Cerca de la época donde el hombre recién empezaba a gobernar y expandirse por el mundo. Se disputaba entre los bosques, una batalla entre dos especies que no pareciese que tuviese fin alguno; por aquel entonces, los que lideraban como especie superior en esos lugares hacían lo que ellos creían que era correcto según lo que hoy conocemos como instinto salvaje. Aunque estos tipos de sucesos empezaron incluso antes de la aparición del hombre, no significa que su aparición cambiase algo de cómo estaban.
Las batallas, que mayormente terminaban con heridas profundas y algunas hemorragias que dependían de cuantos zarpazos les hubiese dado, eran provocadas por reclamaciones de territorio. La mayoría de estos pertenecían a las especies que estaban en la parte superior de la pirámide alimenticia, siendo así que, los carnívoros eran los que más disputaban entre sí.
Como era de esperarse, en toda comunidad unida siempre habrá alguien que espera que sea corrompida. Es decir, mientras algunas especies mantenían a todos unidos para combatir contra el resto de carnívoros, otras se empezaban a desmoronarse debido a traicioneros que divulgaban secretos a especies enemigas con el fin de su propia supervivencia.
Los lobos era la especie que más frecuentaba a la traición, pero no todos eran iguales. Aun así, las manadas se mantenían unidas a pesar de la poca confianza que hubiese entre ellos.
Se llegó al acuerdo de que ningún lobo de una manada pudiese acercarse a otra a pesar que haiga algún lazo familiar o amoroso. Aquellos con valor suficiente y creyentes de que podrían solucionar los problemas hablando, eran asesinados por sus mismas manadas.
Unos cuantos lobos pudieron escapar de las manadas que les impedía juntarse entre sí y se dirigieron a distintas zonas donde no pudiesen ser encontrados con facilidad. Algunos decidieron esconderse en madrigueras deshabitadas, otros se dirigían a otros bosques que no fuesen los mismos que antes, e incluso llegaron a habitar en cuevas.
Y sería en una de esas cuevas donde se encontraría una cachorra blanquiza acurrucándose en el suave pelaje de una loba con el mismo pelaje que la cachorra que vendría siendo una tía suya. Y con esto narrado...
¡LA HISTORIA COMIENZA!
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