g-jeon G. Jeon

—Toma estas tres rosas: La azul es un tesoro... La blanca el designio... La roja lo prohibido...


Ficción adolescente Todo público.

#laberinto #amor #designio
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El Adiós

La lluvia desciende con fuerza y con una sensación de dolor sobre las calles asfaltadas de plena madrugada, cubren todo a su paso, los faroles que iluminan con luz tenue la triste aurora que ahora domina mi alma.

No se por cuánto tiempo he estado frente al vidrio empañado de esta madrugada, mis pupilas se han distorsionado con la caída incesante de las gotas saladas que por mi rostro resbalan, puedo percibir las voces inacabables que surgen desde el interior de la casa, ni siquiera desciendo para descubrir de quien se trata, ya no tiene sentido, nada tiene sentido.

Él se fue.

Nunca en mi vida había experimentado el dolor de perder a alguien a quien tanto amo; son un revoltijo de sentimientos desde enojo, rabia y dolor, ese mismo dolor por dejarme sola, por que ya no podre verlo nunca más.

No voy a poder oír su voz mientras prepara el desayuno, o sus dulces frases luego de un día demasiado difícil. Extrañare aquellos innumerables abrazos y caricias cuando el miedo de las voces o imágenes sobrenaturales atormentan mí día a día.

¿Quién me tomara de la mano para continuar?

Solo tengo una certeza… estoy sola…

{...}

El alba ya se aproxima con sus débiles rayos tratando de acariciar mi cuerpo helado y algo mullido de haber estado toda la noche en su incomodo sillón, nunca descubrí porque a papá le fascinaba tanto pasar horas sentado en su superficie irregular.

Solo tiene una dirección, una ventana hacia la avenida principal, la salida a la carretera 18. Observo su mesa ratonera del siglo pasado, aún permanecen los papeles de la hipoteca, cartas de mis tíos, abuelos.

Pero, ahora, el trascurrir por aquí me hace sentir que es la primera vez que lo veo todo.

{...}

Me coloco mi vestido negro, cae sin vida sobre mi cuerpo; no puedo hacer más que unificarme con el reflejo que enseña el espejo.

Oigo la voz de mi tía, es la misma que hoy corta por la mitad la atmósfera de melancolía y recuerdos que se instala cómoda en mi habitación.

La acallo por completo, ni siquiera cuento las veces que me llama.

¿Pero cómo alguien podría salir de aquí? Este lugar es como estar con mi papá de nuevo, puedo percibir su perfume; su voz esta guardada celosamente entre las páginas de su libro favorito.

El suelo atesora con anhelo no olvidando ninguno de sus pasos. Su taza permanece hasta la mitad como si aún fuera a regresar; su cuaderno de campo continúa con su bolígrafo marcando algún mapa que se ha quedado copiando la noche anterior.

- ¡Ilay! - Me llaman a los gritos.

—Señorita Ilay, por favor - Suplican detrás de la puerta.

Intento salir de este cuarto, pero me es imposible; aquí está él y no quiero irme de su lado.

Es mi papá.

Mi tía continua gritando mi nombre por los aires de esta inmensa casa.

¿No lo entiende? Estoy sola.

{...}

Las horas suceden y yo sigo inmóvil, abrazada al recuerdo de papá.

Percibo que la puerta de su oficina se abre, una luz tenue se desliza con cuidado contorneando mi figura; mis ojos se humedecen otra vez desde que la noticia más atroz toco mi puerta.

Es mi abuela, su figura inconfundible avanza sigilosamente casi sin advertir al silencio; sé que está aquí. Sus brazos me rodean con los últimos vestigios de fuerza que le quedan. Viste de negro, tiene incluso cubierta su cabeza.

Me vuelvo y me centro en sus ojos, dolor de perder a su hijo tiñe su visión. Nos acercamos con cuidado hasta el sofá en el que estuve durmiendo, nos miramos por lo que parecen largos minutos; sus ojos azules trasparentes como el cielo, hoy están apocados por la tristeza, sus manos me toman con calidez, intenta apartarme del mundo en el que estoy sumergida.

Elizabeth, mi preciosa abuela.

Mi padre siempre dijo que ella lleva dignamente el nombre de una reina, y si, es cierto, mi abuela es toda una reina, nadie convive con los dolores como ella; hace años perdió a su gran amor, y ahora a mi papá.

La tomo de los brazos, trato de aferrarme a ellos mientras grito del dolor, del maldito designio que se lo llevo.

El reloj marca las 09: 15hs de la mañana, puedo quizás asegurar que me encuentro mejor, siento que algo del dolor que apresa mi alma ha salido, solo que ni todas las lágrimas que pueda derramar me lo devolverá.

Sus ojos azules me miran insistentes.

—Solo cinco minutos más, te espero abajo - Coge su abrigo y se aleja.

Muevo mi cabeza aunque estoy consciente de que no puede verme; su pedido me parece imposible, no me llevara cinco minutos olvidar, ni siquiera una vida completa me servirá.

Recorro cada lugar de esta habitación, quiero impregnarme de él; solo se que hacer esto me hace mal, pero mi testarudez es más fuerte que mi cordura de alejarme.

Acaricio sus libros, aluviones de recuerdos toman presa mi alma, no me dejan escapar ni olvidar el más mínimo detalle.

Sus brazos fuertes tomándome de la cintura y colocándome sobre su regazo, como cuando me contaba historias de ángeles, princesas, y un famoso laberinto.

La vieja manta que ha sido testigo de innumerables sueños de madrugadas, soporta mi caricia.

Bordeo con mis dedos el dibujo que permanece sobre su marco de madera caoba que le obsequie en su cumpleaños; recuerdo como feliz les mostraba a todos sus conocidos la obra de arte más hermosa que haya podido contemplar.

Mi fotografía a los 15 años, con un orgullo inmensurable les enseñaba a los invitados. Nuestras largas cenas con amigos, incluso ellos podían recitar lo que papá siempre les dijo:

“—El mayor tesoro que esta mansión protege, crece de una manera asombrosa y extraordinaria”.

- ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! -

Son las primeras palabras que pronuncio desde que él se ha ido.

Mis brazos siguen sujetos a la última chaqueta que uso, de la misma que no puedo separarme.

Ya es hora, debemos irnos, debo pronunciar el último adiós. Me aproximo con cuidado al borde del umbral de su oficina.

—Estoy lista.-

No balbuceo ninguno sonido cuando estamos ya en marcha, nos dirigimos al entierro.

{...}

Mi abuela en silencio toma mi brazo, con cuidado descendemos los escalones directo al salón principal.

Hubiera querido que esto no sucediera, ¿Por qué siempre que alguien muere, todos quieren estar contigo? Intentan adivinarte el pensamiento, lloran como nunca, mientras que en vida jamás hicieron algo por él.

Pero esto forma parte, una parte adicional del sufrimiento, como si con lo que estoy viviendo no es suficiente.

En cuanto pisamos el ultimo escalón, el gran salón incluso me parece más grande que de costumbre.

Hay demasiada gente, todos me abrazan, lloran en mis brazos y solo pronuncian cuanto lo sienten. Algunos me miran de reojo, me toman de la mano para hacerse notar, para mostrar que me apoyan.

Nada de esto es cierto, solo puras formalidades, cosas que están acostumbrados hacer.

Si mi memoria aun funciona, creo que están aquí desde los colaboradores de la empresa hasta la vecina que odia a mi pequeña familia.

Con papá le tirábamos las naranjas que colgaban desde el otro lado de su jardín.

Nadie se ausento, ni siquiera conozco a la mitad de los que se pasean por la mansión. Nunca visitaron a mi padre, pero si están aquí, en el día de su muerte.

Los únicos abrazos sinceros y llenos de tristeza, los que de verdad me importan, son de Ira nuestros mayordomo, Dominic el chofer, y Lucio nuestro jardinero. Ellos siempre han estado, su mirada y no sus labios muestran el dolor que les causa este maldito día.

Salgo afuera después de saludar a todos los presentes, aún sigo de la mano de mi abuela que me ayuda a subir al coche, el mismo está detrás de la carroza que lleva a mi padre. Lo único que quiero es ir sola en este coche negro, quiero sentirme en silencio para oírlo aunque sea una última vez.

Mi abuela asiente, no vacila a pesar de los comentarios sarcásticos y fuera de lugar de mi tía la solterona, Casimir. Creo que se debe a su nombre por lo que siempre vive amargada las 24 horas del día, papá me dijo que tía Casi alguna vez fue dulce y adorable, yo aún lo dudo.

Pero aunque lo intento, mi cuerpo no responde a los estímulos que mi cerebro le exige, solo oigo el entrechocar de las hojas que permanecen a los costados de la acera en la plaza principal, observo el cosquilleo que se propician los pétalos de cada flor.

Es toda una despedida, parece que todos los seres existentes, que veo y no, lamentan esta terrible perdida.

Llegamos, y no deseo bajarme; mi tía Casi trata de sacarme bruscamente del interior del coche, según su criterio, yo estoy armando uno de mis teatros, que debo comportarme como una verdadera heredera.

¿Cómo si quiera puedo pensar en modales si hace algunas horas perdí al hombre que toda la vida ame? El ya no estará conmigo nunca más.

Mi abuela observa la reacción de mi tía, intenta llegar para reprenderla pero sus pisadas no se lo permiten, a ella no, pero si a Dominic, la toma del brazo y la aparta de mi lado de manera descortés. Como siempre monta uno de sus conocidos llantos de fantasía.

- ¡Ya basta! -

Mi frase es la única que se escucha en medio de un silencio ensordecedor. Mi abuela Elizabeth me toma de la mano con cuidado y juntos a Dominic caminamos a la parcela 19, donde mi padre descansara por toda la eternidad.

Están todos aquí, no hay quien guié el funeral, o mejor dicho su último adiós; fue su deseo.

Cada uno, bajo esta lluvia torrencial se van despidiendo, al cabo de algunos minutos no quedan más que mi abuela, mi tía, Dominic y yo.

Uno a uno se acercan para despedirlo como prefieren, mi tía solo mira el cajón y girando en su propio eje se dirige a uno de los coches. Dominic toma un poco de tierra y la esparce por el cajón.

Mi abuela le obsequia una rosa blanca y postrada sobre el cajón llora amargamente durante un largo momento.

De a poco se van alejando, me dejan sola con papá, tengo que decirle adiós. Tomo una rosa roja y postrándome sobre su cajon lloro como no hacia hace un buen rato.

Quiero reclamarle de todo, ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué tengo que lidiar con tu silencio?

Pero no puedo, las lágrimas ahogan mis palabras en un profundo dolor.

Ha pasado como mucho una hora.

—Te amo papá… te amo… -

Dominic viene a buscarme, pero no quiero marcharme, sus brazos se aferran a mi cintura, le grito, lo aparto de mi lado con brusquedad.

Se da por vencido, se aleja comprendiendo mi dolor. Si tengo que perecer, así lo are.

Bajo esta fría y húmeda lluvia mi cuerpo se desvanece, no tengo idea donde la razón, o las sensaciones emigraron.

{...}

Parpadeo un par de veces, estoy en mi cuarto abrigada por centenares de cobijas y cobertores, me mantienen tibia, lejos del frió y la desolación.

Me incorporo por el aroma a pollo que emerge de la mesa de luz, un delicioso caldo de pollo espera por mí, mi abuela.

Una discusión que acrecienta el sonido de las palabras me toma por sorpresa, me acerco con cuidado, la curiosidad me puede más.

- ¡Todo esto vale una fortuna! ¡Es imposible que Edward le haya dejado todo a esa niña! - Se queja toda irritada por los millones que rodean estos muros.

—Esa niña como la llamas Casi, ¡Es tu sobrina! ¡Mi nieta! ¡El gran amor de tu hermano! - Eleva su voz mi abuela.

-No necesitas gritar ni darme tantas explicaciones, ella es la dueña de todo - Se lamenta con desprecio.

—Casi… - Intenta hacerla entrar en razón.

—Apenas tiene 17 años, no puede lidiar con todo ella sola, tenemos que tomar el control - Insiste de una manera que me provoca nauseas.

—Jamás le haría algo así a tu hermano. ¿¡Te estas escuchando !? Recién lo acabamos de enterrar y tú ya estas como buitre a la espera de su fortuna. No te das cuenta que Ilay nos necesita. Tenemos que reconfortarla, darle cariño y acompañarla. Acaba de perder a su padre - Se horroriza ante el moustro que creo.

—Mamá, por favor. Con todo el dinero que tiene va ser fácil que se consuele—

- ¡CÁLLATE! -

Mi voz alerta a todos lo que estas dos conversan a un costado con tal despreocupación. No sé cómo lo logro, pero en segundos estoy en medio de las dos.

- ¿Quieres el dinero? ¡Llévatelo! Eso no me devolverá a mi padre. ¿Quieres la casa? ¡Te la regalo! Solo quiero a mi papá… y eso es algo que jamás entenderás, por que no tienes corazón. Eres vacía… -

Algo mayor se apodera de mí y ya no puedo contenerlo.

- ¡FUERA DE MI CASA! -

Al escuchar mi voz, la furia y tristeza que emerge de mi interior de forma masiva los presentes desaparecen de la mansión.

Solo aún permanecen mi abuela, mi tía y yo. Ella sabe que cometió un error pero lo peor de todo es que no lo lamenta; eso me duele, solo le importa el maldito dinero de la maldita herencia.

Ambas en silencio porque no se animan a dirigirme la palabra caminan en dirección a la salida.

Tía Casi solo coge su abrigo de pana blanco que colgó en la entrada y sube al coche con aire de ofendida.

Mi abuela por el contrario se vuelve y me toma de los brazos:

—Eres igual a tu padre, estoy muy orgullosa de ti. Nunca dejas que nada te impida ser como él. Siempre puedes contar conmigo, te amo Ilay-

Los brazos de mi abuela son cálidos y suaves pero no se comparan con los de mi padre. Se marchan y en cuanto giro solo veo una casa inmensa, vacía, sola, sin vida, todo lo que me importa se lo llevo.

Ya nada será como alguna vez imagine, ahora estoy sola al frente de todo y todos; lo que se avecina es un legado milenario, y por muy loco que se escucha… estoy dispuesta a dar la vida por ello…

21 de Abril de 2020 a las 15:25 1 Reporte Insertar Seguir historia
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G. Jeon G. Jeon
Mis amores, les tengo una propuesta, los quiero animar a preguntarle lo que quieran saber a su personajes favorito y la respuesta junto con quien pregunto lo subiré al blog. Espero que se anime, pueden dejarlo como un comentario. Gracias, Los amo.
October 02, 2020, 22:42
~

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