david-leiva1563917530 David Leiva

Seguir el camino de los antepasados puede ser difícil. Honrar sus actos y conmemorar sus acciones, un reto mayor. En Avlidon, las batallas marcaron no solo al mundo, sino también todas sus costumbres y más importante, sus pobladores. La búsqueda de poder hará que los débiles pactos de las razas del mundo estén al borde de romperse. Es motivo de actuales reyes y jueces el evitar lo que en el pasado sucedió. Esta historia seguirá el rumbo que toman en tiempos duros los descendientes de grandes héroes y también, el nacimiento de nuevos nombres que escribir en los libros de leyendas.


Fantasía Épico Todo público.
2
4.0mil VISITAS
En progreso - Nuevo capítulo Todos los domingos
tiempo de lectura
AA Compartir

Prólogo

Los portadores del manto

Libro 1: La ignorancia de los Sabios

Por David Leiva.

Las decisiones que se toman aveces llevan a lugares increíbles. Pero en estos momentos a el profesor Voldrian lo llevaron a un lugar alejado del mundo, de sus deseos. A pesar de la nieve densa en su camino, las colinas de rocas y el viento soplando con todas sus fuerzas, como si derribarlo fuese su objetivo, él continúa firme, intentando no caerse. El paisaje a su alrededor era de lo más hermoso que había visto hasta entonces, la nieve en el suelo era como un afluente blanco que discurre entre rocas. La cellisca golpeaba su rostro sonrojado por el frío, lo cual lo hacía temblar un poco y recurrir a su abrigo de piel. Apoyándose en su bastón con cada paso evitaba cansarse más de lo que quisiera a través de esa nieve tan espesa y densa que le llegaba hasta las rodillas. Tenía la respiración sosegada pero fuerte; le costaba respirar.

Es su tercera incursión por los alrededores de el pueblo Ceja de La Montaña, los bosques de Soflamare. Los pasados dos días se había dirigido hacia un punto cardinal diferente, el Sur y Este no habían sido nada fructíferos. Ahora el Norte era su última perspectiva, solo le dieron cinco días para su tarea; se había gastado dos días en llegar hasta ese pueblo. Su amigo lo espera cerca de los establos cuando termina de hacer sus incursiones por las arboledas, ahora está preparado para regresar a su hogar cuando éste regrese.

Su búsqueda se basa según muchos en un mito, una leyenda de hace miles de años, como si buscara el deseo más profundo de una damicela. Una tarea imposible de realizar, una búsqueda sin objetivo, sólo efectuada para calmar las ansias de poder de los viejos y desmoronados, que ahora su única forma de superarse entre ellos es por medios de objetos de cuentos. Pero el profesor no lo creía así. Tenía sus indicios, tenía unas pruebas que para él ya eran evidencia. Ese fué el motivo por el que tomó ese trabajo, esa labor, de ir a los confines del mundo para considerar si estaba equivocado.

Durante mucho tiempo se interesó por las historias de antaño, precisamente su deseo de conocimiento lo guió hasta donde está ahora. Conocía de los pergaminos que tenían el conocimiento para hacer que cualquier persona cumpliera la voluntad del que leyera sus palabras. Un poder así en estos tiempos, harían que muchos dejaran sus antiguas vidas y fueran en búsqueda de tal supremacía. Eso hizo él. Ahora con hambre la cual daría las monedas de oro que le quedaban por encontrar una liebre del ártico para zarparse, en medio de frío y soledad, con la compañía de sus razonamientos, sigue el instinto que le dice que va por el camino correcto.

Su travesía lo conduce a un río grande que al seguirlo con la mirada al final termina remotamente en una cascada; lo cruza dando saltos en las rocas que sobresalen a la superficie; desde la base de una piedra liza da un salto largo llega a la otra orilla del río. Todo alrededor son grandes pinos, alerces, cubiertos de una gruesa capa de nieve; la cantidad de árboles juntos aumentaba mientras avanzaba, hasta que se hacía difícil pasar entre ellos. Desenfunda su espada para cortar las ramas que obstruyen su avance. Guarda su bastón, sujetándolo con una correa que sobresalía del gran bolso que porta en su espalda; con la comodidad de ambas manos sujeta su espada y comienza a dar tajos más precisos a los tallos dificultosos. El aire se torna mucho más adverso, con mucha fuerza. No tiene alguna noción de la etapa del día en que se encontraba, solo mira las pequeñas estelas de luz entre las copas de los árboles para saber cuánto tiempo le queda.

El sol ha bajado uno grados más desde que cruzó el río. El cansancio lo empieza a dominar y su voluntad de continuar van disminuyendo mientras avanza, pero al dar un tajo entre las ramas de un muro de árboles y pasar en medio de ellos, llega a un lugar totalmente despejado, del tamaño de algún patio de algún castillo y en medio de este, una gran roca con forma de lápida. Sus ojos se empiezan a abrir más y más mientras se acerca. Los nervios y la emoción la inundan para que de su boca salga una carcajada de alegría. Camina lento y tambaleando tanto por su fatiga como por el viento que sopla con gran fuerza. Se posiciona a más de un metro de distancia. La altura de la piedra es de unos dos metros y medio de alto. Ancho como una de las grandes puertas que se utilizan en las salas de baile de los nobles.

Una gota de sudor recorre su frente, todo su rostro, hasta que cae libre al suelo. Se arrodilla, coloca el el bolso de su espalda a un costado de él y al abrirlo saca un libro con decoraciones de cobre y de hierro, de tamaño mediano. Destapando su cubierta se distinguen en la primera página dibujos de algún diseño de piezas metálicas y en la parte de abajo un nombre, "Voldrian Bohr"; escudriñando las hojas del libro llega a la mitad de este, donde se encuentra incrustado un cofre pequeño entre las páginas restantes. Dirige sus manos hacía su cuello del cual descubre un collar que en medio tiene una pequeña llave, no más grande que la punta de una flecha. Inserta la llave en el cofre y revela en su interior una pequeña piedra, sumamente brillante y de color azul. "Así que aquí sí se encontraba el Adgann" dice mientras saca la piedrecita de su cofre.

Suelta el cinto de su espada y lo coloca en el suelo; se incorpora y con la pequeña piedra azul en su mano, empieza a buscar en la gran roca delante de él alguna fisura o grieta de manera minuciosa. La rodea y continúa buscando, hasta que a la altura de su hombro se encuentra un engaste pequeño con uñas de oro incrustado en la lápida. Ubica en este el Adgann. Al instante unos adornos de luz se manifiestan en la lápida con formas ovaladas; el profesor empieza a dar unos pasos hacia atrás mientras los hilos de luz continúan hasta terminar en una gran red, como cicatrices blancas en la roca. La sorpresa del momento lo cubre y con rapidez circunda la lápida, recoge la espada del suelo y forma con su cuerpo una posición defensiva. La mayoría de luces se apagan de manera repentina justo como aparecieron. Quedando solo dos líneas formando un arco, que iba desde la base hasta la parte superior.

Como si un fino cincel lo estuviera recorriendo, las líneas de luz dejaron la misma figura ahora tallada en la roca. Al oír como empiezan a crujir la lápida, da unos pasos más hacia atrás. En ese momento las partes de la roca dibujadas por esas líneas se desprenden y caen al suelo, como la muralla de un viejo castillo. Lo único que queda es una puerta de caliza blanca, de toda aquella gran lápida y con formas decoradas de flores, con el Adgann en el centro de esta.

La puerta enfrente suyo tiene adornos tallados minuciosamente, decoraciones que de la época que se supone es la puerta, parecen imposibles. Coloca su mano en la joya, cierra los ojos y llama con un tono militar diciendo: "Santaith Pentunbred Grofanndul Oiey Buhr" mientras empuja con sus fuerzas, tratando de entrar a un cuarto invisible, del cual solo está la entrada. Pero la puerta no cede. Lo repite por segunda y una tercera vez, pero la caliza no responde a su llamado. La ira se hace presente en su tono de voz al por quinta vez llamar a la puerta.

Empieza a indagar en su mente recordando una conversación que tuvo con el profesor Raonín sobre el poder de los escritos de los Veelir. Divagando en sus pensamientos recuerda las charlas de lógica matemática y algunos avances que Raonín tenía para un explosivo que sirviera en las minas Mohan. Incursionando en sus recuerdos descubre una frase del profesor "...Con las palabras de la desesperación se escriben los textos más poderosos" refiriéndose a la historia infantil que le leía a su hijo mientras este lo acompañaba en sus estudios de álgebra, para que él no lo molestara. Una historia sobre un Drilfo de nombre Bhalnali que con la sangre de su amigo caído en la batalla de Las Penumbras escribe un ruego en la armadura de este, al hacerlo, el cielo se abre con fuertes sonidos haciendo desaparecer la oscuridad. Acompañado de luces que empezaban a cubrir el firmamento desciende un Vahnglir y le entrega un arco de llamas blancas, con el cual al tomarlo en su mano, se llena de valor y vence él solo esa batalla. Seguramente una gran historia que empieza a tomar sentido en este momento. De inmediato el profesor se levanta, arranca una página del libro, lo envuelve en el Adgann y con su espada, realiza un corte en la palma de su mano, haciendo que caigan unas cuantas gotas de sangre en el papel, traspasando este y llegando a la piedra azul. Vuelve a decir con forma de suplica: "Santaith Pentunbred Grofanndul Oiey Buhr", pero aún la puerta bellamente adornada, no responde a su ruego.

Totalmente desesperado deja escapar un grito de frustración que pudo haberse oído hasta las montañas Punta Blanca en el Oeste. Pero algo a sus espaldas le despierta de su evidente desilusión. Percibe un árbol crujiendo, como si se separaran en dos piezas un mismo tronco. Al darse vuelta descubre lo que hacía ese sonido. Con apariencia de un hombre, pero a primera vista totalmente hecho de madera, una forma de vida estaba parada a una distancia de unos diez pasos. En silencio, con agujeros profundos en vez de ojo. Se fija en el árbol del que había salido y tenía una abertura con la forma del individuo que tenía delante. Totalmente sorprendido olvida por un instante su decepción y hace un movimiento con la espada señalando con esta a lo que lo estaba observando.

- Debes de pedir permiso - dice el ser totalmente inmóvil, con la voz algo apagada.

- ¿Qu..e? ¿Qué eres? – pregunta desconcertado al saber que le entendía y el idioma era veeliren.

- Debes pedir permiso para que la puerta se abra, o solamente serás un hombre gritando.

- ¿Quién eres?

- El maestro no me dejó ningún nombre, pero una vez se dirigió a mí como Ahnj.

- No he visto a alguna criatura como tú antes – responde el profesor mientras se acerca hacia el ser dando unos pocos pasos.

- El maestro me dijo que somos su mayor creación, supongo que no hay más como nosotros.

- Dices mucho "maestro" ¿Quien era? – le interroga para descubrir qué clase de persona crearía algo tan fascinante.

La criatura no se apresura a responder. Tiene la forma de un humano, si se ignoran las ramas y las hojas que brotan de la corteza que es su cuerpo.

-¿Cúal es el nombre de tu maestro?- Pregunta con firmeza viendo como el efectuar ese interrogante lo sacude un poco.

- Mi maestro me dio instrucciones de no dar nunca a nadie, ni a un rey, príncipe, conde, caballero o algo parecido, su nombre. – declaraba como si estuviera recitando una orden, como si de algún mensaje escrito se tratase.

Examinándolo de cerca llega a la conclusión de que es un ser razonable. No es cualquier criatura hecha por algún alquimista o solo un necromante que no encontró sino árboles muertos, lo cual se estremece de solo pensar que un ser capaz de revivir a los muertos en forma de troncos que hablan estuviera aún vivo.

- Dijiste que debía de hacer la súplica a modo de petición de concesión. ¿Por qué?

- Porque fue creada para que las personas que desearan abrir la puerta lo hicieran con súplica, como si fuera su última opción y considerando los resultados que tuviste, no lo es para ti. -Respondió como si esas palabras siempre estaban ahí para ser dichas, como un simple sirviente.

De inmediato los pensamientos del esfuerzo perdido lo abrazaban, quitando ahora toda esperanza de poder descubrir lo que tras la hermosa puerta blanca se encontraba. Dejando de apuntarle con la espada al individuo la envaina, toma el gran bolso del suelo y lo sitúa de nuevo en su espalda, desata su bastón de donde estaba y se dispone a irse del lugar tomando como ruta el lado opuesto donde se encontraba Ahnj. Su rostro se dirige de nuevo a la puerta de caliza, de sus ojos pareciera que la ilusión se le hubiera ido.

- No puedes irte – declara con un tono más grave Ahnj-, acabas de quebrantar una orden de mi maestro. Debo pedir tu nombre.

- "¿Mi nombre?" -piensa mientras da media vuelta-. ¿Para qué quieres saber mi nombre Ahnj?

- Debo escribirlo en la lápida, como recuerdo de las personas que osan destruir las creaciones de mi maestro. Destruiste la gran piedra dejando solo la puerta que abriga el Inull. De todos lo que han llegado fuiste el que tenía el llamado.

- ¿Sabes lo que está detrás de esta puerta?

- Por supuesto que lo sé, estaba con mi maestro cuando guardaba el pergamino de nombre Inull. Él estaba realmente emocionado y no decía nada más que "debo guardarlo" "no debo leerlo". Me ordenó vigilar la entrada al pergamino.

- ¿Hace cuánto fue eso? - pregunta con sorpresa. Las historias remontan el pergamino Inull más atrás de la conquista del reino de Nhilfris por los humanos, hace más de mil doscientos años.

- No lo sé con claridad, pero los árboles entonces no eran blancos, sino verdes. Había más animales a los alrededores, las aves se posaban en una cabaña que ahora no está...

La criatura empezaba a divagar entre sus recuerdos, buscando algo en sus memorias. Empezó a hacer sonidos leves, parecidos a los que hace un hombre con su voz mientras medita una situación. Pensando que había perdido la atención del ente, el profesor retoma la conversación con una pregunta.

- ¿Cuántos han, como tú dices, destruido lo que creó tu maestro? – Quería saber si de alguna forma el pergamino no se encontraría detrás de la puerta de caliza.

- La cuenta la he perdido. -responde regresando en sí- Pero eres el primero en venir solo. Antes que tú, oleadas de personas venían. Todos sus nombres están escritos en la puerta. Ninguno logró entrar.

Observa nuevamente la alta puerta, gran parte tallada, pero con espacio vacíos cerca del ápice.

- ¿Así que las marcas de la puerta son los nombres de personas que han llegado hasta donde estoy yo ahora? - responde con asombro.

- Lo descubriste muy bien señor.

- ¿No crees que algo así llamaría la atención de muchos? Pienso que la forma que tenía antes de derrumbarse era muy grande para ser pasada por alto.

- La única forma de poder ver la lápida es con la piedra que traías en tu mano. Y la forma de roca grande es por protección, de igual forma solo visible para aquellos con joyas de visión.

"Así que era verdad" pensaba mientras recordaba los dichos del profesor Raonín sobre piedras poderosas que al tocar revelan cosas ocultas para los ojos normales. Una protección de ese estilo para un pergamino de semejante poder era de esperarse. Las leyendas hablan del Inull como entre los manuscritos que debían de ser temidos. Capaz de hacer aparecer armas de algun lugar etéreo e intangible para los mortales, el Inull (en los mitos) permitía al portador dominar las armas a voluntad. Controlando con las palabras escritas en el hacia que una sola persona hiciera frente a batallones enteros, dominando y tomando posesión de las armas de sus enemigos.

- Necesito tu nombre, señor. – repitió Ahnj con algo de adversidad en su tono.

Dejando a un lado su decepción sabiendo lo cerca que estuvo de obtenerlo, decide darle su nombre a la criatura, para que lo escriba en la puerta blanca. Pensaba que al menos su nombre durará hasta que aquella puerta sea abierta, tal vez por muchos años.

- Me llamo Voldrian Bohr, profesor Voldrian Bohr - dijo con orgullo.

Al oír el nombre del profesor, Ahnj empieza a sacudirse, temblando como si alguna enfermedad de locura tuviese dejando la forma inmóvil que tenía, sacudiendo el cuerpo, tomando libertad de movimiento. Por un momento se detiene y empieza a silbar (como un ave) con gran vigor. El silbido es tal que Voldrian se cubre sus oídos o piensa que se les explotaran. Al acabar el silbido da pasos hacia atrás, indagando de que algo malo va a pasar. Tomando su gran bolso lo escudriña para sacar unos pergaminos que tenía enrollados en un hilo de cuero. Por la rapidez de su búsqueda deja caer unos en el suelo, pudiendo sólo sujetar uno en cada mano.

- Te agradezco que me hayas dado el honor de tener tu nombre - dice un poco sonriente Ahnj . Pero ahora he de tomar tu vida y hacerte parte de nosotros. Así es como el maestro nos ordenó. Así es como he de hacer porque yo fui el primero en llegar lejos y ahora soy el que defiende lo que el maestro resguarda. Bienvenido a mi familia. Llevaba tiempo sin recibir a un nuevo integrante.

Cada árbol a su alrededor se empieza a sacudir y de cada uno de ellos emergen seres iguales a Ahnj, pero esta vez, con una espada de madera en sus manos que en apariencia, se ven sumamente afiladas. El profesor se llena de temor e intenta controlar su ansiedad. Extiende en el aire el pergamino de su mano derecha a la altura de su cuello. El pergamino se queda levitando frente a él, ondeando como una bandera sin mástil. Extiende la mano hacia este gritando con gran fuerza: "¡Málioss!". Los símbolos y palabras del manuscrito se iluminan; pequeños rayos se manifiestan dirigiéndose hacia su mano, deteniéndose antes de tocar su guante de cuero. Se juntan formando una esfera de energía de color blanca que atronaba en su palma.

El manuscrito cae al suelo. Con un movimiento veloz, lanza la esfera de energía hacía uno de los Ahnj que se dirigía de frente, rápidamente, hacía él. Al impactar, los rayos se dispersan a gran parte de los Ahnj que estaban cerca del primer atacante. Tomando como ventaja que los seres se estaban quemando por el embate del ataque del profesor, toma la Adgann de la puerta caliza, rompiendo las garras de oro que la sujetaban, guarda los pergaminos que estaban en el suelo de nuevo en su bolso el cual se coloca en su espalda y se dispone a huir.

Los Ahnj que estaban sin quemaduras van en su persecución. Voldrian toma como ruta de escape el camino por donde había venido. Dando tajos rápidos con su espada para apresurar su escape. Recibe cortes de las ramas y matorrales, pero evitaba prestar atención al dolor. Distingue entre todos los árboles a su alrededor como de la mayoría surgían muchos más Ahnj. Por un momento dirige su mirada hacia atrás, descubriendo que los que lo persiguen son demasiados, todo un ejército de esos seres a sus espaldas, algunos disparando con unos arcos de madera y flechas que improvisaban con las ramas de sus propios cuerpos. "Al parecer sí que fueron cantidades de personas que vinieron antes" decía atemorizado mientras llega a una colina rodeadas de rocas puntiagudas. Sabía que estaba cerca de el río que anteriormente se encontró lo que hace que apresure el paso.

Desde la altura de unos grandes pinos delante de él caen dos Ahnj obstruyendo el paso. Con un movimiento veloz de su espada, divide en tres partes al primer Ahnj que encontró resistencia al ataque de su arma. El segundo lo esquiva girando su cuerpo hacia la izquierda con velocidad, demostrando entrenamiento. Velozmente envaina su espada y encorvando al suelo recoge un puñado de nieve. Se da media vuelta y expande el pergamino que tiene en su mano izquierda en el aire mientras vuelve a decir: "Málioss". El pergamino se consume en una gran llamarada, formando una bola de fuego que se hace manifiesta que se mantiene flotando en la nada. El profesor esparce en sus manos la nieve que antes recogió y sujeta la gran bola de fuego. En un veloz movimiento, dirigiendo rápidamente sus manos hacia delante con la bola de fuego en ellas, la lanza hacia sus perseguidores, impactando en el suelo y causando una gran explosión.

Logra divisar la orilla del río, apresura su paso para llegar antes de que alguno de ellos lo alcance, pero se da cuenta que nadie lo perseguía, estaba ahora solo. Siente un ardor agudo en sus manos, mirándolas se da cuenta de las quemaduras que se ocasionó al levantar la esfera de llamas. El calor había derretido el cuero de sus guantes, ahora tenía las manos descubiertas. Además sentía un fuerte dolor agudo en sus brazos por el esfuerzo al utilizar las técnicas de control con los pergaminos.

A lo lejos percibe los gritos de los Ahnj que se quemaban. Unos cuantos se percataron de su presencia al verlo desde la distancia. Sin pensarlo mucho se lanza al río sin pensar siquiera en pasar saltando sobre las rocas. Por fortuna el río es profundo para permitir un nado libre. Llega hasta la otra orilla cerca al inicio de la cascada. El bolso se hizo más pesado ahora que estaba todo empapado lo que dificulta su ascenso de las aguas. Logra sujetarse a un roca de la que se encarama y de un salto llega a la orilla. Dirige su mirada a sus espaldas nota como al cielo suben oleadas de humo. Su ataque provocó un incendio en el bosque de gran escala. Pasa su mano por su rostro para limpiarse el agua y algo de lodo en ella. Vuelve una vez más la vista hacia atrás, mirando como las llamas consumen los árboles. Sintiéndose culpable reanuda la huida.


26 de Septiembre de 2019 a las 17:27 0 Reporte Insertar Seguir historia
2
Continuará… Nuevo capítulo Todos los domingos.

Conoce al autor

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~