khbaker K.H Baker

<<Último aviso para los pasajeros del vuelo IB7856 con destino a Nueva York. Embarque por puerta D27>>


Cuento Todo público.

#plane #flight #fear
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Finally

<<Último aviso para los pasajeros del vuelo IB7856 con destino a Nueva York. Embarque por puerta D27>>

—Joder… —susurró ella cargada con una maleta de ruedas que no dejaba de darse la vuelta al encontrarse con cualquier minúsculo bache que pudiese haber entre las baldosas del suelo del aeropuerto.

Hacía meses que Julia tenía reservado el vuelo, por no hablar de los hoteles y de lo mucho que le había costado trazar el itinerario pero, por alguna razón, ahora que había llegado el momento, estaba tan sumamente nerviosa que, una pequeña parte de ella estaba considerando no subir al avión.

—¿Algún problema, señorita? —preguntó un operario del aeropuerto cuando, por enésima vez, la maleta de Julia dio la vuelta, acompañada esta vez por su bolso, cuyas asas se le habían resbalado del hombro.

—No, todo está bien —dijo ella con una amplia sonrisa, mientras negaba con la cabeza—. Salvo por esta maldita maleta —acabó susurrando mientras se alejaba en dirección a la puerta de embarque.

Sus pasos eran rápidos, aunque no debió ponerse tacones, eso era algo a lo que llevaba un rato dándole vueltas. <<Seguro que te rompes una pierna antes de llegar, con lo torpe que eres…>>, se decía a sí misma, pero no había tenido otra opción, no había escuchado el despertador, se había levantado demasiado tarde y para colmo, no encontraba sus zapatillas por ninguna parte.

La azafata encargada de revisar los billetes estaba ayudando a embarcar a los últimos pasajeros cuando Julia llegó acalorada, soltando su maleta de mala gana antes de abrir su bolso para sacar el pasaporte y el billete de avión.

En la foto que encabezaba la segunda página del pasaporte podía apreciarse a una Julia sonriente y despreocupada, ligeramente maquillada y con el cabello liso cayéndole sobre los hombros, sin embargo, la chica que tenía la azafata delante de ella, tenía ojeras, el cabello mal recogido en un moño despeinado y en lugar de una sonrisa despampanante, las comisuras de sus labios decaían en dirección a su mentón.

Julia tragó saliva cuando la azafata miró repetidas veces su foto antes de devolverle el pasaporte, deseándole un buen viaje. Todo aquello debía de ser alguna especie de señal que el universo le estaba tratando de enviar, pero ella no hizo caso y subió a aquel avión.

La pasarela temblaba bajo sus pies mientras se dirigía lentamente hacia la puerta del avión, esperando pacientemente, con las piernas temblorosas a que los demás pasajeros subiesen al avión.

Una vez acomodada en su asiento, Julia miró por la ventanilla y contuvo la respiración, le encantaba viajar, pero la idea de subir a un avión le parecía aterradora, sobre todo cuando eran trece las horas que le separaban de su destino.

Con un temblor evidente en las manos, volvió a abrir su bolso y sacó su reproductor de música antes de colocarse los auriculares para evadirse de la realidad, al menos el mayor tiempo posible. Quizá así el viaje se le antojara más rápido.

—Señorita —dijo un joven que no dejaba de teclear en su tablet, obligándola a quitarse un auricular—, ¿sabe que hay más probabilidades de que fallen los motores del avión, que de que muramos en caso de que impactemos contra el océano?

Julia le dedicó una mirada de pocos amigos, tragó saliva y se volvió a poner el auricular mientras respiraba profundamente.

<<Perfecto, me ha tocado el puto paranoico, como si no tuviera ya bastante>>, pensó mientras subía el volumen de la música, para evitar escuchar como el joven farfullaba.

8h después:

Lo peor ya había pasado, habían sufrido algunas turbulencias al pasar por un cúmulo de nubes espesas, pero no había sido peor que tener que escuchar los comentarios del muchacho que, en varias ocasiones, se había alzado para asegurar que todos iban a morir en aquel vuelo.

—No pienso volver a viajar… —susurró para sí misma, pero antes de que pudiera centrarse de nuevo en la música, una azafata le tocó el brazo para decirle que debía quitarse los auriculares—. ¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó mientras guardaba el reproductor.

Pero no obtuvo respuesta. La azafata se marchó mientras observaba que todos prestaban total atención a la gran pantalla que acababa de encenderse, mostrando el color azul eléctrico.

Los murmullos no se hicieron esperar, en su mayoría se preguntaban qué era lo que estaba pasando, pero no faltaban aquellos que murmuraban que el joven paranoico tenía razón y que iban a morir.

—Señorita, ¿por dónde cree que estaremos pasando en estos momentos? —comentó el joven que parecía haber dado un giro monumental en su comportamiento.

—No lo sé —respondió Julia con rudeza.

—¿Por el triángulo de las Bermudas?

—No vamos a sobrevolar el triángulo de las Bermudas, tendríamos que bajar demasiado y no saldría rentable. Ya lo he comprobado —aseguró Julia.

—Entonces, ¿estamos sobrevolando el océano? —se interesó el joven mientras intentaba mirar por la ventana. Julia hizo lo mismo y asintió—. Bien, voy a probar mi teoría.

En ese momento, el joven que parecía haber recobrado la cordura, la perdió de nuevo al mismo tiempo que sacaba un lapicero de afilada punta y apuñalaba en el cuello al pasajero que había junto a él. Julia entró en pánico y un agudo grito salió de su garganta mientras la sangre no dejaba de salir sin control. Algunas gotas dispersas incluso consiguieron mancharle el jersey, aunque la mayor parte quedó en la camisa del joven de cordura cuestionable.

—¡Vais a ver como yo tenía razón! —gritó mientras iba de un lado a otro, clavando el mismo lapicero, ya rojo por la cantidad de sangre, a todos los pasajeros que encontraba a su paso.

Dos hombres, una mujer y todas las azafatas acabaron muriendo a manos de aquel maniaco que estaba empeñado en mostrar una teoría que a nadie le interesaba.

La sangre regaba los pasillos y los gritos de las personas pararon de golpe cuando aquel joven se hizo con unas tijeras que se encontraban en el botiquín que había en el compartimento de las azafatas. No cabía duda de que se le había ido la cabeza, pero aseguraba que todos sobrevivirían cuando el avión colisionara contra el océano.

Nadie se atrevía a hacer nada, incluso habían corrido hacia la parte trasera del avión cuando el joven se adelantó para intentar abrir la cabina del avión. Sin embargo, Julia permanecía en su asiento en la tercera fila, sin poder apartar la mirada del cuerpo ensangrentado con aquel agujero profundo en la yugular.

Los gritos insistentes del joven la hicieron salir de su propia mente para dejarle ser consciente de la situación de nuevo.

—¿Me escucha? —preguntó el joven, tan cerca de ella que le era difícil poder enfocar su imagen—. ¿Señorita?

Julia abrió torpemente los ojos, estaba cansada y sin quererlo, se había quedado dormida. Aquel joven zarandeó con suavidad su brazo hasta que ella tuvo los ojos totalmente abiertos y pudo reaccionar, apartándose de él de una manera poco cuidadosa, intentando normalizar su agitada respiración al mismo tiempo.

—Señorita —dijo de nuevo—. Ya hemos llegado a Nueva York —le informó antes de ponerse en pie y salir del avión, seguido de todos los pasajeros que se encontraban en las filas tras ellos.

Como si de un rayo se tratase, un pensamiento fugaz cruzó su mente mientras se quitaba el cinturón y se levantaba, para después coger la maleta y salir lentamente de aquel lugar que tanto miedo le había causado.

—Ya estoy a salvo —pensó al poner sus pies en tierra firme.

Los nervios que había sentido hasta aquel momento se disiparon, nadie había logrado reconocerla y los datos de sus documentos no habían llamado la atención de nadie. Al fin y al cabo, se había tomado muchas molestias para que todo saliera perfecto.

Julia respiró el húmedo aire de Nueva York y cruzó la pista de aterrizaje para cobijarse entre las paredes del aeropuerto. Ella solía ser rubia, con unos ojos azules impresionantes, sin embargo ahora era morena y con los ojos marrones y seguiría siendo así hasta que las cosas se tranquilizasen y pudiese volver a bajar la guardia.

Si no había pasado todavía, era poco probable que entre más de diecinueve millones de estadounidenses, fuesen a dar precisamente con ella. Con la responsable de haber matado a todas aquellas personas con tan solo un lapicero afilado, en aquel vuelo nacional de hacía exactamente cuatro meses.

12 de Marzo de 2019 a las 17:37 1 Reporte Insertar Seguir historia
6
Fin

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K.H Baker Intento de escritora, amante de la música ♫ y adicta al café. Creando mis propias ramas del "Bakerverse". Nací para ser heroína ♚ pero el mundo me convirtió en villana ☠ y, ¿sabéis qué? En el lado oscuro lo pasamos mucho mejor ;)

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Tus relatos nunca me decepcionan! Esos finales me vuelan la cabeza!
March 13, 2019, 01:55
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