miriamwritesstuff Miriam Meza

Todo empezó con una mentira… Cuando te vi por primera vez me enamoré de tu espíritu salvaje, de lo libre que eras y de lo que me hacías sentir. Pero todo era una mentira ¿no es cierto? Una más de las miles que dijimos. Era más fácil pretender e ignorar las señales. Era más sencillo escribirnos cartas y tomarnos de la mano. Pero ese fue mi error, supongo. Seguirte el juego. Ahora no estás… Un día simplemente te desvaneciste poniendo mi mundo de cabeza. No hay un solo lugar en el que no te hayan buscado, y nadie parece saber dónde estás. Desapareciste sin dejar rastro, y ahora todos me miran con sospecha porque, según ellos, nadie te conoce como yo. Tu partida es un misterio para todos. Lo que ellos no saben es que hay un misterio aún más grande. Y ese eres tú. Pero no te preocupes, Liv. Porque, sin importar lo que cueste, te voy a encontrar.


Suspenso/Misterio No para niños menores de 13.

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Capítulo 1

Presente


Todas las personas guardan secretos. Algunos son inofensivos. Una omisión que se convirtió en una mentira, hasta que fue cobrando peso en la consciencia y transformándose en algo más. Algunos secretos son más oscuros, retorcidos y peligrosos. Todavía no sabía en qué categoría colocarla, pero supongo que tampoco debería culparla. Al fin y al cabo Liv no era la única con un secreto.

—¿En qué piensas?

El hombre frente a mí me observa con atención. Está en guardia, como si temiera que en algún momento fuera a explotar. Como si yo fuera una bomba o una sustancia inestable. Tal vez para él soy eso. El detective Sebastian Sawyer no parece ser un hombre paciente y, aunque no lo diga, sé que el tiempo está jugando en mi contra.

—En nada… —le respondo, aunque en realidad estaba pensando en ella. En su cabello oscuro, en su mirada coqueta, en la calidez de sus manos cuando las tomaba entre las mías. En lo pequeña que se veía a mi lado. En lo frágil que parecía. Tan frágil como mi corazón. Un corazón que latía cada vez que la veía sonreír y que ahora es solo un peso muerto dentro de mi pecho. Ella no está, y yo sigo aquí. Atascado y confundido. Preguntándome qué será de ella, si estará bien, si volveré a verla.

El detective Sawyer se deja caer contra el respaldo de la silla y arquea una ceja. No se preocupa en ocultar cuánto le desagrado. Mi ropa, los tatuajes en mis brazos y mi cabello desordenado deben recordarle a todos los delincuentes juveniles que ha visto desfilar por la estación de policía a través de los años. Quizás piense que soy una pérdida de tiempo para mis padres y un desperdicio para la sociedad. Dios sabe que muchas veces me he sentido así. Insuficiente, indigno, fracasado. Todo eso y mucho más, pero solo hasta que apareció ella.

—Por un momento creí que me responderías que estabas pensando en Olivia Martin —me dijo entornando los ojos.

Olivia. Ella odiaba ese nombre. Siempre insistía en hacerme llamarla Liv.

—Siempre pienso en ella… —le digo en voz baja, porque es cierto. ¿Qué caso tenía mentir ahora? Ya habíamos mentido suficiente ella y yo.

—Sin embargo no me has dicho nada que pueda ayudarnos a encontrarla —me recordó—. ¿Es que acaso sabes algo que nosotros no? —Quiso saber.

¿Saber algo? Ojalá supiera algo. Cualquier cosa. Porque incluso las cosas que creí conocer sobre ella empiezan a sonar falsas en mi propio cerebro. ¿Sé dónde está Liv? No, no lo sé. Debería saberlo, pero no lo sé. Se suponía que ella no se iría sin mí. Tampoco se suponía que desaparecería sin dejar rastro.

—No sé nada que ustedes no sepan ya —admito con pesar.

—Sin embargo estás seguro de que Olivia huyó, y no que alguien la secuestró como declaran sus padres —dice el detective y su tono me dejaba claro que no me creía. Por momentos yo también dudaba, porque ella no se iría sin despedirse de mí, porque nuestro plan era huir juntos no que ella me dejará atrás. Dudaba porque no quería creer que ella me abandonaría, como hizo antes mi hermano y como han hecho mis padres, aunque vivamos bajo el mismo techo.

Pero no tengo palabras para explicarle al detective todos esos pensamientos atascados en mi cerebro, no sé cómo sacar todas esas ideas, todos los recuerdos, los planes, las tardes de promesas frente al lago, las cartas, nuestros secretos. Liv no tendría el mismo problema. Ella no se atascaba con las palabras, como yo lo hacía. Ella no dudaba. Liv podría leer las intenciones del detective Sawyer en segundos y darle la respuesta que él quiere escuchar. Ella lo conquistaría con unos cuantos gestos, una mirada y pocas palabras. Ella tenía, tiene, esa clase de poder. Pero yo no soy tan manipulador como mi chica lo es, yo no puedo pretender estar calmado mientras mi mundo se derrumba a mí alrededor, mientras ella está allí afuera en algún lugar, ocultándose de todos, ocultándose de mí. Yo solo quiero que todo esto termine para poder salir a buscarla, porque tal parece que el único que realmente quiere encontrarla soy yo.

La policía pierde el tiempo haciéndome preguntas para las que no tengo respuestas, como si yo supiera donde se esconde Liv, como si yo fuera culpable. Pero la policía no es la única que piensa eso. Al parecer la gente de Shoreham ha logrado ponerse de acuerdo por primera vez en algo, usando el periódico para decir de quien sospechan a todo el que esté dispuesto a leer. Y como imaginarás, no hay mejor sospechoso que yo. El chico oscuro y desaliñado, el de los tatuajes, el que vive en el borde del bosque. ¿Quién mejor para llevar la culpa de la desaparición de Olivia?

La gente del pueblo está tan conforme con esa teoría que ni siquiera se han detenido a pensar en la alternativa. En que nadie forzó a Liv. Que ella huyó y que yo me hago las mismas preguntas que ellos. ¿Por qué? ¿A dónde?

Ni la gente del pueblo ni la policía piensa que el solo hecho de que ella esté sola, asustada o en peligro hace que mi pulso se acelere y la habitación empiece a dar vueltas. ¿Cómo podría ser yo culpable de forzarla, de hacerle daño, si ella es la única persona que se ha preocupado por mí desde que mi hermano Erick se fue de la casa?

Trato de calmarme pensando en sus palabras suaves sobre páginas amarillas, esas que están guardadas en una caja en la parte superior de mi armario. Esas cartas en las que hacíamos planes y nos contábamos secretos. Esas palabras que me hacían sonreír y sentirla cerca cuando no podíamos estar juntos. Eso es lo único que me queda de ella.

—Ella y yo planeamos huir juntos —confieso finalmente—. Se suponía que lo haríamos cuando termináramos la escuela.

—¿Y debo creer en tu palabra? —responde el detective Sawyer, con la burla tiñéndole la voz—. ¿O acaso tienes algo que demuestre que es verdad?

—Las cartas… —digo en voz baja, dándome cuenta que la única oportunidad que tengo de encontrarla es estando libre, aunque para eso tenga que contarlo todo. Aunque para eso tenga que revelar todos los secretos. Los suyos y los míos—. Liv y yo estuvimos intercambiando cartas desde el verano pasado. Todo está allí —confieso, y la expresión dudosa del detective se transforma en una de triunfo. Como si él hubiese sabido todo este tiempo lo que yo ocultaba. Ahora era yo quien se preguntaba qué ocultaba él.


* * *


Julio 1, 2018.

Querido Thomas,

Hoy fue uno de los días más especiales que he tenido en mucho tiempo, así que decidí escribirte esta carta para dejártelo saber. Es posible que no me atreva a decírtelo en persona, por lo que el papel y el lápiz son mis opciones por ahora.

Parece una tontería escribir una carta por una simple flor, pero es la primera vez que recibo una, así que sígueme la corriente por un rato.

A veces me siento sola y perdida. Quizás pienses que no es cierto, que siempre estoy rodeada de personas ¿cómo podría sentirme así con todos ellos a mi alrededor? Pero es cierto, Thomas. Tú lo has visto. Eres el único que lo ha hecho.

En los pasillos de la escuela no soy más que un personaje, y mi vida no es sino un montaje. Como si se tratara de una elaborada pieza teatral. Pero en los veranos puedo esconderme detrás tras bambalinas, quitarme el maquillaje y el disfraz. En los veranos puedo ser libre.

¿Tú eres libre, Thomas? Tengo curiosidad de saber. A veces te veo y siento la tristeza que emana de ti. A veces envidio que vistas tus emociones sin temor a lo que piensen los demás. O tal vez eso solo sea una máscara y no seamos tan diferentes después de todo.

Es posible que nunca te envíe esta carta. Pero si me armo de valor y lo hago, deja la respuesta en la casa del árbol frente al lago. Me gusta ir a ese lugar. A veces a leer, a veces a escuchar el viento soplar contra los árboles, o simplemente a esconderme.

Si alguna vez necesitas hacer una de esas cosas puedes usar mi lugar. Creo que te vendría bien. Es posible que incluso te esté esperando allí. O tal vez no. Pero si no lo intentas, no lo descubrirás.

Con una flor en la mano y una sonrisa en la cara,

Liv.


1 de Julio de 2019 a las 16:11 0 Reporte Insertar Seguir historia
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