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Prólogo

Siempre me he caracterizado por tener buena orientación, pero ese día, entre que no había dormido bien porque extrañaba el piso, el hecho de mover los muebles del salón unas cinco veces porque no me decidía por ninguna combinación concreta y la paliza de spinning que me acababa de dar, no estaba precisamente centrada.


Iba pensando en la comida del día, cuándo en vez de ir para las duchas del vestuario femenino, mi subconsciente o quizás fue el destino, me jugó una mala pasada, llegando hasta la zona de las taquillas, cercanas a la entrada del gimnasio.


Fue entonces cuando choqué con una barrera invisible, que me hizo parar en seco y lanzó un peso imaginario hacia el centro de mi pecho. Mi cuerpo se negó a seguir andando, quizás si hubiese podido reaccionar me hubiese dado media vuelta y habría ido tras aquella voz que me revolvió, hubiese ido tras ELLA. Pero sólo pude levantar la vista y contemplar la imagen que se reflejaba en el espejo que tenía al frente.


<<¡Hasta la semana que viene jefe!>>

Fue la frase que se repitió como eco en mi cabeza. Y la parte trasera de su figura, colgando una mochila negra sólo por un hombro, la que parecía haberse quedado dibujada en aquel espejo, tal y como lo hizo en mi mente.


Un flash, una cascada de imágenes sin orden ni concierto, cayendo en mí, hasta calarme.


El verano que pasamos juntas. El pelo rubio y liso que acababa de ver en el espejo, pero esta vez entre mis dedos. Las noches en el banco con la luz de aquella farola vieja, como única iluminación. Sus labios rojos pegados a los míos, demandantes, pidiéndome cada vez más. Los desayunos. Las risas ahogadas en su cuello. Las siestas de ventilador, agarrada a su espalda.


—¿Todo bien por aquí? —me preguntó uno de los monitores, haciendo que volviese a la realidad.

— ¿La salida? —respondí automáticamente, con la mirada perdida, y olvidándome por completo de la ducha.

—Justo detrás tuya, tienes la puerta principal.


Me di la vuelta mirando mis zapatillas y reanudé el paso con prisas, a trompicones, tropezándome con mis propios pies, a punto estuve de caerme.


"Miriam céntrate en andar y salir de aquí" "No tardas en llegar a casa, vives a 200m", me decía a mí misma, hasta que conseguí llegar a mi zona de confort...

11 de Junio de 2019 a las 15:10 0 Reporte Insertar Seguir historia
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