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Dreamcatcher

Fue muy cuidadoso con las instrucciones, paranoico. Sabía que en el momento mi semblante era serio, que asentía mecánicamente con la cabeza siguiendo el hilo de sus palabras, pero internamente hervía en ganas de estallar en carcajadas.

“Nunca lo des vuelta”. Creo que lo repitió al menos diez veces hasta que la última vez que me advirtió agregó algo sobre un sujeto que se había vuelto loco. Seguramente una cucharada de pimienta para que me tomara las cosas en serio.

Lo llevé a casa e hice lo que me dijo: fui hasta mi dormitorio, lo colgué pegado a la ventana que daba al patio del lado derecho, por supuesto. Su peso equilibrado era tranquilizante ya que se quedaba obediente en la posición asignada sin inmutarse.

Los atrapa sueños son artefactos complejos, es decir, su entramado, los ornamentos variados que lo componen, el cuerpo hecho por el hombre pero el alma notablemente salvaje e indomable aficionada a la naturaleza. Y a pesar de ello jamás había visto uno más complejo que ese en mi vida. El hilo de cera negro que conformaba la telaraña de su centro era medianamente grueso y se entrelazaba en múltiples nudos hasta llegar a un núcleo donde resaltaba una piedra roja del tamaño de mi pulgar y en cuyo centro había dibujado un ojo el cual indicaba el lado frontal del atrapa sueños. De la varilla redondeada donde se dibujaba el tejido pendían tres hilos más de diferentes largos, todos ellos decorados con cuentas de madera y plumas de colores que adornaban los extremos con pintoresca delicadeza.

Lo observé encantada. Su sombra proyectándose sobre el alfombrado de la habitación, el tamaño discreto pero de presencia imponente, el movimiento minúsculo de las barbas que conformaban las plumas.

Me descubrí a mí misma acercándome las plumas de uno de los hilos hacia la nariz, como un caballero aceptando el brazo extendido de una dama para besar su mano. Cerré los ojos y aspiré con profundidad sintiendo en cosquilleo de las plumas en mis fosas nasales y el intenso olor a pino que estas desprendían. Me mareé un poco porque inspire varias veces para percibir el cambio de matices en el aroma hasta que las plumas se humedecieron con la respiración. Pero no me detuve allí. Efectué la misma acción con el borde del atrapa sueños para experimentar esta vez olor a madera. No solo a madera. Era el rocío nocturno abrazando un bosque. No podía concebir en el momento algo más deleitante. Aunque de repente una minúscula incomodidad creciente me llevó a abrir los ojos.

Mi visión se vio afectada desdibujando las formas y duplicándolas, pero dentro de la confusión me percaté de que algo raro sucedía. Esa molestia exponencial se evidenciaba en mi cuello, algo me presionaba y constreñía con avidez pero lo único que veía frente a mí era una maraña furiosa de hilos negros y un ojo rojo mirándome fijamente.

Me llevé las manos al cuello pero todo intento de librarme fue inútil. Mis dedos no lograban enganchar con eficiencia el hilo para cortarlo, las uñas se resbalaban en la cera que lo recubría, mi corazón latía con demasiada urgencia y la sangre se agolpaba bruscamente en mi cabeza. El olor a pino me inundó de nuevo, las plumas se internaron en mis ojos, en mi boca jadeante. Caí de bruces al pisos y el hilo cortó la piel de mi cuello.

Me desperté con brío recibiendo una oleada de aire fresco e incorporándome en la cama de un firme envión.

Era de noche, la habitación estaba en penumbras. Todo estaba quieto y en orden menos mi cama y mis sentidos. La única luz que había era la de la luna que se colaba por la ventana proyectando la sombra del atrapa sueños en la alfombra. Su piedra roja estaba vacía, el ojo apuntando hacia el lado prohibido.

Ese instante se resumió en pocas cosas pero de un peso inequívoco y descomunal: el sudor frío pegado a mi cuerpo, el ardor en mi garganta y una ineludible promesa de locura.

27 de Agosto de 2019 a las 20:24 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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Natalia Marcovecchio Disfruto escribir. Ojalá les guste lo que tengo para contar. ¡Bienvenidos!

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