elysammy Samantha G

La vida no siempre es como se desea, sobre todo para los niños. Esta historia trata de una familia y la perdida que tuvieron que padecer los niños. La fuerza de voluntad proviene del corazón mas fuerte que puede existir y pude conocer a esa persona la cual aun recuerdo con cada detalle y a la cual agradezco el haber ayudado. ¿Qué estarías dispuesto a hacer por un desconocido? ¡Se prohibe su reproducción! Nº de Registro: 2001022784747


Suspenso/Misterio Sólo para mayores de 18.

#drama #378 #misterio #245 #349 #230 #239 #256 #336 #389
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Una perdida tras otra.

Las cosas comenzaron a ser diferentes, donde antes no había nada, ahora estaba lleno de casas, calles, automóviles, trenes, todo lo que hacía ruido. Aún agradezco encontrarme a varios kilómetros de la ciudad, aquí todavía existe la tranquilidad.
Estando en la sala, sentado en el sillón que antiguamente pertenecía a mi abuelo, los recuerdos invaden mi mente a la vez que observo las llamas que otorgan vida a la chimenea.


Mi abuelo Francis, era un excelente granjero en los años 60. En esa época él aún no había cumplido sus veinte años pero había logrado por su cuenta, dirigir la mitad de las tierras junto con mi bisabuelo. Juntos habían logrado un excelente trabajo, consiguieron mano de obra y suficiente ganado para mantener alimentado a más de veinte empleados.


Aún puedo escuchar la voz de mi abuelo al lado mío guiándome cuando apenas tenía once años.


— Siempre debes mantenerte firme al momento de dirigirte a los trabajadores - me decía siempre.


— ¿Por qué abuelo?


— El sentimiento más destructivo no solo es el miedo sino también la debilidad. Un jefe débil es significado de un mal líder — se quedó un momento en silencio tratando de analizar cómo explicarme con palabras que pudiera entender en ese momento - Cada persona tiene dudas y se hace preguntas, si esas preguntas son expuestas a frente a los hombres que tienes a cargo, puede provocar que te vean como una persona débil. Un ejemplo es cuando tu padre te castiga luego de hacer una travesura — se agachó para estar a mi altura — ¿Alguna vez lo viste dudar?


— No, siempre lo dice serio - le respondí.


— Exacto, pequeño. Si él dudara, vos no le harías caso, no aprenderías ¿Comprendes?


— Si, yo no me iría a mi cama. Seguiría con mi travesura.


— Muy bien - me revolvió el cabello — ahora sigamos nuestro recorrido.


Ese día me mostró y enseñó todo acerca del liderazgo, algo que absorbí con rapidez. Me fascinaba como todos seguían las órdenes de mi abuelo, ninguno cuestionaba nada que saliera de sus labios. Al correr los días, noté que mi padre era diferente y no por dudar o temer sino porque le molestaba tratar con otros, a excepción de su familia. A pesar de ello, era un hombre extraordinario, podía lograr administrar todo lo que fuera monetario con los ojos cerrados. Era algo que el abuelo agradecía enormemente.


A veces recuerdo que mi padre Owen siempre decía, cuando toda la familia estaba reunida, "Somos una combinación explosiva" y al instante todos nos reíamos pero siempre tenía razón.


En esa época el mundo estaba tranquilo o eso se escuchaba, no había nada que nos afectara directamente por lo cual nuestra pequeña granja "Stern's" iba avanzando con tranquilidad.


Todos los días era un ritual, te levantabas, desayunabas y salías a inspeccionar el trabajo de los encargados. Cada tanto nos uníamos a ellos para realizar las tareas, más cuando era temporada de cosechas pero todo cambio en el año 1923.


Recuerdo con exactitud que era martes 16 cuando, después de una larga jornada, acompañe a mi abuelo al pequeño pueblo de Northjou que se encontraba a unos cien kilómetros de nuestra granja. Para aquellos que vivíamos apartados completamente de la ciudad, allí se podía encontrar todos los suministros suficientes para vivir; no era un sitio muy grande por lo cual era perfecto para personas solitarias.


Al llegar, Francis, se dirigió a unos de los almacenes para buscar más semillas que cosechar, mientras que yo observaba el lugar una pareja de mayores pasaban caminando frente a mí y algo llamó mi atención. Según estaban hablando, alguien nuevo había llegado de la ciudad y como siempre pasaba, los Cleary, realizarían una reunión para darle la bienvenida a los nuevos vecinos.


— ¿Sabes cómo son? — le preguntó el joven que acompañaba a la señora.


— No sé — se quedó pensando — creo que son una pareja casada con niños. — Al escuchar la última palabra, mi curiosidad aumento.


Desde que tenía memoria, solo personas avanzadas en edad se mudaban de la ciudad y muy raras veces con niños. Todos los pequeños que se encontraban aquí, habían nacido en este lugar, nunca eran de otra parte por lo cual escuchar eso provocaba ciertas dudas.


No era un pueblo que discriminara a los recién llegados, al contrario, se los recibían con los brazos abiertos pero el saber que incluía niños nos hacía dudar. Para nosotros, los pequeños eran algo preciado, para que crecieran con disciplina no se debían mover del lugar de nacimiento, considerábamos que el cambio constante de un lugar a otro podía causar complicaciones en las decisiones que tomaran más adelante por lo que, solo cuando se cumplía los dieciocho años empezaban a salir pero siempre había reglas de las cuales uno no se podía salvar.


— Las reglas son simples hijo — me dijo mi padre cuando llegue a la edad de salir — solo puedes ir al pueblo, nunca más allá y siempre regresar a la hora de comer.
Muchos pensarán que con eso no nos conformábamos pero todo lo contrario, el tener esa posibilidad nos alegraba además para que ir más allá si nuestras familias nos necesitaban. Curiosidad teníamos, que adolescente no la tenía pero eran satisfechas con la radio o nuestras salidas. Siempre considerábamos a los que vivían más allá del pueblo, gente egoísta y sin sentido común.


Por lo tanto no era de extrañarse que aun estando a unos metros de llegar a casa aún tuviera en mi mente la conversación que había presenciado. No paso mucho tiempo cuando recibimos la carta de invitación de los Cleary, la reunión de bienvenida se llevaría a cabo el fin semana y al ser considerados una familia "Prospera" se nos recibía con los brazos abiertos.


Ese día llego y mi padre junto conmigo y el abuelo, nos dirigimos para allá. Lo único que consideraba terrible era las largas distancias que había de un vecino al otro pero siempre teníamos los caballos, algo impredecible en esos momentos, a pesar de que nos llenábamos de tierra siempre teníamos la precaución de llevar nuestras capas para cubrirnos y esta vez no era una excepción por lo cual al llegar y deshacernos de ella, nuestro aspecto demostraba una pulcritud impecable.


La convocatoria había sido más moderada de lo habitual, solo las familias más influyentes y destacadas se encontraban allí y a pesar de no ser muchos los que estábamos en esas tierras, en mi conteo personal sabia a la perfección que aún faltaban dos núcleos familiares.


— Joven Stern — me saludo la señora Cleary al dirigirnos a su lugar para agradecer su tan agradable velada, no era algo corriente de nosotros asistir a todas las celebraciones que se llevaban a cabo en los alrededores — ­­Nos alegra muchísimo que hayan llegado.


— No es necesario que nos agradezca, señora Cleary. Siempre debe mantenerse los brazos abiertos para nuevos integrantes - informo mi padre.


— Tiene usted razón señor Stern — acordó ella — por favor, disfruten de la reunión. Dentro de poco anunciaré a la familia.


No paso mucho tiempo hasta que llego el momento de presentarlos, en total eran cinco. Una pareja y dos pequeños, se podía asegurar que no poseían más diez años. Esa noche nadie tuvo el valor de preguntar sobre el motivo que los había llevado a aislarse en nuestras tierras.


Los años fueron pasando, mi abuelo después de un tiempo se retiró a su "Descanso permanente", era nuestra forma de llamar a la muerte en esos parajes, su pérdida significo muchísimo para cada uno de nuestra familia y trabajadores pero el más afectado había sido yo. Desde que tenía memoria siempre habíamos estado muy unidos. Los últimos dos años, debido a su escasa posibilidad de movimiento, permanecía la mayor parte del tiempo a su lado y a pesar que a veces tendía a ponerse irascible, había ocasiones que eran perfectas. Recuerdo que al final de cada día siempre me preguntaba cómo había ido el día en la granja.


— Aun estando viejo no dejas de preocuparte por el resto — le conteste un día riendo mientras se encontraba sentado en su cama.


— Las mañas nunca se pierden, hijo mío — esas palabras fueron las últimas que escuche de sus labios.


A la mañana siguiente, al ingresar a su cuarto, supe que el ya no se hallaba allí a excepción de su cuerpo. Fue el año 1943 cuando Francis se fue y también la mitad de mi sentido del humor. Seguramente se preguntaran que paso con mi padre y más aún por qué no he mencionado a mi madre. La respuesta es muy simple, luego de que mi madre Sophia me diera a luz, su salud fue empeorando. Todos sabían que nunca había sido una mujer con excelente salud por lo cual al nacer yo, todos festejaron como nunca. Lamentablemente apenas unas semanas después, su corazón dejo de latir pero a diferencia de ella, mi padre era un hombre con la fuerza suficiente para seguir adelante.


Recuerdo que una mujer mayor se encargaba de mí, si mi memoria no me falla, ella se llamaba Emily.


Después de ello, nunca me intereso salir con mujer alguna y no porque no hubiera hermosas chicas, simplemente, me interesaba mantener la granja como lo habían hecho cada miembro de mi familia. Como cada año, siempre teníamos momentos buenos y malos pero parecía que los años venideros iban de mal en peor. Pero agradecía mucho los días en que, con mi padre, íbamos a cazar. Desde los once años había aprendido a disparar a la perfección, debo admitir que lo hacía mucho mejor que mi padre y era algo que perfeccione día a día.


Era 1930 cuando llego, nuevamente, a nuestra puerta el "Descanso permanente", otra herida para mi alma y esta vez iba a ser el doble de difícil en superarlo.


Mi padre tenía cincuenta y seis años cuando desapareció de mi vida y aun, como ocurrió con mi abuelo, recuerdo sus últimas palabras.


— Eres más fuerte que yo — me dijo estando en su sillón favorito — una perdida no significa que la vida deja de continuar. Lo que en verdad importa es si tienes el valor suficiente para no mirar atrás. — Y eso fue exactamente lo que hice, jamás mire hacia atrás, solo tengo recuerdos de nuestros mejores días juntos y una antigua foto donde los tres nos hallábamos reunidos en el lago.


Aun hoy después de cuatro años de su partida sigo yendo a ese lugar. Desde que bisabuelo había comprado la granja, ese espacio había estado allí y era un excelente lugar para la caza y pesca.


Ahora ya saben un poco de mi historia pero aún no termina, espero que recuerden a la familia que había llegado a nuestro pueblo. Ellos formaron y forman la parte más importante de mi historia al igual que la de miles.


Su apellido era Johnson, uno muy común pero lo que hicieron fue lo que aún tiene repercusión en el mundo. Algo de lo que debo estar agradecido es que todo comenzó hace un año por lo cual mi familia no tuvo que observar como todo fue descendiendo. Recuerdo con mucha precisión que era un fin de semana del año 1933, el mes no lo puedo asegurar pero sé que aún era invierno. La noche había llegado a nuestro pueblo, me encontraba en el estudio cuando alguien toco a la puerta. Mire el reloj, eran las diez de la noche muy extraño que alguien estuviera a esa hora merodeando y más si no había nada a kilómetros de distancia. Con pereza y muy alerta me levante y antes de atender, agarre la escopeta que siempre mantenía junto a la entrada por las dudas. Había escuchado rumores de que un par de personas estaban causando una serie de saqueos por lo cual debía estar preparado.


Con mucho cuidado observé por la ventana pero no podía ver nada, nuevamente volví a escuchar los golpes.


— ¿Quién es? — quise saber, supuse que no iba a recibir ninguna respuesta así que me dispuse a abrir. Nada me hubiera causado tanta sorpresa como la que me provoco ver a un niño pequeño, aproximadamente de nueve años, parado frente a mí con cara de susto y sangre en su rostro. Antes de que me diera tiempo de realizar alguna pregunta, cayo inconsciente en mis brazos.


Con mucho cuidado lo traslade al living y con suavidad lo deposite en el sofá. A pesar de que intentaba reconocerlo, no podía identificar de que familia provenía y esa que conocía a todos.


Varias horas pasaron hasta que abrió los ojos, casi había amanecido por lo cual al verlo, inmediatamente fui a buscar algo para que desayunara.


Desde que tenía noción nunca habíamos contratado a ninguna sirvienta por lo cual yo tampoco lo había hecho. Ese detalle simple fomentaba la inactividad y era algo muy peligroso si se debía mantener una granja.


Unos minutos después, el pequeño se hallaba un poco mejor pero aún necesitaba una relajante ducha. Durante todo ese tiempo preferí no presionarlo con las preguntas que se acumulaban, una tras otra, en mi mente.


Por suerte nunca se había tirado la ropa que utilizaba de niño por lo cual pudo colocarse las que tenía. Luego de acicalarse, lo acompañe a mi antiguo cuarto para que durmiera un poco más, mientras se acostaba su voz me detuvo.


— Mu... muchas gracias — era suave pero firme.


— Es un placer — me senté en el borde de la cama — Descansa, acá estarás cómodo — sin previo aviso me abrazo dejándome nuevamente sorprendido.


Pase un buen rato contemplándolo cuando comenzó a hablar en sus sueños, no podía entender lo que decía pero pude descifrar un nombre. Después de escucharlo, pase un tiempo sentado a su lado cuando volvieron a llamar a la puerta. Me levanté con mucho cuidado de no despertar al niño pero al parecer debido al cansancio que tenía, iba a necesitar un sonido más fuerte para que abriera los ojos.


Sin demorarme fui a atender pero al abrir la puerta nadie había allí, rápidamente mis ojos fueron a parar a dos bolsos que alguien había depositado en el suelo. De inmediato me agaché para agarrarlos, arriba de ellos se encontraba una nota.


Ingrese a la casa con las cosas y fui al estudio. Antes de leerla, me serví una copa de vino luego tome asiento en el sofá que se ubicaba frente a la chimenea. Con gran curiosidad observé la hoja. Quien la escribió se notaba que tenía una escritura muy prolija. Comencé a leerla, era concisa y simple.


"Señor:

Le pido que cuide al pequeño por favor. Sé que tendrá muchas preguntas pero se las aclararé cuando regrese. Le aseguro que solo tardaré unas horas. No permita que nadie lo lleve.
Sabrás quien soy cuando vuelva y Alex me reconozca. Lamento muchísimo las molestias que le estamos ocasionando.
Atte.: V"


Por suerte ahora sabia como se llamaba el niño.

19 de Diciembre de 2019 a las 05:42 0 Reporte Insertar Seguir historia
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