Sólo había sangre, sangre por todas partes, pero para Hannah aquello seguía siendo un sueño del que le costaba despertar...
Pero, ¿esta vez era un sueño?
¿O era real?
El silencio oscuro y opresivo martilleaba en sus oídos. La sangre goteaba abriendo surcos en las paredes, arañazos sanguinolentos como marcas dejadas por un rastrillo en la tierra.
Ecos del pasado reverberando en el más absoluto silencio, quebrado tan sólo por el repetido latir de un corazón; monótono, incesante, eterno.
Volvía a haber sangre cubriéndolo todo; sus cabellos, sus manos, el suelo y las paredes, teñidas del rojo del dolor y la desesperación.
Los cuerpos de sus seres queridos yacían a su lado como sombras desvanecidas, sombras sin vida... Aunque esta vez no eran sus padres y hermanos los que reposaban junto a ella, sino los cuerpos de su marido y de su hijita.
Y aquella voz, recordada con miedo y hasta con dulzura a veces, susurrando en sus oídos su nombre:
«Hannah».
Una voz dulce, infantil y suave, tan parecida a la suya, como la de una hermana.
Un sonido del que nunca había podido olvidarse.
La voz de Eris.
Eris quería despertar de nuevo.
Quería volver...
— ¡No! — Se dijo Hannah. Esta vez no podía volver. Ahora tenía lo que siempre había buscado. Ahora amaba y era querida... Tenía una familia como cuando era niña, no volverían a arrebatársela...
¡Esto no es más que un sueño!
¡Tiene que ser un sueño!
¡Despierta Hannah!
¡Despierta de una vez...!
01
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