Emma
Me desperté repentinamente con el corazón acelerado y un poco sudorosa. Todo estaba oscuro y en silencio, pero los pequeños rayos de sol que se colaban a través de la cortina de mi ventana me indicaron que ya había amanecido un nuevo día. Decidí levantarme cuando el calor me atacó preguntándome a qué se debía. Noté que el aire acondicionado estaba apagado entonces caí en cuenta que la corriente eléctrica se había cortado. ¡Qué fastidio! deseé que no fuera algo grave odiaba quedarme sin luz. Colocándome una bata de baño salí de mi habitación. Fuera estaba más fresco. Me asomé en el balcón entonces pude ver que habían estado podando los árboles de la avenida dejando caer los restos sobre los cables de alta tensión ocasionando el corte en la corriente eléctrica. Suspiré aliviada, solo sería algo momentáneo.
Había estado viviendo sola durante un año, más o menos, en un viejo edificio que tenía muchos más años de los que podía contar. Los cortes de luz era una de las cosas que normalmente ocurrían en lugares así pero debido a mis ingresos, eso era todo lo que me podía permitir. Es cierto que nunca fui pobre, pero después de independizarme de mi familia hice todo lo posible por mantenerme sin tener que recurrir a ellos. Eso significaba vivir sin lujos en un pequeño departamento ubicado en una calle medianamente segura. Sí, mi departamento era pequeño, pero era mío, era mi espacio, mi refugio, el lugar donde vivía sin ningún tipo de perturbaciones. Bueno, excepto por alguno que otro vecino muy escandaloso o muy histérico.
Revisé mi teléfono pero no encontré ningún mensaje nuevo en la bandeja de entrada. Hacía tiempo que Jorge, mi novio, había dejado de enviarme mensajes de buenos días. Sin pensar mucho al respecto, me recogí el pelo y me dí una ducha rápida pero refrescante, luego me preparé para irme a mi trabajo diurno. Todas las mañanas daba tutorías de idiomas en el instituto cercano a mi residencia. Utilizaba el transporte público para trasladarme hasta allá, así me ahorraba mi dinero para taxis para ocasiones más especiales. Tenía dos empleos para poder mantenerme, el de tutora por las mañanas y en las noches trabajaba en un pequeño restaurante como parte del entretenimiento, aparentemente tenía una bonita voz o eso decían algunos. No recibía gran sueldo pero me alcanzaba para vivir y eso era lo importante. Además que hacía algo que realmente me gustaba.
Me vestí rápidamente con unos jeans desteñidos, mis botines favoritos y una blusa rosa ceñida al cuerpo. Pellizque un poco en mi nevera algo de desayunar, no tenía tiempo para algo más elaborado, compraría algo en el camino. Me maquillé ligeramente, solo coloqué rubor en mis mejillas y brillo en los labios entonces corrí a la parada de autobuses.
Mientras esperaba por el autobús me encontré con la señora Celina, una señora mayor que vivía en el departamento que estaba junto al mío. Roxy, mi vecina y mejor amiga le decía la loca de los gatos, a mí me parecía que era muy dulce. Se había acercado a mí con aire preocupado contándome muchas cosas, yo no entendía ni la mitad de lo que decía, solo me limitaba a sonreír y asentir. Por fortuna el autobús no se hizo esperar por mucho tiempo. No pude ocultar mi entusiasmo, con un rápido movimiento de manos me despedí de mi vecina y salté al autobús. Pocos minutos después me encontraba en el salón del instituto impartiendo una clase de inglés.
Los idiomas eran la tercera cosa que más me gustaba hacer, después de leer y cantar, lo cual se me daba bastante bien. Me gradué con honores en idiomas modernos a los 22 años de edad en la Universidad Central de Venezuela. Domino 5 idiomas; español, inglés, italiano, francés y ruso. El último aún lo sigo mejorando. La clase transcurrió normal sin ningún percance todos los estudiantes entendieron y estaban satisfechos con sus progresos. En la última clase salí un poco más tarde, el francés se les hacía un poco difícil a los chicos, así que me quedé un poco más con ellos ayudándoles con su pronunciación.
—¡Hola guapo! —Contesté después del segundo repique. Aún me encontraba en el salón de clases, ya todos se habían ido y yo me había quedado ordenando mis cosas cuando Jorge llamó.
—¡Hola bebé! —respondió él con el mismo entusiasmo. —¿Qué tal tu día?
—Bien, como siempre ¿y tú?
—Bueno, estoy aquí bastante apretado, tengo un caso difícil y no creo que salga a comer.
—¿Nos veremos hoy? —pregunté, aunque conocía muy bien la respuesta.
—En realidad para eso te llamaba. No podré viajar este fin de semana, tengo demasiado trabajo acumulado. Nos veremos la próxima semana ¿está bien?
—Está bien Jorge, tampoco es el fin del mundo.
—Para mí lo es. Te prometo que te lo compensaré.
—No te preocupes —le interrumpí —Después de todo ya estoy acostumbrada —y le colgué antes de que dijera algo más. Jorge ya no tenía tiempo para nosotros, casi no nos veíamos y en muy pocas oportunidades habíamos dormido juntos. No viajaba tan seguido a verme como lo hacía antes, siempre estaba muy ocupado. Me pregunté cuánto tiempo estaríamos así.
Jorge y yo nos conocimos cuando mi madre me envió a estudiar Derecho a Caracas. Ella había dicho que él era un buen amigo de la familia y como abogado era muy conocido en la universidad, así que me podría orientar en todo lo que necesitaba. Le tenía mucha confianza. La primera vez que lo vi me pareció un hombre guapo pero creído, muy creído. Hasta que comencé a conocerlo y me di cuenta de que no era como pensaba. En un acto de rebeldía me cambié de carrera, estaba molesta porque me impusieran a estudiar algo que no quería. Así que abandoné las leyes y me lancé por los idiomas. Mi madre se puso histérica cuando lo supo, sin embargo, luego de mucho drama lo aceptó feliz al ver que Jorge y yo éramos pareja y que él me apoyaba en mi cambio de especialidad.
Desde entonces, hemos estado juntos. Cuando me gradué y decidí regresar a Cumaná, mi ciudad natal, habíamos acordado que no permitiríamos que la distancia nos separara, sin embargo viendo como estaba nuestra situación actual, dudaba que la distancia fuera la culpable de que nuestra relación se marchitara. Para mí simplemente ya no era lo mismo, ya no había esa desesperación por vernos que sentíamos al principio. El bien podía vivir al lado de mi apartamento y yo aún lo sentiría a mil kilómetros de distancia. Tal vez ya el sentimiento se había acabado o tal vez no hubo ningún sentimiento en un principio, solo estábamos confundidos.
Bloquee mi teléfono luego lo Lancé en mi bolso junto a mis cosas. Era el final del día y estaba cansada, colgué mi bolso en mi hombro dirigiéndome a la parada rogando que apareciera un autobús en poco tiempo. Para mí gran pesar esa vez no fue así. Ya eran pasadas las 12 del mediodía casi la una de la tarde y yo aún seguía a la espera. Estaba a punto de irme caminando cuando logré divisar a lo lejos que por fin se acercaba mi hermoso y perfecto transporte a casa. El autobús estaba un poco lleno, ya no tenía asientos vacíos, por lo que tuve que quedarme de pie junto a la puerta trasera. Suspiré relajándome porque ya iba camino a casa a descansar un poco para luego volver a salir a trabajar.
Me distraje un poco con la música del autobús, después de unas cuantas vueltas y paradas, me dejé llevar y comencé a tararear. Siempre me gustó la música, desde niña amé cantar, me hacía sentir feliz. En la escuela canté en muchos recitales, no había uno en el que yo no apareciera. Era lo que más me gustaba hacer. Por eso me gustaba tanto mi trabajo nocturno, lo disfrutaba. Era mi lugar feliz, me hacía olvidar las depresiones y los malos momentos. Lo tenía más como una terapia que como un empleo a largo plazo
Perdida en la música no me di cuenta en qué momento mi cuerpo lentamente había comenzado a seguir su ritmo. Un leve escalofrío me indicó que alguien me observaba así que me giré para ver si estaba en lo cierto entonces me encontré con un par de ojos tan negros como la noche. Un rubor que comenzó por mis mejillas me recorrió todo el cuerpo hasta la punta de los pies. Llevaba el pelo suelto, así que, bajando mi rostro lo usé como cortina para cubrir mi vergüenza. No había transcurrido mucho tiempo cuando sentí su presencia a unos pocos centímetros de mí. Yo solo me quedé muy quieta mirándome los pies, no quería levantar la cara para encontrarme con esa mirada que me había golpeado como una bola de demolición.
Gracias por leer!
MPEs consecuente la trama, de fácil y atrapante lectura, diálogos entendibles, personajes que impresionan
MPUn capítulo que no me agrado mucho me parece que Emma en su afán por contrariar a su padre y autoconvencerse que se las sabe todas + una ella misma se está sirviendo en bandeja provocando a Alec a una agresión sexual... Vamos el no es de piedra y ante una chica que tomo el hábito sin ningún pudor de plantarse ante sus ojos semidesnuda puede desencadenar una verdadera trauma catástrofe
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