thomaseloy Thomas Eloy

• ¿Te has enamorado perdidamente de alguien y no te han devuelto ese amor? • ¿Has echo hasta lo imposible y no te han correspondido? Muchas veces amamos y parece que todo el amor del mundo no alcanza para que esa persona nos retribuya. Esta novela, narra una historia romántica juvenil que quedará grabada en tu memoria y te llevará a derramar lágrimas de emoción. Abii vive una vida dominada por los sentimientos. Un día conoce a un joven apuesto en una red social llamada Chatbook. Para ella es el hombre de su vida, el príncipe azul que siempre soñó. Pero... ¿Será realmente así, o no lo conoce lo suficiente? Esta sorprendente y atrapante historia de amor te llevará a la locura.


Romance Todo público.

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Capítulo I - Esperando la verdad

Mucha gente cree que estoy loca. Dicen que habría tenido una mejor vida, que elegí mal el camino, que ellos todavía estarían conmigo. Pero no me importa. La gente siempre habla y opina cosas, no me puedo quedar con lo que piensan los demás. Que hablen lo que quieran, total yo sé mi verdad.

Aunque debo confesar que algunas veces me da rabia, bronca, desazón... ¡Que se digan lo que quieran, yo no estoy loca! Sólo soy una persona de sentimientos profundos, soy una rara en este mundo. Y los raros no solemos ser entendidos. Por eso hablan. Deberían primero tratar de saber la verdad.

Yo sé que él era mi vida y mi paz. Él significa mi todo, aunque nadie coincida conmigo. De él me enamoré profundamente y lo amé de verdad. Si no hubiese sido tan desafortunado ese día... Lamento muchas cosas, pero el pasado no se puede cambiar y mis decisiones tampoco.


Algunas veces lo odio. Desde lo más profundo de mí. Odio esperar. Me nace el deseo de querer matarlo. Desearía nunca haberlo conocido. Pero ese sentimiento se esfuma fugazmente, toma vuelo tan alto como las semillas maduras del diente de león ante el primer soplido de una tenue brisa... entonces lo vuelvo a amar. Lo amé desde siempre, de niña le entregué mi juventud, le entregué la alegría, le di todo mi ser; hasta el día que se fue. Aun así, lo seguí amando, porque él vive en el espacio de mi corazón.

***

Pero, ¡qué tarde que es! Pronto vendrá ella porque hoy es viernes.

Amo los viernes cuando nos juntamos a charlar y jugar cartas. Quisiera recordar cómo nació esta costumbre, pero no puedo. La edad no viene sola.

Me pongo a preparar limonada. Un refresco con limones recién cortados de la planta del fondo de casa. Amo el aroma que desprende cada fruta al ser cortada, me transporta a mi infancia.

«Esto es limonada de verdad. Últimamente venden unas cápsulas para preparar jugo de limón. Eso es basura. Intomable. Qué ridículo. No hay nada como una buena limonada cacera».

El reloj da las cinco y diez.

¡Qué raro, mi amiga nunca se atrasa! Espero que no le haya pasado nada. Con este insoportable calor uno nunca sabe. Ella ha demostrado todo este tiempo ser una amiga de verdad. Una amiga más que de fierro; yo diría que es una amiga de oro. Esa clase de amigos son difíciles de encontrar con tanta gente egoísta y malvada que hay en el mundo; pero existen y yo fui una afortunada al encontrarla. ¡Qué agradecida que estoy de haberla conocido! Desde que se mudó a esta ciudad, siempre la vi como una potencial amiga. Aunque ella afirme lo contrario. Dice que ella buscó mi amistad y que yo me rehusaba ser su amiga, pero no es cierto. Me causa mucha gracia. Es una vieja mentirosa. Pero no la culpo, a esta edad a cualquiera se le olvidan las cosas.


Voy en busca de las cartas para que juguemos.


Todos los viernes viene a casa. ¿Eso ya lo dije? Creo que no. Ella es una buena amiga, me pregunto si seremos las amigas más longevas de toda la ciudad. Debe ser que sí. Deberían hacernos una entrevista y salir en un artículo del periódico local. Aunque pensándolo bien, es mejor que no publiquen nuestra edad en el diario.

Cinco y cuarto. La voy a llamar.

Tomo mi primitivo Smartphone y veo un mensaje de WhatsApp.

«¡Qué vergüenza! Qué vieja me veo usando esa anticuada aplicación. Pero las costumbres son las costumbres».

Como dice que está retrasada y que llegará pronto, voy a la heladera a servirme un vaso de jugo de limón para calmar mi sed. Como lo preparé recién, aún está natural.

Pongo el vaso en el ice-ondas.

«Con treinta segundos bastará para que se enfríe bien».

Mientras lo hago recuerdo que aún no busqué los naipes. Pasan los treinta segundos y saco el vaso bien frío de verdadera limonada. Tomo un trago y voy con el vaso hacia la sala de estar. Busco las pastillas que olvidé tomar esta mañana, son de melanina, pues mi cabello ya se está volviendo más blanco y una dama no debe dejar ver sus canas.

La televisión está encendida.

A esta edad siempre me gusta tenerla prendida. Me siento más acompañada escuchando a los periodistas hablar. Con estos hologramas parecen que están parados en medio de la sala. Es increíble. Están hablando otra vez sobre la soberanía de esas Islas al Sur. ¡Qué sé yo a lo que se refieren! Nunca entendí la historia, no me voy a poner a aprender ahora de vieja.

Me entretengo con las imágenes que proyectan sobre el cometa que llegará esta noche. Parece una gran estrella fugaz. Cuantas sorpresas tiene el universo.

Alguien toca el timbre.


«Vaya qué rapidez» pienso.


Salgo con el vaso de vidrio ya medio vacío hacia la entrada, pues no me funciona la cámara visual hace tiempo y no tengo ningún nieto que me ayude a repararla. Abro la puerta y me encuentro con una sorpresa. Un hombre bastante joven está parado frente a mi puerta. Sin dudas no es mi amiga.

Tiene algo en su cara... atisbo en él algo que me parece familiar.


— ¿A quién busca? — le pregunto.


Me sorprende cuando él dice mi nombre.


«¿Ese jovencito me busca a mí? No creo que sea un familiar. Aunque mi memoria falla seguido» pienso.


—Soy yo —le digo— ¿Quién me busca?... No lo recuerdo, seguro comprenderá... cuando uno llega a esta edad.

El vaso se me cae haciéndose añicos cuando él me dice su nombre y el motivo de su visita.

«No lo puedo creer ¿es él? Pero no parece, aunque se parece mucho. ¿O sí estoy loca?».

Salgo del shock de la noticia cuando él me pregunta si estoy bien. Lo hago pasar rápidamente.

— Disculpa mi inhospitalidad. Pasa, pasa. ¿Le ofrezco algo de beber?

El joven pasa.

— Después lo limpia "Gogh" el robot aspirador —digo refiriéndome al líquido derramado, pues el visitante inesperado se queda pasmado mirando el vaso.

Le ofrezco un vaso de limonada. El joven se presenta. Le digo que se siente y lo hace.

Empieza a relatar su historia que es también un pedacito de la mía. Después de muchos años. Después de tanto esperar sabré lo que pasó realmente ese día. Mi corazón late al máximo, va a toda máquina como un tren inglés retrasado.

«Espero que aguante y me deje conocer la tan ansiada verdad. Mi merecida verdad».

5 de Enero de 2020 a las 12:44 0 Reporte Insertar Seguir historia
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