brendarivera Brenda Rivera

Una situación apoteósica, que nos obligará a ir al pasado para valorar las causas que llevaron a este desenlace. Kira es una joven que ha perdido sus recuerdos en un accidente del que no sabe absolutamente nada. Ella se siente muy vulnerable y trata de apoyarse en Ben, pero no es capaz de decirle que sus memorias de estos últimos años se han desvanecido. Él, por su parte, se comporta como un buen amigo... al menos la mayor parte del tiempo. © Brenda Rivera 2019, todos los derechos reservados.


Romance Suspenso romántico Sólo para mayores de 18. © Todos los derechos reservados

#perdida #memoria #dolor #amor #ruptura #asesino #dilema
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Capítulo 1: Pasión

Respiré una vez más antes de abrir la puerta del vehículo. Había tomado el arma de la guantera, el cargador estaba lleno de municiones y la ira invadía cada ápice de mi ser. No podía pensar en nada más. Salí y me dirigí directo al otro automóvil que yo había adelantado para bloquearle el paso con el mío.

El otro conductor se bajó también al verme, sorprendido. Medía un metro noventa, cuerpo musculoso y era muy hábil en la pelea cuerpo a cuerpo, pero hoy yo estaba armada y sé que él no, porque aquello que llevaba en mi mano le pertenecía.

El viento soplaba tempestuoso en aquel puente colgante que unía la península de San Francisco con el condado de Maine. Su cabello negro y suave ondeaba cuan largo era mientras yo miraba aquellos ojos profundos como la noche de ese hombre que una vez amé con locura.

—Kira, ¿qué estás haciendo? —me preguntó con calma.

El sonido de las bocinas de los vehículos que se habían visto forzados a parar no se hizo esperar. Algunas personas habían salido a ver la situación. Yo estaba muy nerviosa y no quería que nadie se acercara.

—Mi amor, tranquilízate, hablaremos en casa —intentó calmarme él, mientras comenzaba a avanzar, estrechando la poca distancia que había entre nosotros.

En mi rostro apareció la contractura involuntaria de una mueca al escucharle llamarme de ese modo, mis ojos se humedecieron y rompí su andar hacia mí cuando levanté el arma para apuntarle. Él se quedó a unos pocos pasos mientras la sorpresa terminaba de desvanecerse de su cara, quedando inexpresivo. La gente que se agolpaba desapareció, creo que se escondieron cuando alguien alarmó sobre el arma que portaba conmigo.

Ignoré su pedido de hablar, hubo un tiempo en que creí sus palabras.

Él me observaba con seriedad, levantó lentamente las manos y dio una zancada pausadamente para acercarse, pero eso me impacientó aún más. Yo ya había tomado mi decisión.

—De rodillas —ordené, girando lentamente para estar de espaldas al borde del puente sangriento, mis pasos eran más pesados de lo usual.

—Kira, por favor —exclamó él.

Creo que estaba intentando ganar tiempo, sabía que debía estar atenta a todos sus movimientos, porque él era un experto en el arte de matar y yo solamente era una novata con el corazón destrozado. Sudaba bajo el peso de mi ropa haciéndome sentir incómoda y cansada.

—Te quiero de rodillas y de espaldas a mí, ya sabes por qué —le grité.

Él obedeció tratando de girar su cuello para verme, aún con sus manos en alto.

—No sé qué te ha pasado, pero te juro que podemos solucionarlo —propuso.

—Tú me has pasado —repliqué con toda la frialdad que fui capaz de reunir.

—Te amo, Kira —suplicó.

—Yo también te amo, Ben, pero —pronuncié antes de que se quebrara mi voz por unos momentos— tú matas personas.

—Lo hice por nosotros, para que sobreviviéramos —argumentó él intentando girarse.

—Quédate donde estas —grité.

El aire frío golpeaba contra mi rostro surcado por ríos de lágrimas. A lo lejos pude oír el ruido de las sirenas de las patrullas, mi tiempo se agotaba.

Era ahora, pero no podía, aunque debía. El dolor en el pecho se acrecentaba paralizándome en la agonía mientras intentaba mantener mi mirada fija en mi objetivo. Bajé el martillo del arma para quitar el seguro y mi dedo rozó el gatillo con inseguridad, desde tan escasa distancia el tiro sería más que certero. Apunté directo a su cabeza para que no sufriera.

—Kira, no lo hagas —suplicó.

En la lejanía el silencio se partió.

¿Cómo habíamos llegado a esto?


 ***


Estaba sentada frente al escritorio de madera mientras delante una mujer con delantal blanco escribía en un ordenador. Únicamente se escuchaban los murmullos ahogados que provenían del pasillo a rebosar de pacientes a la espera.

Empecé a tamborilear los dedos sobre la superficie con impaciencia. Ella fijó su atención en mí y nuestros ojos marrones chocaron.

—Entonces, ¿usted se golpeó la cabeza? —preguntó—. ¿Recuerda cómo fue el accidente?

—No, cuando desperté estaba en el hospital rodeada por los médicos, nadie sabía qué me había pasado ni cómo había llegado allí. Tenía un dolor terrible en la nuca, en la espalda y unos cuantos moretones, especialmente en las piernas —le conté con desgana la misma historia que ya había tenido que explicar mil veces con anterioridad.

—Pero ¿se acuerda algo? Algunas personas sienten que se les nubla la vista, se marean o sienten náuseas —me guío.

Yo bajé la cabeza y me mordí el labio, sólo había una cosa que recordaba sobre ese accidente y era demasiado inverosímil cómo para contársela a la doctora. Simplemente era algo muy personal que nadie debía saber, una mala pasada de mi subconsciente cuando mi cerebro estaba pronto a apagarse. Suspiré y volví a levantar la vista.

—Me lo han preguntado mil veces, no recuerdo nada de lo que pasó antes ni después, simplemente abrí los ojos delante de los médicos que me estaban atendiendo —murmuré—. Y le juro que no estoy fabulando, porque —corté e hice una pausa para intentar evitar desesperarme— yo no recuerdo prácticamente nada de los últimos años. Recuerdo la mayor parte de mi vida, principalmente de mi infancia y mi adolescencia, pero lo demás pareciera estar en blanco y solamente tengo algunos retazos que me vienen a la mente. Fragmentos inoportunos que llegan cuando menos los espero de cosas que no entiendo —le expliqué con un tono de desesperación en la voz.

—Posiblemente es una pérdida de memoria temporal, no hay por qué alarmarse —me tranquilizó la médica.

—¿Temporal? Llevo ya dos semanas conociendo gente nueva que cree que tenemos una relación, ellos no saben que soy incapaz de recordarles —solté.

—Esta situación puede ser muy difícil de afrontar, tal vez podría derivarte a un psicólogo que te ayudara a lidiar con esto —ofreció.

—Y por el momento, ¿qué? —le clavé la mirada— ¿Sigo fingiendo mi propia vida? —Estaba a punto de quebrarme en llanto—. Usted no entiende, todos los días me levanto y finjo que soy Kira, pero no tengo idea de quién era ella realmente —exclamé—. Es como si estuviera usurpando la vida de otra persona y lo único que me mantiene cuerda es pensar que debo hacerlo bien para que el día en que ella regrese las cosas sigan estando como las dejó. —Enjuague la lágrima que se había escapado y recorría mi mejilla, tomando aliento.

—¿Qué otros síntomas usted tiene?

Respiré hondo.

—A veces no entiendo cuando me hablan, porque algunas palabras, aunque las conozca me resultan por momentos extrañas. Descubrí que hablo francés, sólo que no sé cuándo aprendí. Mi letra no es la misma que la de Kira, he revisado sus cuadernos viejos —aclaré—, no tenemos la misma forma de escribir. Es parecida, pero la suya es más clara y legible, la mía es más un garabato —comenté mirando para otro lado—. Cuando voy por la calle —dije con la mirada baja intentando tomar valor antes de volver a mirarla— me pierdo —solté—. Pero —titubeé— yo sé por dónde estoy caminando hasta que llego a un punto donde ya no lo sé. —Me llevo una mano a la cabeza acariciando mi cabello castaño en medio de mi confusión—. De un segundo a otro, todo se vuelve extraño y me aterro, pero intento mantener la calma, sigo caminando sin conocer el rumbo hasta que repentinamente reconozco otra vez el lugar. —Tragué saliva.

—¿Algo más? —preguntó la doctora.

—Descubrí un listado de música de Kira —comenté—, lo he estado escuchando y me ha resultado molesto. Sé que soy yo, pero debía tener un gusto pésimo —solté sin pensar—. No sólo no me parece familiar, sino que no siento ningún tipo de conexión con esas canciones cuando las escucho y lo peor es que sé que yo me pasaba todo el día escuchándolas —me llevé los dedos a la boca como si estuviera a punto de morderme las uñas—. Realmente no puedo entenderla —murmuré para mí.

—Creo que te voy a derivar a un neurólogo —alcanzó a decir antes de volver a enfrascarse en el ordenador.

 

***

 

Salí de aquel edificio, buscando encontrar a Ben en la puerta entre la multitud que recorría la ciudad de Seattle ese día. Sin embargo, él no se hallaba allí como habíamos quedado. Aquel hombre era alguien en quien sentía que podía confiar y mucho más, pero me sentía decepcionada de que no me hubiera esperado, porque como sabrán yo estaba fingiendo “estar bien”. No podía arriesgarme a que nadie se enterase de mi situación, no solamente por sus reacciones o por temor a perder amistades dejándole un estropicio a Kira cuando volviese, sino porque me sentía absolutamente vulnerable. Es horrible no saber nada de la persona que fuiste. Te destroza saber que hubo alguien alguna vez y que esa persona se fue, quedándote tú para ocupar su lugar y darte cuenta de que no eres más que una pobre imitación de ti misma. Yo era una falsificación muy barata y muy fraudulenta que a cada paso que daba sentía que lo estaba haciendo mal, durmiendo con miedo a que me descubrieran. Estaba vacía por dentro, hueca, y ni siquiera sabía cómo había pasado todo aquello. ¿Y si de ahora en más me pasaba toda la vida pretendiendo ser Kira?

Saqué el teléfono de Kira de mi bolsillo, quiero decir, mío, aún me estaba acostumbrado. Suspiré mientras buscaba el contacto de Ben y le llamé.

—Acabo de salir —le puse en conocimiento—, ¿dónde estás? —pregunté mirando instintivamente a ambos lados por si aparecía.

—Me quedé haciendo unas cosas ¿te encuentro en el estacionamiento? —sugirió.

Mi rostro palideció, no sabía dónde quedaba eso por más que fuera él quien me trajo. Concretamente, no tenía idea de cómo llegar de nuevo hasta allí, estaba perdida. Miré alrededor, sabía que tenía que ir a mi derecha y doblar la esquina, seguir unas cuántas calles, pero luego ¿qué? No me podía permitir fallar y que me descubriera, traté de pensar alguna excusa que pudiera usar si tenía que volver a llamarle cuando me perdiera, pero el tiempo transcurría. Opté por la solución más efectiva y estúpida, pero era todo cuánto tenía en ese momento.

—He tenido un accidente, está bien que no te importe, pero si no ibas a ser capaz de esperarme habría sido mejor que no te hubieras ofrecido a acompañarme en primer lugar —le espeté con fingida molestia—. Volveré a casa sola —corté inmediatamente sin darle espacio a acotar nada.

Esto era una mierda. Observé el teléfono en mi mano con su contacto aún en la pantalla. Lo sentía, Ben, pero no me podía permitir que te dieras cuenta. Aun podía sentir los restos de humedad en mis ojos, la vida no siempre es fácil. Levanté la mirada y el pánico me invadió, empecé a caminar rápidamente hacia mi izquierda. ¿Y si él llegaba a aparecer? Me sentía culpable por haberle tratado así. Crucé varias calles sin saber a dónde me dirigía entre medio de la multitud hasta que paré en un espacio verde con una banca. Tomé el aparato nuevamente entre mis manos y lo apagué, aún si no había recibido ningún llamado. Esta vez quería estar sola para poder tranquilizarme, porque estando desesperada me iba a resultar más difícil encontrar el cómo ir a casa de vuelta.

Finalmente me puse de pie para continuar, me perdí varias veces, pero trataba de tomármelo con calma y seguir hasta encontrar algo que me resultase familiar. Fue un trayecto largo y agotador. A pocos metros antes de llegar al pórtico de mi edificio lo vi de pie, Ben estaba allí esperando, apoyado en la pared. Me sentí descubierta, porque yo había tardado una eternidad, horas, entre parar para tranquilizarme y retornar de tramos incorrectos, había dado algunas vueltas en círculos sin sentido. Sin embargo, me enderecé intentando parecer segura de mí misma. ¿Me volvería a enfadar con él para salir del paso?

 

 ***


Busqué la llave en el pequeño bolso que portaba cuando me paré delante de la puerta, ignorando la mirada escrutadora. Me esforcé por no mostrar ninguna expresión que pudiera delatar nada, se suponía que debía estar enojada y así lo haría.

—Tardaste —señaló él.

—Estuve haciendo otras cosas —mentí.

—¿Qué cosas? —inquirió con interés.

—Cosas mías que no tengo por qué comentarte, Ben —manifesté mientras introducía la llave para abrir.

—No creo que tengas nada importante que hacer ahora que estas de baja por el accidente —argumentó.

—Quería estar sola, ¿vale? —espeté para que me dejara en paz, entrando al edificio seguida de cerca por el pelinegro.

Fui derecho hasta el ascensor lo más rápido que pude, pero claramente él siempre iba a ser más veloz que yo y apretó el botón para que se abrieran las puertas del pequeño ascensor. Entré seguida por él con unas ganas increíbles de morderme el labio inferior pero no lo hice, mientras él marcaba la planta en la que vivía. Nos quedamos en silencio hasta que salimos y me dirigí a zancadas hasta la puerta de mi departamento. Ingresé intentando cerrar la puerta tras de mí, pero él lo evitó con un brazo y yo cedí. No quería realmente que se fuera, ni siquiera estaba enojada con él, pero tenía miedo de que se diera cuenta si pasábamos mucho tiempo juntos.

 —Ben, creo que preferiría estar sola —rogué.

—Creo que ya has pasado bastante tiempo a solas, por otra parte, sí me preocupo por ti. Sé que has estado diferente después del accidente y que no te sientes bien, por eso, me quedaré a hacerte compañía y te prepararé algo de comer —anunció sin que yo pudiera negarme a su propuesta después de aquellos argumentos.

Ben podía resultar muy insistente y yo estaba demasiado cansada, exhausta además por la situación de nervios constantes que pasaba por no ser capaz de recordar. Él era como un buen amigo, sólo que yo lo amaba. No sabía el por qué, pero de todo aquello que fue mi vida anterior y que no podía recordar, lo único que permaneció en pie fue ese sentimiento que no descifraba de dónde provenía. Era algo muy fuerte, como una atracción irremediable, aunque comprendía muy bien que no éramos pareja, puesto que yo estaba al tanto de que tuve una relación hasta hacía pocos meses atrás con otra persona. Aquel otro hombre era alguien que seguramente Kira del pasado había amado intensamente, porque si bien no conocía los detalles, sé que ella soportó muchas cosas por él. Sin embargo, yo no compartía aquello con ella, puesto que yo amaba a Ben con toda la seguridad que me daba mi corazón, aún si no era capaz de entender el porqué de una pasión tan abrupta y desbordada. ¿Podría yo contenerla?

 

8 de Febrero de 2019 a las 15:19 1 Reporte Insertar Seguir historia
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Cami Bengoa Cami Bengoa
Un atrapante primer capítulo, me encantó
August 10, 2020, 16:06
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