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CAPÍTULO PILOTO



Era una tarde soleada, reflejos de agua en las paredes del edificio y mosquitos atrapados en las redes de las ventanas, cegados por la inmensa cantidad de sangre contenida en los animales de granja. Vacas mugiendo y cerdos comiendo, un supervisor asegurando que los trabajadores cumpliesen con sus obligaciones. Y, de repente, una cabellera naranja calabaza asomándose entre la maquinaria de cuestionable calidad llamaba su atención.

Los trabajadores no deberían merodear por esa zona.

El supervisor se acercaba a paso autoritario a la sospechosa, para descubrir su identidad: Iona, una chica huérfana que habían contratado recientemente a petición del dueño del terreno, Velour, quien hubo perdido a su hija no muchos tiempo atrás. No entendía por qué. Había más formas de lidiar con la pérdida de un ser querido, así como con la profunda herida que dejaba tal evento. Esa chica no tenía experiencia alguna en la cría de animales para consumo humano, ni mucho menos en la reparación de las máquinas que facilitaban su trabajo a pesar de jurar ser puramente tradicionales en su eslogan.

Con una rítmica y potente tos falsa, la cabellera que tenía delante reveló el rostro que ocultaba, expresión que chillaba lo consciente que era su dueña de lo mucho que la había cagado. Tras ella, cables esparcidos por el suelo y unos alicates.

Crecientes marcas de enfado se reflejaban en su rostro a la par que señalaba la evidencia:

— ¿Qué haces con eso? - preguntó, aunque ya se hacía una clara idea de la respuesta. Nerviosa, Iona comenzó a sudar, intentando ocultar el sabotaje con su cuerpo, en vano.

— ¡Nada! Er… ¡¡Sólo estaba comprobando que la maquinaria funcione bien!! - mintió, transparente como un cristal. El supervisor, cual niño pequeño al que su madre intenta darle verduras, no se tragó su excusa. Una risa nerviosa escapó de la garganta de la pelirroja, dictando su sentencia.

— Ven conmigo. - comandó el hombre, sin tiempo para tonterías, agarrando la muñeca de la saboteadora para llevarla ante el jefe. Sin embargo, nada más separarse un poco de la pequeña zona, las máquinas estallaron en una ruidosa explosión. La fuerza de ésta les hizo caer al suelo unos metros más adelante. Poco pudo ver el supervisor de la granja, salvo una silueta corriendo hacia la puerta de salida.

≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪

El edificio en llamas era ya una mera silueta en el horizonte. La traidora frenó en seco ante tal vista. No pensó que acabaría de aquella forma, al menos no entraba en el trato. ¿Cuántas personas habrían resultado heridas por la explosión? ¿Cuántos animales serían incapaces de escapar, víctimas de la estructura de la granja? Miró sus propias heridas, causadas por la metralla que rozó su piel en la huida. Las personas que seguían allí estarían mucho peor.

¿Cuánto daño había hecho?

Iona no era la clase de persona que perjudicaba a los demás por su propio beneficio. Se suponía que cortar y mover unos cuantos cables sólo iba a empeorar el rendimiento. Sería una llamada de atención al terrateniente, que acaparaba todas las ganancias y apenas permitía a sus trabajadores llegar a fin de mes.

Al menos eso le habían dicho.

Cansada y adolorida, hizo un último esfuerzo por llegar al lugar de encuentro: un coche viejo abandonado cerca de la carretera. Allí, una mujer vistiendo un traje formal la esperaba, maletín en mano, la promesa de una nueva oportunidad laboral con un salario más humano pero, ¿a qué precio?

Traicionada, la pelirroja cargó contra la empresaria, quien apenas notó el golpe. Impertérrita, se limitó a entregarle el maletín e irse andando en dirección opuesta, con un seco “Buen trabajo” que hizo que el alma de Iona se cayese al suelo.

No tenía fuerzas en ella para abrir aquel maletín. No quería dinero sucio, ni un trabajo mejor a costa de sus antiguos compañeros. Con gran impotencia y lágrimas en los ojos, tiró su “recompensa” al suelo con todas sus fuerzas.

Destrozada, arrepentida. Así se sentía Iona en aquellos momentos. Pero sobre todo, se veía como un caso perdido. Ya no podía volver, nadie le creería. Su única opción era empezar de cero muy lejos de allí pero, ¿dónde?

En su penumbra, decidió seguir la carretera. Puede que no tuviese un destino claro, pero estaba anocheciendo y no podía permitirse dormir a la intemperie.

Tras largos minutos, divisó una forma luminosa a lo lejos, asomándose por el horizonte a la izquierda del camino. Cegada, eligió su destino: la ciudad.

Allí podría empezar de nuevo, encontrar nuevas oportunidades laborales y seguir su vida como le gustaría.

Sonriendo llena de esperanza, Iona aceleró en sus pasos, corriendo hacia la luz alentadora que la llamaba.

Con cada pulsación de su corazón estaba más cerca de las grandes oportunidades que la esperaban. Corrió y corrió, hasta alcanzar finalmente uno de los suburbios.

Iona no podía quitar su vista del cielo, ocupado por enormes edificios iluminados con colores de neón. Maravillada, caminaba sin rumbo por las calles de la ciudad. Chocaba con algún que otro transeúnte, pero los insultos que le gritaban caían en seco antes de llegar a sus oídos. Estaba enamorada de todo lo que veía frente a ella, desde el vagabundo de la esquina hasta el hombre de negocios que entraba al TechnoBurger de enfrente.

Tanta era su ilusión por un mundo tan nuevo, que no se percató de lo tarde que era hasta que el primer bostezo de la noche se hizo oír.

Ya era hora de encontrar un lugar donde dormir.

La euforia fue desvaneciéndose paulatinamente, según la pelirroja se iba dando cuenta de que, posiblemente, le tocaría dormir en la calle. Buscó con la mirada algún hotel, albergue, lo que fuera… pero sólo veía grandes edificios de oficina y algún que otro restaurante de comida rápida.

Tras caminar unos minutos que se le hicieron eternos, tiró la toalla y se acurrucó frente a un Mercanaje 24h.

Trató de conciliar el sueño, sin nada con lo que cubrirse, tiritando por el frío de la noche. Y fue cuando sus pensamientos viajaban al terreno abstracto que un señor le tendió su mano:

— Una chiquilla como tú no debería pasar la noche aquí. Ven. - dijo, voz serena y mano ayudando a la agotada Iona a levantarse. No tenía a dónde ir, ¿qué más podía perder siguiendo a aquel anciano?

Tras atravesar varias calles juntos, la ex-granjera no pudo contener más su curiosidad.

— ¿A dónde me lleva, señor? - preguntó educadamente, como le hubieron enseñado en el orfanato años atrás.

— Ya estamos aquí. - fue su respuesta, presentando la entrada a un pequeño edificio que destacaba por su vejez, pero sin dejar de mantenerse oculto entre las grandes construcciones que lo rodeaban. Nada más decir esto, dio media vuelta y abrió la gran puerta de entrada. Tras ella, un grupo de unas 15 personas miraba hostilmente a la nueva inquilina, quien destacaba por su cabellera en la oscuridad de la noche.

Iona se sintió algo intimidada por el rudo aspecto que portaban todas aquellas personas, con sus extremidades metálicas y sus miradas desconfiadas. No obstante, optó por aceptar el riesgo y adentrarse en la sala. Puede que la amable sonrisa del anciano que la encontró le diese esperanzas.

— ¿Quieres un té, bonita? - ofreció, dirigiéndose a la “cocina”, una esquina de la enorme habitación que tenía una encimera y un microondas. Algo le decía a la pelirroja que si dijese que no, le prepararía la bebida de todos modos. - Sólo me queda té negro de GearTea, pero te aseguro que con un poco de azúcar sabe mejor. - se disculpó, aunque Iona ni siquiera conocía la marca que mencionó.

Así, bajo la atenta mirada de los otros inquilinos, la chica se tomaba su infusión sentada en el único sofá de la estancia. Mientras, el amable señor subió las escaleras al segundo piso, posiblemente donde residía él.

— ¿Te has escapado de tu palacio, princesita? - escupió a carcajadas un hombre sin piernas, el resto de su cuerpo casi totalmente robótico. - ¡Voy a llamarte Fitzroy! - como una manada sigue a su líder, los demás se rieron con él, aportando no tan ingeniosos insultos para acompañar.

— Seguro que viene buscando una “aventurita”, ¡son todas igual de zorras! - fue la aportación de un individuo enmascarado. El público estalló en crueles risotadas esta vez, disfrutando de la humillación a la que sometían a la pelirroja, quien optaba por tratar de ignorar el ambiente hostil.

— Venga, tíos. No os paséis, ¿no veis que se puede poner a llorar en su primer día? Guu guuuu~ - ladró un hombre con un enorme brazo biónico. Se acercó a Iona imitando pobremente el lloriqueo de un bebé, intentando sacarla de sus casillas. Sin embargo, la chica se levantó del sofá, taza de té en mano y sin decir una sola palabra, para dirigirse a una de las esquinas de la habitación y sentarse en el suelo. No tenía tiempo para esas cosas. Sólo quería terminarse su infusión y dormir.

Gravemente ofendido por ser ignorado, la siguió de cerca, soltando comentarios cada vez más absurdos. Iona continuaba impertérrita, intentando no escuchar lo que le decía.

Sin embargo, fue cuando soltó un comentario sobre sus padres que su acto de desinterés cesó. La pelirroja se levantó frente a él y lo desafió.

Ante esto, el rebelde le asestó tal golpe con su brazo mecánico que la dejó inconsciente, enfurecido por su atrevimiento.



Silencio absoluto en la sala, todos los inquilinos de la estancia se dispersaron, ignorando el cuerpo sangrante que yacía en el suelo como si nada. Un hombre de aspecto elegante y alguna que otra extremidad robótica se sentó en el suelo y empezó a repartir cartas entre los que le siguieron y se colocaron a su alrededor. Otro de los residentes intentaba encenderse un cigarrillo sin cortarlo con sus afiladas garras de metal.

Posiblemente por el sospechoso ruido seguido del silencio abismal, el casero bajó de nuevo al primer piso, ojeras en los ojos y ganas de dormir, pero preocupación reflejada en su mirada. Y con razón, lo primero que vio fue a Iona, inconsciente en el suelo.

Alarmado, se puso un abrigo todo lo rápido que pudo y sacó su cuerpo a rastras del lugar, dirección al centro de salud más cercano.

Tras caminar con gran esfuerzo por unos minutos, llegó a la puerta de urgencias, donde los enfermeros le obligaron a salir del recinto y volver a su casa a la par que se llevaban a la chica en una camilla.

Todo lo que Iona podía ver eran manchas de luz y oscuridad, sin llegar a diferenciar formas. Podía oír lo que parecía ser una discusión calmada entre dos personas. Por el tono de voz, parecían estar muy cerca de ella, pero a pesar de ello la pelirroja no era capaz de discernir lo que decían.

Iona desconocía por completo lo que le depararía el futuro, era completamente inconsciente de lo que acababa de pasar, y sin duda, no sabía lo que estaba por venírsele encima. Después de la operación, Iona fue puesta con otros sujetos, personas, con los cuales el centro de salud había experimentado. Tuvo la ocasión de conocer a X368, o al menos así era como los “jefes” de aquel desmesurado lugar llamaban a este sujeto. Iona había oído hablar de él, uno de los primeros en entrar y en volverse loco en este sitio. Iona, debido quizás a su incesante curiosidad, sintió la necesidad de acercarse a ese ser y conocerlo mejor.
- Hola – dijo Iona mientras curioseaba. X368 no dijo nada, se dispuso a seguir comiendo mientras ignoraba a Iona. Sin embargo, ella continuó hablando como si no le hubiera oído, aunque bien sabía Iona que aquel extraño la estaba ignorando: - Me llamo Iona – Aquel personaje parecía estar sordo, pues por mucho que Iona tratara de captar su atención, parecía mirar hacia otro lado, como si quisiera evitar cualquier contacto con otro ser de aquel condenado antro. Tras un rato insistiendo Iona formuló su última pregunta, con la esperanza de que el desconocido hablara al fin: - ¿Cómo te llamas?- Repentinamente aquella persona giró la cabeza hacia Iona, y con una mueca cansada, seguramente creyendo que Iona no pararía, contesto: -Sujeto número X368-
Iona quedó decepcionada, pues esperaba un nombre real, no un dichoso número de fábrica. Iona contesto algo cabreada -No quiero saber el nombre de fábrica que estos monstruos con bata te han puesto. Supongo que tendrás algún nombre de verdad, como Henry, o Charles…- X368 la paró repentinamente, como si aquello le ofendiera.
X368 contestó lentamente: - Solo llámame X368.
A pesar de la determinación de Iona por hacer que X368 hablara, sus intentos fueron en vano, pues X368 había estado aislado tanto tiempo en aquella prisión que llegó a considerarla un hogar, verdad que Iona no alcanzaba a comprender. A pesar de que X368 tuviera una mentalidad tan cerrada, Iona estaba dispuesta a darlo todo por escapar de aquel lugar tan horrible, y pensaba que X368 también merecía una oportunidad de escapar de aquel infierno. Pasaron días, Iona cada vez estaba peor, tenía pesadillas en sus sueños, deja-vus constantes que no podía explicar, y que, por algún motivo, todos se cumplían. Cada día que Iona pasaba en aquel antro, su mente se deterioraba, a ese paso, hasta el más corto de mente podía comprender que acabaría muy mal parada. Por alguna razón, X368 comenzó a compadecerse de aquella chica tan encantadora a la que había rechazado unos días atrás, quizás por comparación a su historia pasada, o puede que, aunque él pensara que no valía nada, el hecho de que otra persona creyera en él, le diera suficientes fuerzas como para seguir adelante y salir de aquel pozo tan profundo en el que había caído tantos años atrás.
Una tarde en el comedor, X368 se acercó a Iona, e hizo que, con una sola palabra - Te ayudaré – La cara de Iona cambió de una expresión que transmitía angustia y tristeza a una repentina sonrisa mostraba gratitud y serenidad.
X368 conocía aquel lugar como la palma de su mano, y sabía ciertos puntos ciegos que hasta los guardias más veteranos desconocían. Planificaron el plan de huida durante 5 días. X368 no permitiría que nada malo le pasara a Iona, X368 sabía que aquella chica merecía un sino mejor que este. Al anochecer del sexto día comenzó la huida. Al poco de forzar las celdas, comenzó a sonar una alarma ensordecedora que delataba su plan inicial, rápidamente, todo tomaría un rumbo distinto. La fuga del centro significaba la muerte, era un riesgo que debían correr para poder escapar. Repentinamente, Iona se desmalló, cayendo desplomada al suelo. X368 corrió a socorrerla, pero Iona se levantó rápidamente como si de una pesadilla se hubiera levantado. Rápidamente bajó la cabeza a X368. Una bala surcaba el aire teniendo como objetivo la cabeza de X368, si no hubiera sido por Iona, X368 habría muerto.
Una vez escaparon, X368 no podía comprender los reflejos inhumanos de Iona. - ¿Cómo lo has sabido? -. Iona respondió de forma rápida y un poco asustada. - No lo sé, me desmayé, lo soñé y de repente desperté, algo dentro de mí sabía que tenía que hacer caso a ese sueño. De la nada una voz surgió en la cabeza de Iona. De nada, por cierto -. No sabía de donde venía aquella voz, y sin duda estaba asustada. - ¡¿Quién ha dicho eso?! -. X368 que era ajeno a la situación de Iona, respondió como cualquier persona habría hecho en su situación. - ¿Quién ha dicho qué? Estamos tú y yo solos aquí -. Aquella voz volvió a manifestarse en la cabeza de Iona. - Por tu propio bien, es preferible que no le digas nada -. Iona no sabía qué hacer, mentir a su amigo, o dejar que la voz de su cabeza decidiera por ella, ciertamente Iona pensaba que estaba loca, que aquella operación la dejo tocada de alguna manera, sin embargo, algo dentro de ella sabía que tenía que hacer caso a aquella vocecita. – Y bien -. Contestó X368 esperando una contestación. Iona, despistada por la decisión que tenía que tomar, giró la cabeza en dirección a X368.-No es nada, gracias por preocuparte-.

Iona recordó que X368 no tiene nombre propio, y sabe que él agradecería un rasgo personal después de ser un “preso” durante tantos años. Por cierto, no podemos seguir juntos…
X368 cortó repentinamente a Iona. - ¡¿Por qué?! -. Estaba profundamente ofendido, no podía comprender la actitud de Iona, después de haberse abierto a ella, le estaba abandonando. Iona rápidamente puto la mano sobre el hombro de X368.- Déjame terminar (sonríe). No podemos seguir juntos hasta que tengas un nombre -. Iona realizó una pequeña pausa. -Qué te parece Gael-. Una sensación de orgullo inundó a X368 al oír aquél nombre. -Me gusta, parece un nombre poderoso-. A Iona le encantó que Gael recibiera el nombre de buen gusto. Lo que ella no sabía es que aquella persona cerrada y tocada por heridas del pasado, se convertiría en su futuro mejor amigo.
Mientras que Iona y Gael se disponían a empezar sus nuevas vidas, el jefe de la mafia había sido informado de lo ocurrido en el centro de salud. Lo que nuestros dos amigos ignoraban, era que el jefe de la mafia era el mismo jefe anterior de Iona en la granja, Ronald Velour.


27 de Enero de 2020 a las 13:58 0 Reporte Insertar Seguir historia
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SELMIJO TEAM Somos un equipo de 4 personas: 2 escritores (Jorge y Miriam) y 2 ilustradores (Elena y Sergio).

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