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LA MALDITA CLAUSTROFOBIA

Alfonso Ortiz Sánchez


De un momento a otro empecé a sentir pavor a los espacios cerrados; cuando estaba en un ascensor, cuando cerraban las puertas de los bancos, sentía un miedo terrible; cuando me encerraba en mi cuarto, cuando cerraban las puertas de los aviones, en fin, todos los sitios cerrados me producían pánico; sudaba frío, sentía que me ahogaba, parecía que me faltaba oxígeno, y por todo esto sentía desmayarme. Poco a poco el problema se fue complicando a tal punto que me vi en la necesidad de renunciar a los espacios cerrados. Como en la casa me apabullaba el miedo, salía diariamente a recorrer la ciudad de Neiva; caminaba hasta el Juncal, nadaba en la represa de Betania, pasaba días enteros recorriendo las llanuras de Tesalia y Paicol; recorría grandes distancias del desierto de la Tatacoa; y recorría las llanuras de Natagaima y Coyaima. Durante dos meses recorrí, en un campero, casi todos los llanos orientales. Anduve por el Meta, Arauca, Guaviare, Vaupés, y fui hasta los llanos de Venezuela. Esos recorridos me permitieron conocer la belleza sinigual del llano colombiano, y disfrutar y degustar la exquisita comida de los llaneros. Pasé noches enteras escuchando las hermosas melodías que brotaban del arpa, del cuatro, y de las maracas, ejecutadas con el corazón y con las manos virtuosas de músicos vaqueros. Viajé por las inmensas sabanas de Bolívar, de Córdoba, y del Magdalena; en esos hermosos parajes me divertí con la belleza de la música interpretada por las papayeras de Cereté, de San Onofre, de Lorica, quienes con extraordinaria virtud alegraban la vida con sus porros, cumbias y mapalés. El inmenso espacio colombiano era el antídoto a la terrible angustia y miedo generados por la claustrofobia. Se me ofrecía generosamente el ancho espacio de la geografía colombiana. La libertad de movimiento por ríos, montañas y llanuras me producían una sensación de libertad y el miedo desaparecía. El solo hecho de sentirme dueño de un ancho espacio; de tener la libertad de viajar y moverme libremente, hacían desaparecer la claustrofobia. Pero esa ausencia era temporal, pues pasado un tiempo, aparecía con más fuerza, y su intensidad me convertía en una persona llena de miedo, con una terrible angustia. Sentía que la falta de oxígeno me conducía en lenta agonía a la muerte. Esta sensación de destrucción, de lento andar hacia el destino final, me transformaría en un suicida cobarde, pues todos los días prometía suicidarme al día siguiente, pero llegado el momento pretextaba cualquier disculpa para incumplir la promesa. Sin embargo, como la angustia reaparecía con mayor intensidad, me inventé un truco para engañar a la maldita claustrofobia. Imaginariamente viajé al desierto de Atacama y lo recorrí casi todo, sintiendo un extraordinario placer y una sensación de libertad en tan amplio espacio del norte de Chile. “visité” las cálidas poblaciones de Arica, Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama, y parte de la región de Coquimbo. Del “viaje” llegaba rencauchado a Neiva y disfrutaba de un placentero bienestar hasta cuando la maldición recaía y se ensañaba sin compasión alguna. Pero así como ella era pendenciera, el antídoto funcionaba a la perfección aunque fuera por un corto lapso. Ahora “viajé” al desierto del Sahara. Después de atravesar Marruecos, recorrí Túnez, Libia, Egipto, Sudán, Chad, Níger y Nigeria. Así, en este recorrido, anduve casi todo el desierto del Sahara.

El intenso calor de Neiva me ayudaba a “soportar ”las altas temperaturas del norte de Africa. “Viajé ” al desierto de Kalahari en el sur de Africa. Y desde allí recorrí Botsuana, Namibia, y parte de Sudáfrica. Después me di un paseo por las alturas de Kilimanjaro al norte de Tanzania. Y para no “regresar” a Colombia, por miedo a una recaída, “viajé” a la Región de la Mancha donde visité la comunidad autónoma de castilla, Albacete y Toledo. Después de recorrer casi toda España, y pasar por la Riviera Francesa, me “fui” a “conocer” la Gran Estepa Rusa pasando por Moldavia, Ucrania, hasta Siberia. Esta inmensa región me hizo recordar los caminos de la Ruta de la Seda en La Antigüedad y la Edad Media. Despu ́es me “dirigí” a la Meseta Tibetana, en Asia oriental y “recorrí” la región autónoma del Tíbet, la provincia China de Qinghai, y Cachemira en la India. Regresé a Colombia confiado en la recuperación. Pero no, reincidió el miedo a los espacios cerrados que surgieron con mayor crueldad, y, por tal razón, tomé la decisión de “viajar” a Australia donde “anduve” por los desiertos arenosos de Tanami, de Simpson, y de Gibson. Desde allí “fui” a Phoenix para “recorrer” el desierto de Arizona, y para “conocer” Utah, y Nuevo México. Contemplé el maravilloso paisaje del Gran Cañón Del Colorado, y las inmensas llanuras de California y Nevada. Doblegaba el miedo, trituraba la angustia, al sentirme habitante del mundo, capaz de “viajar” a los lugares más recónditos de la tierra sin ningún impedimento. Ningún lugar me estaba vedado. Mi imaginación derrotaba la maldita claustrofobia y mi imaginación me hacía dueño del planeta entero. Todos los espacios abiertos, los variados paisajes, los diferentes climas estaban a mi disposición. Pero un día apareció el Covid-19 y cerraron todos los espacios. Cerraron las fronteras de los países, bloquearon las entradas a las ciudades, e impidieron el ingreso a las cabeceras municipales, y hasta los minúsculos pueblos quedaron aislados. Impidieron la circulación de personas por carreteras, y caminos veredales. Todo, absolutamente todo se cerró, y nos confinaron en las viviendas, y los que no tenían vivienda, los habitantes de la calle, fueron recluidos en albergues comunales. Por las calles solo circulaba el ejército y la policía; y uno que otro animal salvaje que paseaba orondo por las calles vacías. Fue tal el pánico motivado por la claustrofobia que perdí todo contacto con la realidad, prácticamente perdí la razón, y, como en un sueño profundo me desconecté de todo. Y, tal vez, cuando estaba en lo más profundo de la crisis soñé que nos reuníamos en un inmenso estadio, todos los seres humanos y, por unanimidad, acordamos visitar a la Pacha Mama para implorarle ayuda y pedirle perdón por nuestros errores: querida Pacha Mama invocamos su infinita bondad para pedirle que nos auxilie en estos amargos y crueles momentos por los que atraviesa la humanidad. Sin su apoyo inexorablemente el ser humano desaparecerá. Somos conscientes de nuestro comportamiento irresponsable y egoísta. Pero con su ayuda la humanidad se salvará y, entonces, prometemos ser más solidarios; no abandonaremos a los pobres y desvalidos; y siempre que sea necesario acudiremos solidariamente a proteger a los humildes que carecen de las mínimas condiciones de vida digna”. La Pacha Mama, muy generosa, con su inigualable ternura, pero con una franqueza inconmensurable nos dijo: “yo los acojo en mi regazo e impediré su extinción, pero antes quiero recordarles que el ser humano es el culpable de esta inmisericorde pandemia. Ustedes invocaron el concepto de humanismo porque con ello se olvidaron de mí. Con egoísmo privilegiaron al ser humano y se olvidaron (incluso trataron de destruirme) de los ríos, del agua de los océanos, de los bosques, del aire, y de los animales. Con su humanismo desmedido prometieron dominar la naturaleza; hirieron a profundidad mis entrañas en aras del progreso; han querido doblegarme desmembrando sin piedad muchas partes de mi ser. Su concepto de humanismo y sus ambiciones de progreso me han quitado el oxígeno y han marchitado mi exuberante belleza que me proporcionaba la selva amazónica, y muchas otras selvas y bosques. Por esa vía han dejado sin protección, expuestos a la extinción, a los animales que son mi grata compañía, y que al amanecer me alegran el espíritu con las más bellas y tiernas melodías. Del seno de ustedes ha surgido la ciencia como sinónimo de verdad, y los científicos como seres sobrenaturales enviados de Dios; eso no está bien porque con ellos se invisibiliza otro camino para llegar a la verdad y otros conceptos de verdad. Su concepto de ciencia oculta la intención hegemónica de poder, para, con ello, aplastar otras formas de llegar al conocimiento que permite conocer otras verdades. No quiero esa solidaridad que ustedes invocan. Esa solidaridad tiene sabor a limosna. Y mientras ustedes, de manera egoísta, conserven y reproduzcan las causas de la desigualdad, siempre existirá el apetito por la acumulación y eso conllevará a que ustedes se dividan en poderosos y humildes; el espíritu de la acumulación genera egoísmo y ambición individual; y por ese camino siempre aparecerá alguien con intención de doblegar la competencia con lo cual se hará necesario fabricar en un laboratorio un arma biológica que, al final, nos destruirá a todos. Los acojo con cariño, y los protejo, si vie-nen con la convicción de convivencia armónica donde, con generosidad, nos protejamos todos, y todos seamos parte integral de la vida”. Desperté feliz porque algo me decía que para todos habría una nueva oportunidad.

5 de Mayo de 2020 a las 00:03 1 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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Brexewn Brexewn
Muy profundo y sincero. También opino que hay que doblegar los miedos porque si no te consumen y no te dejan disfrutar. ¡Que en la vida también hay cosas buenas! Tu narración era adictiva :) ¿Te importaría recomendarme alguna lectura que te haya inspirado/influido?
February 24, 2022, 00:37
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