La desaparición de Ana había salido en todos los medios. Como todas las noticias, durante la primera semana fue portada en periódicos y revistas e incluso protagonizó debates en programas de televisión donde se daban detalles de su vida privada: empresaria de éxito sin familia; pero poco más pudieron averiguar los periodistas tras las investigaciones entre su vecindario y mundo laboral.
Tras varios meses todo el mundo se olvidó de Ana, y la policía tiró la toalla al no encontrar ningún indicio que condujera a un final: ni de vida ni de muerte.
Fue otro de tantos casos sin resolver borrado de la memoria de la audiencia y al que todo el mundo otorgaba un final trágico.
Pero en una montaña de un país sin nombre, una mujer estaba respirando aire puro por primera vez en muchos años. A veces hay que morir asfixiada, para poder nacer de nuevo.
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