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Umi chan


LAS DOS GARZAS BLANCAS Hace mucho tiempo; en una época tan lejana, en la que ni siquiera el hombre puede recordar su propia historia, existió un precioso macho de garza blanca. Tenía el don de ver en las tormentas, en la oscuridad, en la niebla, en los lugares allá donde el tiempo peor podía ser, ella era capaz de guiarse. Y en esos lugares donde ningún otro podía ver excepto ella; ayudaba a sus compañeras de cielo a guiarse a un lugar seguro. A pesar de estos actos tan nobles, sentía una gran soledad en su corazón.


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Las dos Garzas Blancas

LAS DOS GARZAS BLANCAS

Hace mucho tiempo; en una época tan lejana, en la que ni siquiera el hombre puede recordar su propia historia, existió un precioso macho de garza blanca. Tenía el plumaje más hermoso que se pudiera imaginar, era tan blanco, que incluso la nieve le tenía envidia por la pureza de sus bellas plumas. Pero este bello plumaje, ni siquiera podía contrastarse con su, aún más bello y puro corazón. La garza volaba alrededor de todo el mundo, ayudando a los que, eran y no eran de su especie.

Tenía el don de ver en las tormentas, en la oscuridad, en la niebla, en los lugares allá donde el tiempo peor podía ser, ella era capaz de guiarse. Y en esos lugares donde ningún otro podía ver excepto ella; ayudaba a sus compañeras de cielo a guiarse a un lugar seguro. Cada acto hacía que su bello corazón se volviera más puro; mas, se sentía solo.

Deseaba tener un compañero con quien volar por todo el mundo. Sus bellos actos de salvación, eran puros, y amaba hacerlos, desde lo más profundo de su corazón, pero anhelaba un compañero con quien no solo volar, sino además de esto, compartir sus vidas juntos, para volar por el mundo y estar juntos por siempre.

La Luz, que era el ser más puro después de la garza blanca, le tuvo lástima. Le entristeció que la criatura, que era, incluso, más pura que ella, no tuviera un compañero, como el corazón del ave deseaba. Entonces, decidió, prescindir de parte de su brillo, para crear otro macho de garza blanca, tan puro y bello como el ave original. Así lo hizo. Por este acto, perdió parte de su resplandor, sin embargo, le hizo sentir el momento más feliz de su más de mil años de existencia.

La Luz, después de crear al otro macho de garza blanca, lo liberó en el cielo, cerca de la otra garza blanca. Tan pronto como lo hizo, ambas se encontraron, sus vuelos se detuvieron uno frente al otro. Entonces, el uno al otro se vieron, y vieron los corazones del otro. Ambos dilumbaron que los tenían más claros que la propia Luz, más, que la propia existencia que había creado a uno de ellos. Al ver esto, se acercaron más y más, hasta que la garza blanca graznó con su hermosa voz, ya que estaba feliz, muy feliz. Había encontrado al compañero que tanto había anhelado y esperado. La otra garza blanca, la que la Luz había creado, hizo igual, también estaba muy feliz, tenía al mejor compañero que jamás podría haber imaginado.

A partir de ese momento, ambos empezaron a volar juntos a lo largo y ancho de este mundo. Salvando a sus compañeras, las demás aves, forjando una poderosa amistad, que poco a poco, se convirtió en amor. En un amor, más puro que sus corazones incluso. Pues se amaban, se amaban muy profundamente; de una forma que no se podía explicar, ya que solo ellos la entendían.

Pasó el tiempo, y ambas garzas se hicieron ancianas, continuaban volando por el mundo, pero un día, una de ellas, la que la Luz había creado, al ser su edad tan avanzada, su ser ya no podía aguantar más, y empezó a desfallecer. Ya no tenía más fuerza para poder seguir volando. Empezó a precipitarse.

Solo podía pensar en que había vivido muchos y muy buenos largos años con su amado compañero.

Antes de caer al mar, ya había fallecido, no por la edad, no por el tiempo, que era la cruel causa por la que tenía que dejar de existir; sino porque nunca más podría estar al lado de su amado.

Al pensar que nunca más podría estar al lado de su querido amado, su corazón, que era más puro, que la Luz que lo había creado, se rompió en mil pedazos. En mil pedazos de pura y hermosa luz.

Y su amado compañero, la garza blanca, sintió lo mismo. Ambos sintieron que nunca más podrían estar uno al lado del otro, y el corazón de la garza blanca, tan puro como el de su amado compañero, también se rompió en mil pedazos de pura y hermosa luz.

La garza blanca soltó un gran graznido de dolor, el más doloroso que el mundo oyó nunca, y ambos corazones plenos de luz; envolvieron en luz a sus portadores.

Ambas garzas, fueron envueltas en la luz más blanca y pura que jamás existió y existirá en este mundo. La propia Luz, creadora de una de ellas, volvió a tener lástima, por el gran graznido de dolor, que la garza blanca había clamado por la muerte de su amada creación.

Entonces, antes de caer al mar, los envolvió en su propia luz y juntándose con el destello creado por las garzas, se creó un nuevo resplandor.

Este era, el de las dos garzas, que ahora estaban unidas, en un ser que sería eterno y en el que podrían vivir siempre juntos.

Por esta razón, cuando una luz deslumbra los ojos de un ser humano en el cielo, haciendo que éste los tenga que cerrar, es por el destello de las garzas unidas en una sola luz, pura y maravillosa.

Una luz que es, tal y como, eran los dos corazones de las dos garzas blancas,que se amaron tanto y tan profundamente.

27 de Septiembre de 2018 a las 11:47 0 Reporte Insertar Seguir historia
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