"11 de Abril de 1880, cuando todo inició"
Este día comenzó con una hermosa mañana; el cantar de los pajarillos podía oírse desde fuera; el olor de las flores jóvenes era estremecedor, una sensación agradable al olfato. Me encontraba en una paz innegable.
Me desempeño como doctor en un pequeño pueblo llamado Greentown, ubicado en Lambrish, un gran Estado del país Central.
Por hoy mi consultorio estaba cerrado, así que no esperaba que nadie viniese.
Me hallaba en mi sillón de cuero babulino, descansando cómodamente mientras leía una de las obras de una gran escritor que otrora fue el héroe de nuestro país - Sinceramente nunca pensé que un hombre de guerra se convertiría algún día en el escritor más aclamado de esta época - También, acompañaba la lectura con un delicioso vino rojo de 100 años regalo de un distinguido paciente mío.
Estaba absorto en la lectura, leyendo con cuidado cada palabra con minuciosidad para no perderme ningún detalle, cuando de repente un estruendo que sacude mis oídos me interrumpe y logra sobresaltarme, haciendo que derramara el vino sobre la alfombra.
Tengo que admitir que me enfadé un poco, pero si alguien tocaba a la puerta de esa forma debía ser porque necesitaba ayuda urgentemente. Fue así que busqué mi equipo y abrí la puerta de golpe. Vaya sorpresa me llevé al ver un hombre cubierto de los pies hasta sus hombros con un enorme abrigo de cuello alto para el frío en plena primavera.
- Oh, buen doctor ¿Iba usted de salida? ¿Interrumpo algo? - Hizo notar una voz seca y barbara como su primera impresión.
- No, no, para nada. Por favor, dígame ¿Qué le ocurre? ¿Algo va mal?
- No, todo va perfectamente bien, es más... - Nunca olvidaré estas palabras - le he traído un presente.
- ¿Un presente?... Disculpe que sea atrevido pero ¿Le conozco de alguna parte?
- Bueno, la verdad me sorprende que no recuerde mi rostro - Él decía eso, pero era realmente difícil distinguirlo cuando también le tapaba toda su cabeza y parte de su frente una gran boina de color oscuro... Al parecer a este hombre le gusta vestir en grande.
- Por favor ¿Podría recordarme quién es usted?
- Por supuesto, supongo ve demasiados rostros en su día a día; fue tonto el pensar que recordaría el mío.
- Discúlpeme si le ofendo.
- No hay cuidado doctor... Verá, soy el hombre al que usted le salvó la vida hace algunos meses atrás, cuando me encontraba moribundo en un callejón oscuro y frío, usted me levantó y me trajo aquí, a su consultorio y sanó mis heridas; estuve en un sueño profundo por varias semanas hasta que desperté y lo primero que ví y oí fue su voz y su rostro.
Empezaba a recordar.
- ¡Lo recuerdo ahora, claro que sí! Usted es el hombre que luego de despertar tomó su abrigo y se marchó... Al menos aceptó las medicinas que le ofrecí, estaba en un mal estado.
- Le agradezco que me haya salvado. Mi trabajo me trajo hasta aquí nuevamente y lo primero en lo que pensé fue en venir personalmente a darle las gracias... Además de también ofrecerle el presente antes mencionado.
- No hubo problema alguno, agradezco también que se haya tomado la molestia de venir y traer consigo un obsequio para mí... Por cierto, no quiero ser afanoso pero ¿Cuál es el objeto del que habla que desea regalar?
- Por supuesto... - Repentinamente levanta su tono de voz, como si reprimiera a alguien - ¡Ven aquí mocosa insolente! Preséntate ante tu nuevo amo.
"Santo Dios..." Fue lo primero que pensé. El presente parecía no ser un objeto, sino una persona. Una pequeña niña de no más de 14 años, de cuerpo delgado y sucio, con la cara cubierta por su grisácea cabellera despeinada y alborotada. Era claro que era una esclava. Sus manos estaban atadas a una soga mugrienta y seguía hasta llegar a la mano derecha del hombre del abrigo grande. Parecía dolerle, pero no se quejaba o emitía sonido alguno, solo se notaba por la expresión en su sucio rostro.
- ¿Una esclava? - Pregunté incrédulo, como si no supiera ya lo que era.
- Así es buen doctor: Una esclava, como una parte del pago por haber salvado mi pellejo aquella vez.
- ¿Una parte del pago?
- Así es; ¿Acaso cree usted que sólo le pagaré su arduo trabajo con una apestosa y debilucha esclava?... Por favor, también acepte este dinero como la otra parte del pago.
Lentamente con su mano izquierda, muestra un sobre que al parecer estaba en su totalidad lleno con una generosa cantidad de dinero.
- No puedo aceptarlo... Parece demasiado.
- Tonterías doctor. Si no fuera por usted, yo estaría ahora enterrado bajo una asfixiante cantidad de tierra, encerrado en un pequeño cofre de madera, alimentando a los gusanos con mi carne putrefacta. Tómelo, haga uso de él como le plazca... También puede hacer lo mismo con la sucia esclava. - Toma a la chica por su hombro y la empuja con fuerza, ella cae al suelo y con esfuerzo apenas puede arrodillarse sin levantar la cabeza... No emitió ni un sólo sonido.
Me encantaba la idea de recibir el dinero, no soy un hombre avaricioso, pero nunca viene mal una gran cantidad de el... Aún así, por la pequeña niña que estaba en frente de mí, de rodillas en el piso de madera, vistiendo nada más que una tela harapienta que cubre apenas su delgado cuerpo, de la cual también podía observar en ella unas marcas de un color rojo en su piel... Sólo pude sentir pena, mi corazón se encogió; nunca apoyé el ideal de la esclavitud, me parecía degradante y prefería mil veces la muerte antes que terminar en aquellas condiciones, pero, en cambio, ella parecía luchar internamente, por lo visto, quería vivir aún sufriendo el fatídico infortunio de la injusta ausencia de la libertad.
- Muy bien señor, tomaré el dinero... - Suspiro - y a la joven chica - Aunque podría haber tomado sólo el dinero, sabía muy bien que mi bulliciosa conciencia no me dejaría en paz si hubiera hecho algo como eso, después de todo, mi labor se basa en ayudar a las personas.
- Oh, excelente, me satisface que mis regalos hayan sido de su agrado... Por favor, disfrutelos - Baja su cabeza en modo de despedida y se digna a irse con una sonrisa maliciosa en su rostro.
Algo me inquieta ¿Por qué traía consigo a una esclava? ¿Por qué regalarla? Normalmente un esclavo cuesta una fortuna y más si se trata de una infante, además, ya me había dado una jugosa suma de dinero.
Corrí algunos pasos con intención de detenerle y al parecer funcionó.
- ¡Espere, por favor! Le ruego que me explique ¿Por qué regalarme una esclava si puede usted conseguir mejores beneficios al venderla?
- En realidad nunca la compré, no hice uso de mi dinero para comprarla... Sería un desperdicio absoluto.
- Entonces, si puedo saberlo ¿Cómo la obtuvo?
- Le perteneció a un hombre rico que ahora yace muerto después de haber sufrido un trágico accidente. Sus bienes fueron repartidos entre sus más allegados, pero nadie quiso a la esclava. Aquella familia me conocía, así que me la obsequió como un presente por los años de "amistad" que compartí con ellos... Yo sabía que sólo querían deshacerse de ella; pero soy un hombre misericordioso y preferí dejarla con vida y encontrarle alguna utilidad, hasta que supe que mi trabajo me traería de nuevo a estas tierras y vi la oportunidad de ofrecerla a usted como muestra de mi aprecio por su labor.
- A usted no le importa lo que le suceda a ella de ahora en adelante, ¿verdad?
- ¿Importarme a mí? ¿Esa... "cosa"? Por supuesto que no querido doctor. Haga con ella lo que le plazca, sometala a terribles torturas si lo desea; personalmente me es indiferente. Aquí entre nos, doctor, "eso" no demuestra signos de utilidad.
Después de decir esto se marcha.
Odié cada palabra que salió referente a la chica. La forma en que la despreciaba era inhumana, sentía repulsión absoluta... Pero supongo que la vida lo ha formado así, al final se ha vuelto un hombre tosco e indiferente al dolor de otras personas.
Di la vuelta para entrar de nuevo en mi casa, había dejado la puerta abierta de par en par, lo primero que vino a mi mente después de reaccionar fue: "Oh no, la esclava pudo haber escapado".
Busqué a mí al rededor pero no vi señales de ella... Suspiré, sólo esperaba que tal vez encontrara mejor destino y pueda vivir un poco más tranquila de ahora en adelante.
Entré de forma definitiva en mi vivienda y cerré con cautela la puerta. Mis pensamientos eran profundos y me sumergía aún más en aquel tema tan delicado de la situación funesta de la pequeña niña. ¿Cuántos años tendrá de haber servido con horrores en la esclavitud? ¿Qué tanto daño le habrán podido hacer en el pasar de su vida? Espero que no fuera aquel hombre quien le hiciera esas marcas rojas en su cuerpo.
Caminé algunos pasos hacia la sala de estar, aún estaba inmerso en aquel asunto cuando algo me sorprendió: Era ella, quien se encontraba de rodillas frente a mi sofá de cuero limpiando la mancha de vino que se había esparcido por la alfombra... Aún tenía la soga atada a sus manos, por lo cual le hacía más difícil el limpiar la mancha.
Estaba anonadado, tenía una habilidad precisa para limpiar; el color rojo del vino, que se supone ya debería estar impregnado en la tela absorbente de la alfombra, desaparecía lentamente con cada paso que ella daba con un viejo trapo... Estaba usando ¿Su ropa?.
Sentí un leve escalofrío y no pude más, verla de esta forma me hizo sentir lástima verdadera; un sentido de protección emergió de mi corazón.
Me puse de pié frente a ella, distanció su vista de la mancha y se fijó en mis zapatos lustrados, se detuvo mas no me miró a los ojos y exclamó con miedo y nerviosismo:
- Lo siento amo, por limpiar sin su permiso... V-ví la mancha y me apresuré a limpiarla... Si va a castigarme, sea piadoso, se lo suplico. - Dijo sin apartar la mirada del suelo.
Me incliné y me coloqué de forma que una de mis rodillas tocara el suelo mientras me apoyaba con la otra pierna, así, ubicándome frente a ella. Empezó a respirar rápidamente, alzó la mirada de repente y unimos nuestro campo visual.
- Y-Yo... Desde el fondo de mi frívolo corazón, lo lamento tanto... De verdad lo lamento demasiado...
Ella se levanta un poco y se apoya sólo en sus rodillas.
- ¿A-Amo?
La abrazo sin siquiera pensarlo, aprovechando su posición, con fuerza, con firmeza, buscando protegerla de todo y todos. Su olor a suciedad, sudor y dolor entraba en mi naríz cual punzante y ediondo, pero no me importaba en lo absoluto, no era su culpa estar en esa condición.
¿Por qué hago esto? ¿Desde cuándo he llegado a ser tan expresivo?... ¿Por qué de repente mis ojos arden, como si quisiera llorar?... ¿Es esta la realidad en la cual nos esmeramos en vivir? ¿Es todo tan... cruel e inhumano? ¿Por qué una pequeña niña debe ser participe de un destino tan violento y vil?.
- Lo lamento... - Agarro su pequeña cabeza y la apoyo sobre mi hombro.
Ella, al no poder separar las manos gracias a la soga, agarra con torpeza los pliegues de mi camisa. No dice ni una palabra pero rompe en llanto, un llanto fuerte y lastimoso, como si hubiera reprimido la idea de expresarse, de desahogarse, por mucho, mucho, mucho tiempo.
Nos separamos después de un rato extenso. La parte de la camisa que cubre mi hombro está un poco mojada ¿Tanto así lloró?
Es la primera vez que veo sus ojos grises con detenimiento, eran grandes y tristes, reflejando vividamente su dolor. Ahora están húmedos y sus párpados están rojos, obviamente al tratar de limpiar sus lágrimas. Su respiración es rápida e imprecisa.
- N-No entiendo que me sucedió, amo, por favor discúlpeme. - Se recompone y reanuda la labor de limpiar la alfombra, con más fuerza que la anterior.
- Detente.
- Lo siento, lo siento, lo siento - Empieza a acelerar el movimiento de sus manos.
- Por favor, para... - No dice nada más. Suspiro.
Supongo debo dejar que finalice la limpieza, no quiero agobiarla, ni asustarla. Aquél abrazo debió confundirla demasiado... ¿Alguna vez en su poca existencia habrá recibido alguno? lo dudo mucho.
Me acomodo con brusquedad sobre el sofá mientras ella sigue tallando con sus arapos la mancha de vino.
Una enorme ráfaga de sueño empieza a afectarme; mis ojos se achican cada vez más; mis párpados se cierran lentamente evitándome lograr abrir los ojos de forma completa, todo por culpa del emotivo momento... ¿Debería dejarme caer en brazos de Morfeo?.
No logro recordar que más sucedió, mi vista se volvió negra y dormí, sin siquiera saber de dónde provino ese intenso deseo de descansar.
Hola, soy yo, el escritor;
Gracias por comenzar a leer mi pequeña historia, espero que la disfruten tanto como yo disfruto escribirla.
Hasta otro capítulo, bye :)
Gracias por leer!
Podemos mantener a Inkspired gratis al mostrar publicidad a nuestras visitas. Por favor, apóyanos poniendo en “lista blanca” o desactivando tu AdBlocker (bloqueador de publicidad).
Después de hacerlo, por favor recarga el sitio web para continuar utilizando Inkspired normalmente.