¿Crees que lo peor que puede ocurrirte es morir?
Te equivocas.
Sé por experiencia que no es así, porque yo deseo morir desde hace mucho. ¿Cuánto? No lo sé. Un día, una semana, tal vez un mes o solo desde hace una hora.
El tiempo se ha detenido, al contrario que el galope de mi corazón.
Tanteo la pared a mi espalda por enésima vez, buscando una salida, que lleva esquivándome tanto tiempo, que tentada estoy de pensar que no la hay.
Pero sí que debe haber una salida. Me volvería loca si no la hubiera.
Estoy en una trampa, y se puede salir de las trampas. Solo hay que dedicar el tiempo y la determinación suficientes.
Me encuentro en la zona oscura del garaje, la zona segura. La que el muerto no puede ver. Yo, en cambio, puedo observarlo, y no le quito los ojos de encima.
Sé que, cuando no miro, se vuelve y me acecha.
Sus ojos, azul desvaído, me siguen porque pueden verme incluso a través de la mancha que sus sesos han dejado en el cristal del conductor.
He llegado a la puerta metálica por enésima vez. Debería estar abierta. En todos los garajes públicos las puertas están abiertas. En todos menos en este.
¿Por qué había accedido a reunirme con él aquí? Por intimidad. Él la quería y yo la necesitaba.
Él quería dinero, y yo deseaba que nada cambiara en mi vida por una noche de borrachera.
Mi carrera, mi nombre, mi fortuna y mi futuro estaban en sus manos.
No quería matarlo, solo intimidarlo.
Pero las cosas salieron así.
Le disparé en la cabeza, la mitad de su cráneo voló, junto con un chorro de sangre y trozos blanco grisáceos que se pegaron a los cristales.
Las luces de emergencia del espacio vacío del garaje se apagaron con su vida, como si estuviesen conectados de alguna forma.
Grité de asco y de miedo por encontrarme a oscuras.
Abrí la puerta del copiloto y salí corriendo.
Quería subir los tres pisos hasta la calle y seguir corriendo hasta que las piernas me fallaran, pero la oscuridad, más allá de la luz que proyectaba el piloto del interior del vehículo, no me permitía ver por dónde iba.
Me pegué a la pared, un sitio seguro donde tenía las espaldas cubiertas, y caminé hacia mi derecha.
El hombre me seguía con la mirada vacua, incluso me pareció atisbar una sonrisa en su rostro demudado.
Perdí los nervios y corrí, con una mano pegada a la pared de cemento, desollándome la piel, pero sin sentir dolor, porque el miedo es una sensación más urgente.
Cuando dejé de ver la cara del hombre, paré.
Se me saldría el corazón del pecho si seguía así.
A tientas encontré la primera puerta metálica cerrada.
Empuñé el tirador y forcejeé con ella.
No se movió.
Le di patadas y puñetazos mientras gritaba.
Escuché un susurro a mi espalda y me giré, horrorizada.
No había nadie, pero intuía que el hombre me miraba desde el interior sanguinolento del coche.
Esperé sin respirar, atenta a cualquier movimiento.
Nada pasó.
Tenía que encontrar otra salida, no podía quedarme allí.
Me puse en marcha vigilando la zona iluminada del coche e intentando penetrar la oscuridad de la pared que reseguía.
Un crujido a mi izquierda me puso los pelos de punta y me quedé paralizada.
Estaba viendo la trasera del coche. El muerto no parecía moverse y a mi lado, en la oscuridad, tampoco volví a escuchar nada.
La rampa de bajada tenía una persiana metálica cerrada, y al fondo solo vi más oscuridad. Tiré de ella hacia arriba y la pateé. No pasó nada y el estrépito que estaba organizando no me dejaba escuchar por si el hombre del coche venía a por mí.
Me quedé quieta y callada, con la espalda pegada a la persiana, observando fijamente el resplandor que surgía de la luz interior del coche, que iluminaba un espacio de no más de dos metros a su alrededor.
Me moví de nuevo pegada a la pared, aguantando el sollozo que tenía atravesado en la garganta.
La siguiente puerta también estaba cerrada. Golpeé la chapa metálica, pero no me atreví a darle la espalda al coche. Creí ver que algo se movía en su interior.
Solo era mi imaginación, como lo que me rozó la mano momentos después, cuando me deslizaba buscando otra salida.
Podía ver ahora con claridad al hombre muerto. No se había movido, pensaba.
Pero algo en su postura me indicó que sí, que jugaba conmigo, que me acechaba y volvía a su sitio en cuanto yo lo miraba.
Me reí y luego lloré.
Pero dejé de llorar porque las lágrimas me impedían ver al hombre muerto.
De vez en cuando notaba un soplo de aire en el pelo que me ponía la piel de gallina, porque me indicaba que no estaba sola.
Me detuve, escuché y continué andando, tanteando la pared. Sin los zapatos mis pisadas eran inaudibles, aunque sabía que el hombre muerto podía oírme y verme. Hasta dejé de respirar por si acaso se movía, parapetado tras el ruido de mis resuellos.
De nuevo la puerta metálica, la pared, su rostro de frente, de espaldas…
Llevo así mucho rato, no sé cuánto. He dado vueltas y más vueltas, buscando la salida.
Porque tiene que haber una.
La luz del coche se va atenuando, a medida que la batería se agota, y debo salir de aquí antes de que eso ocurra.
Da igual lo que tarde…, un día, un mes, un año, una hora…
Me atrapará si me quedo a oscuras.
Gracias por leer!
Dejando a parte que eres una de mis escritoras favoritas a la que sigo desde hace un par de años, la historia tiene mucha fuerza y consigues meter a los lectores en el ambiente tan escalofriante que has creado con pocas palabras. Gracias!
¿El peligro es real, o solo está en la cabeza de la protagonista? La angustia que transporta al borde de la locura, ¿pertenece al escrito, o es un reflejo del interior del lector? Un relato alucinante, claustrofóbico, que provoca inquietud y pánico en quien se atreve a seguirlo hasta el final.
Me encanta la utilización de recursos de la escritora. Es capaz de trasladar al lector desde la mente del protagonista hasta la confusión y paranoia del mismo. Se confunde con la realidad. Muy bien narrado.
¡Buenísimo! No esperaba tanta desesperación en en cuanto leí el título. Muy bien escrito aunque cuidado con las comas. Uno de mis favoritos, sin duda.
Tiene mucha calidad y cumple con lo prometido en todo buen cuento de horror, ponerte la piel de gallina. Enhorabuena
Transmite el nerviosismo ideal que nos vuelve partícipes de la historia. Nos lleva a encarnar el personaje con el uso justo de las palabras. Ya desde su título: LUZ. Conforma una antítesis total con lo que es la continua paranoia que produce la total oscuridad. #TheAuthorsCup #TheReviewer
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