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Maestro del Disfraz


Luego de despedirme, caminé hacia el paradero para poder tomar la micro que me dejaría en el metro. Iba con mis audífonos y reflexionando sobre los momentos mágicos del día cuando llegué a la parada y me senté a esperar.


De repente, una voz interrumpió mi música y me obligó a voltear la cabeza hacia la derecha. Había un hombre delgado y de ojos azules hablándome y mirándome «No me habla para preguntar la hora ni tampoco para preguntar sobre la frecuencia del bus  ̶ Deduje, al ver que sus palabras duraban más de lo que dura una conversación con un extraño ̶  Cómo no se da cuenta que estoy con audífonos y que no escucho nada de lo que dice» Pensé todo tipo de cosas mientras me sacaba los aparatos del oído y los enrollaba alrededor del celular con el fin de ponerle atención a esa mirada inocente y distraída, a la que parecía no preocuparle si escuchaba lo que me decía. En ese momento dejó de hablar.

Lo vi sacar su Tablet y le pregunté

̶  ¿Viene del Trabajo?

̶  ¡No! ̶  Contestó «Verdad que es Domingo  ̶ Me dije, sintiendo lo obvio de su respuesta.̶ »

̶  Ah… ¡De pololear! ̶  Insistí.

̶ Uff… Me encantaría, pero no. ̶ Respondió, riendo amablemente. Reí con él, no sabía qué más preguntar y ya estaba a punto de dar por concluido su paso por mi día desenrollando nuevamente los audífonos del celu, pero en ese instante me devolvió las mismas preguntas, en el mismo orden y respondí con un “sí” a la segunda, con una sonrisa torpe «De esas de Amor».

̶  Eso está muy bien, eso está excelente  ̶  Parecía agradarle mi respuesta. Me sentí feliz con esto, como si hubiese tenido la aprobación de un ser muy sabio.

̶ ¿Para dónde va? ̶  Pregunté, intentando no ser intimidante

̶ Voy hasta Seminario, tomo cualquier micro de las “500s”. ¿Y tú?

̶ ¡Yo igual! ̶  Contesté entusiasmado. Iba a tener buena compañía en la micro. ̶  Por cierto, me llamo Cristián

̶ David. Un gusto ̶  Correspondió, mientras nos estrechábamos la mano.

En ese entonces llegó la 518. Nos subimos. Yo quería irme de pie, pero él me dijo algo como “Yo voy a poner mi bolsa de huesos en un asiento” ̶ Lo acompaño ̶  Dije. No me pescó. Lo seguí hasta el final de la micro, solo había un asiento, por lo que me fui parado a su lado mientras él sacaba su Tablet para leer una novela. Estuve a punto de ir a sentarme a otro lado, pero decidí quedarme ahí al ver que un tipo sospechoso «Para mí, al menos» le estaba ojeando el Tablet. Entonces quise mantenerle los ojos encima, pero a David parecía no preocuparle la situación…  nuevamente.

 

Cuando se bajó la persona que iba sentada al lado de él, me instalé en su asiento para hacerle compañía, pero seguía sumergido en su lectura. Un par de segundos después, apagó su Tablet y miró hacia el frente con la vista inquieta

̶ Aún no llegamos ̶  Anticipé.

̶ Sí, eso noté ̶ Me confirmó, mientras sus ojos aún buscaban algo en el más allá.

Volvió a su Tablet y nos fuimos en silencio durante casi todo el camino, como si fuéramos grandes amigos, como si hubiera confianza desde hace años. Cuando lo vi apagar nuevamente su Tablet, le pregunté

̶  ¿Usted trabaja?

̶  ¡Sí! En leyes, soy Abogado ̶  Me dijo, mirando a la nada, como una paloma.

̶ Ah… Y ahora va a llegar a descansar

̶ No exactamente, voy a llegar a ver películas. Me encantaría llegar a descansar, pero estoy acostumbrado a acostarme tarde y dormir como cuatro horas. ̶ Al decir esto sentí lástima por él, pero no parecía ser una persona infeliz. Bueno, tampoco parecía ser una persona feliz, más bien, no parecía una persona. Su aspecto era delgado, su estatura relativamente baja y llevaba una barba como de apóstol. De hecho, su olor era muy particular, no era hediondo, ni agradable, solamente muy llamativo, una mezcla rústica de olores a cuero, tabaco y madera.

̶ Tiene que aprovechar sus horas de sueño  ̶ Sugerí con tono de preocupación «Soné como mi mamá en ese momento» ̶  Podría meditar en la…

̶  ¡Sí! Si eso lo sé  ̶ Me interrumpió ̶   También medito, y siempre me propongo que debo dormir más, pero al final es mentira, porque siempre me quedo viendo películas o haciendo algo en la noche.

Avanzamos por avenida Francisco Bilbao y pasamos por la esquina con la calle Salvador, ahí le mencioné que trabajaba cerca de ese sector, específicamente en avenida Rancagua con Salvador, una cuadra más arriba. Creo que ese fue el único momento en el que sus ojos olvidaron las formas del aire y se concentraron en mi cara «Igual me urgí»

̶ Ah ¿Si?... ¡Qué bien! ¿Trabajas en el hospital?  ̶ Me dijo, soltando una risita en tono burlesco, como si supiera de antemano que la respuesta era un “No” «Este tipo era vivo»

̶ No  ̶ Respondí, igualmente ̶  Soy tatuador  ̶ Sus ojos se detuvieron nuevamente en mi rostro «esta vez no me urgí»

̶ Sabía que trabajabas en algo relacionado con el arte  ̶ Esta afirmación me erizó los pelos. Yo andaba vestido con polerón y pantalones, por lo que no se veían mis tatuajes, y mi forma de hablarle no fue precisamente la de Fito Páez como para haberle dado alguna pista sobre mi ocupación. ̶ Eres un artista entonces…  ̶ Replicó.

̶ No… no me considero un artista, generalmente ellos se hunden demasiado en sus emociones y en sus ideas, es como que olvidan las cosas importantes de vivir en la tierra, como que se desconectan y a mí no me gusta eso…

̶ ¡No tienes por qué desconectarte de la tierra para ser un gran artista!  ̶ Me señalaba con su dedo, como un profesor ̶  También coincido con tu pensamiento sobre ese tipo de personas, pero siempre puedes llevar un equilibrio. Hay muchos artistas que contribuyeron y siguen contribuyendo al bien humano

̶  ¡Como Da Vinci! ̶  Contesté entusiasta «Lo del “bien humano” ni siquiera se lo había mencionado e igual adivinó que estaba en mis intereses»

̶ Exactamente, él era un científico, ingeniero, filósofo y un montón de cosas, aparte de un gran, gran artista...

Seguíamos discutiendo sobre el tema entretenidamente y le expliqué que también me gusta ver el tatuaje desde un plano científico y filosófico y que, en gran parte, a eso he dedicado mi aprendizaje. Además, dentro de mis intereses está ver el tatuaje como una terapia holística y así lograr anular el dolor de mis clientes y que para eso necesitaba saber muy profundamente cómo actúan el cuerpo y la mente ante una herida. Me escuchó atentamente y concluyó:

̶…Es importante tu trabajo, porque trabajas en tres dimensiones… ̶ Al escuchar estas palabras me explotó la cabeza, una parte de mi cerebro había sido desbloqueada y empezó a desparramar un montón de ideas y conocimientos nuevos y profundos, mientras tanto mis ojos se estaban llenando de una cálida luz que hacía que todo alrededor fuera hermoso. Nunca me había puesto a pensar en esa materia, así que aprovechando ese lindo momento de iluminación intelectual hice un par de cálculos mentales, recopilé alguna información de metafísica que andaba dando vueltas en mi cabeza y respondí:

̶ En cuatro dimensiones

̶ Sí, eso ya lo sé, ya sé que en cuatro dimensiones ̶  Me guiñó un ojo mientras me lo decía, yo estaba anonadado «¡Cómo cresta lo sabe!».

En ese momento íbamos llegando a la calle Seminario y tenía que bajarse, me levanté de mi asiento para permitirle el paso, aún con la cabeza dada vuelta, con sentimientos confusos, pero lindos, solo atiné a tocarle el timbre por cortesía y a despedirme de él con amabilidad.

̶ Hasta luego David, fue realmente un gusto

̶ ¡Chao Cristián!, el placer fue mío. Espero que le siga yendo bien… Pórtese mal, páselo bien, pero un consejo, como abogado… Que no lo pillen.  ̶ Me volvió a guiñar el ojo y luego de eso bajó. La micro avanzó y su mirada me buscaba desde abajo para despedirse nuevamente. Me acerqué a la ventana y le hice un gestito con la mano, él correspondió amigablemente, como diciendo para sí mismo “cumplí con mi deber”.

Mientras escribo esto, me pregunto cómo hizo para hablarme justo las cosas que tenía que escuchar. Su actitud era como si lo supiera todo, como si fuera consciente de que tenía que encontrarse conmigo, decirme todas esas cosas y luego marcharse, como si esa hubiese sido la misión que le encomendaron.


No tengo una respuesta más satisfactoria que creer que era un Ángel disfrazado, un Ángel que me encontró por estar vibrando en la frecuencia correcta y que esto le sirvió como radar. Un Ángel que me tiene escribiendo siete páginas sobre él y que me hizo ver que voy en la dirección correcta, que todo está bien y que debo andar despacio y tranquilo más seguido, porque puede ser que muchos ángeles estén lentamente dando vueltas cerca de uno y si vamos muy rápido podemos perdernos la oportunidad de conocerlos. Si Dios está leyendo esto «Y seguro que lo está haciendo, porque este viejo es vivito» quiero decirle que felicite a su Ángel, que hizo un buen trabajo. Que le ponga un 7.0.

 

29 de Octubre de 2018 a las 18:18 0 Reporte Insertar Seguir historia
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