faustoc Fausto Contero

Addy, una pequeña niña, tiene obsesión por un extraño animal que le es descrito por su padre en sus cuentos. Pero, ¿en qué punto la inocente fantasía da paso a una terrorífica verdad? Rose, su maestra, descubrirá que hay preguntas que es mejor dejar sin respuesta.


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I.

Extracto del diario de Rose Medyard


* Julio 3:


En realidad, me está preocupando la pequeña Adelaida. Cuando ingresé a esta escuela como maestra de niños, pensé que todo sería tan sencillo como enseñarles los colores, las vocales, jugar con ellos y hacer que se sintiesen bien mientras aprenden. Pero pronto descubrí que las cosas no eran tan fáciles. A veces debía hacer el papel de psicóloga y consejera, muchos niños traen problemas desde sus hogares y esto es lo que algunos maestros no entienden. Con la práctica, se va adquiriendo un sentido especial para reconocer este tipo de casos, sin haber estudiado más que psicología infantil básica en el instituto.

Como una de mis metas es estimular la creatividad de los niños, en contra de la influencia de la familia y la televisión que, a mi parecer, quieren acallarla, casi a diario les doy a los niños papel de colores y lápices, crayones, plumones, acuarelas, etc., para que dibujen o pinten todo aquello que su fértil imaginación les permita. A veces, propongo temas, o simplemente dejo que sean libres.

Sin ir más lejos, hoy propuse un tema: que dibujasen cosas de cuentos que hayan escuchado o visto. La mayoría de niños dibujaron cosas como Caperucita Roja, Los Tres Cerditos, Blancanieves... pero mi preocupación empezó cuando me detuve a mirar el trabajo de Adelaida.


– ¿Qué dibujas, Addy?


El papel estaba lleno de trazos negros, en apariencia amorfos y sin orden. Parecían un montón de radios ondulantes que emergían de un cuerpo con forma elíptica. No pude contener la expresión de ligero disgusto que mi rostro manifestó.


– ¿Acaso no le gusta, señorita? – dijo Adelaida como si estuviese orgullosa de su obra.

– Addy, ¿recuerdas el tema que propuse? Ustedes debían dibujar algo de un cuento, cosas como...

– Pero esto es de un cuento, señorita. Es de las mascotitas que mi padre me cuenta todas las noches...


Parpadeé varias veces incrédula. ¿Esa masa amorfa representaba una mascota? No entendía nada.


– Pero ¿cuál es esta mascota? ¿Es un animalito?

– Sí, señorita, mire: este es un cuerpo muy grande y suavecito, como si fuese musgo, pero más duro, y de aquí le salen todos los téntalos, como un calamar. Una vez trajo mi papá calamares para la cena, y tenían esos téntalos que me daban miedo porque...

– Tentáculos, querrás decir... pero entonces ¿esto es un calamar?

– ¡Ah, sí! Ten-tá-cu-los. Pero esta mascotita no es un calamar, porque los calamares están en el agua, y esto está en la tierra.


¿Tentáculos en la tierra? No recordaba nada parecido... a no ser que sea una bestia fantástica producto de la imaginación del padre. Si era así, no tenía por qué estar mal, pero el dibujo me seguía intrigando, tenía un toque tan tétrico que no me lo podía sacar de la cabeza.


– ¿Me cuentas el cuento de este animal? Aunque sea un poco.

– ¡Ay, no! No me lo sé todo, pero lo que me acuerdo ¿vale?


Tuve que poner toda mi atención para entender su relato apresurado, mal pronunciado, entrecortado... pero lo que oí fue suficiente para ponerme alerta ¿Cómo se le podía contar a una niña de 5 años una historia de un monstruo devorador de hombres, sin forma definida, habitante de cavernas profundas? ¿Cómo podía entender lo que repetía fielmente acerca de gente que lo adoraba “como se hace en las iglesias”, pero con danzas y hogueras? ¿Cómo interpretar la afirmación final de que no era un cuento, sino que el animal vivía en algún lugar del mundo? Todo esto, junto a la narración desprovista de miedo de Adelaida, me puso los pelos de punta. No era bueno que un padre atormentase así a su hija.


– Y ¿te da miedo lo que te cuenta tu papá? ¿Te lo cuenta para que no hagas cosas malas?

– No, señorita. No me da miedo, es una mascotita. Mi papá me lo cuenta todas las noches, y cuando se olvida, yo se lo tengo que pedir. ¿No le gustó? Eso es porque yo no lo cuento tan bien como papá, y se me olvidaron muchas partes…


Dicho esto, Adelaida continuó acentuando con el crayón negro, los perfiles de los tentáculos del monstruo, con la misma gracia que si estuviera pintando una flor.


* Julio 4:


Estuve pensando toda la noche en lo de la pequeña Adelaida. Incluso podría jurar que soñé con aquella criatura cuyos difusos perfiles mi alumna dibujaba sobre el papel, pero solo recuerdo la sensación de persecución...

Hoy, como todos los días, pedí a mis estudiantes que dibujaran algo, pero esta vez con un tema libre. Y de nuevo, Addy dibujó aquel ser, esta vez con un montón de figuras humanas que parecían danzar a su alrededor. Sin embargo, no dije nada y preferí esperar. Por suerte, la madre de Adelaida vino hoy a recoger a su hija. Fue una suerte, porque habitualmente va a casa en el autobús escolar. Sin perder oportunidad, abordé a la mujer. No me sorprendió su excesivo parecido con la niña, era de esperarse. Estaba vestida de forma sencilla, con un largo vestido azul impecable. Era de baja estatura, con el cabello negro recogido en una cola, tan distinto a las largas trenzas castañas de Adelaida... seguro había heredado el color de su padre.

Lo que no puedo olvidar son sus pequeños ojos tímidos y huidizos. Solo con verla, imaginé que vivía bajo una gran presión. Y una y otra vez mi mente volvía a la misma conclusión: maltrato.

Hablé con la mujer lo más amablemente que pude, ya que desde el principio se mostraba callada y preocupada. Le dije que Addy iba bien en clases, que era una niña muy despierta, que la felicitaba... pero que tenía una inquietud acerca de los dibujos que había hecho.

La madre parecía sentirse más cómoda después de estas palabras y decidió mirar los dibujos sin darles demasiada importancia. Inicialmente, no los comprendió, tal como me sucedió a mí. Cuando le expliqué la interpretación que me dió Addy, me miró incrédula.


– ¿Tiene esto algo de malo? Yo no soy maestra, pero creo que muchos niños dibujan monstruos, es culpa de la televisión y los videojuegos. Yo trato de que Addy no esté muy expuesta a eso, pero no puedo vigilarla las 24 horas del día.

– Lo sé, señora, pero lo que me preocupa no es el dibujo. Addy me dijo que lo hizo según la descripción contada por su padre, en un cuento... Señora ¿como trata su esposo a Addy? Cualquier problema, usted puede decírmelo, estoy para ayudar…


La mujer enseguida cambió de rostro. Y creo que mi comentario fue apresurado, porque percibí que se había ofendido.


– Discúlpeme, señorita, pero mi esposo es un padre ejemplar. Nunca en su vida me ha levantado la voz ni gritado, y tampoco a Adelaida, a quien ama con devoción. Siempre está atento a las necesidades de la familia y si no puede estar todo el tiempo con nosotros, es porque trabaja en un barco mercante y debe hacer viajes largos a menudo. ¿Cómo puede acusarlo de eso basándose en un dibujo de una niña?


Sentí que enrojecí, sin embargo, yo era la maestra y debía mantener la dignidad.


– Mil disculpas, señora, yo no quería acusar a su esposo de algún acto reprochable, es solo que tuve algunas dudas por el dibujo y la historia que Addy me contó...


Entonces una idea cruzó por mi mente. Quizás, Addy tergiversaba los cuentos que su padre le contaba como una respuesta ante sus prolongadas ausencias debidas a su trabajo.


– Entonces, señora... le aconsejo que vigile más lo que su hija ve o hace. Como usted dice, los medios pueden ser una influencia muy mala. ¿Por qué no le compra coloridos libros de cuentos? Le hará mucho bien, créame.


Al parecer, la mujer no me perdonó del todo. Todavía con un gesto agrio, se despidió de mí, llevándose a su hija. Ni siquiera le permitió que ella se despida...

¿Será que me estoy volviendo paranoica?


* Julio 10:


De nuevo, mi trabajo se concentró en Addy hoy. La verdad, esto me está afectando demasiado. Les pedí a los niños que dibujaran animales... ¡Y Adelaida volvió a dibujar aquel monstruo negro lleno de tentáculos! Pensé en comportarme con mayor severidad.


– Addy, hay muchísimos animales que puedes dibujar: perros, gatos, pajaritos, vacas... ¿por qué insistes en dibujar esto? Además, ni siquiera existe.


Addy me miró como si yo fuera una completa ignorante.


– No, señorita, sí existe… y prefiero tenerlo antes que un gatito, un perrito o un pajarito.


Creo que mi gesto se descompuso de inmediato, porque la niña me miró un poco asustada.


– Pero ¡Addy! ¿No te da miedo la idea de ver esa cosa? ¡Tú misma me has dicho que come personas!

– ¡Pero papá le puede dar de comer para que no haga nada malo!


El grito de la niña me puso en alerta. Los demás niños nos miraban asustados. Opté por dejarla tranquila, y retirarme. Tomé un poco de aire por la ventana, y regresé con ella.


– Addy, ¿te pones muy triste cuando tu papá se va de viaje?


La niña dejó de dibujar la gente que rodeaba a la bestia en su dibujo y miró hacia el techo como recordando.


– Ah, sí, señorita... hace un tiempo, se tuvo que ir tres días a casa de mi abuela y lo extrañé mucho...

– No, Addy, me refiero a cuando se marcha a su trabajo...


Addy me miró de nuevo asombrada.


– Pero señorita, mi papá no se marcha nunca. Todas las noches viene a contarme un cuento de las cosas que ha visto.


Guardé silencio. Alguien estaba mintiendo, y dudaba mucho que fuera la niña. ¿Por qué la madre dijo que su esposo casi no estaba en casa? Addy afirma que siempre está... ¿será que lo toma por su amigo imaginario cuando falta? No estaré tranquila hasta profundizar más en esto...


* Julio 11:


Es impresionante como ciertas cosas que vemos u oímos durante el día quedan grabadas en nuestra memoria superficialmente, sin que captemos su verdadero significado, pero en algún momento saltan del sitio donde se hallan los recuerdos y nos golpean en la cara mostrando aquellos aspectos nuevos que no habíamos percibido antes. Eso me ha sucedido anoche con una frase que Addy pronunció, y que recordé de improviso justo antes de dormir: “No, señorita, sí existe (refiriéndose a su monstruosa obsesión) … y prefiero tenerlo antes que un gatito, un perrito o un pajarito”. Dijo “prefiero”, no “preferiría”, como si ya lo tuviera, como si en realidad aquella cosa que tanto deseaba, fuese su mascota.

Esta idea me impidió descansar con normalidad, y era lo único que tenía en mente el día de hoy. Incluso adelanté la hora en la que ponía a los niños a dibujar, para tener la oportunidad de hablar con Addy. Esta vez les pedí que dibujen cosas que pueden ver en el cielo, y me acerqué a ella con el temor de observar de nuevo su desagradable dibujo recurrente. Creo que suspiré aliviada cuando percibí sobre su papel la figura de una luna acompañada por un montón de estrellas.


– Es muy bonito, Addy, ¿te gustan las noches con estrellas?

– Sí, señorita, son muy bonitas. Me gusta ver las estrellas desde mi ventana.

– A mí también.


Guardé silencio unos momentos, mientras la niña continuaba pintando. 


– Ehmmm… Addy, ¿quién te acompaña en tu casa?

– Mi mamá y mi papá, señorita, aunque casi no hablan conmigo. Mamá está siempre en su habitación, y papá… ya no tiene tiempo para contarme cuentos como antes. Llega muy tarde en la noche. Ya solo hablo con mi… 


Aquí dejó de hablar y miró a ambos lados como para observar que nadie escuchara nuestra conversación.


– ¿Puedo decirle un secreto que no puede contar a nadie, señorita?


Me puse atenta y tensa de inmediato.


– Claro, Addy, tú puedes contarme lo que quieras.


La niña parecía divertida con el hecho de poder contar un secreto. Con una gran sonrisa, acercó sus labios hasta mi oído y susurró:


– Ya tengo a mi mascotita.


Creo que no reaccioné de inmediato, como si mi mente se hubiera bloqueado por un segundo. Continué hablando con el mismo tono de confidencia.


– ¿Sí? ¡Qué bien, Addy! ¿Es un perro?


La niña me miró como si yo fuese tonta.


– No, señorita…. La mascotita, la negrita, ¿se acuerda?


Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Luché para que mi turbación no fuese evidente para la niña, repitiéndome una y otra vez que estaba hablando con una pequeña, y que no sería extraño que mezclara lo real con lo imaginario con el objetivo de no sentirse del todo sola. 

Solo sonreí a medias y asentí con la cabeza. No sabía qué responderle, o qué preguntarle.


– Addy… ¿y por qué en un secreto? ¿por qué no se lo puedes decir a nadie?

– Señorita, es que es mi mascotita, pero nadie lo sabe. La trajo mi papá, pero me quiere a mí.

– Ah, ya entendí. Sigue dibujando, vas muy bien


He pasado nerviosa todo el día y hasta casi temblorosa ante la idea de que haya algo de verdad en lo que me cuenta Addy. Creo que no tengo más alternativa que hablar con el psicólogo de la escuela en algún momento.


*Julio 12:


Estoy muy preocupada. Ha ocurrido algo que podría o no tener relación con el caso de Addy, aunque cada vez tengo más miedo de caer en la paranoia.

Hace días, hubo un hecho al que no le di demasiada importancia, puesto que son cosas que pasan habitualmente entre los niños. Addy tuvo una pelea con uno de sus compañeros, Henry. Fue en el patio de juegos, y el motivo no lo tengo muy claro, pero terminó en que Henry haló con fuerza una de las largas trenzas de Adelaida, lo cual provocó el llanto de la niña. El niño fue reprendido por el director, mientras que Addy fue consolada por una de las cuidadoras del patio, sin que exista mayor problema.

Un par de días después de que esto ocurriera, Henry faltó a clase, y continuó faltando todos estos días. 

Hoy, han venido a la escuela unos inspectores de policía en compañía de los padres de Henry. El niño ha desaparecido sin dejar rastro, y se ha desplegado un operativo para encontrarlo, o encontrar cualquier pista que permita conocer qué fue lo que sucedió con él. Me han interrogado acerca de la última vez que lo vi y de su comportamiento, pero no he podido decir nada que les ayude. Me rompe el corazón ver el estado de desesperación en que se encuentran los padres de Henry, y quizás es por eso que no logro dejar de ver la relación entre la discusión con Addy y su desaparición… ¿no es demasiada coincidencia? ¿O es que estoy viendo cosas que no existen, dejándome llevar por sospechas infundadas?.

25 de Octubre de 2018 a las 20:53 9 Reporte Insertar Seguir historia
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Me encantó la expresión ...."con la misma gracia que si estuviera pintando una flor" . Terrible cuento este Fausto, no lo había leído. Y en la necesidad de leer algo nuevo y terrorífico, me acerqué humildemente a fisgonear alguno tuyo jeje. Es increíble el relato, para aplaudir. En verdad pienso que de todos los que escribimos terror en Inkspired, eres el mejor. Tus cuentos son geniales hermano.
July 04, 2019, 00:24
Lihuen Lihuen
uff no puedo parar de leer, ya estoy como la profesora especulando y analizando cada detalle.
April 30, 2019, 02:47
John Ortiz John Ortiz
Hola Fausto. Que grato saludarlo, y me eh quedado sorprendido con esta historia y por el hecho que es suyo. Un abrazo y muchos éxitos.
January 05, 2019, 18:36

  • Fausto Contero Fausto Contero
    !John! ¡Qué gusto encontrarte por acá! Pues sí, la escritura es una de mis aficiones, y la retomo cuando tengo tiempo. Muchas gracias por tus comentarios, espero que sigamos en contacto. January 05, 2019, 18:52
Yonathan Cortes Yonathan Cortes
Wow que excelente capítulo, muy adictivo leer y muy aterrador lo que pasa.
November 02, 2018, 13:10

  • Fausto Contero Fausto Contero
    Gracias amigo, qué bueno que te guste la historia. November 02, 2018, 20:16
MIRAVEN Escritoraatiempoparcial MIRAVEN Escritoraatiempoparcial
Muy bueno e intrigante, me encanta la niña, es una mezcla entre perturbador y adorable, muy singular. Y pobre profesora, se va a terminar volviendo loca.
October 31, 2018, 12:35

  • Fausto Contero Fausto Contero
    Gracias por tu comentario, me alegra que te haya gustado Addy. Y sí, pobre profe! November 02, 2018, 20:16
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