Ciertas fantasías suelen divagar entre los hechos menos relevantes de nuestra cotidianidad, sumando pasos que nos acercan aun más al infinito y hacia todo aquello que no solemos repetir. Claro está, que las hazañas no se renuevan de las mano de las mismas compañías, sino de los acontecimientos a los cuales estamos atados y de los que esperamos la absolución de nuestros "errores". He ahí la respuesta, atada bajo la expectativa de un resultado el cual reconocemos nefasto, siendo una vez más verdugos de nuestro triste futuro, complacidos por la monotonía y subyugados ante ilusiones.
Imaginarios y por lo tanto efímeros, somos forzados a realizar un cambio miserable capas de mutar aquella peculiaridad que nos distingue, intentando recrear acontecimientos insignificantes y que están fuera de la trascendencia. Obligados a reincidir en las mismas palabras tan solo por aceptación, olvidando la indiferencia y la enemistad que da como resultado aquel conjunto de contextos sobrantes, donde un anhelo inalcanzable nos aísla del progreso. Naturalmente desconfiamos de cualquier palabra de alivio que nos ayude a escapar de nuestra eterna confrontación, es por ello, que surcamos el pasado y los recuerdos de otros en busca de nuestro nombre, estancándonos en todo pensamiento del cual fuimos inadvertidos. Por lo tanto, somos coleccionistas de lo ajeno, de lo que destruye y recrea infinitas veces, de todo lo que ha dejado un huella en la naturaleza sin su permiso.
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