Cierta noche de luna llena, en un sombrío paraje cercano al cementerio del pueblo, una mujer a punto de parir se retuerce de dolor.
Está sola, abandonada y ya nada tiene sentido en su vida, sólo ese pequeño a punto de nacer.
Caminó todo el día por senderos desolados y ahora, amparada por el follaje de un árbol, encuentra un breve solaz. El murmullo de las aguas de un río que corre a escasos metros del refugio ocasional no logra poner paz a su alma convulsionada.
Una flor de un vistoso color rojo se desprende de una de las ramas y cae sobre el abultado abdomen. Al cesar la contracción, dolor lacerante que quema y devora, la descubre. Grita espantada al reconocerla, levanta la vista hacia la copa del árbol y comprueba la terrible verdad: es un aliso negro, el árbol del demonio.
Con el pulso acelerado recuerda: "Los brujos queman sus ramas teniendo especial cuidado de recoger luego los restos carbonizados. Con ellos y sus flores rojas trazan un círculo e invocan al demonio que se aparece al instante para escuchar sus ruegos y realizarlos.
"¡Dios mío! No deseo que mi hijo nazca bajo esta la sombra de Belcebú".
Angustiada y aterrorizada, repta sobre su vientre tratando de alejarse del aliso negro, pero las contracciones, cada vez más frecuentes, se lo impiden.
De repente el intenso dolor muta su miedo en súplica :"Señor de las Tinieblas haz que este tormento acabe, ya no lo soporto, ¡ten piedad!"
En ese preciso momento escucha el ulular de un búho encaramado en una de las ramas del aliso que con sigilo custodia su nido.
Una siniestra certeza se enrosca como serpiente venenosa en el corazón de la mujer. La presencia del ave mensajera de las brujas le confirma la presencia de espíritus malignos.
Grita una última vez y su pequeño se asoma al mundo. Es un varón.
Lo toma en sus brazos, corta el cordón umbilical con los dientes y lo anuda con rapidez mientras el niño berrea igual que un cordero desamparado.
Con hambre voraz el crío se prende al pecho y ella, extenuada, cae en un pesado sueño.
La voz de un hombre sin rostro vestido de negro le susurra al oído :"Ahora es mio".
Se despierta aterrorizada y llorando. "No, no, no", exclama lastimando su garganta.
El niño no está en su regazo...¿dónde está?, ¿dónde?. Mira a su alrededor, la luz de la luna la ayuda a escudriñar en la oscuridad.
Por fin lo encuentra, no muy lejos de ella, en el centro de un círculo de flores rojas custodiado por el Búho.
Vencida se arrodilla en la tierra húmeda y sus labios resquebrajados dibujan un "hágase tu voluntad" silencioso.
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