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Luis Grado


La ciudad ha crecido demasiado en tan pocos años. Una famosa cadena comercial compró los derechos del terreno donde se ubica el primer cementerio que existió en esta región. Ahora parece que las almas que descansaban allí se han disgustado.


Horror Historias de fantasmas Sólo para mayores de 18.

#cementerio #fantasmas #terror #espíritus
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I

Nicolás escuchó un ruido a sus espaldas. Estaba a punto de dormir y ese ruido lo exaltó. Miró el reloj de su SmartPhone, eran las 2:37 de la madrugada. Apagó la pantalla y volvió a cerrar los ojos con la esperanza de dormir. Unos segundos después volvió a escuchar el mismo ruido.

La primera vez no le había prestado importancia, pues pensó que era un ruido normal, nada de qué preocuparse, a veces los muebles hacen ruidos raros. Pero que escuchara ese ruido una segunda vez, y esta vez más cerca, lo puso un poco nervioso. No quiso mirar, tenía sueño y necesitaba dormir, sería un día ocupado y necesitaba estar en su máximo rendimiento, los centros comerciales no se construyen solos.

Intentando dormir de nuevo escuchó una especie de susurro ronco, eso provocó que se le pusieran los pelos de punta y comenzó a sudar frío. No había duda que algo estaba detrás de él o ¿acaso era sólo su imaginación? Tal vez tan sólo estuviera soñando, aun así, no se movió.

Detrás de él escuchó su cama rechinar, también sintió como si alguien se hubiese sentado del otro extremo. Ahora el corazón se le había desbocado, podía sentirlo en sus oídos y comenzó a sudar aún más. No te muevas, pensó, no te muevas, no te muevas. La cama se movió más, algo avanzaba hacia él, podía sentirlo a través del colchón, avanzaba suave y casi sin hacer ruido. Nicolás estaba tan asustado y tenso que sintió un calambre en uno de sus hombros, no sabía exactamente cuál, pero le dolía bastante, aun así, no se movió.

Sintió una cálida respiración en su oído izquierdo. Mierda, pensó, ¿qué hago? ¿Y si es un asesino? ¿Un fantasma? No, los fantasmas no existen, ¿o sí? Nicolás no creía en cosas paranormales, lo más seguro es que fuera un asesino, y si no hacía nada lo iba a pagar muy caro, probablemente con su vida. No podía permitir eso, tenía una familia que dependían de él. Una esposa y dos hermosos hijos que lo esperaban en casa, a kilómetros de distancia. Tenía que actuar, era pelear o morir.

Pagarán —dijo una voz ronca y seca, carente por completo de vida.

Al escuchar esa voz, en su oído izquierdo, tan cerca, le sacó rápidamente de su parálisis y saltó fuera de la cama. Cayó de espaldas en el piso frío y miró a todas direcciones. El origen de aquella voz espectral no se encontraba en la habitación, o al menos no podía verlo. ¿Un fantasma?

No, Nicolás no podía creer eso. Los fantasmas no existen, es imposible. A sus treinta y dos años nunca había presenciado nada paranormal. Gente que él conocía siempre le contaban sus experiencias con ruidos, sombras, etcétera; pero a él nunca le había pasado nada así. Siempre se mantenía alejado de aquel mundo, ni siquiera veía películas de terror, y no porque tuviera miedo, sino porque simplemente no le llamaban la atención.

Se puso de pie lentamente, le temblaban las piernas. Al parecer tenía bastante miedo, no porque quizá fuera un fantasma, cosa que negaba rotundamente, sino porque aún seguía con la firme idea que era algún asesino. Pero, ¿por qué un ladrón le diría aquello? «Pagarán», esa había sido la única palabra que aquella voz había pronunciado. ¿Qué significaba?

—¿Qui… quién está ahí? —dijo apenas, le temblaba la voz y apenas podía articular palabras. Sentía la garganta tan seca que aquel minúsculo esfuerzo le escoció. Nadie respondió.

Lentamente caminó para rodear la cama. Quizá el asesino se había escondido del otro lado cuando Nicolás había saltado espantado. Pero al mirar, no había nadie. ¿Debajo de la cama?, pensó, pero no se atrevía a comprobarlo. Quizá la opción más segura sería salir de la habitación del hotel e ir a tomarse un trago para bajar el susto. Tenía entendido que en la ciudad había más de un bar que cerraban hasta más de las cinco de la mañana. Pero no lo haría, mejor avisar a la seguridad del hotel que alguien había entrado.

Salió del dormitorio despacio, intentando hacer el menor ruido posible. Cuando llegó a la puerta se dio cuenta que tenía puesta la llave y el candado también. ¿Cómo era posible que alguien haya entrado? La cerradura estaba tal y como él la había dejado. Por las ventanas era imposible, estaba en un sexto piso y aparte estaban cerradas. En pleno enero hace demasiado frío como para tenerlas abiertas.

Fue un sueño, así sin más. Para qué darle tantas vueltas a algo que era tan obvio. Era un sueño y nada más. Terminó cayéndose de la cama como reacción de una pesadilla. Sí, esa debía ser la única explicación y la más razonable. Encaminó sus pasos hacia el dormitorio de nuevo para intentar dormir después de todo eso, pero antes de volver a acostarse revisaría debajo de la cama, sólo para estar más seguros. Si fuera un asesino lo habría perseguido fuera del dormitorio, no se habría quedado ahí.

Pagarán.

¡Mierda!, fue el único pensamiento que tuvo al escuchar de nuevo aquella frívola voz, ahora a sus espaldas. Sintió cómo un electrizante escalofrío recorriera todo su espinazo. Lentamente se volvió, pero al igual que la última vez, no vio a nadie.

—¿Quién está ahí? —se atrevió a formular aquella pregunta, su voz era aguda y quebradiza, pero nadie contestó.

Suspiró hondo y pensó. ¿Qué hacer? ¿A qué se refiere con “pagarán”? No lo entendía, ¿qué estaba pasando? Se armó un poco de valor y preguntó:

—¿Por qué dices eso? ¿Quién eres?

Esta vez sí hubo respuesta, pero no la que él esperaba:

Pagarán —dijo de nuevo aquella voz. Esta vez en frente de él. Estaba oscuro, pero era luna llena y por la ventana entraba la suficiente luz para ver cada cosa que había en aquella habitación. Delante de él no había nadie.

Se quedó helado, paralizado, temeroso. No quería cerrar los ojos, pero tampoco quería tenerlos abiertos. Un revoltijo de emociones y pensamiento se apoderaron de él, su cerebro estaba a punto de explotar.

De pronto sintió cómo un par de manos invisibles lo impulsaban hacia atrás. Cayó de espaldas y se golpeó fuerte la cabeza, sintió su cerebro revotar varias veces dentro de su cráneo.

—¿Qué mierda? —eso nunca se lo esperó, eso nunca lo imaginó. ¿Qué había sido aquello? Ahora estaba más que aterrado, y tan desesperado que comenzó a llorar. No a llanto abierto, sólo a lagrimear. Tenía tanto miedo.

Pagarán —esta vez la voz se escuchó más fuerte y clara.

—¿De qué hablas? —no fue un grito. Lo que salió fue un mero graznido, un lastimoso intento de gritar. Se atragantó tanto con las palabras que apenas fueron entendibles.

Se sentó despacio y miró a todas direcciones, pero sabía que era inútil, no había nadie con él; al menos nadie vivo.

De pronto sintió cómo algo se introducía dentro de él. No sabía explicarlo, pero sentía cómo algo entraba por su nariz, boca y oídos. Podía sentir algo resbalándose por su garganta, sus pulmones y hasta por sus venas. Era una sensación realmente desagradable pero no podía evitarlo. Trató de oponerse a ello, pero era imposible. Su vista comenzó a nublarse, sus extremidades hormigueaban, su oído se ahuecaba, su boca y garganta se secaban. Perdió por completo el control de su cuerpo lo que hizo que cayera de nuevo al piso, aunque estaba sentado, el golpe que se dio en la cabeza debió haber dolido; pero no. No sintió absolutamente nada.

Su visión se tornó oscura, su oído desapareció, su gusto se extinguió, su olfato se desvaneció y su cuerpo ya no lo sintió más. Segundos después perdió el conocimiento.

7 de Enero de 2020 a las 20:06 0 Reporte Insertar Seguir historia
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