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Gritos y Tiempo

La señora Emiliana no se cansa de gritar; grita despierta pero también grita dormida, cuando sueña, porque sus sueños siempre evocan cosas que exigen del grito: pánico, alegría. Grita los sábados y también los domingos antes de ir a misa. A la señora Emiliana le encanta el verano porque puede gritar de día y también durante las cálidas noches. La señora Emiliana grita en otoño, y hace que las hojas abandonen los árboles anticipadamente. Ni el viento que sopla ni la lluvia que a veces fluye en cascadas detienen los gritos de la señora Emiliana. Al llegar la primavera, verde y florida alegría inunda el corazón de la señora Emiliana, que danza y desprende atroces ráfagas de gritos que prohíben el vuelo de las abejas y los colibríes.
A diferencia del tiempo, es imposible que la señora Emiliana exista por siempre. Pero cuando sus gritos se hayan extinguido del mundo, quedará un eco similar al del Big Bang. Este eco, indescifrable para la mayoría de la gente, seguirá presente en casi todas las cosas. Este eco, oculto entre el aire terso y cálido, seguirá vivo en la memoria de su huerta y del agua del arroyo, en el andar curioso y despistado de sus perros, y en el melancólico maullar decuplicado sobre el tejado incandescente.

20 de Noviembre de 2018 a las 01:33 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

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