julian-pecina1557203620 Julian Pecina

Al final, la muerte es él único instante que vale la pena vivir. En él, se encuentran todos los recuerdos esperando ser revelados.


Cuento Todo público.

#vida #futuro #muerte #recuerdos #familia #libertad #vejez #locura #amor
Cuento corto
0
4.1mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

La felicidad de ellos no la quiero.

Un edificio negro como la ceguera y alto como puerta al cielo abarcaba cuatro kilómetros a la redonda. Desde cualquier punto de la ciudad se apreciaba la construcción,que llevaba un cártel dorado que iluminabalas casaspor las noches: Centro de Salud Mental.

El profesor Athan se detuvo fríamente en los ventanales del piso doscientos como lo hacía siempre antes de dormir. Allí, las nubes cumplían el papel del piso y la única cosa para ver era el gran volcán alejado de la ciudad. Athan sabía que había estado allí una vez, pero no lo recordaba. Vivir cerca de la montaña volcánica no era problema para la sociedad. Si explotase, nada sucedería.

-- Athan 8! - escuchó en el altoparlante. -- Sala 14.

Ingresó en la habitación helada y silenciosa. Su médico lo miró con una fingida sonrisa, y al notar que con eso no alcanzaba, hizo el esfuerzo para mostrar sus dientes. Athan se sentó y lo imitó.

-- Hoy cumples cuatro mil años. Es un honor para mí estar con uno de los primeros hombres. - dijo el médico y recibió un seco agradecimiento. -- Tus horarios cambiarán.

-- No. Estoy bien así. Gracias.

El médico lo miró en silencio por largos segundos y notó una incomodidad en Athan. Se paró y apunto una luz brillante a sus ojos. El profesor tuvo que correr la vista. -- Tienes síntomas de cansancio y estrés. Tienes un nivel alto de recuerdos. Los horarios del sueño son fundamental para mantener la mente en equilibrio. - sacó un control y roció su rostro con rayos x. -- Tus recuerdos alcanzan los dos mil años. Debes saber que para una persona de tu edad, es peligroso. Para encontrar el equilibrio tienes que descender a mil quinientos años de recuerdo.

-- Me siento bien así. Gracias.

-- La mente no está preparada para tantos recuerdos. Si te excedes puedes enloquecer. ¿Entiendes lo que digo?. - agachó su pequeña cabeza y levantó su vista.

-- ¿Estoy enfermo? - Athan entró en pánico. -- Dime que tengo que hacer.

-- No, claro que no. Ya no hay gente enferma. Pero sabes que existe la locura. - el médico tomó un papel y comenzó a sacar cuentas. -- Debes vivir seiscientas cuarentay seishoras y dormir trescientas veintedos.

Athan se levantó furioso de su asiento. Nunca había estado de ese humor. -- Es imposible. Estoy acostumbrado a vivir setecientas horas y dormir doscientas cuarentay tres. Tus números son descabellados.

-- No para tu edad. Y por tu estado de animo veo que necesitarás mas horas de descanso.

-- No. Perdón por mi reaccionar. Acepto. - dijo y se sentó nuevamente. -- No quiero enloquecer.

El médico se alejó de su escritorio y abrió una capsula vidriada en la habitación. -- Mientras duermes te haremos limpieza facial y quitáremos las arrugas. Acuéstate.

Athan se colocó en la capsula sin hacer una queja. Cerró los ojos y todo se volvió oscuro. No fue la velocidad de un relámpago, sino sus ojos abrirse. El profesor ya había despertado luego de dormir trescientas veinte horas. Se levantó con mucha energía y al mirarse en el reflejo de la capsula notó que había recuperado el color de su piel. -- Me siento de maravilla. Gracias doctor.

El elevador vidriado descendió hasta el piso cincuenta y seis donde luego de las nubes Athan perdió la visión del volcán. Llegó a planta baja y el profesor se retiro del edificio. Se sentía fantástico como si hubiese vuelto a nacer. No podía negar la sonrisa al pasar sus dedos por su piel sin arrugas.

Su reloj de muñeca vibró para avisar al profesor que no llegue tarde al Museo de Historia Antigua. Tenía una clase para jóvenes menores de mil años. Ellos vivían ochocientos ochenta y tres horas y dormían solo ochenta. Athan aunque no recordaba aquellos años de su vida, pensó que habrían sido maravillosos. Cruzó la esquina donde el Edificio de Placeres se encontraba para llegar al museo. Esperando la señal para avanzar notó auna mujer que lo miraba con asombro. Athan también la miró, y tuvo la sensación que la mujer lo había reconocido. Estaba asombrada y su boca parecía abrirse sin fin. Athan no sabía porque había tenido esa sensación, pero sintió que la mujer estaba viendo en él a un muertosuyo. Se desconcertó al escuchar la señal para avanzar. Ella avanzó también, y al cruzarse en el medio de la senda peatonal, vio la mano de la mujer ensangrentada. Luego la perdió de vista. Athan quedó confuso al saber que las personas ya no sangraban. Eso había quedado en el pasado, al igual que las canas y la vejez. -- ¿Por qué esta mujer lo ha hecho?.

Llegó al Museo de Historia Antigua y esperó tres horas para que todos los alumnos lleguen. El salón ya estaba casi lleno, y Athan no podía emitir el hecho de escuchar los comentarios de alguno de ellos.

--Madre,dicen que tiene cuatro mil años. - dijo una mujer sin arrugas.

--Hija, claro. Debe dormir mucho. - dijo otra mujer sin arrugas.

-- ¿Cuál de ustedes es la madre? - preguntó Athan quien no encontraba diferencias entre las mujeres, hasta que una de ellas levantó su mano.

Athan se pasó seis horas hablando sobre su pasado que no recordaba. Toda la información la obtenía de los pocos libros de historia que él mismo había escrito. No le importaba el hecho de no poder recordar, sino que eso lo aliviaba.

-- Hablemos del volcán. - dijo Athan y todos quedaron sorprendidos. A los alumnos de aquella edad les encantaba escuchar historias sobre la montaña volcánica. -- Según mis escritos allí es el lugar donde viven los sabios. Personasperturbadas y ahogadas en su propia locura. Aunque los médicos crean que la locura no es una enfermedad, yo estoy seguro que si lo es. Los sabios no tienen miedo a recordar y eso les nubla su juicio. Imaginen a una persona de cuatro mil años que recuerda cada detalle de su vida. Su mente explotaría- dijo mirando sus apuntes y se detuvo. Algo le llamo la atención.

-- ¿Conoces a los sabios? ¿Has ido allí?.

-- Según las anotaciones he estado en la montaña cuando tenía mil quinientos años. Y he conocido a los sabios. - volvió a mirar la libreta. -- Avneet. - dijo antes de un largo silencio. -- He ido con una tal Avneet.

--¿Quién es ella?

-- No lo recuerdo. - dijo y rascó su cabello. Era la primera vez que se sentía desorientado por no recordar. Sintió los nervios dominar sus sentidos y su sudor traspasar la tela de su remera.

-- Si tienes todo anotado. ¿Por qué no lo sabés?.

Athan colocó en el pizarrón un dibujo grande del volcán y explicó su forma de defenderse y erupcionar. -- Cuando corrían mis mil años el volcán cubrió la ciudad con lava destruyendo todo en el paso de su marea. La biblioteca de recuerdos fue lo primero que se llevó consigo. Solo pude rescatar este libro. Las personas que tienen mi edad, o como lo llaman ustedes, los primeros hombres, han perdido el rastro de su pasado desde aquél evento catastrófico. Es un antes y un después.

-- ¿Cómo antes y después de Cristo? - preguntó un alumno.

-- No, no como eso. Esto es historia, y lo que acabas de nombrar son mitos y leyendas sobre las antiguas civilizaciones. Ellos tenían un promedio de vida de noventa años. Muchas enfermedades y locura y caos. - agregó.

-- ¿Solo noventa años? él pensar en eso me da escalofríos. Vivían menos que una mariposa. - dijo uno de los alumnos.

-- Por suerte nuestro salvador Musk nos ha dado una vida sin temores. - dijo Athan y tanto él como los alumnos colocaron su mano en el pecho y la subieron hasta arriba de su cabeza, como un cohete despegando. -- No sé en que planeta se encontrará pero le deseo la mejor de su suerte. No sé si habré vivido en su época ni tampoco sé si lo he conocido. Gracias por eso.

Salió del Museo de Historia Antigua y se dirigió hacía el Edificio de Placeres para darse un gusto aperitivo. Ya estaba cansado de comer las pastillas energéticas y de beber el suero que le dejaba un gusto amargo en su lengua. Pidió diez hamburguesas para disfrutar sus sabores y una bebida con mucha azúcar que causaba orgasmos en su sistema nervioso. Pero eso no le bastaba para llenar su apetito, y como todas las veces que había visitado Placeresal salir , comió una pastilla energética. Notó que todas las personas en la calle aplaudían a una persona tirada en ella que movía sus músculos a toda velocidad. Tenía la habilidad de enrollar su lengua y llevarla a su garganta y voltear los ojos y mostrar su lado de color blanco. La persona llevaba varios minutos allí tirada y los peatones ya estaban cansados de aplaudir. Athan se acercó para ver el espectáculo de cerca.

-- ¿Qué hace? - preguntó a un peatón que lo miro entre risas y siguió aplaudiendo.

Athan se acercó más cerca del hombre y supo que algo andaba mal con él cuando notó que de su nariz salía un liquido rojo. Era sangre. La gente dejó de aplaudir y entraron en pánico. Alguno de ellos se tomaba la cabeza y se movían de forma extraña como si no podían encontrar una explicación para lo que estaba sucediendo. Otros balbuceaban y otros solo miraban confundidoscomo un perro viéndose al espejo.

Athan optó por alejarse de aquél hombre. Los oficiales del Departamento de misterios se ocuparían de la situación. Nuevamente esperó callado la señal de avance en la calle. Una vez más, la mujer que lo miraba asombrado estaba allí. Sus manos estaban limpias esta vez. Era la primera vez que Athan había visto sangre, y lo que le llamó la atención fue que vio dos en el mismo día. Pasarón cerca uno del otro al escuchar la señal de avance y cuando ambos se detuvieron a mirarse, la mujer sacó un control de rayos x y daño la visión de Athan, y al recuperarla, la mujer ya no se encontraba allí. Ningún peatón a su alrededor intentó ayudarlo. Solo lo miraban y seguían el camino.

Athandejó de lado el suceso y caminó varías horas y muchos kilómetros hasta llegar a su burbuja. Había pintado las paredes con el color celeste y blanco que tanto le hacía recordar al cielo y las nubes. También había dibujado el volcán . Notó algo raro en su cuerpo al detenerse y tenderse sobre su sillón. Su pecho temblaba y daba golpes como si un caballo galopará dentro de él. Sentía que el aire que recorría su cuerpo no llenaba su respiración. Nunca en sus recuerdos había sentido aquella sensación. -- Debe ser el estrés. - pensó y tomó un cuaderno para anotar lo que había visto aquél día. No quería olvidarse de aquella extraña mujer.

Algo andaba mal con él. Sentía un frío recorrer su pecho y sus ojos se humedecían. Caía agua de ellos. Pensó en visitar al médico pero era muy pronto para ir. Pasó seiscientas treinta y ocho horas encerrado en su burbuja notando los síntomas extraños que su cuerpo producía. Llegó la hora de dormir. Colocó el despertador para descansar trescientas veinte y dos horas como el médico le había aconsejado y cerró sus ojos para ver oscuridad. Esta vez su dormirera lento. Se despertaba en distintos periodos de su sueñocon imágenes variadas. Vio en su descanso a la mujer que lo amenazaba. También el volcán erupcionando y pudo ver mucha sangre. Volvió a colocar su despertador y nuevamente durmió. Al despertar luego de trescientas veinte y dos horasrecordó aquellas imágenes que había visto en su dormir. Sentía miedo y palpitaciones extrañas.

Athan se paró frente al espejo y comenzó a ver su rostro. Un mechón de su pelo le llamo la atención, y con mucho cuidado lo separo de su cabeza y lo observó con una lupa. El pelo era de color blanco, y comparado a su pelo oscuro, hacía la diferencia. Las arrugas que habían desaparecido estaban de regreso, y el color de su piel era pálido. De pronto, un ruido extraño salio por su boca y por su nariz acompañado de un liquido mocoso y verde. No sabía de lo que se trataba y decidió dirigirse al Centro de Salud Mental, pero esta vez optó por no ir a pie. Tomó un taxi que lo dejó en la puerta del gigantesco edificio. Volvió nuevamente al piso doscientos y miró una vez más el volcán.

-- Athan 8! - dijo el altavoz. -- Sala 14.

Athan ingresó esta vez con mucha vergüenza y recibió una sonrisa fingida de su médico,el profesor no lo imitó.

-- Dos días seguidos que visitas a un médico. ¿Qué pasa Athan? - dijo el doctor.

-- Creo que estoy enloqueciendo. Quiero más horas de descanso. Quiero borrar recuerdos.

El médico se acercó hacía el y pasó una luz brillante por su mirada.

-- Quitá eso! - gritó y corrió su vista.

El doctor agarró su control rayos x y roció su rostro. -- Tienes síntomas de estrés y cansancio.Tus recuerdos son de dos milcuarentay cinco años. Has empeorado.

Athan entró nuevamente en pánico. -- Hice lo que me pediste. ¿Qué pasa conmigo?.

El médico agarró una carpeta con los archivos y antecedentes de Athan. -- mil cincuentay cinco... aquí esta. - dijo y tomó una hoja de la carpeta. -- Te haré una serie de preguntas y necesito que me respondas la verdad ¿El nombre Chuf Chuf te recuerda algo?

-- Era mi perro en aquél entonces. Lo compré en una veterinaria de largo plazo.

--¿Arturo? - preguntó el médico.

Athan no quería responder con la verdad, eso le daba vergüenza. Pero sabía que no podía mentir.

-- Un amigo de aquellas épocas. No supe más de él. La ultima vez que lo vi fue en el edificio de placeres. Cuando el edificio solo tenía tres pisos.

El médico quedó confuso por las respuestas rápidas que Athan le brindaba. No hacía ni si quiera un solo gesto para intentar recordar. Guardó nuevamente la hoja en la carpeta y sacó otra de páginas más atrás. -- ¿Islas Bora Bora?

Athan hizo una pausa. Llevó su mano al mentón como si eso lo ayudase a pensar de mejor manera. -- Fui con Arturo a las Islas de vacaciones.El médico comenzó a hacer cuentas y por momentos le daba una ojeada a Athan. Su mirada era juzgadora.

-- ¿Tienes hijos? - preguntó curioso.

-- No lo sé.

-- ¿Avneet?

-- Necesito saber de ella. - dijo con desesperación.

Athan se tomó de su cabeza. Sentía una aguja clavada detrás de sus ojos y luego,escuchó una gran explosión. Se tiró al piso y se cubrió debajo de la mesa del médico, quien corrió en su ayuda.

-- Veo el volcán. Esta erupcionando. - dijo temblando del susto.

-- El volcán no puede dañarnos. Por tu reacción creo que estas sufriendo de síntomasprovocados por instinto primitivo. Acabas de recordar la explosión del volcán cuando tenías mil años de vida. Tu diagnóstico es peor de lo que pensé. - dijo y lo miró con una gran sonrisa. -- Despreocupate. Todo tiene una solución. -- lo levantó y lo sentó en su silla. -- Debesdormirseiscientas cuarentay seishoras y vivirtrescientas veintedos.

-- Es imposible. Nadie nunca ha dormido más de lo que vive. - dijo con temory tomó nuevamente su cabeza.-- Te haré caso. Pero aléjame de esta locura.

-- Ya sabés lo que tienes que hacer. Ahora ve a tu burbuja y duerme. Tienes que cumplir los horarios. Los recuerdos volverán a la normalidad.

Desde su anciana edad había perdido la costumbre de frenarse en la calle para tomar un suspiro de aire, o para saludar al vecino y preguntar como iba su vida. Pero en aquél momento, ni siquiera pensó en detenersehasta llegar a su burbuja. Se aseguró de cerrar todas sus puertas con llave, era la primera vez que recordaba hacerlo. La sensación de miedo lo dominaba y no sabía como hacerle frente. Decidió dormir antes de tiempo. Cerró sus ojos y veía las imágenes llegar, el volcán, Arturo y el nombre Avneet. No sabía porque no conseguía dormir. Tenía a la mujer atragantada en sus parpados y atorada en su garganta. Athan pedía que se vaya, y cuando lo hacía, volvía con más fuerza. Durmió seiscientas cuarenta y seis horas de largo y dentro de trescientas veinte y dos horas volvería a hacerlo.

Athan no quiso abrir sus ojos. Temía el resultado y por los síntomas sabía que no había mejorado.Sus piernas pesaban como si estuviesen atrapadas por la arcilla. Se arrastró despacio por las paredes hasta llegar al baño. Sentía que un monstruo había dentro.Se miró al espejo y se llevó una gran sorpresa, no eran los craters de la luna sino las arrugas y pozos que en su piel nacieron. Su pelo era desmejorado pajoso y grasoso. Esta vez los mechones blancos de pelo eran notorios.

-- Tendré que volver al médico. - pensó y negó con su cabeza. -- Esa ya no es la solución.

Llevó largo tiempo en silencio en la oscuridad de su burbuja. Indagó sus recuerdos y supo que algo extraño sucedía en su mente. Había recuerdos nuevos en su memoria y tuvo la suerte de poder identificarlos. Cuando ellos aparecían, era imposible distinguir los recuerdos nuevos a los viejos. Ambos eran recuerdos. Una direcciónsonóen su cabeza. -- Tengo que ir.

Athan llegó a la dirección y supo cual era la burbuja correcta a la cual entrar. Abrió la puerta sin saber que encontraría adentro. Era un acto de fe.

-- Por fin despertaste. Me preguntaba cuando te tomarías el atrevimiento en venir. - dijo un hombre desde su sillón.

-- ¿Arturo? - dijo Athan sorprendido. -- Estas... estas...

-- Viejo! - se levantó y le brindó un abrazo. -- Pero aún así me has reconocido.

Athan sabía que Arturo era menor que él. Pero por su aspecto físico parecía una persona que acariciaba los cincuenta mil años de edad. Su pelo era largo y desprolijo, y blanco, muy blanco. De su boca radiaba un olor rancio como si hubiese bebido alcohol toda su vida. Sus dientes eran amarillos color margarita.

-- ¿Cómo te acuerdas de mi? - preguntó Athan confundido.

-- ¿Y tu cómo te acuerdas de mi? - dijo y sonrió.

-- No lo sé. Solo apareciste en mis recuerdos.

-- Ya lo sabrás. Recién has comenzado. ¿Qué te trae por aquí?. - preguntó invitando a su viejo conocido a sentarse en el sillón. Athan se quedó sin palabras y observó con detenimiento el rostro de Arturo. Nunca había visto uno tan avejentado. Eso ya no era posible para las personas.

-- Oh... ¿Te llama la atención mi aspecto? - pregunto y Athan negó con su cabeza. No quería ser descortés. -- Estoy enfermo.

Athan se levantó del sillón al escuchar sus palabras. No podía permitir estar al lado de un enfermo, podía contagiarse. -- Las enfermedades ya no existen. - dijo pero ni él creyó esas palabras.

-- Estoy enfermo por amor. El amor es una jodida enfermedad. Nuestras ojeras nos delatan por aquellas noches donde no podemos descansar pensando en sus besos, sus abrazos. O, por los no abrazos.

-- ¿Y por qué no hacés algo al respecto contra esa enfermedad? Amor...

-- El amor no se puede impedir, pero se provoca. ¿Nunca has sentido que no puedes dormir por pensar en otra persona? - preguntó y los ojos de Athan parecían haber visto un muerto.

-- ¿Sabés algo sobre una persona llamada Avneet? - preguntó y Arturo sonrió victoriosamente.

-- Ya veo. Lo has sentido también. Hace mucho tiempo he tenido dos ratones de mascota. Vivían constantemente todos los cortos días de su vida encerrados en una jaula. Pero un día melancólico para mí, decidí abrir la jaula. El primer ratón disparó hacía la puerta, y por primera vez en su vida descubrió lo que hay más allá de la burbuja. El otro ratón se quedó dentro de su jaula. Era un animal que no sentía curiosidad ni el deseo de la libertad. ¿Sabés que paso con él ratón que escapo de la jaula? Lo atropelló un auto ni bien descubrió los colores del cielo. Al contrario, el otro vivió más tiempo.Perosi el resultado fue la muerte enambos, ¿Cuál creés que tuvo una más digna?.

Athan sintió agua dulce caer de los ojos hasta su mejilla. No sabía de que hablaba Arturo, pero aún así, llegó a su corazón. -- Necesito encontrar a Avneet.

-- Ël tiempo te dirá donde se encuentra. Solo espera y recuerda.

-- Ven conmigo! - dijo Athan estirando su mano. -- Necesito tu ayuda.

-- No es mi momento todavía. Primero tengo que resolver algunas cosas. - dijo y lo acompaño hasta la puerta. En ningún momento le soltó su hombro. -- Recuerda que el hombre esta hecho del mismo material que la montaña más alta. El material de la naturaleza. El sol llama a las estrellas, las estrellas a la luna, la luna al mar, el mar a las montañas y las montañas a los hombres.

Athan infló su pecho en busca de aire. Sintió un peso aplastar su corazón. Volvió a mirar a Arturo que esta vez, lo miraba con ojos de niño. Los ojos con los cuáles lo miro en todos sus recuerdos. -- Esperó que puedas arreglar tus asuntos, hijo mio. Nacer es una alegría que duele, si no existiese la muerte.

-- Padre, encuentra a mi madre. Explicale que no estoy listo. Pronto, cuando las brisas se lleven las cenizas de nuestra piel, nos volveremos a encontrar.

Athan sabía que tenía un largo viaje por delante. No se detuvo en su burbuja a buscar sus pertenencias. Donde él iba, no las necesitaría. Tomó su auto y se dirigió por la calle de tierra hasta la oscuridad de la ciudad, donde limitá con los preciosos campos que se mueven en libertad. Miró su imagen una vez más en el espejo retrovisor y fue la primera vez en mucho tiempo donde no fingió una sonrisa. Su verdadero rostro estaba allí.

Llegó bajó el volcán donde una humilde cabaña reposaba en los pies de la montaña volcánica.

Una mujer lo esperaba con sus pelos al viento. La misma mujer que se había encontrado aquél día en la calle ensangrentada, salvó que su aspecto era el de una anciana. Athan estaba orgulloso de saber que Avneet había encontrado la salida a la libertad. Se miraron por largos segundos y la mujer le mostró su pistola de rayos x y ambos rieron.

-- ¿Recuerdas la promesa que hice la ultima vez que nos vimos?- preguntó Athan con la mirada admirada en la mujer. -- Tú la has cumplido.

-- Recuerdo la frase que me has dicho. El abuelo sonríe y vé a su nieto recién nacido sonreír. Ambos sonríen porque el abuelo ha olvidado sus recuerdos y su nieto todavía no llego a tenerlos. La felicidad de ellos, yo no la quiero.He encontrado el escapé. Y lo quiero a tu lado.

-- Al final, la muerte es él único instante que vale la pena vivir. En él, se encuentran todos los recuerdos esperando ser revelados.

7 de Mayo de 2019 a las 04:50 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Fin

Conoce al autor

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~

Historias relacionadas