-- ¡Caricato de por vida!
Dictó con su voz notoria y áspera el magistrado, al tiempo que palmeaba la pegajosa mesa.
--¡No lo haré más!
Le imploró casi de rodillas, casi con lágrimas en los ojos, casi con franqueza, casi con el rimmel corrido.
Casi de inmediato, dos agentes con ceñido y chillón uniforme lo conducían por un interminable y lúgubre corredor, esposado con espumillón.
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