daniel_b Daniel Bedoya

Nuestro protagonista siente un extraño temor en su interior al ir de viaje con sus amigos. Algo terrible está por suceder, él lo sabe, pero no puede explicarlo.


Horror No para niños menores de 13.

#miedo #temor
Cuento corto
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Temor Inconsciente

Eran las siete de la mañana, intranquilo, daba vueltas sobre la cama, mi paz había desaparecido desde el momento en que ingresamos en aquel pueblo. Habíamos llegado la noche anterior, en medio de una celebración. Apenas tuve tiempo de ver el departamento en el que pasaríamos los próximos días, mis amigos me empujaron a salir, impacientes de unirse al bullicio. Volvimos a las dos de la mañana, alegre estaba el cuerpo alcoholizado, escondido en la profundidad estaba mi miedo.

Eran las siete de la mañana, yo estaba cansado, pero era incapaz de conciliar el sueño. Levanté la cabeza, busqué mis anteojos. Al ver a los demás dormidos, decidí salir al balcón y tomar algo de aire. Un gato blanco con manchas grises me observaba desde el tejado de la casa de enfrente, me seguía con la mirada, y no dejó de mirarme hasta que volví a ingresar. Aquel era un pueblo pequeño, desde el balcón, podía observar las acogedoras viviendas que nos rodeaban, las calles principales que conectaban todos los lugares, y a algunas personas iniciando su día. Parece un lugar agradable —pensé—, esta sensación en mi pecho debe provenir de la falta de costumbre. Quizá, el día en que nos vayamos me sienta completamente cómodo con todo esto. Me despedí del gato blanco con manchas grises moviendo mi mano, y regresé a la habitación.

Eran las tres de la tarde cuando salimos a buscar comida, encontramos el restaurante de un conocido, sabíamos que nos tratarían bien. Pensé que, por tratarse de un pueblo pequeño, el hecho de que llamáramos tanto la atención era algo normal; éramos extraños, quizá pudiéramos parecer hasta amenazantes. Nos ofrecieron una mesa apartados de los demás, ya no había espacio en el primer piso, pero era curioso que solo nosotros estuviéramos en el segundo, lo asocié a la amabilidad de nuestro conocido, aunque nunca estuve tranquilo del todo.

¿Cómo fuimos a parar allá? Nuestro destino era Guaranda y su carnaval, aquel lugar se encontraba a unos cuantos minutos en autobús. La gran celebración sería en la noche, así que guardábamos energía para el momento. Durante la tarde apenas hicimos algo interesante, dentro del departamento, jugamos cartas hasta que llegó la hora de irse. Recuerdo bien que, al salir a la calle, el gato blanco con manchas grises nos esperaba delante de la puerta, se acercó a mi pierna y apoyó su espalda, me agaché para acariciarlo y el aceptó ronroneando. Me miró fijamente a los ojos, parecía querer decirme algo, yo simplemente le sonreí y me alejé con mis amigos.

En Guaranda, mi miedo no hizo más que intensificarse, los rostros de quienes nos rodeaban me parecían hostiles. La gente se divertía lanzándose agua, harina y pintura; en otro momento hubiera disfrutado de aquel juego, pero en aquel instante no podía dejar de sentirme amenazado. Existe un peligro oculto, nos está persiguiendo.

Un gran concierto empezó cuando el sol estaba por ocultarse, la gente bailaba, cantaba y bebía, dejándose llevar por el éxtasis. El sitio era amplio, y aún así, estaba repleto de gente; adentrarse en la multitud no fue tarea fácil. Me sentía ahogado, buscaba una salida para poder tomar una bocanada de aire, las risas de los demás me parecían burlas a mi alterado estado. La celebración exterior era interpretada como un infierno en mi interior. Mis amigos no sentían lo mismo, podían dejarse llevar al igual que los demás; yo sentía que debía estar atento, como una presa que no puede descansar, pues sabe que su depredador está cerca.

Pasaron dos horas, en las que mi ansiedad me estaba destrozando, observaba con recelo a todas partes, por cualquier rincón aparecería, yo lo sabía bien; pronto se mostraría mi perseguidor. Me fijé en las luces proyectadas por la pantalla gigante que se elevaba en medio del escenario. Las luces no se movían de acuerdo con la música, los patrones eran irregulares y caóticos; me pareció estar presenciando la entrada al inframundo, los colores vívidos solo podían representar la intensidad del sufrimiento que nos esperaba en aquel lugar. Una fuerza siniestra y oscura nos estaba atrapando, nos separaba poco a poco de este mundo, nos succionaba hacia el interior de la tierra y yo era el único consciente de todo eso.

Sin poder soportarlo más, empecé a correr, aparté violentamente a quienes se pusieran en mi camino, tal vez había enloquecido pero necesitaba estar lo más lejos posible de aquel lugar. Mis amigos no notaron mi ausencia, estaban bien integrados en aquella celebración plutónica. Logré separarme del gentío, mis piernas estaban cansadas pero seguí corriendo; cuando noté que las luces del concierto eran lejanas, me detuve y me senté en la acera para descansar. Continué caminando a partir de ahí, no sabía a dónde iba, pero mi sensación del peligro disminuía con cada paso.

Llegué hasta un pequeño parque, aproveché una de las bancas de metal que estaban vacías y me acosté en ella. Una extraña sensación de embriaguez se apoderó de mi cuerpo, y en medio de la noche soñé despierto viendo figuras en el cielo. Al principio, las estrellas me sonreían, las formas eran amables y tiernas, el cielo se movía para mi diversión. Sin embargo, poco a poco, mis amigas las estrellas, se fueron tornando cada vez más y más temibles; sus figuras representaban caos y destrucción, el desorden me mareaba y asustaba; finalmente, solo hubo oscuridad.

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El sol me golpeaba con fuerza, desperté adolorido y confuso. No había nadie a mi alrededor, y al recorrer las calles tampoco observé a alguna otra persona. Estaba solo, el día siguiente a la celebración parecía ser momento de retiro, quizá la fiesta era demasiado para sus habitantes, y por ello ahora descansaban encerrados en casa. Al menos el autobús seguía en circulación, así pude volver al pueblo donde mis amigos y yo nos habíamos hospedado.

Al llegar al departamento, solamente pude encontrar mis cosas, aquello no podía ser cierto. Seguramente entraron a robar anoche —quise tranquilizarme. Pero al revisar mis posesiones noté que no me faltaba nada, ni mi billetera que se encontraba a plena vista y en donde guardaba mi tarjeta bancaria; todo lo mío se encontraba exactamente igual. ¿Me habrán abandonado, acaso? Aquello era imposible. Marqué el número de mis amigos varias veces pero ninguno dio respuesta. Finalmente, salí a buscar al dueño del edificio, quien amargamente me contestó que no sabía nada de lo ocurrido; pregunté también al resto de inquilinos y nadie tenía la más mínima idea, incluso, llegaron a decir que ni siquiera habían notado nuestra presencia.

Estaba tremendamente confundido y asustado, pero ya sin más opciones, solo me quedaba volver a casa. Recogí mis cosas y me fui a la parada de autobuses. Mientras esperaba a que el transporte llegase, apareció aquel gato blanco con manchas grises, me observó fijamente y se posó sobre un muro para quedar a la altura de mi rostro.

—Sabía que regresarías —me dijo.

Yo permanecí inmóvil, la extrañeza del momento me paralizó y condenó al silencio.

—La mayoría de las personas entran a este lugar y se van de la misma manera —continuó—. Pero este sitio es especial, está cargado de una esencia que solo ciertas criaturas pueden percibir, y tú eres una de ellas. Tu sensibilidad despertó al entrar en este pueblo, y también te abandonará cuando salgas de él. No te preocupes, olvidarás todo lo ocurrido en este lugar, y podrás seguir con tu vida, tan tranquilo y feliz como cualquiera.

>>Tus amigos, por otra parte, no corrieron con la misma suerte. Ellos no volverán y el recuerdo de su existencia se borrará. Es más, tú eres la única persona que los recuerda en este momento. Tus amigos, al igual que todas las personas que estuvieron en aquel concierto anoche, han desaparecido y se encuentran en otro mundo, no sabría decir si ese mundo es mejor que éste, pero al menos no tendrás que preocuparte por ellos, pues terminarás olivándolos. Lo que les pasó es algo que no comprenderías, y no vale la pena hablar de ello. Los humanos conviven con seres más poderosos y enigmáticos de lo que pueden llegar a imaginar. Has sido testigo de algo inimaginable, que lamentablemente se perderá para siempre.

El gato salto a la acera y me acarició con su cuerpo.

—Quizá recuerdes mi imagen cuando te vayas.

Finalmente se marchó y yo me quedé solo. Desde ese instante y hasta ahora, permanecí escribiendo todo lo ocurrido en este viaje; me encuentro en el autobús, próximo a la salida del pueblo, espero que al cruzar la frontera yo no olvide… Ya no recuerdo cómo continuar este párrafo, aunque tengo la sensación de que simplemente debo terminarlo, revisaré todo lo escrito arriba una vez me encuentre en casa, por ahora considero que lo mejor será descansar.

9 de Mayo de 2019 a las 21:11 3 Reporte Insertar Seguir historia
6
Fin

Conoce al autor

Daniel Bedoya Apasionado por la lectura. Aprendiendo a contar historias.

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Tania A. S. Ferro Tania A. S. Ferro
¡Me gustó bastante!
May 22, 2019, 21:10
MariaL Pardos MariaL Pardos
Un relato muy interesante y fluido, Voy a aprovechar para desearte la mejor de las suertes en la Copa de Autores! Un saludo, Daniel 😊
May 12, 2019, 08:06

  • Daniel Bedoya Daniel Bedoya
    Gracias por el comentario y por el mensaje de apoyo. May 13, 2019, 02:06
~