Son las 6 de la mañana, y ya se escucha rugir al pueblo, las tripas cocinándose, los niños gritando. Es 5 de enero del 2013 en Píllaro, un pueblo encerrado entre cimas y frío. Luego de año nuevo, y por una semana “religiosamente” los pillareños se endiablan. Llegamos al final de la jornada.
La Diablada Pillareña es una fiesta y una protesta.Los pobladores encarnan a distintos personajes y salen a las calles con bandas, música y alcohol. Entre familiares y vecinos se reúnen y desfilan con una alegría contagiosa.
Están los diablos, nunca iguales al año pasado, cada vez más grandes y coloridos.
Las guarichas son las más divertidas. Me imagino que los jóvenes se pelean por serlas. Una (que en realidad era uno) me alcanzó al final de la calle y no me pude resistir las ganas de bailar. Muchas preguntas y lo dejé que se una a la banda.
La siguiente salida será en la tarde. Salimos al pueblo más cercano para caminar y descansar. La fiesta sigue allá también con castillos y personajes militares con máscaras tocando trompetas en el camino. Logramos un poco de descanso al llegar a la cascada y nos acostamos al pie del río entre árboles.
Queremos ver más, tomar fotos, y quizás calentarnos con un puro. Regresamos al centro.Todos se reúnen ante la iglesia, que está frente al parque, de perfectas tradiciones españolas. Ella se apaga solita, cierra sus puertas y se queda callada. Frente a ella ya tiene una tarima con música y un puesto donde compramos un canelazo, que nos da sueño y calor.
8 de la noche. La calle llena de basura. Se nos ha pegado la música e imitamos el bailecito que todavía no logramos perfeccionar.
Todo culmina en un gran desfile estacionario. Dan vueltas en sí mismos y piden las canciones preferidas. La banda no se cansa. Los niños diablos prefieren los juegos. Los adultos diablos buscan asustar, algunos lo consiguen y pueden alardear de su hazaña.Los más viejos también están felices. Añoran la época donde la tradición era “más pura”.
6 de enero. 7 de la mañana. Esperamos ver un pueblo dormido, sucio y con resaca. Píllaro parece que no ha vivido nada. Los taxistas listos para sacar a los turistas, no adivinamos ni un poco de chuchaqui en los conductores.
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