leni Marlene Poblet

Un matrimonio y su hijo se va de viaje a casa de un familiar con la intención de pedirle dinero cuando tienen un accidente.


Cuento Todo público.

#thriller #terror #aventuras #asesinatos
Cuento corto
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El viaje

Conduía el coche por la carretera nacional medio dormida mientras su hijo le contaba, en el asiento de atrás, lo que sus amigos iban a hacer por vacaciones. Su marido daba cabezazos contra la ventana del copiloto e intentaba mantenerse despierto. Quedaban un par de horas de sol y el cielo empezaba a cubrirse nubes grises.

Greta no podía dejar de pensar en el trabajo. Sentía que tenía mucha responsabilidad sobre su familia ya que era el único sueldo que tenían para mantenerse. De hecho, ese viaje era para pedirle dinero a su padre, a quien odiaba porque criticaba absolutamente todo lo que hacía y estaba chapado a la antigua. Greta siempre se decía a si misma que debía ser más decidida y debía aprender a enfrentarse a los problemas sin pensarlo dos veces y en ese momento tenían un problema bastante grande. No quería pasar más de una semana en el pueblo. Solo con pensar las conversaciones con su familia se le ponían los pelos de punta. Cogió aire para intentar dejar de pensar en eso cuando su hijo empezó a quejarse porque no le estaba escuchando. Juan abrió un paquete de frutos secos y se los dio a su hijo sin siquiera girarse y con los ojos entreabiertos. El niño se calló y empezó a comer.

-Estaba pensado que quizás le podríamos pedir dinero a tu abuela -dijo Greta. Su marido se despertó de golpe.

-No quiero pedirle más dinero a la abuela, cariño.

-Ni yo quiero pedírselo a mi padre.

-Lo sé...

-Me lo va a estar recordando cada vez que le llame -resopló.

-Prefiero eso a que nos quiten la casa -sentenció Juan.

-¿Somos pobres?-dijo el niño riéndose.

Greta puso la radio para distraerse pero no lo conseguía.

-Cariño, juega un rato con la consola -dijo Greta y el niño aplaudió y la cogió del maletero, volvió a sentarse y empezó a jugar.

-Abróchate el cinturón -dijo Juan mientras le daba unos auriculares para la consola.

-Coge esta salida, es más directa y no quiero que nos pille la lluvia -comentó Juan mirando el mapa del teléfono y alzando la vista para ver el cielo que se nublaba poco a poco. Greta siguió sus indicaciones desviándose por una carretera aislada.

-Juan, están haciendo recortes en la empresa. Creo que me van a echar. -confesó Greta, armándose de valor.

Juan no fue capaz de contestar.

-No tengo ni idea de cuándo va a ser pero por mucho que le pidamos dinero a mi padre no podremos mantener la casa. He pensado que podríamos irnos un tiempo con tu abuela y buscar algún piso pequeño.-esperó una respuesta. -¿Juan, me vas a contestar?

-¿Qué quieres que te conteste?

-Quiero que me digas qué te parece.

-¡Una mierda, me parece! Joder, llevas trabajando años en esa empresa y ahora te van a echar y ya me huelo el finiquito que te darán. -espetó Juan sin pensar.

-Oye, yo estoy haciendo lo que puedo y he esperado a decírtelo porque no estaba segura de lo que iba a pasar.

-Pues si me lo hubieras dicho antes quizás no estaríamos así.

-¿Ah, no? ¿Qué habrías hecho?

-No lo sé, buscar un trabajo parcial o...

-¿Y qué es lo que has estado haciendo hasta ahora si puede saberse?

-Pues buscar algo en mi campo.

-Habíamos quedado en que buscarías trabajo de cualquier cosa, Juan.

-¿No te das cuenta de que si trabajo en cualquier sitio acabaré quemado o qué?

-Pues es lo que estoy haciendo yo desde hace años. ¿O te crees que me gusta pasarme diez horas metida en una oficina para una mierda de paga extra?

Greta empezó a acelerar sin darse cuenta mientras caía la noche. Al niño, Julio, se le estaban cerrando los ojos.

-¿Qué vamos a hacer, Greta?

-Ya te lo he dicho. Nos vamos a casa de tu abuela.

-¿Y el colegio de Julio?

-Irá en autobús, no es para tanto.

-Mamá, yo no quiero ir en autobús al cole -dijo Julio quitándose un auricular.

-Tu harás lo que te diga tu madre -contestó Greta, mosqueada. Estaba convencida de que Juan la apoyaría, en cambio, había reaccionado de una manera infantil haciéndola sentir una irresponsable.

-Jope, es que ir en autobús es un rollo.

-Ahora no, Julio.-dijo Juan intentando calmar el ambiente.

-No quiero ir en autobús. ¡No me da la gana!

-Julio, cállate.

-¡No quiero, no quiero, no quiero, no quiero!

-¡Julio, que te calles ahora mismo te he dicho! -gritó Greta mientras seguía acelerando.

-Jilio qui ti cillis ahiri mismi ti hi dichi. -se burló Juan de su madre.

-No contestes a tu madre... -contestó Juan armándose de paciencia.

-¡Julio como no te calles ahora mismo...!- gritó Greta enfurecida tomando una curva.

De repente el coche golpeó algo con fuerza en la carretera. Greta dio un volantazo y frenó de golpe. Julio gritó asustado y los tres se quedaron callados respirando angustiados. Julio echó a llorar. Juan miró a su hijo inmediatamente.

-¿Estás bien, Julio? ¿Te has hecho daño? -le palpó la cara y el cuerpo mientras el niño lloraba del susto. Greta sabía que había golpeado algo pero seguía mirando hacia adelante.

-¿A qué le hemos dado?

-No lo sé...-mintió Greta. Puso la marcha y pisó el acelerador.

-Cariño, para, para.

Greta no contestó. Miraba fijamente la carretera con los ojos abiertos como platos. El coche pasó por encima de algo y se movió bruscamente.

-Greta, para el coche. -decía Juan mirando hacia atrás. -¡Para el coche ya!

Greta seguía conduciendo acelerando cada vez más.

-¡Greta para el puto coche!

Ella obedeció frenando de golpe. Se llevó las manos a la cara, temblando. Su respiración era arrítmica. No era capaz de articular palabra. Juan bajó del coche y miró hacia atrás pero la noche había caído y no se distinguía absolutamente nada más allá de los faros del coche. Julio había dejado de llorar pero estaba muy nervioso.

-¿Mama, qué ha pasado?

-Greta, vas a tener que tirar marcha atrás, no veo nada.

-E-era un jabalí, s-se habrá ido ya.

Juan se pellizcó el puente de la nariz y abrió la puerta del coche. Se dio cuenta de que Greta no le haría caso y decidió guiarla para salir del coche. Ella se dejó. Olía a neumático quemado. Juan la sentó en el asiento del copiloto y él arrancó el coche. Miró hacia atrás, dio la vuelta y condujo hasta el lugar del accidente. Pasaron, de nuevo, por encima de algo en la carretera. Vio lo que era y empezó a asustarse. Juan paró el coche de golpe y bajó mirando al hombre que yacía en el suelo en medio de la carretera en un charco de sangre. Un perro estaba lamiendo la sangre de la herida que tenía en la cabeza. La bicicleta había caído metros hacia a delante. Juan se llevó las manos a la cabeza y se acercó lentamente al hombre.

-¿Está bien? -preguntó con un hilo de voz.

Se oyó un gruñido y Juan respiró aliviado. Corrió hasta el hombre y se agachó. El perro empezó a gruñirle y a enseñarle los dientes.

-Hijo de puta...

-V-voy a llamar a la ambulancia, ¿vale? No te muevas.

Juan fue a buscar el teléfono al coche. Greta había salido y miraba la escena con lágrimas en los ojos.

-Julio, quédate en el coche. Juega a la consola un rato. Greta, métete en el coche, por favor, ya llamo yo.

-¿A quién? -preguntó Greta mirando a la nada.

-A la ambulancia. -Juan buscaba en el asiento del piloto su teléfono pero Greta lo cogió antes y lo metió en su bolsillo.

-Seguro que está bien.

-Cariño, mírame. Le sangra la cabeza, ¿vale?-dijo entre susurros. Cogió el parasol y lo puso en el cristal para que Julio no viera nada. Greta había andado hasta el hombre que yacía en el suelo. Greta era incapaz de pensar en nada. El hombre tenía una brecha de diez centímetros en la cabeza y no dejaba de brotar la sangre que se extendía por el asfalto. Estaba pálido y tenía la columna retorcida. Greta se secaba las lágrimas con las mangas del jersey. Le temblaba todo el cuerpo y era incapaz de moverse. Miraba a los ojos al hombre, que los tenía abiertos y miraba a la nada. Greta tragó la poca saliva que le quedaba en la boca y se dejó caer de rodillas al suelo. El perro ladró y Greta saltó y puso la mano en el charco de sangre. Se miró la mano húmeda y empezó a frotarla con ímpetu en los pantalones.

-Creo que no respira...-le dijo a Juan cuando lo tuvo al lado. Juan empezó a andar de un lado para el otro de la carretera tirándose del pelo y mordiéndose la mano. Greta sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

-Joder, joder, joder... Dame el teléfono.

Greta se levantó del suelo y cogió a Juan de las manos.

-Cariño, cariño, escúchame, no pasa nada. Nos vamos y ya está.

-¿Qué coño dices, Greta?

Se miraron directamente a los ojos. Juan intentaba retener las lágrimas y Greta le sonrió.

-Cielo, piensa. No podemos quedarnos aquí.

-Tenemos que llamar a la policía y a la ambulancia, igual sigue vivo- contestó Juan pensando que Greta no hablaba con claridad. Sabía que ella era consecuente y debía afrontar la realidad por dura que fuera pero no sabía cómo hacerle ver que lo más sensato era dar la cara.

-Cómo va a estar vivo si tiene la cabeza abierta, Juan, joder -estalló.

-No podemos irnos, Greta, hemos tenido un accidente y hay un hombre herido...

-Herido, no, Juan. Muerto -interrumpió Greta.

-Greta, que no podemos irnos. Que has matado a un hombre. Tenemos que avisar a la policía y explicarles lo que ha pasado.

-¿Qué te crees que va a pasar? Iremos a comisaría y nos interrogaran, verán que ha sido un accidente y nos pondrán una multa o se me llevarán a la cárcel.

-Te estás montando una película...-Juan se sentó en el capó del coche.

-¡Ni película ni hostias, Juan! Que no tenemos un duro, que no podremos pagar ni abogado ni multas ni...

-¡Pues pedimos un crédito o...-repuso sin pensar.

-Eres idiota...-dijo para si misma. -No nos van a dar un crédito para pagar una multa... Por Dios...-Greta se apartó el pelo de la cara y se manchó de sangre sin darse cuenta. Juan la miró y empezó a pensar que tal vez Greta tenía razón.

Julio se desabrochó el cinturón y salió del coche. Juan saltó del capó corriendo y cogió a Julio en brazos.

-¿Qué pasa?

-Nada, cielo. ¿No estás cansado? Duérmete...

-No puedo dormir, mamá me ha asustado.

-Julio, que te duermas te ha dicho tu padre -contestó Greta mirando a su hijo.

El niño cambió de cara y se horrorizó al ver el rostro de su madre lleno de sangre. Empezó a gritar histérico intentando zafarse de los brazos de su padre. Juan lo cogía con fuerza sin saber qué pasaba. Julio se apartó y echó a correr por la carretera. Juan echó a correr tras él. Greta se tocó la cara confusa y se miró en el espejo del retrovisor y vio como las gotas secas de sangre le caían en las mejillas. Se rascó con las uñas y empezó a limpiarse como pudo.

Mientras, Juan corría detrás de Julio pensando que podría pasarle lo mismo que al ciclista. Gritaba su nombre pero el niño no obedecía. Cuando le alcanzó le cogió en brazos.

-Mamá tiene sangre en la cara -tartamudeaba el pequeño Julio.

-Julio, no te preocupes, mamá ha atropellado a un jabalí y se ha manchado un poco la cara, pero no pasa nada.

Julio se dejó llevar en brazos mientras lloraba y ambos volvieron al coche. Greta buscaba algo en el maletero y Juan metió a Julio en el coche y le abrochó sin decir palabra. Se acercó a Greta.

-Ya sé qué vamos a hacer.

Juan no tenía muy claro si quería escuchar el plan de Greta. Todavía intentaba procesar lo que había pasado.

-Limpiaremos el coche, me cambiaré de ropa y llamaremos a la policía. Les diremos que nos hemos encontrado al ciclista aquí y que no sabemos nada.

-No lo tengo muy claro...

-Es fácil, coge esto - Greta le dio a Juan una camiseta para que limpiara el coche pero él no se movió. Greta, molesta, cogió la camiseta y la mojó con una botella de agua y empezó a frotar la parte delantera del coche que se había manchado con sangre.

-Todavía está húmeda, sale bastante bien.

-¿Y si nos preguntan por la abolladura?

Greta pensó unos segundos.

-Les decimos que hemos golpeado un árbol del susto.

Juan se llevó las manos a la cabeza poco convencido.

-No lo sé, Juan, luego pienso en eso.

Juan empezaba a pensar que Greta estaba en shock y no pensaba con claridad y empezó a cuestionarse si él lo hacía al pensar que lo mejor que podían hacer era contar la verdad. Miró a su mujer, agachada delante del coche y limpiando con frenesí cada centímetro con su camiseta. Miró a Julio que se estaba quedando dormido en el asiento trasero del coche y se convenció a si mismo que si seguía el plan ridículo de su mujer era por el bien de Julio.

-Tendremos que mover el coche y ponerlo en otro lado, los neumáticos están manchados, será mejor que les digamos que hemos pasado de largo y hemos parado al verlo.

Greta miró a su marido sintiendo que por fin empezaba a apoyarla. Se levantó y le dio un beso en la frente, luego se acercó al maletero y se cambió de ropa escondiendo su blusa y la camiseta de su marido. Se quitó también los pantalones mientras Juan veía que el rastro de sangre de los neumáticos del coche llegaban hasta dónde habían parado antes de darse cuenta de que habían atropellado a un hombre.

-Greta, tenemos que esperarnos para llamar. Cuando llueva se limpiará el asfalto.

-¿Y si pasa alguien antes?

Juan se rascó la cabeza inquieto. Era posible que pasara alguien antes de que empezara a llover y no tendrían excusa para justificar el rastro de sangre. Greta cogió la botella de agua que le quedaba dentro del coche y lo tiró al asfalto pero no sirvió de nada. La sangre seguía adherida a la carretera y empezaba a secarse. Greta empezó a morderse las uñas, nerviosa.

-Juan, acércate al principio de la curva y si viene alguien le paras. Invéntate algo pero que no pasen.

Juan corrió hacia la curva de la carretera y se detuvo. Miró directamente al cadáver del hombre. Seguía con los ojos abiertos y se veía blanco como la nieve. El charco de sangre que le brotaba de la cabeza se veía oscuro, casi negro y el perro lamía la sangre del suelo. Juan empezó a pensar en la vida de aquel hombre. Apartó rápidamente la mirada del muerto y siguió hasta llegar a la curva. Apenas se veía nada y decidió sentarse sobre una piedra al lado de la carretera. Empezó a repasar mentalmente todo lo sucedido, desde la discusión en el coche hasta ese justo instante y reparó en que apenas había pasado media hora cuando para él habían sido dos minutos. Se preguntaba si el hombre tendría familia, si tenía hijos. Era incapaz de dejar de pensar en que si Greta hubiera parado el coche y hubieran llamado a la ambulancia ese hombre quizás seguiría vivo.

Greta se limpiaba las manos y la cara mirándose al espejo retrovisor cuando desvió la mirada y vio al hombre tirado en el suelo. Sabía que había sido culpa de ese hombre al no llevar las luces de la bicicleta en una carretera tan oscura. Estaba convencida de que si el hombre hubiera tenido cuidado y hubiera tomado otro camino ella no se encontraría en esa situación. En el fondo se sentía culpable, pero una parte de ella intentaba echar balones fuera para poder quitarse el peso que sentía encima. Escuchó el rumor de un coche en la lejanía e inmediatamente se subió al coche sin siquiera pensar en Juan. Julio había caído dormido y ni siquiera se enteró cuando su madre arrancó el coche.

***

Juan se puso en pie y se paró en medio de la carretera cuando le deslumbraron los focos. Oyó el sonido de su propio coche arrancando detrás de la curva y miró atrás cuando el coche que estaba a apunto de atropellarle paró en seco. Se acercó a la ventanilla del conductor casi corriendo y una mujer apareció al volante.

-¿Estás bien? Casi te atropello, no te había visto.- se apresuró a decir la mujer un poco nerviosa.

-Sí, sí, no te preocupes. Es que ha caído un árbol en la carretera y no se puede pasar. Tengo el coche allí delante y no puedo darle la vuelta, estoy esperando la grúa.

-Vaya follón. ¿Necesitas ayuda?

-No, no hace falta.- contestó Juan y sonrió enseñando los dientes de una manera un poco extraña.

-Tienes mala cara. ¿Cuánto rato llevas aquí? ¿Estás solo?

-No, no, están mi mujer y mi hijo en el coche.

-¿Seguro que no necesitáis ayuda? Han dicho que va a llover y esta carretera a veces se inunda.

El perro se acercó corriendo y empezó a olisquear el coche.

-¡Qué perro más bonito! -comentó la desconocida.

-Sí, es nuestro. Se llama... Peludito.-declaró Juan. La desconocida le miró riéndose.

-Se nota que el nombre se lo ha puesto tu hijo, eh.

Juan se sintió avergonzado. El perro empezó a ladrarle y Juan le intentó apartar hasta que le dio un mordisco en el tobillo. Juan levantó al pierna de inmediato y miró como le había dejado una marca. La desconocida se sobresaltó y miró a Juan a la cara pidiendo explicaciones.

-No me tiene mucho cariño.

La desconocida sonrió sin creerle.

***

Greta miraba la carretera con ganas de acelerar. Se acordó de Juan y se sintió un pinchazo en el pecho al no haber pensado en él. Miró por el retrovisor con la esperanza de verle acercándose a ella con una sonrisa pero solo vio el cadáver del hombre. Las luces del otro coche seguían quietas enfocando los árboles. Sabía que Juan no tenía mucha imaginación y no sería capaz de inventarse una excusa para ahuyentar a quienquiera que fuese la persona que se había acercado. Empezó a acelerar.

***

-Creo que tu mujer se lleva el coche, eh -dijo la desconocida parando el motor de su coche para poder escucharlo mejor. Juan escuchó el sonido de un motor acelerando. Greta no iba a irse sin él. Estaba asustada pero no se iría dejándole a él solo.

-Le estará dando la vuelta al coche.

-Súbete y nos acercamos.

-No, no. Si te metes por ahí no podrás salir, esa curva es muy cerrada. Ya voy yo.

-Como quieras, pero espera un momento.

La desconocida bajó del coche y abrió el maletero. Juan se puso más nervioso y no dejaba de mirar hacia la curva. El perro seguía dando vueltas hasta que Juan le dio una patada con todas sus fuerzas y el perro echó a correr.

***

Greta seguía conduciendo siguiendo el rastro de sangre que habían dejado sus neumáticos. Había dejado la mente en blanco. Solo conducía despacio. Julio despertó en el asiento de atrás.

-¿Dónde está papá? -preguntó frotándose los ojos para desperezarse.

-Ahora viene.

-¿Y el jabalí?

-¿Qué jabalí? -preguntó Greta con voz robótica.

-Papá ha dicho que has atropellado un jabalí.

-Está muerto.

-Pobrecito...-susurró Julio con lágrimas en los ojos.

-Que no se hubiera puesto en medio de la carretera.

-No es culpa suya, mama...

-Si llevara las luces puestas quizás le hubiera visto.

Julio no supo que contestar, no entendía a su madre. Se estaba asustando.

Empezaron a caer gotas de lluvia sobre el parabrisas. Greta miró al cielo que estaba totalmente cubierto de nubes negras.

***

Juan empezó a pensar que Greta se había ido y le había abandonado. Le daba vueltas la cabeza y empezó a marearse. No sabía qué estaba haciendo. Se apoyó en el capó y miró al cielo intentando coger aire. ¿Qué coño había pasado? ¿Cómo habían acabado en esa situación? Estaba dispuesto a mentirle a la policía sobre un asesinato. Había sido un accidente y era mejor para Julio que no supiera lo que había hecho su madre. No tenía nada claro, no sabía si estaba haciendo bien al intentar proteger a Greta o si la estaba protegiendo a ella o a Julio. Se sentía cada vez más mareado y creía que le iba a estallar la cabeza. Una gota de lluvia le cayó en el ojo y se llevó las manos a la cara.

-¡Joder! -gritó con fuerza intentando sacar toda su frustración.

Se quedó parado.

-Mira, te dejo la linterna que como te quedes ahí en medio no te verán los de la grúa y aún se te llevaran por delante -dijo la desconocida.

Juan cogió la linterna sin decir nada más y se dirigió hacia su coche. Algo les iba a salir bien. La desconocida le miró extrañada y vio que empezaba a llover con fuerza.

-¿Quieres un paraguas? -gritó entrando en el coche, pero Juan siguió andando.

La desconocida arrancó el coche y se acercó hasta Juan.

***

Greta dio media vuelta y volvió hacia el lugar del accidente.

-¿Ahora adónde vamos?-preguntó Julio confundido.

-A buscar a tu padre.

Julio no entendía nada. Greta le dijo que se tumbara en el maletero a dormir mientras esperaban a la policía por el accidente con el jabalí y Julio obedeció. Greta vio al perro corriendo directamente hacia su coche y aceleró para atropellarlo. Le dio un golpe y el perro salió disparado.

-¿Te has vuelto a chocar?

Greta no contestó. Dio de nuevo la vuelta al coche y con marcha atrás se acercó al muerto. Luego, bajó del coche y colocó al perro delante del coche lanzándolo por los aires. Tenía una rabia interna que era superior a ella. No pensaba con claridad y le gustaba esa sensación, se sentía más decidida que nunca. Fue a buscar a Juan. La lluvia era cada vez más espesa. A los pocos metros, Greta estaba empapada y al girar se encontró justo delante de ella el coche de la desconocida, que hablaba con Juan. Se tapó la luz de los faros con el brazo y se acercó a la ventanilla.

-...De verdad que no me cuesta nada -prosiguió la desconocida.

-Hola -sonrió Greta.

Juan miró a Greta y le pasó el brazo por el hombro, aliviado.

-De verdad, que no necesitamos nada, ya puedes irte -aseguró Juan muy serio.

-Pues nada, suerte -respondió la desconocida.

Dio marcha atrás y se fue por donde había venido. Juan encendió la linterna para volver.

-¿Por qué has tardado tanto? -preguntó Greta enfadada.

-No dejaba de preguntarme si necesitaba ayuda. Ya no sabía cómo quitármela de encima. Por cierto, me ha parecido que arrancabas el coche.

-Sí, he ido a darle la vuelta -mintió Greta. -Ya he solucionado lo del golpe en el coche.

Julio prefirió no preguntarle nada. Anduvieron en silencio y vieron como el charco de sangre que rodeaba la cabeza del hombre desaparecía poco a poco. Las ruedas y las marcas de los neumáticos se limpiaban con la lluvia, que arrastraba la sangre montaña abajo. Olía a humedad y a pino. Ambos se metieron en el coche y esperaron mirando la carretera que estaba totalmente a oscuras y tenía un aspecto de película de terror. Durante media hora permanecieron en silencio pensando en lo que había pasado. Sentían una mezcla de pesadumbre, culpabilidad y alivio que ninguno de los dos sabía cómo gestionar. Finalmente, Juan cogió su teléfono y llamó a la policía. Explicó que habían encontrado un hombre tirado en la carretera y que creían que estaba muerto. Colgó el teléfono.

-Dicen que nos quedemos aquí hasta que vengan -explicó Juan.

Siguieron mirando como la lluvia caía sobre la carretera. Hacía cada vez más frío.

-No quiero volver a hablar de esto nunca más -confesó Greta. -Quiero pensar que no ha ocurrido y si alguna vez me viene a la cabeza me obligaré a pensar que ha sido una pesadilla.

Juan la miró y no contestó.

-Cuando venga la policía déjame hablar a mi -añadió, y no dijeron nada más.

Pasado un rato vieron los faros de la policía llegando. Pararon el coche enfocando el cadáver con las luces del coche y bajaron dos policías. Detrás había una ambulancia y bajaron dos técnicos. Corrieron hasta donde estaba el hombre. Uno de los policías se quedó con ellos y el otro se acercó hacia Greta y Juan. Greta bajó la ventanilla y empezó a llorar. Juan la miró desconcertado.

-Buenas noches. ¿Están todos bien? -preguntó el policía.

Greta asintió.

-¿Qué ha pasado?

-No lo sé. Estaba conduciendo para ir a casa de mi padre y pasamos junto a...-Greta rompió a llorar de nuevo.

-Está bien. Tranquilícese. Necesitaré su documentación y el nombre de ambos, por favor. Y su número de teléfono.

Greta abrió el bolso con las manos temblorosas y sacó su DNI. Juan también se lo dio al policía y éste los apuntó en una libreta. Greta le dictó su móvil y el policía lo anotó también. Juan miró por el retrovisor y vio como tapaban el cadáver y acordonaban la entrada de la curva. Su corazón empezó a latir con fuerza. Sentía una opresión en el pecho que apenas le dejaba respirar. Greta se secaba las lágrimas mientras contestaba a las preguntas del policía. Juan cogía aire por la nariz y lo soltaba por la boca lentamente intentando calmarse. Recordó el mordisco del perro y notó un intenso dolor en el tobillo. Se preguntaba a si mismo si habían hecho bien al mentir. Sentía que Greta estaba demasiado calmada después de todo lo que había pasado y que, de algún modo, eso no estaba bien. Sentía que no la conocía y creía que si confesaba en ese mismo instante todavía estarían a tiempo de arreglarlo. El policía se alejó. Juan no había oído nada de la conversación y el sonido de un trueno le devolvió a la realidad. Greta le miró a los ojos.

-Tenemos que seguir con esto -susurró Greta seria.

-Creo que no puedo...-se limitó a decir Juan.

-Cariño, ya casi está.

Greta acarició a Juan y él se relajó. Para Greta era todo cuestión de supervivencia. Si mentían se librarían de todo y fingirían que no había pasado nada. Ella sabía que no lo olvidaría jamás pero pensaba que si no le daba tanta importancia no le afectaría. Estaba equivocada. La lluvia era cada vez más fuerte.

El policía volvió hacia el coche junto a su compañera.

-Tenemos que pedirles que vengan con nosotros -dijo ella con una voz chillona.

-¿Qué pasa, papá? -preguntó Julio despertándose en el maletero. El policía miró al niño y luego a sus padres. Juan volvió a pensar en Julio y cómo no quería acabar con su inocencia.

-Nada, cariño -contestó Greta. Sonrió a los agentes. -Estaba muy cansado y le gusta dormir en el maletero.

-Debería ir sentado en la sillita y con el cinturón de seguridad -dijo la policía.

Juan despertó de nuevo de su letargo y salió del coche para sentar y abrochar a Julio.

-¿Es necesario que vayamos ahora mismo? El niño está muy cansado.

-¿Han podido salvar al jabalí?

Los policías se miraron el uno al otro. Greta se rió.

-Julio tiene unos sueños un poco raros -le guiñó un ojo al policía.

-Papa, tengo mucho sueño y quiero irme de aquí -se entristeció Julio.

Greta bajó del coche.

-Quiero llevarme a mi hijo de aquí. Tienen mi teléfono, si necesitan cualquier cosa me llaman. -Suplicó...

-Sí, es mejor que no vea nada de esto -convino el policía.

-Por cierto, he golpeado a un perro al ver al hombre tirado en la carretera. Me he asustado y ni lo he visto -explicó Greta.

El policía miró hacia adelante en la carretera y vio algo tirado en medio.

-Está bien que nos lo haya dicho.

Greta se sentó en el asiento trasero junto a Julio y Juan se sentó de piloto.

-Estén atentos al teléfono -dijo la policía.

Se alejaron bajo la lluvia.

Juan arrancó el coche mientras oía a Greta explicarle a Julio que había estado soñando y que había tenido una pesadilla. Julio no se sentía cómodo junto a su madre después de las cosas raras que había estado haciendo.

A Juan no le pareció bien que su mujer mintiera a su hijo aunque prefería eso a que recordara a su madre con la cara manchada de sangre. Empezaron a alejarse del accidente. Dejaron atrás las luces del coche de policía. Juan pensaba en cómo había reaccionado Greta después de todo aquello, le daba miedo su mujer y la frialdad con la que había actuado. Había matado a un hombre y parecía estar orgullosa de ello. No conocía a la persona con la que se había casado, a la madre de su hijo y eso siempre lo llevaría dentro en silencio.

Greta pensaba en lo bien que había hecho al reaccionar de una manera tan rápida ante una situación tan estresante como aquella. Una pequeña parte de ella siempre recordaría que había matado a un hombre y lo había encubierto. Sin embargo, otra parte de ella sentía que era capaz de hacer muchas más cosas de las que creía. No se sentía bien consigo misma pero sentía que había aprendido muchísimo de aquello y, al fin y al cabo, había sido un accidente.


Feliç Sant Jordi 2020






21 de Abril de 2020 a las 20:05 0 Reporte Insertar Seguir historia
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