Todo era un caos. Podía ver a los digimon luchando frente a nosotros, pero me sentía incapaz de levantarme. Una fuerte corriente de aire, provocada por el ataque de Greymon, me había tirado hacía atrás, a mi, y a Matt, pero no conseguía ver dónde se encontraba mi mejor amigo. Me dí la vuelta, tratando de ver donde estaban los demás, por que también les había perdido de vista pese a que podía escuchar el ataque de sus digimons contra los cuatro Amos Oscuros. Nos habían tendido una trampa.
Escuché un ruido justo sobre mi cabeza y al levantarla, me fijé en que Greymon había lanzado un ataque potente. Con rabia, golpeé el suelo con el puño. No podía hacer que mi digimon digievolucionase hasta la última evolución, no tenían fuerzas, llevaban mucho tiempo luchando. Al volver a mirar hacía Greymon me dí cuenta de que uno de los amos oscuros le había atacado, obligándole a dejar de evolucionar. Ví como Agumon caía y me puse en pie de un salto, corriendo para alcanzarle. Con los brazos estirados, conseguí llegar gracias a un impulso, acojiendo al digimon entre mis brazos.
—Lo siento, Tai... —Escuché que me decía Agumon.
Negué con la cabeza y lo cubrí con mi cuerpo cuando sentí piedras caer sobre nuestra cabeza. Con los dientes apretados, levanté de nuevo la cabeza. La batalla, que no se había detenido seguía siendo un caos. Podía ver a Wargarurumon y a los otros luchas y las luces que producían sus ataques en el cielo. Pero una parte de mi sabía que no iba a servir de nada. Todos estabamos agotados; los digimons, y nosotros. Estaba siendo una batalla mucho más dura de la que todos esperabamos.
—¡TAI! —Gritó Izzy, justo a mi derecha—. ¡CORRE!
No me dio tiempo a pensar en qué era lo que me estaba diciendo. Sentí un tirón en la espalda que me obligó a separarme de Agumon. Algo, o alguien, me arrastró por todo el suelo una buena distancia. Sentí como las piedras del lugar me arañaban la cara y el pecho allí donde mi camiseta se empezaba a romper. Jadeé, e intenté pegarle una patada a lo que fuera que me estuviera arrastrando, pero no conseguía dar con nada, solo estaba pateando aire.
—¡SUÉLTAME! —Grité, con todas mis fuerzas.
Escuché una risa detrás de mi y con un gesto la persona que me había cogido por la espalda me dio la vuelta. Mi espalda golpeó contra el suelo con fuerza suficiente para hacer que me faltase el aliento. Durante unos segundos fui incapaz de hacer otra cosa que no fuera intentar introducir aire en mis pulmones. Sentí una patada en el lado derecho que me obligó a soltar un grito y, a continuación, un rostro apareció frente al mío.
—Vaya, vaya... si que son débiles estos humanos. Un simple golpe y ya te falta el aliento. —Rió, y volvió a pegarme una patada—. ¡Esto va a ser tan divertido!
Piedmon estaba frente a mi con una sonrisa. Yo aún trataba de recuperar el aliento, sin conseguirlo. El furor de la batalla pasó a un segundo plano. Si Piedmon me había traído hasta aquí era por que iba a hacer algo contra nuestros digimons. Por fin, tras varios intentos, conseguí recuperar el aliento y quedarme sentado. El pánico empezó a invadir mi cuerpo y tragué saliva lo que solo hizo reír una vez más a Piedmon, que seguía frente a mi.
—Esta batalla está perdida, humano. —Dijo—. Vais a caer uno a uno, todos vosotros y vuestros digimons. Y aquí estará vuestra tumba para siempre.
—¡Jamás! —Respondí.
Me cuerpo se sacudió cuando recibí una nueva patada en el pecho que me obligó a caer de espaldas. Me puse en pie de nuevo, con los puños apretados, dispuesto a devolverle la jugada. Toda la batalla tras de mi había quedado reducida a un pequeño zumbido en mis oídos. No sabía dónde estaba Agumon, pero sabía que no podría ayudarme, que esto tendría que hacerlo yo solo.
Me lancé hacía delante sin pensarlo, con ganas de golpearle, pero cuando me acercaba, desapareció. Tropecé y me caí al suelo. Alguien me pisó la espalda, obligandome a colocar la cabeza pegada al suelo, sintiendo como las pequeñas piedras me raspaban. Le escuché reír y mi cuerpo se cubrió entero de ira. Le pegué una patada, consiguiendo darle en la pierna y cuando se apartó de mi, me puse en pie, y sin pensarlo, eché a correr. Si conseguía llegar a donde estaban mis amigos... si solo conseguía ponerme a salvo.
El suelo bajo mis pies se tambaleó, pero conseguí mantenerme en pie en el último instante. Aunque no sirvió de nada, de repente, el suelo por donde corría se abrió. Intenté con todas mis fuerzas correr, o saltar, pero no tuve tiempo. Sentí como caía, como me alejaba de la batalla, como los gritos de mis amigos eran lo último que escuchaba antes de que la oscuridad y la caída, me llevaran consigo.
Gracias por leer!
Podemos mantener a Inkspired gratis al mostrar publicidad a nuestras visitas. Por favor, apóyanos poniendo en “lista blanca” o desactivando tu AdBlocker (bloqueador de publicidad).
Después de hacerlo, por favor recarga el sitio web para continuar utilizando Inkspired normalmente.