existracto Soy Nadie

Nota de autor: Aún permanezco ignorante respecto a los deseos y motivos humanos. -Se cuenta que una vez, Diógenes se detuvo a observar a un niño que recogió agua con sus manos y la bebió. El filósofo tenía muy pocas pertenencias, entre ellas un cuenco. Pero al ver al pequeño dijo: "Un niño me superó en sencillez", y tiró el cuenco. Vivimos y morimos, sin más. De nosotros depende, darle un significado a esto. Antología de cuentos cortos que exploran la vida de personajes unidimensionales y sin razón de existir.


Historias de vida Todo público.

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Hambre

Jacob White llegó abatido a su casa. Transcurrió el tiempo necesario para adaptarse a paredes mohosas y húmedas. Era el tercer día consecutivo recorriendo las calles de Nóiah en busca de limosna. Su rostro descuidado y deteriorado se unificaba con el resto de la gran masa de indigencia. Sin embargo, su vestimenta destacaba del resto. Un buen traje y zapatos eran infalibles.

La ciudad no destacaba por su bondad, y las personas como Jacob eran vistas con desprecio. Setenta y dos horas no tienen impacto en quienes lo tienen todo, pero sí en quienes ruegan constantemente por un bocado. Y en ese lapso de tiempo, Jacob sólo había ingerido una porción de pizza con queso a medio derretir que la señora Agatha Bennett dejó caer por desidia.

Podría decirse que, en parte, era un castigo que Jacob había permitido. El hombre era la prueba fehaciente del deterioro humano, pero eso no era suficiente para afectar su ego. Contaba con principios estrictos para la conserva de su dignidad que le impedían darse el lujo de comer algo que provenga de los desechos de alguien más, aunque su vida dependa plenamente de ello.

Tal vez, y sólo tal vez, si en su vida hubiera sido más agradable y bondadoso, y menos egoísta y vanidoso, contaría con alguien a quien pedir apoyo, ya sea económico o moral, porque en momentos como estos, ¿quién sabe? Max, su viejo gato siamés, quien también maullaba desesperado por alimento, era su única compañía. Jacob observaba. No podía satisfacerse, mucho menos podía satisfacer a alguien más. No

soportaba verlo así. La piel parecía hundirse en su cuerpo y los pequeños huesos le sobresalían. Él amaba a su mascota, su amigo de toda la vida, quien ahora, parecía morir lentamente frente a sus ojos. Mientras tanto, Max, inconsciente de la situación, ronroneaba en busca de atención. Jacob entonces, entró en razón. Pudo darse cuenta, casi instantáneamente, de que en esta ocasión, tenía la capacidad de hacer algo al respecto. Y una idea surgió.

En momentos de este calibre, todo se resume a supervivencia. Y el más apto siempre será vencedor. Con tristeza, tomó una cuchilla oxidada. Encendió el horno.



14 de Octubre de 2019 a las 01:03 0 Reporte Insertar Seguir historia
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