annbennu Elsa Felce

[Pro • pin • qui • ty] Noun. It refers to the physical or psychological proximity between people. A skinship, or similarity in nature between two things. Sustantivo. Se refiere a la proximidad física o psicológica entre personas. Un lazo, o similitud en la naturaleza de dos cosas. ❝ Esas pecas te hacen ver como una galaxia llena de estrellas, esperando por ser explorada y amada. ❞


Fanfiction Anime/Manga Todo público.

#knb #kuroko-no-basket #oc #original-character
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Capítulo único

I.

Kai conoce a los gemelos por insistencia de Kise. No es muy fan de reunirse en grandes grupos, y menos cuando se trata de toda la Generación de los Milagros, sus novias, y además el agregado de esas dos personas que jamás había visto con anterioridad.


Llega sin saber que son dos, y que son exactamente iguales. Se presenta ante el primero, el de gestos maliciosos, pero no ve al segundo alrededor así que asume que no ha ido. Como en todas las reuniones, se sienta alejada del resto del grupo, de los sonidos estruendosos que tanto le molestan, y los observa. Una persona se acerca casi con sigilo, como cuando quieres acercarte a un gato desconocido y no te gustaría que saliera huyendo; y ella no se molesta ni siquiera en esconder la sorpresa al ver su similitud.


A penas y sí se da cuenta, que la expresión del segundo es un poco más tranquila -sigue siendo maliciosa- que el primero. Aún así, se siente más cómoda con él.


II.

No puede evitar sonreírse cuando le invita a tomar un helado, y es que de cierta manera, siente que no es coincidencia haberlo encontrado en el parque. La pesadez anterior desaparece cuando empieza a caminar a su lado hablando de temas superficiales, sin importarle si Ryota tenía un partido ese mismo día, tampoco si le había prometido ir, y por supuesto, que tampoco le importaba ya si llegaba tarde.


De alguna manera, Kento -quien después descubriría que era el gemelo mayor, y no el menor, como pensaba- la hacía flotar en una nube. A lo lejos allá entre sus pensamientos, una fugaz voz le dice que está mal, que él es demasiado mayor, pero prefiere ignorarlo.


En algún punto llega a estar de acuerdo con ese viejo dicho, el que reza "la ignorancia es felicidad".


III.

—Que coincidencia —sonríe, y sabe que sus ojos brillan de forma descarada cuando alza la mirada para ver un rostro pecoso a un lado. Está recostada contra un árbol bajo la sombra leyendo "las mil y una noches", cuando escucha la voz de Kento resonar con un leve timbre irónico.


Las coincidencias no existen -piensa- porque de hace un tiempo para acá está firmemente convencida de que todo pasa por algo.


Kise aún estaba enojado por dejarlo embarcado días atrás, y comenzaba a prepararse para dejarlo embarcado de nuevo. No sabe qué es lo que tiene, qué es lo que hace o cómo es que lo hace, pero ese hombre de ojos claros y hombros manchados de pecas siempre logra retenerla, contra todo pronóstico. No quiere terminar de admitir que le gusta estar con él, que le gusta él, porque está plenamente consciente de que no es correcto: ella tiene muy poca edad, y él es demasiado mayor.


— ¿Seguro que lo es o sólo quieres hacerlo parecer así? —Se le escapa, no puede retener las palabras entre sus labios. De cierta forma no reconoce su propia voz, no es normal en ella el timbre coqueto con el que resuena cada letra.


Kento sonríe, sonríe porque sabe que ella piensa lo mismo, que eso está mal y no debería ser así, pero tampoco le importa; y él no era quién para impedir algo que ambos buscaban.


— ¿Qué suena más adecuado? —Ella no responde, y él no espera respuesta, antes de sentarse a su lado en el árbol, tan despreocupado como sólo los de su apellido pueden ser.


IV.

Se ha hecho costumbre, encontrarse bajo ese árbol, en días específicos, a horas específicas. Es un acuerdo al que llegan sin hablar, sin planear, simplemente pasa, como el momento en el que ella empieza a leer para él. Como el momento en el que Kento empieza a perderse en sus palabras y el sonido de su voz, sin darse cuenta, hasta que es demasiado tarde, que ha llegado a un punto en el que no puede dar marcha atrás.


V.

Intenta negarlo. Intenta dejar de pensar en eso, intenta huir, pero no puede, sabe que no puede mentirle a su hermano. No le extraña que Takeshi ya lo sepa, ni que le reclame, que intente hacerlo entrar en razón.


— Ella es muy pequeña —le recuerda, pero no le hace caso, porque a pesar de que se lo repitió infinidades de veces en su cabeza, terminó por pasar.


Al final simplemente le asiente, y se encierra en la habitación, se tortura con sus propios pensamientos acerca de lo horrible persona que es y del asco que da que piense de la forma en que lo hace. Llora y se desespera, se auto-regaña, pero sabe que de nada va a servir, que todo va a ser en vano.


Al final, al día siguiente, va a acudir a ese árbol, y cuando vea los ojos de Kai y su brillo, va a mandar todo al diablo, como lo hace cada vez que la ve.


VI.

Llega más temprano ese día, se sienta y comienza a llorar, más por el remordimiento de conciencia que le causa lo que hace, que por lo que Kise le gritó cuando se enteró de lo que sentía más temprano. No le importa lo que le digan, no le importa lo que piensen, porque ella ya lo ha decidido: le gusta Kento y ya, ¿qué puede hacer? Más temprano que tarde se dio cuenta de que era inútil, estúpido pelear contra la corriente, de todas formas iba a terminar ahogada.


Ahogada está cuando él llega al sitio de encuentro y la mira con gesto altamente preocupado. Ella nota sus ojos rojizos; también estuvo llorando, se pregunta por qué, pero cualquier cuestionamiento queda en el fondo de su mente cuando le enjuga las lágrimas con un roce delicado en la mejilla. Reemplaza los dedos por los labios, le llena de besos la cara, la hace sentir nerviosa, ansiosa, intimidada, con mariposas revoloteando por todos lados en el interior; pero no dice nada, no se mueve, no lo rechaza.


En cambio lo acepta, y le corresponde: un par de miradas culpables chocando y mezclando el mal sabor de boca, el mismo sentimiento incorrecto inundando los pensamientos, y sin embargo, todo aquello queda atrás, muy lejos, cuando ambas bocas se juntan en un roce casi igual al de sus dedos contra las mejillas. Siente como si fueran pétalos de rosas acariciándola, suave, delicado, y sabe, sabe que ni auque lo desee con todas sus fuerzas, ni aunque decida salir huyendo, puede escapar.


Desde el inicio, nunca quiso escapar.

12 de Enero de 2020 a las 22:46 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

Conoce al autor

Elsa Felce Elsa, pero no la reina de Arrendelle. 1997 • leo; ascendente libra. bilingüe; intento de editora en aprendizaje; intento de escritora por hobbie; multifandom af. » Llegas al corazón de los demás si arrancas pedazos del tuyo.

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