Cristina despertó agitada, eran las cuatro de la mañana, el sudor empapaba su cuerpo. Una noche más, una semana entera, víctima de aquella pesadilla. Ya no se volvería a dormir, prefirió levantarse y darse una ducha, tomar algún suplemento que la mantuviese despierta e ir a trabajar.
Un día rutinario, un día normal, al salir del trabajo tomó un taxi y se dirigió hacia aquel consultorio, había decidido ver un especialista, quizá le ayudase a resolver aquel conflicto mental.
Una hora que se va sin pena ni gloria, Cristina sale algo molesta por la poca ayuda que representó aquella consulta. «Hay un asunto sin resolver en su vida, por ello se siente perseguida», escuchó. «Pero qué conflictos voy a tener en mi vida, me he encargado de hacerla tranquila y libre de sorpresas, me he encargado de hacerla simple», ella contestó.
Volvió a casa, entró a su habitación, encendió el televisor y recibió su dosis diaria de noticieros y telenovelas. Apagó la luz, pero no el televisor, se había acostumbrado a mantenerlo encendido mientras conciliaba el sueño, había algo que la incomodaba en el silencio absoluto. Lo programó para apagarse en media hora y se acomodó en su almohada, cerró los ojos y poco a poco se dejó llevar.
Era de noche, la luna iluminaba los árboles con un toque especial. Cristina recorría aquel parque, aquel parque de su niñez, de su alegría. Caminaba por aquel sendero de fines de semana, cuando la familia entera salía a jugar; y se detenía frente a la resbaladera, frente a los columpios, frente al sube y baja. Las nubes ahora cubren el cielo, y la oscuridad reina, se pueden escuchar fuertes pisadas en la cercanía. Aquella bestia, ahí está, la vigila, la desea.
Cristina empieza a correr, a sus espaldas, se escucha un alarido que expresa un terrible dolor, la bestia empieza a correr tras ella. Cristina voltea pero aún no es visible, será mejor seguir; otro alarido suplicante se hace presente. La carrera ha sido larga, Cristina aún escucha a la bestia detrás de ella. Sin darse cuenta, ha entrado en un túnel, pide al cielo que tenga salida, Las paredes se encienden a medida que ella avanza, voltea una vez más, no hay rastro de aquel ser, continúa.
Se ilumina el último tramo, hay una pared frente a ella, Cristina se detiene, golpea aquel muro con todas sus fuerzas, pero es inútil. Una silueta grotesca se hace cada vez más grande detrás de ella, la bestia la ha alcanzado. Y aquí es donde despierta, o donde ella solía despertar, esta vez será diferente, hoy tendrá que enfrentar al monstruo. Tan solo un paso los separa, ella se ha enrollado en el piso, tiene las rodillas contra la cara y los ojos fuertemente cerrados. La bestia la empuja con violencia, pero ella no se mueve, lo hace una vez más, pero ella se mantiene firme.
Una voz familiar se hace presente, «¿papá?», luego otra «¿mamá?», y luego otra «¿hermano?», toda su familia hablaba al mismo tiempo. Ella abrió los ojos, pero solo la bestia se encontraba ahí, quiso cerrarlos de nuevo, sin embargo, encontró los ojos de la bestia, y pudo ver más allá de lo que su apariencia deformada expresaba, pudo encontrar el sentimiento que vivía oculto desde hace tanto tiempo.
«Soledad, soledad, SOLEDAD» gritó ella mientras se abalanzaba al cuello de la bestia, se aferró fuertemente y dejó que la llevase, que la llevase lejos. Se apartaron de aquel túnel, se apartaron de aquel parque, se apartaron de todo lo que había formado su vida. Cristina había elegido no volver a despertar.
Gracias por leer!
Podemos mantener a Inkspired gratis al mostrar publicidad a nuestras visitas. Por favor, apóyanos poniendo en “lista blanca” o desactivando tu AdBlocker (bloqueador de publicidad).
Después de hacerlo, por favor recarga el sitio web para continuar utilizando Inkspired normalmente.