Luis de Villa volvía a su pueblo natal de Castilla, tras haber trabajado en París como profesor de Historia. Quería volver a su país, a la tierra que le vio crecer, así que cogió sus maletas y regresó. Con la excusa de crear un árbol genealógico, tomó rumbo a su pueblo.
Aparcó delante de la iglesia. Preguntando a su madre había reunido ya el nombre de tres generaciones que le precedieron, pero la mujer ya no sabía más, así que investigó un poco y dio con la diócesis del pueblo. Estos tendrían los registros de los nacimientos y defunciones de sus antepasados. Se bajó de su Ford negro y respiró el fresco olor rural. Cerró el coche y subió a saltos los escalones. Ante él se imponía una antigua iglesia de origen prerrománico. La puerta estaba abierta, por lo que entró. El olor a incienso inundaba el templo, al final de la nave central estaba la figura de una virgen. Observó como el sacerdote se acercaba a él.
-Buenos días, soy Luis de Villa, creo que hablé con usted la semana pasada - saludó, mientras le extendía la mano al sacerdote.
-En efecto, quería usted revisar el registro de la iglesia, ¿verdad? - respondió el sacerdote mientras se la estrechaba.
-Correcto.
-Sígame -. Le condujo por la nave central y ante la virgen hizo una reverencia, después giró a la izquierda y se adentró en la sacristía. El espacio donde se hallaban era reducido. Las blancas paredes estaban mohosas y tenían colgados crucifijos e imágenes de santos. Había una estantería con viejos libros y una mesa de madera con dos sillas, una enfrente de la otra.
-Por favor, siéntese.
Luis de Villa obedeció y miró como el sacerdote buscaba entre viejos papeles.
- ¿Puede repetirme su apellido o el apellido que tengo que buscar?
-De Villa.
El cura repitió el apellido dos veces como si quisiese llamar al papel, y al final encontró varios papeles, que fue posando sucesivamente en la mesa.
-Creo que ya está -.Se sentó en la silla y sonrió.
Luis cogió los papeles, sacó su libreta y comenzó a anotar los nombres de sus predecesores. El apellido de Villa se repetía mucho.
-Parece que hubo muchos de Villa, en el pueblo -bromeó.
- ¿De villa? -el párroco meditó. -Creo, que la villa palaciega que hay en las afueras del pueblo era propiedad de la familia "De Villa".
-Me acercaré allí, para echarle un vistazo.
-Me temo, que solo encontrará fantasmas y ruinas. La villa se quemó en 1800 y nadie se molestó en reconstruirla.
-Es una pena - reparó Luis y siguió con su trabajo. Se detuvo en unos papeles, y miró los nombres: Marcos de Villa y Luz Pérez; continuo con los padres de Marcos, este era hijo de Tomás de Villa y Julieta de Agreste -. ¿De Agreste? Suena un apellido importante.
- ¿Ha dicho de Agreste? Me suena el apellido -. Se levantó y sacó un viejo tomo. - Es de tiempos de la Inquisición, ¿sabe ?. Todos los juicios están anotados. ¿Cómo era el nombre?
-Julieta de Agreste, estaba casada con Tomás de Villa.
-Aquí está. Julieta de Agreste fue juzgada por el delito de brujería y de judaizar.
-Era una judía conversa - lo apuntó en su libreta. - ¿Qué pasó con ella?
-La sometieron al juidicium aquae frigidae y murió ahogada en el río.
Asintió. El sacerdote le dio las señas de donde se decía que vivía.
-Solo encontrará ruinas, pero si le gusta la historia quizás encontró algo útil.
Luis de Villa le dio las gracias y se encaminó a su coche esperanzado. Condujo hasta la dirección indicada y se posó. Caminó por las antiguas calles del pueblo, todo estaba igual que hace 600 años, todo menos la casa de Julieta de Agreste. En el lugar donde debía estar esa casa, solo quedaban ruinas, pero aún se podía apreciar la estructura. Recordó asombrado que aquel lugar había sido objeto de leyendas, " El hogar de los fantasmas" la llamaban. Se adentró en las ruinas de piedra, era sorprendente que siguiese en pie después de tanto tiempo. En esa misma casa había comenzado su linaje, y él sin saberlo. Observó minuciosamente las paredes que le rodeaban y se percató, que una piedra del suelo estaba levantada. La levantó con cuidado, y temeroso de descubrir lo que habría debajo, quitó la piedra, y vió un conjunto de viejos pergaminos. Los recogió cuidadosamente, en el primero estaba escrito en nombre de Marta de Villa. Intentó recordar el nombre y dio con la respuesta: la hermana de Marcos de Villa. Lo ojeó un poco por encima y se dio cuenta que lo que tenía entre sus manos era la historia de Julieta de Agreste. Se fue corriendo al coche. No cabía en su júbilo. Un testimonio real. Iba a saber más de sus antepasados. Estaba impaciente por llegar a casa y comenzar a leerlo.
Llegó a casa y se sentó en el sofá, cogió los pergaminos y comenzó a leer.
Gracias por leer!
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