khbaker K.H Baker

Olivia Thompson siempre fue una niña excepcional pero, donde ella veía peculiaridad, los demás veían una rareza de la que debían deshacerse. Pensaban que estaba loca y, al final, hasta ella misma acabó creyéndolo. No logró estabilizar su vida hasta que salió de aquel lugar que tanto la había atormentado pero, tras la muerte de su padre, tendrá que volver al pueblo que tanto daño le causó en el pasado. Allí, deberá enfrentarse a su peor pesadilla y convencer a todos de que es real.


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Capítulo 1

Olivia acababa de cumplir siete años cuando experimentó los primeros síntomas. El día en el que aquello ocurrió estaba en su habitación, acababa de cenar y estaba sentada en su cama leyendo un libro y mirando sus ilustraciones, cuando de pronto escuchó una voz que no supo exactamente de donde procedía. Era una voz de mujer, suave y melódica, y le resultaba extrañamente familiar, a pesar de estar segura de que no la había escuchado nunca.

Se bajó de la cama y empujó la silla, que había frente a su escritorio, para llevarla hacia la ventana, esperando ver de dónde venía aquella voz que clamaba su nombre, pero no vio nada fuera de lo común. Su habitación estaba en la primera planta, y desde allí arriba podía ver el jardín completo, las casas de su vecino, y los coches que estaban aparcados a lo largo de las aceras; y fue exactamente eso lo que vio, atenuado por las débiles luces de las farolas.

La voz volvió a llamarla una vez más, la avisaba de que miraba hacia el lugar equivocado, le clamaba que no solo debía abrir sus ojos, sino también su mente.

Olivia bajó de la silla confundida e intrigada, abrió la puerta de su habitación intentando no hacer ruido para no despertar a su padre y su hermana –que tenían las habitaciones a ambos lados de la suya–, y caminó a lo largo del pasillo.

La voz venía de una mujer pálida pero muy bella, que estaba sentada en las escaleras que daban al piso de abajo, no sabía quién era, pero le transmitía una paz que era difícil de explicar. Aquella mujer tan solo quería que Olivia le contase como era su vida, si era feliz, si su padre la cuidaba bien, si su padre y su hermana estaban bien… y cuando estuvo satisfecha por lo que la pequeña le había contado, la acompañó a su cama, la arropó y besó su frente antes de desaparecer, dejando en Olivia una sensación de vacío.

Ella, a su corta edad, no era capaz de entender quién era esa mujer, ni por qué le había hecho tantas preguntas extrañas pero algo en ella le transmitía a la pequeña Olivia una sensación de seguridad y confianza, instándola a confiar plenamente en aquella evocación.

Al día siguiente, cuando se despertó y bajó las escaleras corriendo para acudir al delicioso aroma de las tortitas de su padre, vio a aquella misma mujer, sonriente, radiante, abrazada a su padre… en uno de los retratos que había colgados a lo largo de la pared, escaleras abajo. Fue ahí cuando Olivia supo que la mujer que la había visitado era su madre, la misma que había muerto poco después de nacer ella.

Esa misma noche, Olivia volvió a ver a su madre, aunque presentaba un rostro un poco más demacrado que la noche anterior, la palidez se había acentuado, así como las ojeras, y de los cortes de sus muñecas brotaba sangre, dejando un camino carmesí a su paso. Olivia la siguió a pesar de que el miedo se había instalado alrededor de todo su cuerpo, quería preguntarle qué había cambiado, por qué ahora se veía tan fantasmagóricamente diferente pero su madre no quiso escucharla, bajó las escaleras y desapareció a través de la puerta, la cual Olivia no pudo traspasar, ya que estaba cerrada con llave.

Los vanos intentos por abrir la puerta ella sola, alertaron a su padre que, al verla, la cogió en brazos y la acunó como si hubiese tenido una pesadilla. No era la primera vez que Olivia salía sonámbula de la cama, lo que había hecho desde que tuvo edad para dormir sola en una cama, y tal vez fuera aquella la razón por la que su padre no preguntó qué era lo que estaba haciendo.

Cada día que veía a su madre, esta presentaba un mayor grado de putridez y descomposición, lo que llevó a Olivia a interesarse por los entes con el paso del tiempo. Quería saber si era normal aquello que le estaba pasando a su madre y si había alguna forma de pararlo, eran curiosos los tipos de preguntas que divagaban por su mente, mientras que no había ni rastro de la pregunta más importante de todas: ¿existían los fantasmas o todo era producto de su imaginación?

Por alguna razón, su madre parecía nerviosa, quería sacarla de la casa fuese como fuese, pero ya no hablaba, no podía –o no quería– decirle el por qué de aquel repentino cambio, cuando la primera noche ambas estuvieron hablando de una forma tan calmada en las escaleras.

Con el paso de los años, el comportamiento de Olivia fue transformándose, y toda la alegría de la pequeña, fue marchitándose hasta quedar una joven taciturna, que apenas salía de su habitación.

Cuando cumplió doce años, después de abandonar la fiesta que su hermana y su padre le habían preparado, se encerró en su habitación, y volvió a sumergirse en el libro que solía leer una y otra vez por aquel entonces, un libro que su madre le había mostrado en una de sus visitas.

Nunca le contó a su padre lo que le pasaba, y como era normal, él comenzó a preocuparse en exceso, hasta llegar a la conclusión de que Olivia debía ver a un especialista. El doctor se presentó como si fuese su amigo, y Olivia vio que era inútil esconder la relación con su madre por más tiempo. Tendría que estar visitando a aquel psicólogo hasta que él mismo descubriera qué era lo que hacía que el comportamiento de la joven hubiese cambiado, así que decidió por sí misma contarlo todo, no quería perder el tiempo, ni seguir visitándole. Aquel hombre no le daba buena espina.

Tras un exhaustivo examen, el doctor llegó a la conclusión de que Olivia padecía psicosis, y estaba seguro de que con el paso del tiempo se volvería agresiva con los demás, así como con ella misma. Olivia tenía la misma enfermedad que su madre, y Harold, su padre, tenía miedo por ella. No quería que corriese la misma suerte que su esposa, no quería que su hija menor también se quitase la vida, y decidió que lo mejor para ella era internarla en un hospital psiquiátrico, donde le darían los mejores cuidados y donde la tendrían vigilada las veinticuatro horas del día.

El día en el que ingresó en aquella cárcel de paredes blanquecinas fue el último día que vio a su madre…

Fue el último día que vio a su hermana…

Fue el último día que vio a su padre…

Y fue el día que comenzaron sus horribles pesadillas…

13 de Junio de 2019 a las 15:40 1 Reporte Insertar Seguir historia
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Jordi Zafra Jordi Zafra
¡Me encanta, quee nervios por saber que pasa!
September 07, 2019, 08:23
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