azale Sara García

Temática del reto "La fantasía final": Empiezas a darte cuenta de que al menos un aspecto de cada sueño que tienes se hace realidad al día siguiente. Celia es una apasionada de los sueños y le encanta coleccionarlos escribiéndolos en una libreta que descansa siempre sobre su mesilla de noche. Su vida es monótona y aburrida, pero un día se encuentra con un desconocido desnudo y herido en medio de la calle, y se percata de que este suceso coincide con su último sueño.


Fantasía No para niños menores de 13.

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La monótona y poco apasionante vida de Celia

Coleccionaba sueños desde que era pequeña, la libreta y el bolígrafo de tinta azul estaban siempre perfectamente colocados sobre la mesilla de noche para facilitarme la tarea. Cuando sonaba la alarma me sentaba inmediatamente sobre el borde del colchón y empezaba a escribir, me concentraba en los recuerdos temiendo que estos se desvanecieran con el paso del tiempo. Si alguien me preguntara qué era lo que más me gustaba de mi rutina, le respondería sin duda alguna: "dormir". Me parecía maravilloso poder vivir aventuras que nunca se harían realidad, historias dignas de una película en las que yo era la protagonista, pesadillas que aceleraban mi corazón e incluso me hacían sufrir, romances con jóvenes que nunca se interesarían por mí en la realidad. Soñar era lo más satisfactorio que me ocurría a lo largo del día, teniendo en cuenta, eso sí, mi aburrida monotonía.


Me había independizado a una edad temprana al haber encontrado un trabajo estable que me permitía pagar los gastos que todo ello suponía: montañas de facturas, alquiler, comida, transporte y algunos caprichos puntuales. En el apartamento me acompañaban Aruba y Pandora, dos gatas callejeras que había encontrado un día al lado de uno de los muchos contenedores de la ciudad. Sin duda alguna era lo más interesante que me había sucedido desde hacía mucho tiempo: más allá de mis sueños carecía de anécdotas que contar. La monotonía en mi día a día me aborrecía, pero admitía que tampoco me esforzaba por salir de mi zona de confort. Era una joven solitaria a la que le agobiaban los grandes cambios, lo que dificultaba que mi vida pudiera convertirse en una historia apasionante.


—Buenos días, pequeñas —saludé a las gatas que comenzaban a asomarse por la puerta de mi habitación, Aruba se subió encima de la cama y Pandora frotaba su lomo contra mi pierna, pidiéndome que la acariciara.


Rasqué tras su oreja con cariño y la subí a mi regazo antes de coger la libreta que descansaba sobre la mesilla de noche. Cuando no tenía nada que hacer podía pasarme horas leyendo los sueños que había escrito, por lo que aquel sábado lluvioso decidí leer el último de ellos, como ya era costumbre:

Viernes, 17 de enero del 2017. Era de noche y pude contemplar la luna llena en el cielo oscuro, fue entonces cuando empezó a llover fuerte. Las gotas que caían sobre mi piel eran de un color rosado, pero no me sorprendió. Bajo mis pies se formó un gran charco y pude apreciar mi reflejo: mi cabello castaño estaba recogido en un moño y vestía una camiseta roja con rayas finas y blancas, mis ojos azules me devolvían la mirada. Los pies de una persona pisaron el charco, desvaneciéndose mi reflejo, y Aruba y Pandora entraron en escena frotándose contra las piernas del desconocido. Alcé la mirada y me encontré con un cuerpo desnudo lleno de innumerables heridas, sus ojos verdes me observaban con miedo. Rápidamente lo agarré de la mano y lo llevé a una cabaña en lo alto de las montañas, una vez allí curé sus heridas con dedicación y esfuerzo, como si tuviera la necesidad de salvarlo de algo, pero no sabía de qué y tampoco me lo preguntaba. El joven parecía interesado en mí y protagonizamos varias escenas cargadas de tensión sexual que apenas recuerdo. En uno de los momentos en los que estábamos a punto de besarnos Aruba y Pandora nos interrumpieron, obligándome a soltar un ruidoso suspiro. Aruba se subió sobre el colchón de la cama y sin esperarlo me mordió la mano., haciéndome despertar.

Cerré la libreta con una sonrisa en los labios, admiraba la gran capacidad de los sueños a la hora de conseguir que los sintiéramos como algo real a pesar del sinsentido que los caracterizaba. Mis favoritos eran los románticos, nunca estaba de más vivir una apasionante historia de amor como si de un juego de realidad virtual se tratara; también me divertían los de aventura, en los que luchaba contra una gran diversidad de enemigos que conseguía derrotar sin dificultades gracias a mis poderes sobrenaturales.


Aquella tarde no innovaría, tenía claro que llevaría a cabo uno de los planes más frecuentes para los fines de semana: una manta gorda de lana, helado de vainilla con pepitas de chocolate y una maratón de una de las series que tenía pendientes. Acompañada por Aruba y Pandora me tumbé en el sofá: otra de las satisfacciones de aquella rutina era el calor que sentía al acurrucarme con mis gatas, en invierno siempre se agradecía.

Después de dos interrupciones para ir al baño y diez capítulos fui consciente de que el tiempo había pasado volando y ya había anochecido. Con la despensa totalmente vacía y el estómago suplicándome comida, decidí pedir fideos chinos a domicilio, una elección bastante frecuente. Traté de ignorar lo triste que suponía que mi única forma de socializar aquel día fuera dándole las gracias al repartidor, sabía que había vivido días mucho peores.


Al terminar de cenar cerré la bolsa de basura y me calcé unas zapatillas antes de salir al exterior, las gotas de la lluvia empaparon rápidamente mi cabello antes de llegar al contenedor. El sonido estruendoso de la tapa cerrándose en el silencio de la noche marcó mi regreso al edificio, pero entonces pisé un gran charco, sintiendo como la lluvia calaba en mis zapatillas rosadas, haciéndome maldecir. Contemplé mi rostro en el reflejo de aquel cúmulo de agua durante unos segundos, y cuando quise reaccionar me encontré con que alguien pisaba aquella imagen que se había formado en el asfalto. Alcé la mirada con sorpresa y contemplé el cuerpo desnudo de un joven, mi corazón se aceleró con miedo al divisar varios cortes y hematomas en su cuerpo delgado. Me observaba con unos ojos verdosos mostrándose impasible, sin articular palabra alguna, mientras yo trataba todavía de asimilar aquella desconcertante escena.


—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que se me ocurrió formular, sin poder evitar desviar la mirada hacia su miembro descubierto.


Él negó con la cabeza y empezó a temblar, abrazándose a sí mismo con la intención de conseguir entrar en calor. Tenía el cuerpo empapado y sus labios empezaban a adquirir un tono morado, entendía que entre el frío y la humedad corría el riesgo de sufrir una hipotermia. No tenía claro qué era lo que debía hacer, y mi preocupación iba en aumento a medida que pasaban los segundos.


—¿Dónde vives? —me atreví a preguntar, pero él tan sólo volvió a negar con la cabeza—. ¿No tienes un hogar? —de nuevo una negativa.


No sabía si me entendía, quizás hablara en otro idioma. Era como un pequeño gato desamparado al que habían abandonado en la calle sin pudor alguno, destinado a morir por el frío o el hambre; compararlo con un animal indefenso me hacía empatizar con él, pero sabía que no dejaba de ser un humano al fin y al cabo.


—What language do you speak? —insistí con cierta desesperación al no obtener una respuesta—. Don't you have anywhere to go?


El joven frunció el ceño, confuso. No parecía dispuesto a responder a mis preguntas y no sabía qué hacer para ayudarlo. Podría darle cobijo en mi piso mientras esperaba la llegada de la policía, porque me veía incapaz de dejarlo a la intemperie en aquel estado. Siempre habían dicho que nunca debías de confiar en desconocidos, pero no parecía tener las energías suficientes como para poder atacarme.


—Ven, tienes que secarte o te pondrás enfermo —dije finalmente, tratando de tranquilizarlo.


Lo agarré con cautela de la mano y lo conduje hasta mi habitación. Una vez allí lo ayudé a sentarse sobre el borde de la cama y le entregué varias toallas para que se secara. Todavía pensaba en lo surrealista de la situación: un joven desnudo perdido y desorientado en medio de la calle. Miré por el rabillo del ojo el cuaderno de los sueños y entonces recordé por qué aquella escena se me hacía tan familiar. Lo cogí con desesperación y pasé rápidamente varias páginas hasta llegar a la última en la que había escrito, releyéndola en cuestión de segundos. Lo había soñado, había soñado que me encontraba con un joven desnudo y herido: ¿era una simple casualidad?, ¿empezaba a afectarme la soledad?, ¿estaba en un sueño?


Traté de tranquilizarme recordando que en los sueños no cuestionaba los sucesos que pasaran por muy surrealistas que fueran. Agarré el teléfono móvil ante la atenta mirada del joven que se secaba con dificultades su cabello negro y marqué el número de la policía: tenía que resolver aquel problema de alguna manera, quizás ellos pudieran identificarlo.


—Voy a llamar a la policía, ¿vale? —lo informé con la intención de calmarlo ante su repentino nerviosismo, enseñándole la pantalla del teléfono—. Así podrán ayudarte a saber dónde vives.


Se levantó y me agarró del brazo, tratando de impedirlo. Lo analicé asustada ante su cercanía recordando su desnudez, y observé como Aruba y Pandora entraban en escena con sus ruidosos ronroneos, frotándose contra la pierna del joven.


—No lo hagas, por favor —me pidió con un tono de voz ronco y apagado—, cuando me recupere me iré, ahora me encuentro muy débil.


Colgué la llamada al escuchar sus súplicas, sorprendida de que supiera hablar perfectamente mi idioma; en parte me aliviaba, al fin y al cabo poder comunicarnos era fundamental a la hora de comprender qué era lo que estaba pasando. Reconocía que era la primera vez que me sucedía algo tan interesante e inesperado en mi rutina, dudaba que pudiera volver a protagonizar una anécdota tan fascinante como aquella, y en parte mi mente me gritaba por momentos que disfrutara del surrealismo de aquella historia, como si de un sueño se tratara.

Nos miramos directamente a los ojos durante unos intensos segundos hasta que finalmente asentí, dándole a entender que no llamaría a la policía. Él me lo agradeció y volvió a sentarse en el borde de la cama mientras yo me dirigía hacia el armario en busca de una ropa de su talla.


—Sólo tengo esto —le tiré una camiseta ancha de manga corta y un pantalón de pijama con estampado de gatos—, pero seguro que te sentirás más cómodo —le dije con sonrojo al pensar en su desnudez.


—Gracias —agradeció con un amago de sonrisa.


—Encenderé la calefacción, aunque parece que tienes mejor cara —dije antes de salir de la habitación.


No sabía por qué me arriesgaba a alojar a un desconocido en mi casa, pero la adrenalina me impedía poner cordura a la situación. Encendí la calefacción con la esperanza de que el joven consiguiera entrar en calor y alcancé el botiquín de emergencias en lo alto de la estantería del cuarto de baño.

Me acerqué al joven y suspiré con alivio al comprobar que ya se había vestido, sería bastante difícil mantener una conversación decente con él sabiendo que si bajaba la mirada unos centímetros me encontraría con su miembro.


—¿Vas a contarme qué hacías en la calle? —le pregunté sentándome a su lado y abriendo el botiquín—. Tienes muchas heridas, ¿qué te pasó?


Él trató de inclinarse para acariciar a Pandora, pero su mueca de dolor me confirmó que de momento le costaría hacer cualquier tipo de movimiento brusco.


—No me creerás si te digo que no tengo ni la más remota idea —aseguró, y frunció el ceño cuando rocé con el algodón una de sus heridas más profundas—. Cuando quise darme cuenta estaba allí, tiritando por el frío y sin fuerzas para poder pensar con claridad.


Eché más desinfectante al algodón, pensativa. Si estuviera diciendo la verdad, un suceso traumático o una situación que le había generado grandes niveles de ansiedad podrían ser los causantes de la pérdida de memoria y del sentimiento generalizado de desorientación. Si estuviera mintiendo, probablemente estaba metida en un buen lío, pudiendo convertirme rápidamente en una cómplice o en una víctima de un suceso aterrador.


—¿Por qué debería de creerte? —pregunté con desconfianza, y él reaccionó con una sonrisa—, podrías poner mi vida en peligro.


—No puedo demostrarte absolutamente nada —aseguró alzando los hombros—, o confías en mí o no, pero no te quedes en un punto intermedio.


Lo analicé confusa ante sus palabras y él agarró un mechón de mi cabello para colocarlo detrás de mi oreja, parecía que confiaba en mí más de lo que yo podría confiar en él. Me sonrojé ante su cercanía e intimidada por su mirada volví a centrarme en sus heridas. Era imposible explicar lo que sentía en aquel momento, pero de alguna manera tenía la continua sensación de que nos conocíamos desde hacía tiempo.


—Me llamo Celia —me presenté con timidez—, ¿tú sabes cómo te llamas? —él negó con la cabeza, obligándome a soltar un suspiro de desesperación—. Quizás necesites descansar.


Después de curar la mayor parte de sus heridas guardé el botiquín y lo conduje hacia el salón, ofreciéndole un par de mantas para que pudiera dormir en el sofá. Ambos nos encontrábamos cansados y necesitábamos dormir, pero sabía que al menos a mí me costaría hacerlo aquella noche. Se tumbó con dificultades y apoyó su cabeza en uno de los cojines antes de cerrar los ojos.


—Buenas noches, Celia —se despidió antes de que yo apagara las luces.


Contemplé como Aruba y Pandora se subían al sofá para hacerle compañía, parecía que a ellas les había caído bien. Traté de tranquilizarme dejando a un lado todas las ideas negativas de lo que podría pasarme si realmente aquel desconocido me estuviera engañando, y me tumbé bajo las sábanas de mi cama con pesadez.

Aquello era una locura, cualquiera diría que empezaba a delirar si les contaba cómo había acabado mi sábado. No estaba acostumbrada a novedades ni a grandes cambios, pero por alguna razón me sentía más cómoda de lo que podría imaginarme.


Antes de dormir agarré la libreta de sueños y releí el último, ignorando el cansancio en mis ojos. Empecé a subrayar las frases que había escrito y que coincidían con lo que había pasado, como si aquello fuese a darme alguna pista: "empezó a llover fuerte", "bajo mis pies se formó un gran charco y pude ver mi reflejo", "los pies de una persona pisaron el charco", "cuerpo desnudo lleno de innumerables heridas", "ojos verdes", "curé sus heridas". Me sorprendía el gran número de coincidencias, ¿cómo podía ser posible?

Sintiendo el corazón acelerado traté de calmarme, quizás mañana el desconocido recuperase la memoria y pudiera responder a todas mis preguntas, y lo hiciera o no, tendría que irse. Él mismo lo había dicho, sólo necesitaba cobijo para recuperarse.


Bostecé con cansancio y dejé la libreta sobre la mesilla de noche, me incliné para apagar la luz de la lámpara y cerré los ojos. Se acercaba el momento más esperado del día: soñar. Me preguntaba qué aventuras viviría en aquella ocasión. Una historia de terror, quizás, o una aventura apasionante en la que debía de salvar el mundo de una invasión alienígena con mi afilada espada de oro. Lo único que tenía claro era que no podía sacar de mi mente a aquel joven que ahora descansaba en mi salón: "y luego creías que tenías una vida aburrida, Celia", me dije a mí misma.

6 de Junio de 2019 a las 08:09 9 Reporte Insertar Seguir historia
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Leer el siguiente capítulo La vida de Celia ya no es tan monótona y aburrida

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Ciamar  Ciamar
Interesante historia, me sentí identificads con Celia, yo también llevo un diario de sueños :) Aunque no me gustaria que muchos de mis sueños se hiciean realidad, suelen ser demasiado raros xD
June 16, 2019, 03:41

  • Sara García Sara García
    Me alegro de que te guste la historia, yo intenté en su momento escribir todos mis sueños, pero al final siempre se me olvidaba jaja, y sí, es mejor que no se hagan realidad June 16, 2019, 09:07
Lihuen Lihuen
Muy buena historia estoy enganchadisima. Me encanta la trama y tú forma de narrar.
June 09, 2019, 02:35
Amber Morriello Amber Morriello
Muy singular la historia , la verdad es que no había leído algo parecido . Hasta ahora me parece muy atraparte la trama de la historia
June 08, 2019, 02:18

  • Sara García Sara García
    Muchas gracias, Amber. Me alegro de que te pareciera una trama interesante, gracias por leer :) June 08, 2019, 07:05
MM MIGUEL MARTINEZ
HOLA SARA, ME ENVOLVISTE COMO NO PUDO HACERLO ISABEL ALLENDE. GENERALMENTE PERMITO 35 PAGINAS; CONTIGO NO FUE NECESARIO; TE SEGUIRÉ COMO LA RÉMORA AL TIBURÓN, POR FAVOR NO ME DECEPCIONES ¿SÍ? FELICIDADES Y BUENA SUERTE
June 07, 2019, 16:41

  • Sara García Sara García
    Muchas gracias, Miguel, me alegro de que te haya gustado, espero no decepcionarte. Un saludo y gracias de nuevo. June 08, 2019, 07:05
Ana Isabel Andrés Velasco Ana Isabel Andrés Velasco
Me gusta mucho esta historia,se ve interesante ,sigo leyendo 👏👏
June 07, 2019, 07:06

  • Sara García Sara García
    Muchísimas gracias, Ana Isabel. Me alegro de que te guste la historia, ¡un beso! June 08, 2019, 07:04
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