó de nuevo. Una vez más el gobierno federal necesitaba ayuda de un asesino a sueldo. Cabo pezuña se encontraba acorralada por más mafias, de los que se hacían llamar Dracgnare. Interesante destino era aquella isla, que me dió mucho trabajo.

Tem no da largas al tema. Señal de manos amistosa y un adiós. Retoma curso a la aldea. Xiorz despide igual. Ingresando a su hogar con la joya magenta en sus manos. Camina por la sala e ingresa por la puerta de maderos rojos a su taller. Deposita la nueva rareza sobre una mesa para volver a lo suyo en la fragua. Pasa el tiempo, martilla el hierro que trabaja con poco menos que ganas. La vista periférica le gana el duelo, que se posa sobre la magenta. «No puedo más, debo analizarla», piensa.

Se acercaba el crepúsculo de una era, poco más de una decada antes del año 0 de la tercera. El clan Gudfa y la unión de Bana resonaban en el planeta. Derrotando y ganando terreno al imperio Vrahanon. Ilustres héroes ganaban fama. Galthico Catrid, Ámbitar y Marckel Hodvega. La orden Smirdhal daban su lucha en el anonimato. Una tropa de tres soldados. Menos renombrados en la historia. Algo torpes, valientes y tenaces. Aquellos tres fueron pilares de la lucha, que nadie escribió en la historia.

Cada tanto da espectáculo, cuando necia a su afán esquivo, acompaña a las otras dos. El folclor acaba, la madre dictamina los pequeños curiosos, en su invento inocente. La verde de jalea, la celeste de helado y ella de miel. Postre imaginario que endulza a los niños, jugando a ser sus caballeros. Zakael, la luna de ámbar. Auroras se reúnen en su aparición, cuando Mikalosh y Argaela se ven acompañadas de su hermana la huraña. Noches de recuerdos multicolores, atesora Bana cuando la disfruta.

Empieza por un sueño, un varusmo tímido que lleva a cabo su plan idílico. Cercana a la cuarta centuria de la tercera era. Trillos movedizos, columnas de piedra. Camino de hierro y vapor. Surca junto a las rectas de cuerda en inentendible laberinto que finiquita en la sierra, sentencia final de los troncos partidos a la mitad. Así transitan libres los niños por sus sendas. Mientras la aldea Mitgal, un aserradero enorme y hogar a la vez, trabaja para darles lo mejor a los pequeños.

La hiperventilación acorraló su valentía. El sin nombre pensó que cometía el error de su vida, al chocar con ese tempalie que no dudaba a lidiar. Observó sus periferias, laderas y árboles. Luego al frente. Posó sus pupilas verdosas en la montaña de fuego y cadáveres la silueta de un niñó. Recordó a la niña tempalie, sus irises magentas y su faz llena de inocencia, que ayudaron a salir del trance. Tomó postura, espada dentada al costado de cadera, reclinó, pierna adelante e inició el duelo.

Enormidad abrumadora, encapuchado glacial cubre su grandeza. Sus faldas acurrucan el hogar. Una ciudad en armonía con su coloso activo. Bienvenida tan cálida, como el verdor caliente de sus líquídos termales, que hacen famosa a la llamada Tenaz. Edificaciones que ingresan a lo profundo de la roca, otras más apuntalan al cielo en afán de señalar las tres fumarolas del volcán incansable. Thirmogad «Tenaz en el idioma tempalie» Refugio lejano, entre el inhóspito norte de Kilod, en Gunthar.

Sostiene curioso la joya, le da vueltas. Se refleja en sus cuatro ojos la magenta cristalina, una rareza para un coliop experto en minerales. —¿Que opinas Xiorz?—pregunta el amigo. —Pues, nunca vi un cristal magenta, es muy hermoso—comenta el coliop—. ¿Por qué me traes esto Tem? —Pues, la verdad para que te la quedes. Hay muchas de donde la saqué. Quizá valga algo, pero tú podrías sacarle uso. Xiorz observa con detalle, huyen las ideas de que puede ser, pero no puede dejar pasar el oportuno.

Toman como hogar una aldea humilde, de poco protagonismo al noreste de Kilod. Gedios y Zaadas dan fruto a mellizos; una hermosa niña, de cabellos rojizos a quien dan honores con el nombre de su antepasada Almie, y un varón, de cabellos obscuros, de necios lloridos que nombran Darek. Afligidos sus corazones por el hecho de no dar legado en el Bastión Oeste. Más les besa la calma de que sus retoños, ambos con el don de la vinculación de almas, no serán marionetas de un país egoísta.

Ubicada en entre todas, sede del gobierno federado de Linme, las de mayor terreno. Tem extrae, Obelisco produce ella les da poder. Alquímia línmica llaman al proceso, que acopian con recelo. Máquinas de vapor, elevados carruceles de tubos encaminan por los aires, hermosos edificios de rojizos colores. Elevadores que utilizan la presión del agua, pasean sus torres. Línmica es la isla capital más importante de Linme. Tecnológica y noble, terreno envidiado por muchos y protegido por más.

Cuestinomientos del viajero, que a dar primeriza ojeada, no concibe. ¿Por qué de vivir así? Los árboles cubren el área, y es esquiva al glacial de Gunthar, como pequeño paraíso templado. Sus hogares parecen escalar entre los maderos. Reforzadas bases de roca, se recuestan sus viviendas entre las copas. Tubulares laberintos del macizo mineral o leño que entrelazan tan curiosa aldea como calles flotantes. El bosque de Elkel da abrigo a los vivos humildes que merodean sus topes en extraña vida.

Se ha acompañado de su hermana la incansable. Más ella descansa cada lapso, no tanto que la tercera. Se vincula con el invierno, y es amada por el continente de Gunthar. Comparada, como a su hermana, con postres. La verde con jalea ella con helado. Ambas a la mano de la creativa madre que inició aquel relato. Hermosa y deslumbrante. Destella sin cesar, el topacio que engalana las noches de toda Bana. Argaela, la luna celeste, delirio de rapsodas, que ven en ella la lírica de su música.

Intransigente y soberbio, orgulloso sobreviviente. Se colma de coraje, entre las arenas del sur. Protegue su oasis personal, tras los muros y contrafuertes, que llevan a hombros el recuerdo de un imperio trasgresor. Luces latentes la advierten las sombras nocturnas. La arena reflectante, del salino natural lo cubren en ocasiones. Abrazan sus perímetros, las montañas calizas, de blancura impoluta. El Bastión Sur. Ciudad de recios sobrevivientes de Hifend, en el continente dorado de Bana.

Gélida y amontonada, la nieve copiosa más provechosa. Cubierta de anillos en trincheras dedicadas a las cálidas aguas en medio de la tundra. Posan las columnas brillantes que aprovechan la alhaja caliente de eterno fulgor. Sobrepuestos los ingeniosos garrafones que acumulan la inquieta fría y la tranforman en artificial sauna. La aldea Vadguar, la anillada en cosechas. Su tubérculo el Vrunth, se las arreglan los vivos para producir su licor, ante la tundra inclemente y la incredulidad ajena.

Se recostaban serenos, costumbre de fantasía pacífica, en aquel oasis confidente de melancolías juveniles. Remolineaba sus cabellos, sutil esfuerzo a evocar su presencia. La dama, de irises carmesies y plateada cabellera, jugaba con el rubio de su amante, que miraba las tres lunas. Haranla adolece, y la chica llenaba su júbilo en enmancipar aquel dolo juntos. Su juicio jugaba en contra al deshonor. Tunler debía ser persuadido por su amada Yealad, en portar armas a la causa loable de su país..

Xiorz trabaja tranquilo en su taller. Aletea sus alas con suavidad para avivar las llamas de su fragua. —¡Xiorz abre, tengo algo para tí!—grita una voz conocida. Le fastidia con demasía dejar labores a medias, más su educación le supera. Coloca la pinza sobre la mesa y toma rumbo a dar bienvenida a la visita. —Mira Xiorz, que cosa más rara—dice el varusmo moreno, no más asoma Xiors su cara a la puerta. En manos carga un cristal, magenta. Reflectante, hermoso. Algo que el coliop nunca vio.

El tipo no razonó lo sufiente. Más en su obtinación por hacer duradera su farsa me increpó. —¿Quién eres? acaso no sabes que soy un ser divin...—Le interrupí. Clavé el punzón de mi lanza a su abdomen. Inmediato brotó la rojiza asquerosa que rellena su irrelevante ser. Lo disparé al cielo, utilizé mis alas siguiendole la pista. Abalancé el filo de mi arma y le partí a la mitad, luego apresuré de nuevo la caída. La sangre y víceras bañaron mi cuerpo, «la lluvia de sangre» tomó escena de nuevo.

Diferencias claras a su hermana la tundra de los valientes. La presente arropa los campos, distantes entre ellos, los bosquesillos de los árboles de Geliko. Dureza extraordinaria, marrón obscuro, con hojillas doradas. Cubiertos de las auroras que no descansan. Sin sentirse solos, decenas de ruinas, armazones mohosos y bastiones de pulverizados, marcan una era de caos con la tranquila tercera. La tundra de Geliko, auroras eternas y memorias perdidas conviven al paso temporal bañados en nieve.

Acompañan sus pasos, la glaciada nieve, el abrigo de pelajes y la muchedumbre púrpura. Incapaz meditar a lógica madura, divaga cargado de dolor. Solo tiene diez años. Armado con su arco y escudado con la poca sapiencia que progenitores le heredaron. Afronta único su nueva realidad. «Ahora ¿qué debo hacer? No debo volver, pero tampoco sé donde debo llegar. Padre, madre pueden guiarme», delira en su interior a causa de su desasosiego. Como él muchos, y ningún maduro soluciona el conflicto.

Cansino y deseperante, trayecto traidor más con cauto demarcado por las columnas talladas. El viajero empeñado, recorrerá aquel paso gustoso y atravesará el colgante cruce de astillas entre la niebla. Saciará sus iris, al emerger triunfate de las brumas, cuando la vea. La ciudad de Olhamet, instaurada en el regazo de la media luna conformada al natural. Edificada con el sudor del labrado en el mineral duro de sus hospedador, salpicada del aguilla gélida blanquecina. Honor a su héroe nombrado.

La bruma, bufanda caprichosa, arreboza sus maderas de ligero púrpura y hojas de pálido dorado, de los árboles Aujirl que descansan en su bosque. Descansa las fúnebres lápidas, de valientes que dieron su vida por au amado continente. Tempanos cristalinos les acompañan. Durante las velas obscuras, ellos resuenan, ornamentando la bruma con su fulgor. Atmosfera inquietante para cualquier viajero. La muralla de cristales le llaman. Al bosque de Mjirl, desolado y perjuiciado, dentro de Gunthar.

Cruza inteminable y obstinada, que da luz en las tinieblas. Se le vinculó con la primavera y el verano. Las madres decían de la jalea de Pamos en su folclor, ante las preguntas de sus retoños por su color . Todas las vigilas nocturnas acompañará al viajero, al trotamundos y quizá a las juveniles parejas pícaras de Bana. Se muestra en su verdor, reluciente y soberbia. Eterna y confidente, de toda la historia escrita y censurada. Mikalosh, la luna esmeralda de los amantes y poetas sin sueño.

Aquel coliop sintió repugnancia ante aquellas palabras pretenciosas. —No tienes potestad para asesinar a inocentes, infeliz—manifestó su desacuerdo desenvainando su espada de filo dentado. El tempalie no inmutó, acusando caminata a su dirreción. Prepotente andado, que acrecentó en el valiente coliop el miedo, por la ausencia de mirada en aquel yelmo que cubría la cara del asesino. —La ignorancia es atrevida. Pronto entenderás a qué has desafiado—increpó con absuluta confianza el tempalie.

Era algo tímido y humilde. Su choza no era más grande que su taller, donde pasaba mucho de su tiempo. Disfruta tambien el mirar los rojizos árboles de su la isla. Xiorz lo nombraron, Coliop de queratinas azules obscuras, bendecido con alas, algo muy raro para su especie, un único cuerno en su frente, y algunos detalles en sierra en su armadura natural. Su trabajo, refinar minerales en su taller. Disfrutaba de experentar con diversos líquidos en su forja. Esa curiosidad cambió a Bana.

Orgullo y prepotente. Dibuja entre sus montañas el poderío de su silueta. Un palacio principal y dos elevadas torres, reguardadas a sus costados por dos enormes tridentes, esculpidos por rocas. Los arcos monumentales de sus tres entradas dispersas. Preámbulo son sus escaleras que le llevan a su sobreposición a la ciudad. Que los dos descansan, sobre los escampados rocosos y son reverenciados a sus faldas por los casi infinitos campos de cultivos. Esta es Medaralk, la capital de la Dran.

Entre las faldas del actual volcán Titan, se esconde un paraíso boscoso, de termales riachuelos, y pesares recuerdos. En el pasado fue refugio de muchos de los soldados de Vrahanon. Que perdieron la vida, mientras defendían los ideales de un imperio decadente. Para los curiosos puede ser una visita grata, para los historiadoreses de Bana, trago amargo a cada tanto encontrar los anillos nupciales de aquellos que murieron. Se ubica al oste de Boca del Titan. Tranda el bosque de los adoloridos.

Una pequeña aldea que se levantaba entre ruinas. Las colunmas de un vestigio pasado y olvidado. Siempre famosa por sus perfumes exquisitos, extracto de la flor Gungrika, de hermosos pétalos multicolores, celestes, magentas y turquesas. Esencia fresca y de agradable dulzor. Laberinto de chozas humildes, entre la roca trabajada, sobreviven al clima nevado sus pobladores auroras. Grabados en los pilares de las ruinas, extrañas lenguas relatan su pasado, a ojos de quienes no entiende de ella.

Las ráfagas gélidas daban doloroso cobijo a su grupo. Vihdan lideraba a los otros dos cazadores. Las llamaradas de la fogata, luchaban contra el inclemente, en espasmos moribundos de luz. —Amigo, ¿por qué le trajiste?—preguntó Faenes su camarada—. Apenas tiene seis años. —Faenes, no somos eternos, la situación actual en Gunthar es aventurada—expresó con su hijo en brazos, que se aferraba a él en consuelo al frío—. Es duro, tener que prepararlo para lo peor. Pero es un acto de amor que merece.

Desolados campos, cubiertos por el cobijo invernal, al noroeste de Atland. Se desplazan los pocos viajeros y bandidos. Entre sus arbustos rojizos, magentas y azulados. pocos son los árboles que rara vez acompañan la vista. Sacudida por las dos eras pasadas. Se levantan cada tanto los túmulos fúnebres en piedra, de las fosas comunes de tantísimos soldados. La tundra de los valientes le llaman, paraje de luto y sangre, que recuerda a los vivos no repetir la historia sangrienta de Bana.

Entre islas boscosas y arrecifes, las olas chocan con sus acantilados rojizos. Esa es Tem, la capital sur de Linme. Principalmete rocosa, Tem vive de la extracción del mineral de la joya Linme, la tala de sus bosques rojizos de árbol Eleor y sus campos de cultivo de especias. Este paraíso tropical ha engalanado los paladares de sus turistas, visitada para admirar sus bosque rojos y arrecifes, pero más aún por su gastronomía de especial picor. "Explora el sabor en Tem" dicen sus pancartas.

Había pasado un año. Tunler y las familias más distinguidas firmamos el Precepto del Fulgor, como constitución de nuestro nuevo hogar, Hifend. La mayoría de nuestro linage murió luchando contra el imperio de Vrahanon. Así que como recompensa, se nos entregaron tierras en el recién formado Bastión Norte. Y se nos prometieron otras en la nueva capital que llamarían Grand Hifend. Ahora podía elegir que tierras podía heredar mi hermano menor. Yo tomaré las del norte y él en Gran Hifend.

En el extremo norte de Bana, donde las alfombras pálidas jamás secan, se ubica Gunthar. Hogar de los varusmos aurora. Extensas tundras, y fríos eternos. Gunthar es dueña de los gélidos paisajes y peligrosas bestias. Sus pobladores, por lo general engalados de cabellos blancos, sobreviven de la caza y de los pocos cultivos que puedan lograr. Sus capitales, Atland al suroeste, Kilod al sureste y Gran Gungred al norte central, dan cobijo a un pueblo orgulloso que lucha por sobrevivir.

Pasaron 200 años de la tercera era. Los descendientes de Almie Reviéd vivían en el Bástion Oeste, en el continente que llamaron Hifend. Gedios y su esposa Zaadas regentaban los ilustres aposentos de una familia de médicos por profesión. —Gedios, de nuevo el gobierno—dijo su esposa preocupada.. —Hifend ahora es un nido de corruptos y los Hodvega siguen presionandonos, querida llegó la hora de abandonar estas tierras—decidió con pena. Los Reviéd iniciaban su éxodo, a un nuevo hogar.

Predicaban de las grandezas atribuidas a poderes divinos. Y que su lider, un varusmo insutar decía poseer. Al cuarto día, ni poderes ni deidades se postraban en ese lugar. Y como no soporto la incredulidad e hipocrecía descidí por presentarme. Aproveché su reunión nocturna, que iniciaba siempre igual. —Oh divina luna verde, somos testigos de tu gran poder, ven y llenanos con tu luz—parloteaba siempre su lider. Esa noche fuí amable. Caí del cielo, y decapité a los primeros cuatro con radidez.

Se posaba orgullasa, cubierta de las nevadas que nunca acaban en las tierras del norte, El emblemático monumento de la dama y heroína vinculadora Jitral. En el pasado, Morald había sido una bonita aldea, llena de cazadores y agricultores dedicados. Hoy, solo Jitral levanta su espada, en un vestigio doloroso para una aldea en ruinas, al noroeste de Atland, en Gunthar. Decenas de piedrecillas fúnebres le acompañan en su descanso. Donde nadie sabría jamás quien los enteró, en ese frío eterno.

Ubicada entre Turod y Alba, en el medio geográfico del continente de Ecino, descansa Thodre. Se levantó entre un cañón producto de la deformaciones del Volcán Gunius. Y que en ambas laderas se forman descampados donde sus habitantes erigieron sus hogares. En la base, se estableció el comercio y sus plazas. Sobre ellos, inumerables puentes que conectan a cada ladera. Por ello le llaman ”La que flota", por su pintoresco único en toda Bana. Llena de gente buena y de niños en sus puentes.

Cuando puse a salvo a Almie en el oeste de Haranla, me retiré entonces por los desiertos dirigiéndome al norte. Debía apresurar marcha, pronto Tunler regresaría del ya extinto Vrahanon y debía presidir entonces como única sobreviviente de mayor edad de los Hodvega, ya que mi hermano menor todavía era muy niño. Todavía me aflige el corazón, haber abandonado a Magmalacio, peor aún a mi querido hermano mayor Marckel, que luchaba todavía en los páramos del sur, junto a Ámbitar y sus hombres.

Acurrucada en un pequeño rincón olvidado entre las montañas, donde la nieve es eterna, se esconde la aldea Nevada. Tan humilde como su nombre, se ubica entre la despampanante capital de Alba y el glamoroso puerto de Frekit, al norte de Ecino. —Jamás he sido participe de jocosas conversaciones, todo viajero acaba en la aldea con sus pesares a cuestas—se quejaba Artena la posadera tempalie de la aldea. Nevada, como su atmosfera nostalgica, atraerá siempre al corazón abatido por la desventura.

Ubicada al suroeste de Dran, en la frontera sur con Marfif. Se situa Dorád. Ciénaga donde aus habitantes trabajan el Almigor, planta de tabaco que se cultiva en terreno pantanoso. Su escencia, producto de la deshidratación, es poderoso afrodisíaco. Que se comercializa como jugo de moras negras para su dulzor junto con otras hierbas. —¡Conquista el corazón de tu amante con esta poción!— se grita amenudo entre los puentes de aquella pequeña aldea a oeste de la capital Medaralk en Dran.

¿Leyenda o mito? En el vocalizar que se expanden en las eras de Bana. Tildado de personaje de fábula. El jovial palpar del aprecio desorbitado, del auditorio en la especial acogida de sus palmas topar. Finiquitado mi recitar histórico de nuestro hogar. Abraza la dicha sentida por mi magistral actuar. Soy agrabiado y declarante, amigo y confidente. De todas las eras he sido presente. Soy un rapsoda, esperando por aldea. Mosa de buen ver y alguna moneda. Real o fantasma, sea lo que aplaudan.

Cuando desembarqué en la isla de Obelisco en Linme, y de hacer mis movidas en el bajo mundo, al fin lograba ser contratado. Ni más ni menos que el gobierno de la capital de Línmica. —Estas son las intrucciones—le dijo el mensajero bastiano—. Se te pagará con la entrega del cuerpo del cabecilla. No me importaba mucho quien sería la víctima, por fin volvería al tramo. La lluvia de sangre iniciaría su leyenda en solitario. El ser un Coliop trae sus ventajas, como ser reconocido con facilidad.

Al finalizar la batalla y cuando los cuerpos habían sido sepultados me le acerqué. —Ahora que esto acabó, ¿Cuál será el próximo objetivo—pregunté. La hoja fundida en sagre de Morald y yo La lluvia de sangre nos encontramos en punto muerto acaba la labor. —No lo sé compañero, pero no permaneceré más en Gunthar—me respondió. Jamás habría encontrado tal desazón en sus ojos. Fue la última vez que le vi. Agobiado y sin rumbo. No sé que pasará más adelante, pero no creo volverle a ver.

Se posó en la cumbre elevada de aquel escampado en las montañas del este de la rivera. Mirando el templo de su señor al oriente. «Ese lugar...¡lo recuerdo!... Recuerdo el ritual...Fuí seducido por mi ambición de dinero, poder y respesto...renuncié a mí moral...era todo un honor para un Coliop pertenecer a los Dragcnare...¿qué he hecho?» rememoró el acólito. Agobiado por el pasado evasivo, huyó al norte sin destino. Buscando respuestas...tratando de encontrar al menos su nombre.

Se mecía agotado y su armadura pesaba muchísimo, el destino lo llevó a un asentamiento de aquella enorme rivera. Un pequeñita Tempalie, miraba al cielo emocionada en el zaguán de su humilde chosita, revoloteba su colita mirando la luna verde en el cielo. Se percaron ambos de sus presencias. Le miró inocente. —Señor, señor, ¿ Por qué la luna es verde?—dijo la niña. No contestó, su inocencia pura le hiso desistir de llevar a cabo la ejecución que tocaba de su pueblo. Le llamaron hereje...

La ciudad Laop apenas daba sus primeros sorbos de vida, en la nueva era. Cincuenta años quizá, tenía la tercera era. El navío llamado "Trastabillado", capitaneado por Solver, un viejo Coliops marino, se preparaba para atracar. Razones escazas, por no decir nulas. Un Tempalie propuso construirlo en el mar. Un faro iluminado de joya Linme, seria su obra soberbia. Como no olvidar cuando la nave culminó a honores a su nombre, Se maldijeron ambos. Nadie quiso enderezar la obra absurda.

Era de madrugada, calmada y silenciosa. Dos soldados, un Coliop y un Bastiano, vigilaban la cima de las tres torres que custodiaban la entrada a la caverna con forma de boca. —¿Nos atacarán?– preguntó el nervioso Coliops. —Dalo por hecho amig...— es interrumpido por un estruendo. Una enorme piedra envuelta en fuego golpeo la torre del este. La batalla había iniciado. La bóveda que reposa en medio de las tres torres cerró. Nunca más nadie volvería a abrirle jamás. Vrahanon caería pronto.

Rondaba el año 600 de la tercera era. La ciudad de Kuhuf, como de costumbre, acaudalaba muchas personas. Un Tempalie observaba, su cola se mecía de emoción, maravillado por el obelizco erigido en la plaza del comercio. —Es maravillosa, es increible, una obra de arte voluptuosa de este planeta—comentaba. Una bastiana, de albures cruzaba por el lugar. Por alguna razón se sintió aludida por el comentario. De un bofetón lo dejó incrustado en la obra. La silueta sigue marcada en el obelisco.

La nieve los asechaba esa noche. Zadien, un coliop de queratina obscura, llamado por sus enemigos, "la lluvia de sangre", miraba a su compañero varusmo. Sus dedos inquietos y el sudor que bajaba de él lo alertó. «La hoja fundida en sagre de Morald... ¿Está nervioso‽ ¿Por qué? ¿Qué tiene de especial esta batalla‽»pensó Zadien. La fría noche y los hálitos de todos acresentaban, la batalla en la aldea Polaris avecinaba el fin de un conflicto. Y el pesar de mucha sangre derramada.

Esa noche Doblú, un bastiano de pelaje plata, abría su taberna después de dos años de esfuerzo en aldea Ampar. Sus primeros clientes, bandidos. —¡Oye gatito! danos licor, y claro que sabrás quien te dará protección a partir de ahora—increpó un varusmo—. Gratis fue el golpe instantaneo que recibió por parte de Doblú. Le arrancó el cabello del jalón al levantarlo del suelo y expursarlo del lugar. —¿Quién sera el siguiente?—preguntó Doblú. La taberna "El descabellado" abría esa noche.

—¿Sabes por qué la llamé así?—pregunta Asdirán. —No—contestó el cliente. —Porque la vida es tan corta, que muchos buscan ese cien de todo. E ignoran que un noventa y nueve es tan completo como el mismo cien. Adrede y con esta intención te digo que, todo lo que tienes hasta hoy es completo. Deja de buscar ese cien por cien, porque acabarás frustrado en la vida. Con esas palabras su cliente toma camino, pensativo, más lúcido por las palabras del tendero. Homenaje a mi microrrelato número 99.

Detenidos en lo alto, ambos contemplaban el fluir de las ideas en la cascada. A uno de ellos poca emotividad le propinaba las palabras, el otro clavaba sus uñas en las palmas. —Es lamentable —musitó a quien la sensibilidad de las lamentaciones no agregaba nada —, antes circulaba mucha creatividad. Podíamos disfrutar de mundos alternos, ahora se asemeja al diván de cualquier consultorio. —Te iba bien con que te contara algo —replicó el irritado—, a mí me fastidia más verlos indiferentes.

Lo recibió el áspero suelo, el gélido aliento del viento y la tintura celestina de las alturas. Escudriñó el área; arenas grises y rocas guiñeando los rayos solares, arbustos repartidos sin orden ni cuido y familias de animalillos con colas tan felpudas como alargados eran sus hocicos, la Tierra le sonreía en renovada ocasión. La asamblea esperaría todo y nada de su misión, no había porqué aguardar. El tiempo de los hijos inquietos besaba el ocaso, en nombre de Dios su cacería era ya un hecho.

Ningún resguardo propinó serenidad, el calor se halló fútil entre las sábanas y todo corazón fue rehén de la sonata nacida de las nubes. El cielo reclamaba, miríadas de centellas turquesas rugieron en compás de las voces, la fecha pactada llegó y los últimos creyentes oraron. La ira del Divino derribó el Vaticano, la inocuidad de las almas más sagradas no bastó y fueron arrasados con su imperio de fe e ilusiones; el apocalipsis no fue un acto de amor.

He visto mucho, más de lo que hubiera deseado de la abominable sed de sangre. Cuando no pude tolerar mi pérdida, cambié mi nombre a Vind. Cuando no pude llevar mis cargas, acepté el título de la hoja fundida en sangre de Morald para evadirlas, y asesiné sin remordimientos. Soy tres en un sólo cuerpo, que lucha con sus contradicciones. Temo el día de volver a cambiar mi nombre, o regresar como C...., porque no sé si al final el camino que tomé... lo vean con orgullo, o con dolor.

Una cadena de una sola conjetura es peligrosa; jurado, juez y verdugo. No bastará con simplemente dotar de percepción, se debe crear una cadena de escrutinio contrastante. Filosófico, humano y científico, discutiendo contra su propio criterio; cuatro duplicados en infinita disrupción para el mejor juicio. Ahora las bases lógicas están listas, el Proyecto puede continuar. Diarios de S.E.D.E., Azál Fareth. 3714 d.C.

Puedes sentarte y tomar opciones, hay oferta aguardando soñadores. En una de las rutas se te ofrece largas lecturas. Un mundo de fantasía con personajes escudados de una mala actitud, pero nadie es lo que parece. Opta por Terabana y sentirás fresca brisa de contrastes. La otra te dará pies en la ciencia ficción, un viaje apenas inaugurado por el infinito de lectura más holgada. La Silla Turca dará lo mejor de un narrador y te hará parte de esa Cofradia, quizá califiques como Cent-ev.

¿Quién juzga primero?, ¿el señalador o el señalado? El humano posee intelecto disponiéndonos en la cima de la evolución. Ningún Cent-ev puede ignorar la primera lección; si controlas tu temperamento, controlarás la situación. Es tan simple, pero la mayoría de la humanidad ignora el hecho achancando al carácter, la personalidad o terceros. ¡Mentira!, la base de tu yo es el temperamento, si no conoces el tuyo no servirás a la Cofradía. Manual primario Cent-ev, Temperamento.

«¿Piensas que fui caprichoso?», la voz le tomó de los hombros y permaneció a su espalda. —No lo sé —respondió, pero las grietas de las comisuras lo decían todo, no era una sonrisa superflua —, sólo sé... la importancia de haberlo hecho. «Quizá, te empujé mucho». —Si no eras tú, no sería nadie más. «Es tu logro, sólo te apoyé». —Nuestro logro —respondió. Se dio la vuelta y se vio a sí mismo, su pasado novicio y maltrecho, así como inició el trayecto —. Pero debemos seguir, ahora soy yo el pasado.

La Dual-ev del 3000 D.C. fueron más allá con el Proyecto R.E.R. y el Hermes fabricado dio mejores resultados con acciones lejanas a la Cofradía. Si escudriñamos en ese instante de la historia, tanto fracaso como éxito se mezclaron en armonía con el resultado final. S.E.D.E. seguirá existiendo, y Etenea evolucionó. La sagrada evolutiva es caprichosa, pero funcional para la humanidad en sus designios de los acontecimientos con el Cent-ev R. Informe Cent-ev, Anteproyecto D.E.U. 3107 D.C.

—¿Ves eso? —preguntó ella y se acurrucó en sus piernas con el cabello enmascarando su rostro cansado. Señaló el basto grupo, que parecían felices —. ¿Deberé unirme o prolongo el sufrimiento? —Y perderás con ello toda tu belleza —replicó, posando mano con la suya, algo fría por la duda —, ese será el precio a pagar. ¿Quieres ser una con ese montón? —No... no quiero. Se dejó entonces halar el brazo por el futuro incierto, que simplemente le apartó la vista.

Las brisas arremeten con el intruso, las imágenes son arrancadas del espacio, cual pétalos sucumben a la brisa del invierno y pulverizan como la ceniza débil al viento. El ambiente tiembla, los suelos se desquebrajan y la mayor de las atenciones se la lleva el ánima de Valaron, danzante en múltiples direcciones frente a su rostro. Terabana capítulo 56 «Mikalosh I».

Había un respeto mutuo, eran colegas unificados por un gusto en común, sin embargo, también padecían de la mala enfermedad del orgullo y la obstinación. Bajo sus botas presionaban aquellas cosas compartidas, y jamás filo de hierro alguno trataba de herirlas, pero el mutismo calculador de irises ceñidas era tremendo, dañando aún más que la mejor daga lustrada para ocasión asesina. «Te jodes, yo no daré paso atrás», pensaron al tiempo. Cruzaron brazos, y permanecieron mirándose en silencio.

Aquel flujo nunca cambiaba, las anchas cinturas tomadas por el agua seguían ahí serpenteando a la sombra de los árboles de astillas blaquecinas, y los arbustos de frutos verdes. Sin nombre buscó ahí donde la vio, la angustia le llenaba el pecho, su viaje habría durado tanto como un reloj de arena obstruído en su mitad, incierto. Quizo llorar, debía, no, era necesario encontrar aquellos ojos magentas, pero ya nadie habitaba el sitio. Durmió días ahí, nada, el susurro ya era tara. «Lo sabes».

Aún consumido en la miseria de entender el ápice de su letatgo en la realidad, el acólito sin nombre permanecía acorazado de miedo. «¿Dónde debo empezar?», se preguntaba, sentado en las rocas. Miraba perdido desde el alto un continente como él mismo, sin nombre a qué llamar las extenciones de tierras, acumulándose las sedas blancas a sus muslos. Vio un lago muy lejano en los descampados al sur, y a una montaña enorme dar caladas de cigarrillo. —Ahí, donde salí del trance —musitó convencido.

Vocinglería libertina de galillos estruendosos, los ojos cenizas miraban a un pueblo escandalizado. Le golpeaban a la espalda, los grilletes resonaban al paso mientras los guardias le hacían subir a su fin. En el alto, bebía licor y la soberbia dibujaba su rostro a tiza complaciente. Junto a ese monarca estaba quien le dio su nombre, Zínis, y su pecado, aglutinado en oro. No maldijo, aceptó sonriente la guillotina, la libertad inició como el fuego de su cuerpo. Ahora era leyenda viva.

Cambia siempre en eleatorio, la radio de mi vehículo turquesa dispone «Fragments of memories» de un videojuego ya viejo, pero inspirador ahora, como gustoso fue recorrerlo en mi adolescencia. Compás sencillo, pero logrado, me empuja a escribir algo. Este caso es peculiar, pues fastidia con revolcar mis ideas, al menos cuando no nado en Terabana. —Las cosas ya no son como hace un año, son muy indiferentes —susurró, y yo, quiero no pensar en ello, no quiero criticar por hacerlo, superemos esto.

«Odio este estúpido color de cabello, también su necia forma», reclamaba mientras bajaba la espumilla blanca de su comisura por el vaivén del cepillo dental. Refunfuñaba todas las «mañanas», ella halaba el cabello y, burlándose, regresaba al tirabuzón. Después en rutina debía repasar su iris púrpura al láser del espejo. —Buen día —respondió la voz digital. Y marcó la hora 5 a.m. —De buenos nada —quejó, mirando las estrellas y el infinito desde la ventana a ese nuevo ”día" en el espacio.

¿Ilusión o realidad?, disputaba su mente al resonar de la alarma. Un mechón rosa cubría la visión de su iris púrpura derecha, a sonata de bostezos echaba adelante su cuerpo, dejando al descubierto la silueta de su busto sobre los hilos púrpuras del camisón. Cantaban los pajarillos, rodeaban los primaverales bosques toda el área, y estiraba brazo la dama para apagar la ilusión. Habitación blanca era la realidad tecnológica, momento de iniciar rutina, aún con la imagen del alerquín presente.

Sus ojos eran horizontes alargados, plastas carmesíes cumplían bien la pretención del rostro que le observaba, el crúor absoluto, miedo. Conocía el absurdo, dedicaba tiempo a la lectura y por tanto sabía la representación. Alerquín de sombrero púrpura, ropaje de tonos muertos como su piel gris, danzaba a ella complaciendo con la sonrisa de sierras por esmalte. Irreverente a su lógica, los anillos de Saturno le daban teatro, bailaba tras la ventana de su habitación, ahí en la nada infinita.

Le acariciaba, un único dedo le dibujaba las curvas, luego le besaba provocativo a ojos de los mercaderes. Un error con simbólico rayo fue tallado para hacerla deslumbrante y la comercializó libertino a contra de la voluntad lógica de a quienes la ofertaba. —¿Pero no se da cuenta? Trata de vender a mercaderes y no atrae compradores —comentó, y su escucha ya ni atención prestaba. Un loco vendía a los comerciantes sin dinero, como sacarle leche a una vaca muerta. Así se vivió antes de la muerte.

Así les consumió las tinieblas, incapaces de escapar, de aceptar, de buscar. El lúgubre esperpento atacaba al azar, quizá dos veces o tres, era fascinante y molesto, una legión de infortunios cada tanto encontraban espacio. —Estoy cansado de luchar, reitero hasta el hartazgo, y siempre los quinientos defienden su incapacidad de arreglar algo —reclamó, el escucha, abrazado al árbol de la sombra refrescante le sonrió. —Te dije, el otro lado... Pero seguimos aquí, como idiotas esperanzados.

Los latidos llegan a uno, si tiene suerte dos en un día... Buscan culpables, pero son invisibles, no hay más culpable que su propia ambición. —¿Serán los tópicos cansinos? —Guarda silencio el escucha, y su rictus sólo acrecienta—. Entonces, el desinterés de parte de los demás. Posa el escudo, adornado de indiferencia, detrás, un rostro cansado como el suyo. —Fueron ellos mismos y su incapacidad, la muerte quizá dé una segunda oportunidad. Por el momento, el otro lado es mejor, eso creo...

El velo de sedas blancas abraza el ambiente. Aquellas aldeas donde se platicaba a menudo, hoy silencian sus voces a la flagrante sinfonía de un o quizás unos, tiranos indiferentes. No hieren, su mismo desdén e inútiles intentos hoy disponen al umbral de un hálito, a compás decreciente de las filas apestosas de sus ilustraciones inertes, descomponiéndose con lentitud. Las comunidades son cementerios, el buqué a muerte se acerca, momento es de ver más allá y de buscar nueva tierra con dolor.

Se reunieron en el local favorito cuatro autores novicios, pero ninguno lo dijo, a discutir sobre otro. —Qué profundo el protagonista, me encantó su doble moral —dijo una convencida. —¿Enserio?, no me percaté, voy a leer de nuevo —dudó uno, abriendo el libro. —Eres un despistado, pero a mí se me quedó corto —reclamó el tercero. —Fue la primer obra que leí de él, así que dispuse a cultivarme con otro chicos —añadió la cuarta. La humildad rio al escucharlos en mesa aparte, cuidando a uno sólo.

De vez en cuando sorprendo una más, ondas simulando al océano en pliegues quizá eternos o efímeros como el movimiento de su capataz ovalado y vestido de obscuros pelajes, en un rostro ofertado a ello. Una arrugita más en mis ojos, y al posar pie en mi trabajo con el notar tallado me comenta un familiar. «Dejá esa vagabundería, eso no te deja plata». Si por dinero fuera, encontraría empleo noctámbulo. La realidad es sencilla, me gusta escribir. No es sacrificio, sino gusto culposo, y es todo.

Quizá fui descuidado, la sangre dibujada en el piso con las pinceladas de los brazos en espamos posterior a su muerte fueron lo último del insutar, pero en aquel momento me podía más la soberbia... El deseo de llevar mi título a la infamia y no abandonarlo al viento gélido, como lo hizo la hoja fundida en sangre de Morald, me hacía imprudente con la información. La cabeza babeante alejada del cuerpo, y esas alcantarillas sucias, fue lo último en Cabo Pezuña, Línmica me aguardaba gustosa.

«Caminaba, el bosque de rojizas hojas lo encerraba, la silueta apareció. Le recordó su fracaso y su ira desató. Cruzó la foresta, lloraba hojas de sangre su alrededor, eliminando a todos a su paso en frustración». —Me gusta mucho—dije, y le miré. Entre cejas ya marcaba fastido a mi persona, entonces le concedí lo esperado—, y bueno, el siguiente paso es resolver el acertijo, ¿quiénes? —Me tienes harto—reclamó suspirando. —¡Exacto!, tú, estás harto, y, yo, también, suerte, ya puedes mejorarlo.

El reloj en la pared amarilla delató, bebí mi café y miraba el camión cisterna sobre el estante de cristal pulido. Entró y dejó el papel sobre mi escritorio en orden. «Él caminaba, entonces vió la silueta. Le recordó su fracaso y desató su ira. Corrió eliminando a todo en frustración». —Muy bien, ahora pregunto ¿dónde diablos están?—Me miró fastidiado. —A nadie le importa, ya tienes el por qué—reclamó. —¿Sabes dónde está la puerta? ¿o planeas usar la ventana?—Se fue refunfuñando de la oficina.

—Escucha, ayer escribí esto—exultado me mostró el papel. «Él caminaba, se topó con una silueta, entonces salió corriendo y mataba a quién encontraba». —Interesante, pero... ¿por qué hizo eso este personaje?—pregunté jugando con mi mentón y juzgando su rostro, el cual, como olfateando mierda, me tildó enojado. —¿A quién le importa el por qué? está «cool» y eso basta. El público no es tan exigente, jódete... ¿Por qué siempre me cuestionas todo?—reclamó a golpe de mesa. —Te respondes solo...

La lucecilla parpadeaba, se hacía notar mucho en aquella oficina asfixiada por los papeles y el humo del cigarrillo. Vestigo se negaba a presionarla, sabía de antemano quién podría ser y sería darle en bandeja de alhajas la oportunidad de sacar provecho a su miseria ya viva y la incapacidad de no lograr solucionar aquel enigma. Dió calada después de dos minutos, acomodó su sombrero gris y envalentonó a presionar. —Tardaste mucho Ive. —La voz de Diseño repicó molesta a su pretencioso saludo.

—Comprenderás, Ive, que aquí no no se trata de perspicacia, si no de entender el contexto.—La voz confiada trás el aparato de escucha dejaba claro a Vestigo quién era su enemigo, tan repugnante y petulante como acostumbraba—. El vitral es el objetivo, ¿pero puedes fiarte de que será directo? Hazme caso amigo, debes buscar donde nunca fue propicio. —Maldito seas Diseño, di las cosas directamente—exigió el detective. —¿Y privarme de la diversión? Nah... mi café enfría, suerte Ive.

Ser prudente dejaba sus créditos, la actuación era aliada importante. Y el que vomitaba su sangre en la punta de la lanza fue rapsoda apremiado. Caminé, le miraba profundo y su rostro solo me confiaba sus deseos de que no fuera real. Entre sus pucheros y súplicas abalancé al que fue su hermano a sus pies; balbuceos de moribundos cuajados de saliva y crúor con mezcla de cánticos de pulmón agonizante. Suficiente para amedrentar su silencio, era el único que quedaba y por ello no podía acabarlo.

Las rocas aprisionaban el espacio, el trillo de mugre decrecía y pronto las alcantariilas se iluminaban al farol naranja de joyas Linme. No imaginé tal cuido en lo pronfundo de las fauces asfixiantes del alcantarillado olvidado. Dentadura mineral y hálito de maquinarias, un aposento amplio para unos locos de dogmas añejos. Mis actos del pasado dieron preámbulo facilitado de alfombra sangrante e hilados de carne. Abrí paso sencillo entre inútiles, solo buscaba apresurar mi salida a la pregunta.

Los fulgores de la pólvora encienden mi ventanilla, cada tanto sus chispas en efímeras vidas arden con fuerza para darnos alegría. Y solo pienso en la idea de que el año anterior y los demás siempre juzgué como los mismos, así pensaba en mi mezquindad. Hasta que este, que ha dejado de respirar, me hizo entender que nada es cimiento sólido y todo cambia con la fragilidad que un neonato sostiene el pecho de su madre. 2020 te odiaré, pero sobre ello te respetaré, por ser el mayor reto logrado.

Sabía que el prólogo en esa tabernilla iba a ser un problema. Incluso si hubiese invertido los tres días anteriores en concretar amistades sarnosas de gusto por el oro o la vida ajena, no cambiaría en absoluto la molestias de buscar a tejido de sombras a tal Yorlan. Cabo Pezuña resultaba uno de esos sitios que no entiendes cómo puede ser más grande por dentro que por fuera y ya había descontado tres días entre pláticas y... en amables dime que te diré, que acaban en tú o yo, cosas del oficio.

Doblú encuentra molestia ante las risas de la chica. Muestra el arma, presiona con sus garras y el desquebrajar de maderas que ceden a la presión del bastiano estorpece la jocosidad de la pelirosa. —Está bien, ya entendí, ves—Calmo tono, la joven de piel morena acuclilla su cuerpo en la rama—. Bajaré del árbol, no te alteres. Arremete asaltando al cielo, mezclando su cuerpo con las tres lunas y la visión del bastiano en acrobacia digna de un titiritero inspirado, con sutil caída en «T»...

Haranlia labró un sendero solitario en el continenete yermo y enfrentaba al justo inmaculado sin mayores aliados que su látigo y alabarda. Ingresó al templo vestido de ámbar, terreno sacro de memorial único donde el todo permanecía virgen al inmundo contruído por los acólitos, donde nadie quizo increparle. Tiempo y mucha solemnidad. Con cánticos indecifrables los altos embajadores le ignoraban por su paso y a pesar de los pocos minutos, en ese lugar la percepción iba más allá del tiempo...

Mikalosh y Argaela, se posan juntas las hermanas lunares sobre el firmamento obscuro y caragado de los candiles del infinito. Doblú despierta alterado, gruñendo cual bestia acorralada que busca debilidad a su agresor, sin aclarar quién molesta. —Auch, estúpida rama, ves—comenta la voz femenina que hace escándalo al rozar con las astillas quebradizas. Entre el cúmulo de las hojas azuladas del árbol Aurora se pone en pie, tambaleándose y acariciando sus cabellos rosas, una chica se presenta...

Que hermoso día era aquel, tanto que asiento hoy a sus palabras. —Para verdades, el tiempo. —Con esa afirmación inició su charla—. Cada vez, cuando la ingratitud y la soberbia de otros agitan mi corazón, y mis mejillas acurrucan el golpe, sonrío al recordarlos. Pues la vida es un ciclo sabes y los momentos pasan solo para reiterarse. Así que aquellos que hieren con sus conductas se verán impotentes a reconocer que, con o sin humildad, erraron y que vales más para ellos de lo que imaginaron.

Encontrar empatía en las alimañas nocturnas que luchan junto a las estrellas contra la vida ajena y la falta de cálidez entre las arenas, le provoca la pesadumbre derrotista sin siquiera incubar el primer paso. Cuanto desea su espíritu que sus hermanos mostraran ese mínimo de pasión por liberarse de su yugo. Sus alforjas listas y llenas de lo necesario; alimento, monedas de cambio, agua y libretas, solo falta colocar la osadía para no despedirse sin mentar alguna alma cobarde que deja atrás.

De pie observa a Garmanos, un paraíso ergido rodeado de los sedosos mares de granos dorados y coronada por las plantas de hojas escarlatas y naranjas, una cima esplendorosa para una nación que lame heridas aún sangrantes. —Es tan hermosa la montaña... pero, ¿se merece las maravillas naturales una nación que se permite el dolo?—Zorger deja salir su sentir. —¿Siempre hablas así? Te encuentro algo raro sabes.—Se burla la chica. —Raro es regalar tu vida a ingratos y, aún así, empatizar con ellos.

Permanecí helado, instantes cargados de nerviosismo palpitante. Que la presencia de un hermano coliop sea esquiva y ya no decir de su abrupta presentación era imposible de imaginar para mí. —¿Quién demonios eres?—Acusación adornada de pregunta, tuve que llenarme de paz en un instante para no delatar mi tono. —Zadien, tu misión está escrita en esta carta—dijo mientras dejaba caer el papel sobre mis pies—. No decepciones al gobierno o te perseguiremos. No cuestionar más es la norma en esto.

La tarde agoniza. Los brillos naranjas en las hojas recubiertas por la pintura trasparente guiñan en la visión de Doblú. Ha dejado el valle central de Alba al verse incapaz de abrazar esa paz escurridiza que tanto busca. Su dirección, Dran. Un bastiano, un flacucho, una chica de cabellos rosas y un sujeto enorme. Este último es singular: maquillaje azul, espada dentada y arpónes en cada brazo, le rebasan desde su espalda. Estela con hedor a sangre deja su paso. Doblú ralentiza su andar...

Smirdhal, la tierras del hálito y vaho desnudos, mucho más al norte de la aldea que la vio nacer. Los cañones abrazan al campamento, laderas acorazadas en capullos diáfanos y astillas andrajosas. Esperan taciturnos, Almie y Jálino, a retomar la marcha para no lidiar con la ventisca helada. —Darek, me pregunto si estará a salvo.—Almie baja su mirada a la llamas que titubean en darle calor. —Tu hermano sabe luchar. Me preocupa más los Gudfa y su prejuicio a tu magia. Ocultarlo será lo ideal.

—Te agradezco el agua... señorita... —Yealad, mi nombre es Yealad Klant, ¿y el tuyo es?. —Escondida su cara bajo las telas de sedas azuladas, solo la mirada acusa al sujeto en la pregunta, con aires a una sonrisa disfrazada. —Zorger Tunler, o quizá lo fue... sé que es raro preguntar pero ¿Dónde nos encontramos? —De verdad que no tienes un rumbo marcado. Si te fijas bien, al este podrás ver la montaña de Garmanos. —¿¡Garmanos!? Es... abisal la forma como la cobardia te alienta a huir.

Se reverenció a su ilustrísima e inició. —¿Cuánto más han de ser teñidos los terrenos de Bana? No basta con someter a Jitrugal y Haranla, quienes ya han rendido a sus retoños a nuestros soldados sedientos de sus carnes como carroña vulgar.—La asamblea escuchaba molesta al bastiano y repudio inmediato consigue—. Si las victorias representan seguir alimentando la putrefacción de nuestro imperio... entonces hoy prefiero ser el perdedor en una batalla que no esgrime absoluto honor ni justicia.

Los une el mismo sentimiento, saldar una deuda obscura y cargarda del crediticio que no se puede perdonar al acarrear el respiro de los linajes sacrificados. Marckel da filo a su espada, en su hoja descansan las migas de su perdenal al rozar el acero y que reflejan la luz de la luna esmeralda en su viaje al suelo. Levanta su mirada, solitaria brilla hermosa entre las estrellas. «Mikalosh, ¿no te agota vigilarnos no es así? Deseas ser testigo, ¿verdad luna?», piensa y sonríe en su labor.

Ese día la nieve acompañaba el almuerzo y como fue costumbre ella se sentó a mi lado. La periférica derecha y el hermano que escucha esperaban atentos, ceñidos a que algo me diría acabado su festín. —¿Cuánto puede valer un elogio?—¿Perdón?, me pregunté en mi cabeza al escucharla—. Es algo extraño ver a tantos esperando uno. A mí me da risa, creo que mi propia aprobación es más importante a que un tercero trate de llenar un vacio que no debe existir. Se fue sin mi respuesta, como siempre.

—Sabes algo, la gente cuestiona todo buscando y enjuiciando a quienes no sincronizan con sus ideales. ¿No te parece tonto? Lo mejor sería liberarnos de esos juicios y entender que lo efímero no es la vida en sí, sino el mal gasto de ella en tratar de convencer a otros de que lo es sin fundamento.—Me dijo. Esa fue la primera vez que esa bastiana dirigió sus palabras a mi ser. La verdad es que al inicio la ignoré, pero cuando se transformó en rutina en aquella plaza, acabé por estimar su voz.

Faltaba poco menos de dos horas antes del encuentro. Recostado en la habitación rememoraba con nostalgia las épocas de Gunthar. Asesinatos sin mesura u honor, todo un banquete para alguien que ha decidido labrar el camino de su vida en lienzos de sangre. —Zadien, ¿no es así?—Me sorprendió la voz calmada justo al lado de la cama. El coliop que se presentaba me dejó helado. Soy cuidadoso pero esa aparición repentina, casi mágica, dejó sin vestimenta mi orgullo como asesino al temer a mi muerte.

Las astillas ceden al verse derrotadas ante el aura rojiza que les empuja desde el interior. Algunos mantienen la calma, otros se muestran temerosos ante las irises carmesíes de fulgor cegador que se aproximan a los soldados fuera de la residencia. Darek camina mientras pasea del cuello a uno de los insolentes. Incinera a su presa y la brisa glacial da viaje a los restos, entintando la nieve. —Han escrito su propio juicio planiors.—Su calor rebaja a servidumbre al gélido terreno—. Empecemos.

Mayúsculo sentir recorría mis venas al pensar en cada comitiva que se me era impuesta. Respeté, admiré y no negaré mucho menos que mis esfuerzos eran impulsados por la idolatría hacia el imperio y su majestuosidad. Inmundas, dolosas y arrepentidas. Mis palmas son culpables de levantar tantas veces la hoja reluciente y mimada contra innocentes durante mis luchas yermas por una ambición que eclipsó a la verdad. Traicionar o encaminar, este dilema es mi tormento acompañado de culpa y penitencia.

Cuando niño el abuelo contaba la leyenda de Vrahalesk. Formabamos un anillo de inocentes miradas, eufóricas sonrisas y fantasiosas imaginaciones. El héroe derrotó en el valle del páramo gris a líder. Soñé muchas veces la descripción que él nos indicaba; la fortaleza de esmeraldas y guardianes obscuros. Vrahalesk doblegó con su magia al tirano con la ayuda de muchas vidas prudentes. Deseo creer en ello y abrazar la fantasía como real, pues mi labor puede ser tan utópica como la leyenda misma.

El sin nombre dio el primer ataque, su espada dentada zurcó el yelmo cerrado del tempalie a pocos centímetros. Le bastó al acorrazado obscuro evadirlo con lentitud. Aprovechó el coliop para rematar a corta distancia. Solo el reflejo del filo logró ver antes de su propia sangre en su visión y el aura verde que envolvió al rival. Su armadura natural no era rival y fue deshonrada en finos alijos. Aquel guerrero y su magia verde le derrotaron con tan solo un sablazo a su rostro.

Vi desde lo alto luchar a dos varusmo chocar. Aquellas almas valientes luchaban muy fervierntes Pelirroja peligrosa ataca y los dos no dan mucho. La vinculadora machaca al bastiano y al flacucho. El alto parece dominar su contrario al tajo rendido. Espada lista para enjuiciar el derrotado le deja tendido. Mis poesías son malas son poco menos pero estan. Todas estas son antesalas de un rapsoda en Boca del Titan. Recita en la posada, a poco o nada del lugar. Abucheo de pasada y no da a pagar.

Mucho tienen que perder aquellos que violentan su hogar. El bullicio de los metales que trocan por las aristas puntiagudas con los objetos heredados. Pierna cruzada, sentado en una vieja silla, donde su padre alguna vez les sentó a él y su melliza en el regazo, espera a que los insolentes ingresen. Los soldados ingresan a la biblioteca, Darek Reviéd los observa sonriente. —Estas bajo arresto, en nombre del Precepto del Fulgor. Ustedes los Reviéd son un...—El soldado acaba calcinado.

Finaliza el ocaso de una era y con ella el alba de una nueva. Pocos pergaminos sobrevivieron a la censura de los nuevos dueños de Bana. Cien años transcurren en la nueva era y con ella la necesidad de pretender un nuevo acomodo. La orden se aisla en el norte y sus viejos líderes son reemplazados por las nuevas generaciones. En el continente medio occidental nace un niño, Elfrein Hanon. Capaz de controlar el fuego. Un nuevo vinculador asoma en el tiempo decidido a unificar su hogar.

Su cliente regresa, después de dos años. —Es raro Asdirán, aquella vez salí con las ideas claras y con el tiempo acepté mi noventa y nueve como lo completo. Más con ello solo mejoró las cosas y ahora siento que estoy más alla de ese número—comenta el visitante. —Me alegra que aceptaras tu vida tal cual. Más es dichoso saber que solo aprendiste a que aceptar no es lo mismo que resignarse. Vivir sin el accioma de que siempre falta algo más, te ayuda a crecer sin límites.—Asdirán sonríe y sirve.

Los páramos del sur lo vieron nacer. Entre las grises montañas, los rojizos con turquesas en los acantilados y los árboles Onixtos. El bastiano de pelaje negro y manchas carmesies. Héroe y salvador, luchó contra el imperio Vrahanon a finales de la segunda era. Junto a Zorger Tunler, Marckel Hodvega y Galthico Catrid forjó su posición como uno de los pilares que más adelante harían posible el tratado de HEGL. En Marfif es idolatrado, y su legado de justicia permenece vivo en la tercera era.

Vendaval incansable, polvorosas de color del oro. Las dunas elevadas y la aldea calcinada. Ni el glacial nocturno, mucho menos las tres lunas en su espectáculo, pueden despreocupar al joven. Observa impotente sobre el montículo arenoso. El hollín de buqué mezclado de carne y hueso llega a lo profundo de sus sentidos. Su túnica flamea, sus cabellos rubios danzan con la brisa y las lágrimas recorren sendero entre sus mejillas. «Ahora debo resolver solo esta pena», piensa mientras camina lejos.

—Escúchame bien Catlhog. Los fundamentos de este estilo son tres—dice su maestro. El niño escucha asintiendo a las palabras, empuñando con fuerza las armas que su maestro confío. —Deberás conocer bien tus armas, y sacar mayor provecho de ellas. La postura debe ser inquebrantable y defenderte al máximo. Y por último debes matar rápido y no hacer sufrir a tu oponente—explica el aurora—. Si dudas o muestras torpeza, quien entienda, acabará muy fácilmente con tu vida. Catlhog es hora de empezar.

La isla del oeste, la que se oculta entre la caverna, más adelante nombrada Cabo Pezuña. Se cuenta de una dama capaz de manipular el frío. Con sus palmas crea témpanos con solo desearlo. Hermosa, valiente y humilde. Jitral es su nombre. Una varusma que defiende con su don su amada isla. La primera en ser reclutada. La tempalie de irises magenta pide su ayuda. Indomable espíritu, doblegado por una simple mirada. Jitral se une a desembarazar a los continentes del mal que los aflige.

Siempre he sido de exaltarme poco, con lo que mi horizonte topara. Más debo admitir que Cabo Pezuña sabe como exponerse. El barco se acercaba a la formación rocosa, arco natural por donde se ingresa. Esa caverna llena de luces me hace sentir emoción. Que tontería. Dicen que en Ecino existe una ciudad parecida, Boca del Titan. Espero algún día visitarla, pues estas ciudades subterráneas son únicas. Más perdí la noción un poco, de lo que me trae a esta isla. La lluvia de sangre debía trabajar.

El cielo naranja, la muerte de un día. La nieve es necia, es perfecta, es confidente de su necesidad. Almie y Darek, estaban reunidos en la propiedad que sus padres les heredaron. —Hermano, ven conmigo y Jálino, podremos escapar juntos. —Almie no deseaba separarse de su mellizo. —Hermana, si escapamos juntos seremos encontrados por Hifend y sus recursos. —Darek abraza a su hermana—. Si eso sucede, todo será vano. Los dos se vieron separados. Almie y su marido al norte. De Darek nada más...

Atravieza la primera era, la de los acólitos. Y su ley es todo, en cada uno de los continenetes. Las islas del este se escudan en su ubicación, que a nadie interesa visitar. Por el momento no tienen nombre. Un matrimonio humilde, dos tempalies de mínima educación son el cotilleo de la que se llamará Tem. La bebita, una tempalie de pelaje rubio y hermosos ojos magenta. Es la atracción principal de su poblado. La que liberará del yugo a toda Bana. Otros tres más guiarán la siguiente era.

Aclaradas tierras doradas, áridas dunas y las tuberías resguardadas por los guardias en su rutina. Hogar del linaje Catrid y alguna vez el de los Reviéd, histórico y respetado. Las murrallas del oeste reguardan la ciudad abarrotada de edificaciones calizas. Accidentadas elevaciones de su resguardo dan a la idea de una montaña eriguida por los vivos. El Bastión Oeste, capital de Hifend. Abrazada por las dunas y alimentada por las tuberías de vapor. Alejada de todo oasis, sobrevive con fervor.

Tem, Obelisco y Línmica, sus tres hermanas de riquezas y tecnologías no la agobian, ella tiene lo suyo. Abertura en arco, que asimila las queratinas de un bobino. Primera impresión si se le desea visitar. Se refugia toda una ciudad en la enorme caverna oculta. Repiraderos cuantiosos hacen de techo, donde las chimeneas expulsan su hollín al exterior del frondoso bosque en la superficie. Cabo pezuña, la cuarta isla de Linme, se reguarda en su privado natural, a ojos de visitantes fascinados.

Aún en el 2615 de la tercera era, ni pensar en los casi cuatro mil que se perpetuó la segunda, se mantienen anónimas. Punto límite en el sur. Cinco atalayas, al siempre unificadas con puentes de piedras entre ellas. Mayor o menor daño ha propinado el tiempo. Les dicen divinas, porque siempre han existido, y su autor nunca presentó reclamo. Actualmente funcionan como zona franca, entre Atalnd y Kilod. Ciudad mercante, del sur de Gunthar, A nadie importa el misterio, mientras se pueda vender.

Trayecto corto, entre Kuhuf y Ámbitar. Impensable para muchos, cuantos pasos se ahorran solo por viajar en esa ruta. Paisaje gris, agotador y de vértigo sofocante. Ornamentado de las piezas minerales más hermosas, en el páramo marchito. Prismas, hexágonos, imaginación basta en darles nombres. Basalto chispeante de caleidoscópios multicolores acompañan al mercader y al viajero. El paso del Héroe. Mismo que recorrió su héroe Ámbitar en antaño, da ruta a dos ciudades de importancia en Marfif.

Acabada la ceremonial primera impresión me dediqué a ser profesional. Desmembré quizá a veinte idiotas. Me fascinaba observar la impotencia en sus temblorosas irises, al reflejarse el filo de mi lanza que acusaba fugaz sus gargantas. Divino fue mi regocijo, más que al bochornoso acto que adoraban como religiosos. Di festín encarnizado a mi frustrada paciencia de los últimos cuatro días. Dejé vivo al más joven, no por piedad, si no por dejar que mi leyenda se contara sola por muchos años...

Libertina y escandalosa. Los visitantes pierden y ella contenta los abraza, en toda Bana no hay sitio como este. Se levantan las edificaciones, ornamentadas en superlativos destellos por victorear anteción. Caleidoscopio sobre estructuras de obeliscos hermosos, apuntala al cielo desde su centro, avisando apertura eterna de la que duerme una vez. Las cartas y su estilo, desafío al estilo Klámat, todo o nada. Ciudad de las apuestas y erotismo descontrolado en los gélidos inmortales de Gunthar.

Tal como Morald, esta ciudad honra su memorial valiente. Indiferente en su material o diseño. Altitudes varian y no importa la posición, todos sus edificios apuntalan sus cumbres a ella en supersticioso ritual. Elevada en lo más alto, pierrna derecha sobre enemigos, brazo izquierdo en celebración eterna de su petrificada pose en mármól. Sistema indescifrable la aptuntan en ciclos a toda la ciudad. Sobre el edificio de gobierno. La ciudad de Jitrugal, fragmento de una era, soportando la nueva.

Dictamen impetuoso que orientó al linage de Gedios y Zaadas Reviéd al gélido polo, en Gunthar. Doloroso para ambos en verse obligados a huir del Bastión Oeste. Más era resolución inteligente, al querer su gobierno manipular a sus futuros herederos. Lograron perder el rastro, se embarcaron en próxima salida a cualquier dirreción.En el puerto del Bastión Norte, Los Hodvega del norte ayudaron al dúo. «Rumbo sesgado» nombraban al navío tambaleante. Que apuntalaba trayectoria al puerto de Kilod.

El frío inclemente, y las duras tormentas no la abaten. Sobrepusieron en columnas rocosas y vigas atillosas, su aldea. Las cubrieron con faldas, toda su área, para arroparlas y acogerlas del gélido clima. Tras la vestimenta, viven y crecen en su blancuzco suelo los árbolitos de Luratos. Su fruto, cristalino de azul opaco, resguardan sus semillas luminicentes. Envidia de muchos por su capacidad curativa, endémica en toda Bana. Resguardan con recelo, la aldea Lurat, en la polar región, Gunthar

Se mecía en los hilos temporales la segunda era. Los continenetes de Vrahanon, Jitrugal y Haranla gozaban la transición de una época caótica, que llamaron la primera era. La paz reinó en Bana, y los jóvenes continentes maduraron. Quizá demasiado. Pronto, al menos para la manipulación del destino infinito, la madurez se transformó en envidias y celos. Vrahanon atacó con desalmada traición en el día de su ilustrísima. Desde ese momento, los vivos vertieron aún mas sangre que la era pasada.

Pasaba el año 18 de la recién nacida tercera era, en la joven Gunthar. Se movilizaba con una caravana, cuando se enamoró de ese cañon, entre las tierras nevadas cercanas a Kilod. —Me estableceré aquí—avisó a la caravana. Samrot, un inquieto Coliop se separó de su grupo. Le llamaron loco, aquellas tierras no ofrecían nada. A más de dos milenios, todavía lleva su nombre, Samrot la ciudad de las termales entre el hielo. Su negocio aún vive "Las Termales de Samrot" o del loco según el popular.

Esparcieron la sangre por el frío terreno los decapitados y me delité los efímeros intantes que tardaban sus miradas en razonar lo sucedido. El viento jugaba con mis ropas y acrecentaba la espectativa de mis moviminetos. Blandeé con drama las túnicas que cubrían mi cuerpo. Me dejé ver. Miré sus pupilas, con mis ojos carentes de las mismas, incapaces de predecir lo siguiente. Innecesaria elegancia en mi entrada, deseo ser reconcido, y las impresiones dramáticas apremian en mi trabajo.

Se mezclan con irritación las polvaredas del oeste de Haranla, ambiente desértico para un poblado que luchaba por sobreponerse. Nacía pertrechado por las dunas, el abrigo menguado de la tela delgada y el seno de su progenitora. Galthico Catrid, ayá por las últimas cuatro décadas de la segunda era. Luchó por la liberación de Haranla, acompañó a Tunler en Jitrugal. Victorioso emergió al lado de Ámbitar contra los remanentes de Vrahanon. Mereció para su legado, el Bastión Oeste de Hifend.

Como su hermana Tem, Obelisco es una de las capitales de Linme, y regenta en el norte de los territorios. Si la sureña Tem se encarga de la extracción. Obelisco propina en sus industrias el caparazón de artilugios mecánicos para darle uso a la joya Linme. Hermosa como ninguna, su nombre es inpirado por la montaña central que simula a este. Y donde se levantaron los aposentos de sus pobladores y la hotelería de sus visitantes. Capital turística e industrial, Obelisco, la de mayor riqueza.

Tercer cuarto de la segunda era. Vrahanon habría tomado el poder en Jitrugal, al norte, y Haranla al este. En aquel lapso de historia, las islas del oeste pertenecía como apéndice territorial de Haranla. Sin nombres propios. Su pobreza, así como los largos viajes en barco, no le hacía atractivo ni buen estragico al imperio florecente. Ignoradas por las tribulaciones, lo que se llamará en su futuro Linme, preparaba para Bana un cambio en todas sus tecnologías, gracias al albur del destino.

Le increpó. —Contesta, Coliop, ¿Qué te trae a asuntos que no te convienen? El fétido hedor de los cadáveres en las brazas sacudió al sin nombre. —¿Por qué haces esto?— preguntó molesto. Aquel asesino caminó por entre la fumarola, dejándose ver. Horror a sus ojos. El sujeto, un tempalie, se engalanaba con los atuendos que alguna vez él mismo portó. —Eres idiota... lo hago por derecho, para satisfacer mi propia corrupción con poder, por mi señor—respondió prepontente y soberbio el tempalie.

En el occidente geográfico de Bana, entre los continenetes de Hifend al oriente y Ecino al medio occidente, se ubica el terreno insular de Linme. Compedio de islas de gobiernos federados, encabezados por la capital de Línmica, que se posa en su medio. Al norte, la capital de Obelisco, al sur la tranquila Tem, al oeste Cabo Pezuña. rodeada las mismas por un sin fin de isletas despobladas. Paraíso tropical que en su actualidad se esfuerzan por mejorar la vida de todos los vivos de Bana.

Guiándose por las vestimentas de su pasado, el Coliop sin nombre dio ruta al sureste. Tras varios días, su visión por fin notó luz entre las montañas esa noche. Menester a su búsqueda de sus remembranzas, aligeró la marcha para poder cuestionar a los dueños de aquella luz. Sus enormes ojos verdosos, reflejanban la llamarada alimentada por cuerpos de los que alguna vez vivieron en ese lugar. —Eres valiente o imprudente Coliop, para acercarte sin aviso—dio bienvenida una silueta desconocida.

Se posaba en un acantilado, mirando el océano y el chocar de las placas blancuzcas que flotaban en sus aguas, justo en los límites gélidos del norte, en aquellas tierras sin nombre. «¿Cómo priorizaré el recuerdo de mi antiguas memorias? Este lugar no es familiar» pensaba con nostalgia. Lo único que poseía, después del letargo, eran sus descartadas vestimentas y armas. —¡Claro!—le exclamó a la soledad. Buscar a los que lucieran las prendas que vistió alguna vez, darían señal a su pasado.

Al este de la capital de Alba, provincia norte de Ecino. Frekit la ciudad portuaria, llamada por los conocidos de la región, como "El nido de Cristal". Pese a permanecer, casi todo el año, en un velo nevado. Este puerto engalana la mirada de cientos de pobladores de Bana. Orgullosas se posan a los pícaros ojos, sus enormes edificaciones metálicas, revestidas de vitrales hermosos. Sus cuatro torres, representación de cada continente, se posan en el mar dando la bienvenida al exaltado viajero.

Nunca me importó la víctima, pero en esta ocasión ni determiné la idea de que siguiesen vivos mucho más. Les seguí el rastro por semanas, eran escurridizos. No dejaban vestigios de su nómada vida. Tem, Obelisco y las islas despobladas, a todas visité. Por fin les tuve al alcance. Como acostumbro, vigilé a su grupo. Admito que empatizar con mis presas me llena de gran placer al verles morir. Burlarme de sus débiles vidas, es embriagador. Pero no soporté mucho su vida religiosa, estaban locos.

Tan aburrida como su nombre. Ubicada al noreste de Ámbitar capital de Marfif. Krah es una villa donde no pasa absolutamente nada. Ni el gobierno, ni los turistas le visitan. Un varusmo encontró solución. —Construiré un monumento, una estatua hermosa, y llenará de turistas a Krah—proclamó allá por el año 800 de la tercera era. 2615 y la obra solo atrajo enredaderas, que viven en el granito utilizado como material. Le llamaron "La dama de la nada de Krah". Logrando ser burla de la región.

Cuanto le critiqué, cuando lloraba posado en aquella tumba. Pero como a mi compañero, pronto yo también estuve entre el odioso pensamiento y la incertidumbre no saber que rumbo tomar. En Gunthar las premoniciones de batallas menguaban y no encontré más que inútiles bandidos de poca monta. Descidí, que pese a no ser un asesino vulgar, debía entonces que tomar descisiones puntuales para no oxidar mi técnica y fuerza. Tomaré rumbo a Linme, quizá ahí pueda seguir vertiendo más sangre de valor.

Caminó mucho, demasiado... Y cuando la nieve consumía la mayor parte de aquella región se detuvo. Tiempo atrás, se habría desecho de sus armaduras, que le causaban lidias donde posaba sus pies. Siempre eran la causa. Parecía que esas vestiduras le ligaban a algo, y aunque no lo sabía con claridad, acabó por entender que eran un simbolo, algo oscuro. Aquel Coliop continuaba su camino, buscando algo que ni él mismo procuraba encontrar.

Al sur de Ecino de encuentra la región de Marfif. Provincia problemática que como capital emblema se encuentra Ámbitar. Su paisaje es casi por completo macizos montañosos de piedra balsáltica, causa de su pasado volcánico. De poca vegetación y rica en minerales. Adolecida por un gobierno corrupto, es nido de bandidos, hambre y la pena de sus pobladores. Alguna vez llamada la potencia de Bana.

Los orgullosos felinos ergidos, que por sus contexturas pueden abatir a cualquier rival. Ellos son los Bastianos. El enemigo encontrará en sus ojos la vulnerabilidad de sus capacidades; al estado físico que llamaron "El umbral físico". Capacidad especial de estos felinos que máximiza sus capacidades guerreras a niveles excepcionales de manera controlada. Lucen sus pelajes y melenas con orgullo. Leales e indomables. Se amigo de ellos y daran todo por ti, porque no desearás ser su objetivo.

Quienes disfrutan de la naturaleza e invierten su tiempo en el conocimiento. No existe raza en toda Bana tan noble e inteligente como los Coliops. Los hombre insectos. Tan variados y diferentes. Poderosas armaduras de queratinas cubren sus cuerpos y cada uno es diferente. Por lo general viven en tribus, muchos gustan de la alquimia, las armas y la medicina. Viviendo en diferentes ciudades y aldeas. La raza polivalente, casi extintos en la primera era. Viven ahora tranquilos en toda Bana.

La orgullosa y guerrera, honorable y leal. La raza Tempalie de Bana. Los hombres simios. Ergidos, poderosas contexturas, pelajes que engalanan sus cuerpos y colas robustas. Poco hay que decir de los autodenominados protectores del flujo, como clan insignia los Gudfa de la segunda era. Habilidad genética; El hervir sanguíneo. Estado alterado de consciencia que otorga poder físico sobrenatural. Técnica taboo, ya que no daran mesura entre aliados y enemigos. Residen pricipalmente en Gunthar.

En el planeta Bana reside la raza de los varusmos. Ergidos, sin pelaje y ningún tipo relación animal concreta más que con los simios. (humanos). Cada ramificación genética posee sus características propias y sua resistencias según al continente que pertenezcan. Auroras; los oriundos de Gunthar. Planiors; los que nacen en Hifend Insutares; del continente insular de Linme. Medientes; los nacidos en Ecino. La raza más propensa al Vínculo del Alma. Y también la más problemática en la política.

Al oeste de la capital Ámbitar, en Marfif. Pobre y desarreglado. Así es y será marcado Fontre y su muelle. «Lastimoso es mi corazón, al ver tanto abandono. Para una aldea que en sus románticas planicies llenas de luciérnagas, ha de padecer el apesadumbrado, por el olvido de nuestros aristócratas» pensaba sentado en la piedra cuadrada. Escribía estos pensamientos cada tanto, el ilustre Tempalie Hakalt. Cada vez que recordaba a su amada ya lejos de su alcance. Lugar donde nació su amor eterno.

El Coliop se encontraba sentado en la piedra comiendo los frutos verdes, en las montañas del este de la gran rivera, justo en un descampado en la cima. «Es extraño... desde que me sometí a aquel ritual, he olvidado todo de mi pasado; mi nombre, infancia, adolescencia...todo. Siento que vendí todo mi ser... y me adolece» pensaba embargado por el resentimiento innato de haber despertado de un letargo. La lluvia se le acercó, y fue amable al ocultar sus lágrimas con los torrentes de sus gotas.

La nieve era su confidente. Aquella tarde entrenaban; padre e hija. El varón con su alabarda y su hija con un palo madera. —¿Cómo conocí a mamá? Aik hija, preguntale a ella—reuhía a la pregunta su padre—. Concentrate en entrenar hija, ves te posas mal, es así. «Jamás podría decir la verdad...esa mujer es un demonio de sedución...bueno...al menos es mi amado demonio...que días aquellos»pensaba en su adentros. Ambos continuaron bajo la heleda, que prometía próxima tormenta en Bosque Vital.

Un hermoso arco, construído de mármoles blanco y negros. Daban siempre bienvenida a los visitantes de Safraq. No pasó mucho para que aquel momumento se transformara en atractivo de turistas. Así que, con ámbito de hacer dinero. Zaur un Tempalie, montó un puesto de jugos de mora negras, pamos e hierbas. Sus descendientes todavía lo comercializan, el mejor laxante de toda Ecino. Aunque nunca nadie se los dijese. Ahí debajo a pocos metros del hermoso arco, se encuentra el puesto hidratante.

Llegaba el ocaso a Bosque Vital. Descansaban del entrenamiento ambas chicas; madre e hija. —¿Cómo conocí a papá? Las preguntas que haces hija—dijo sonrojada—. Papá fue, o es un hombre rudo. Causante de mi cicatriz en el abdomen...Al final tuve que seducirle yo, o nada hubiese pasado. Escúchame Aik, que no te apene luchar y tomar la delantera en el amor. Porque si no atesoras tú, lo hará alguien más. Terminó de relatar mientras le acariciaba la cabellera roja a la niña que sonreía maravillada.

Esa noche, mientras miraban el lago. Magmalacio y Almie Reviéd se despedían. —Querida, huye a Haranla, ve y lleva a nuestro retoño a donde nos vieron nacer. Cuídate y cuidalo. Yo, un adalid de Sdmirdhal pronto partiré al reino de mi señora. Enamórate de nuevo, perdóname por no poder verle nacer— la besó en la frente, y la encomendó a la teniente Hodvega. Dió la espalda sin mirarle de nuevo, se invistió la capucha de adalid y se reunió con sus otros dos hermanos de la orden. Año 0 tercera era

Al fin la pesadilla terminó, esa cruenta noche se había cobrado 3/4 de sus camaradas. Levantaron un monumeto, en el centro de sus aguas. Los Tempalies, Bastianos, Coliops y Varusmos sobrevivientes, se acentaron en el valle del oeste de aquel lugar. Levantaron un molino hermoso, para jurar el trabajo duro de los caídos. Y ellos ahí, para no abandornarlos en su sueño. Se llamó Oril, que en Tempalie significa "Dolor", para jamás olvidar lo que sucedió esa noche. El tiempo los hiso olvidar...