S
Serge Lee


Däte ha cruzado el espacio, dormido en su nave durante millones de años, para encontrar un planeta en el cual crear vida. Una historia acerca del maravilloso proceso biológico que da orígen a todos los seres vivos, acerca de los paradigmas de la inteligencia artificial y una representación del pasado, el presente y el futuro de la condición humana. Hor-ö no es solamente la expresión más grande de mi amor por la ciencia y la fantasía, es la base argumental de mi imaginario y por lo tanto mi obra fundamental.


Ciencia ficción No para niños menores de 13.

#381 #332
9
5.8mil VISITAS
En progreso
tiempo de lectura
AA Compartir

Hor-Ö Capítulo 1 "Impacto"

Hor-Ö

Por: Serge Lee

Capítulo 1

Impacto

Una roca incandescente incendió el cielo rojo, parasitada por un ser que dormía en su interior. En aquel tiempo su nombre era Däte.

Al estrellarse con el flanco de la montaña el aerolito estalló en millones de pedazos, una nube de varios kilómetros de alto se cernió sobre la costa sin arena de un mar verdoso, Däte despertó lentamente, no por la sacudida del impacto ni por el ruido de la explosión, su nave que era esférica mantenía por dentro la integridad estructural de la cabina, sin importar en qué posición ni con que velocidad impactara el meteorito al que se adhería. Después del impacto las ondas binaurales de baja frecuencia programadas para mantener a Däte dormido durante el viaje simplemente pararon y Däte abrió los ojos.

Däte se levantó de la unidad de reposo en la que había pasado eones enteros y observó el análisis que había realizado la IA de su nave tan pronto se adentraron en la atmósfera:

“Temperatura: 671.15 K

Distancia del centro orbital: 1328x106 km

Superficie: 740 x106 Km2

Presión atmosférica: 548 mbar

Gravedad: 34.1 m/s²

Altura: 415 m

Composición atmosférica: (57.96% N, 11.04 % O, 0.10 % Ar, 30.10 % CO2, 0.80 %H2 O)

Edad aproximada: 3600 MDA ± 1 % (Realizar prueba de Hf 182 para mayor exactitud)

Buena suerte Däte”


Al instante Däte supo que la situación no iba a ser agradable al salir de la cabina, pero de igual forma sabía que cuanto más se lo pensara, menos ganas le iban a dar de hacerlo. “No dolerá demasiado y no puedo morir, mis células TP7 se adaptarán rápido, solo serán unos segundos incomodos y entonces estará bien”, pensó Däte. Tomó de un compartimento un ordenador portátil que iba a la muñeca, desde el cual desplegar su laboratorio de aleación portátil, su sistema de posicionamiento y un par de herramientas prácticas, se acercó a la compuerta de la nave MPR: 21-12 “Parasyte” y con una señal de su mano abrió la compuerta.


Däte dio unos pasos fuera de la cabina y al instante puso una rodilla en el suelo, empezó a toser y aunque no le dolía era muy difícil olvidarse del reflejo de respirar pues el dióxido de carbono estaba quemándole los pulmones y el oxígeno que quedaba dentro se había expandido haciéndolos explotar, su piel que había sido del mismo color pálido durante todo el viaje empezó a desvanecerse, podía observar cómo se transformaba en polvo cenizo casi a la misma velocidad con la que sus células TP7 podían regenerar las células perdidas con nuevas adaptaciones lo que provocaba que se vieran unos halos negros que exponían y recubrían el tejido expuesto sucesivamente, Däte tuvo que cerrar los ojos varias veces para permitir que su retina se adaptara así que se perdió el resto de los detalles visuales, pero se sentía terriblemente incómodo. No podía sentir dolor, pues había editado los receptores del dolor fuera de su genoma, pero no poder respirar es una sensación peor que el dolor, está inscrito en lo más profundo del origen genético de todas las células que si no respiras mueres y aunque este no era el caso, durante la adaptación que sufrió los primeros segundos tras bajar de la nave Däte que no podía morir ni sentir dolor sufrió lo que solo puede describirse como “Terror Celular”.


Cuando el proceso terminó Däte abrió los ojos, que ahora eran completamente negros observó su piel que había tomado un color verduzco que contrastaba muy mal con el mar que después observó al horizonte, en su pecho ya no había contracciones respiratorias, entonces lo entendió; su piel se había llenado de fotorreceptores para recibir energía del astro incandescente que encendía el cielo de rojo y a su vez podría obtener suficiente carbono de la alta concentración de CO2 de la atmósfera, miles de millones de años de adaptación habían ocurrido a nivel somático en menos de un minuto, “las células TP7 o células Totipotenciales de 7 ciclos son por encima de todos los otros, el invento que nos volvió inmortales, la herramienta que nos permitió vivir más que nuestro planeta y que nuestro sol”, pensó Däte que ya se había recuperado de la incomodidad de adaptarse a este mundo nuevo en el que posaba su mirada negra por primera vez.


Däte entonces empezó a bajar la montaña que había sido partida en dos por el impacto y tenía un cráter enorme en su flanco oeste. La montaña estaba hecha principalmente de roca negra y roja muy dura, Däte pensó entonces que probablemente lo que pensó que era una montaña debía ser realmente un volcán conectado a la astenosfera del planeta. Al horizonte seguían cayendo rocas incandescentes en el mar verdoso que no parecía tener corriente y que solo se agitaba cuando caía una roca especialmente grande en él, haciendo olas que terminaban en la costa rocosa al pie del volcán. “Primero al mar, luego al volcán”, pensó Däte.


Inició su descenso del volcán rápidamente, no había nada que lo detuviera, bajaba hábilmente por el lado menos accidentado del volcán, rozando con los pies el filo de incontables rocas negras que en ocasiones lograban hacer una apertura en su piel que se cerraba casi de inmediato. Antes de que la última roca cayera del cielo al mar Däte ya se encontraba en la costa observando pequeñas piedrecillas redondeadas que se acumulaban en la orilla. Tomó una de las rocas y la levantó. Era una roca negra, redondeada y lisa no le parecía en extremo pesada, pero al dejarla caer al suelo estalló al golpear otras rocas parecidas. “Debe ser la gravedad”, pensó Däte.


El mar de tono verdoso golpeaba suavemente la orilla lo que indicaba que existía una corriente muy tenue en aquel punto, Däte se acercó más a la orilla para poder sentir el tenue oleaje en sus pies desnudos, su mirada se perdió en el horizonte de aquella playa rocosa, era un paisaje asombroso, el mar verde unido al cielo rojizo en donde se vislumbraba una estrella casi blanca que se elevaba triunfante sobre el cielo y el mar. “Este es mi nuevo mar, este es mi nuevo cielo y este es mi nuevo sol” dijo en voz alta mientras dibujó en su rostro una sonrisa. La boca y los dientes eran unos de los rasgos morfológicos que Däte y la mayoría de su especie no habían querido modificar, su deseo era recordar su naturaleza a pesar de haberla superado por completo. “Es hora de trabajar” pensó.


Se adentró un poco más en el mar hasta que el agua hubo cubierto sus rodillas y le rozaba la punta de los dedos, la corriente era tenue, pero sentía el cuerpo pesado, incluso esa tenue corriente lo empujaba ligeramente. Sabía que sus fibras musculares debían estar adaptándose aún al incremento de presión atmosférica y a la gravedad más de 3 veces mayor a la de su mundo nativo, “Todo es más denso, todo es más pesado”, pensó mientras se adentraba un poco más en el agua. Sus músculos sus huesos, su piel y sus terminaciones nerviosas habían realizado cambios drásticos para adaptarse a estas nuevas condiciones y en los primeros minutos después del descenso, habían llegado a formar células capaces de sobrevivir, pero que no estaban perfectamente adaptadas a sus nuevas condiciones y que por lo tanto aún no podrían proliferar cómodamente en ellas, pasaría mucho tiempo antes de que todas las células somáticas de Däte evolucionaran artificialmente al punto de estar completamente adaptadas a su nuevo entorno.


Däte que sabía todo esto, simplemente ignoró la fuerza que lo empujaba levemente hacia la costa, tomó el pequeño ordenador que llevaba a su muñeca y seleccionó el menú de instrumentos desplegables que abrió una pequeña ranura de apenas unos centímetros de ancho en el extremo distal del aparato, seleccionó de entre los dispositivos de toma de muestras y al instante un recuadro blanquecino salió de la ranura.

Tomó el recuadro de aleación con la otra mano y lo presionó con sus dedos, al hacer esto el recuadro blanquecino empezó a engrandecerse, de forma que parecía que se desdoblaba y cuando acabó de hacerlo éste se convirtió en un tubo de aleación flexible al vacío para toma de muestras líquidas con capacidad de 10ml. Tomó una muestra del agua de mar y un indicador de temperatura marcó los 353 K, “El mar debe ser increíblemente profundo y voluminoso para poder mantenerse tan frío en comparación con la superficie”, pensó Däte mientras llevaba pacientemente el tubo de regreso a la orilla.


Al alcanzar de nuevo tierra firme Däte desplegó de su ordenador de la muñeca varios instrumentos más, todos salieron de la pequeña ranura como recuadros que parecían recortes de algún tipo de polímero, uno se convirtió en una mesa de 6 patas sobre las cual Däte dejó los otros recuadros, que se convirtieron a su vez en una jeringuilla de plástico, una centrifugadora, una especie de microscopio que consistía de dos pequeñas lentes azules sobrepuestas con un ocular amoldado a la forma del rostro de Däte y por último una gradilla para sostener la muestra, en donde date colocó con cuidado una serie de tubos vacíos y otros con tintes de colores. Todos los instrumentos eran de un tono blanquecino casi transparente, que era el color de la aleación desplegable de polímero con memoria SMP, podía comprimirse a un tamaño muy pequeño, pero al sacarse del ordenador éstos volvían a su forma original. El microscopio y la centrifugadora eran de este mismo material, pero se podían observar franjas azules que parecían un sistema circulatorio dentro del polímero y las lentes del microscopio estaban tintadas con el mismo cromo azulado. Éstos eran los circuitos biológicos formados por células sin núcleo que producen energía por la ruta metabólica ETT, los instrumentos con los que contaba Däte a menudo aprovechaban circuitos creados con estas células tan especiales.


Däte separó la muestra de agua de mar en varias porciones iguales a lo largo de los tubos de ensayo previamente vacíos que colocó a lo largo de la gradilla y entonces se sintió entusiasmado, hacía eones que Däte no recordaba lo que era sentirse impaciente, emocionado o airoso, hacía eones que Däte no recordaba lo que era sentir en absoluto y desde que bajó de su nave aquel día empezó a recordar. Däte aparto la mirada de las muestras y miró de nuevo el horizonte, el mar verde, el cielo rojo y el sol blanco. “Gracias”, pronunció Däte en voz alta antes de ponerse a trabajar diligentemente en su experimento.


El sol blanco siguió su camino por el cielo, pasando por encima de Däte unas cuatro veces mientras él trabajaba sobre la mesa que sostenía sus instrumentos, parecía apenas percatarse de los ciclos de luz y oscuridad, de frío y calor. Los ciclos del día y de la noche eran más cortos que aquellos del planeta natal de Däte, duraban menos de la mitad, pero la noche y el día eran brutalmente diferentes, durante el día la temperatura del aire se elevaba a más de tres veces el punto de ebullición del agua, así que date tuvo que desplegar un enfriador para mantener sus muestras en estado líquido, era un hecho impresionante que el mar no se evaporara bajo esas condiciones, debía ser inmenso. Al atardecer el cielo se tornaba púrpura y verdoso, la gama de gases de agua evaporados junto con otros gases que pertenecían a la atmosfera se iluminaban en la oscuridad al ser traspasados por la intensa radiación del sol blanco que se ocultaba al horizonte, un espectáculo hermoso, al que Däte no pareció ponerle mucha atención durante su trabajo, pero del cual se percató varias veces tratando de que éste no le distrajera.


Primero tomó una medida de la radiación que llegaba a la superficie, proveniente del sol blanco, ésta era de 1880 Kv por metro cuadrado, era increíble ningún ser vivo podría subsistir o desarrollarse naturalmente en tierra bajo esas condiciones, si no fuera por las células TP7 Däte hubiera muerto al instante en el que puso un píe fuera de la nave. “El planeta no tiene aún una atmósfera lo suficientemente densa como para reducir la radiación que golpea el planeta, por lo que tendré naturalmente que usar el inmenso mar que tengo enfrente”, pensó Däte mientras analizaba la primera muestra de agua, a la que no había añadido ningún colorante, solo la había metido en la centrífuga para determinar si contenía sodio u otros elementos sólidos en ella.


Al confirmar la presencia de una pequeña cantidad de sodio, que podría actuar de catalizador y conductor en el inmenso mar Däte pasó a sus siguientes pruebas, días y noches pasaron por encima de su cabeza mientras con ayudad de un gel especial, buscaba bioelementos presentes en el agua, aminoácidos, ácidos nucleicos, lo que sea que le indicara que en el inmenso mar verduzco había oportunidad de que se desarrollara la vida y así al transcurrir más de una decena de ciclos solares trabajando en la costa encontró los primeros indicios de bioelementos presentes en el agua, que habían llegado ahí a causa de la atmósfera primordial que dominaba el planeta junto con la intensa radiación del joven sol que se alzaba día tras día sobre el cielo. Entonces procedió al siguiente experimento, tomó una cantidad de agua lo suficientemente grande para llenar un matraz esférico del tamaño de su cabeza y con un instrumento repleto de circuitos lo suspendió en medio de una bobina que pasaba una corriente eléctrica atreves del agua hirviendo, que no podía escapar en forma de vapor, el matraz era flexible y se expandía y contraía en infinitos ciclos de vaporización y condensación, añadió un compuesto antes de sellar el matraz que se supone reaccionaría con las condiciones del aire y el agua y al cabo de unos días introdujo una jeringa en el matraz, extrajo un poco de agua y le añadió una tinción azul para observarla con su microscopio.


“Coacervados” gritó Däte, membranas biológicas, en ese momento supo que si podían aparecer en la muestra podrían aparecer en el inmenso mar protegidas en su grandeza de la intensa radiación del sol, pero las membranas por si solas no constituían vida, empezar el ciclo de vida del planeta con meros bioelementos y membranas biológicas era un evento con una probabilidad sumamente baja, incluso en condiciones tan favorables. Había mucho trabajo que hacer y el equipo necesario para realizarlo se encontraba dentro de la nave, subiendo la montaña, aun así, Däte sabía que era posible y tenía tiempo de sobra. Levantó la mirada la mesa de trabajo sobre la que había realizado incontables experimentos y que ahora estaba llena con incontables instrumentos, muestras y máquinas. Däte desplegó un maletín pequeño en donde colocó muestras de agua, de sedimento e incluso de aire que comprimió en pequeños tanques, muestras que por su contenido ahora tenía que llevar de regreso a la nave, el resto de los instrumentos fueron guardados en el ordenador en su forma compacta, desplegando un instrumento esencial de trabajo con polímeros, que comprimía de nuevo los objetos que habían sido utilizados y que ahora podían volver a guardarse, una vez que quedó solo con el maletín, con enorme energía, emprendió el camino montaña arriba para regresar a su nave.


“Es posible”, pensaba Däte mientras escalaba con cuidado las enormes rocas negras, subiendo lentamente por el flanco que no había sido destruido en el impacto, estaba serio y pensaba en todo lo que había descubierto. Däte soñaba despierto, algo que había olvidado a hacer en su planeta natal, durante los siglos anteriores a abandonarlo por completo y sumergirse en el sueño que lo llevó hasta este nuevo planeta, cuando su sol empezó a morir, soñar despierto se volvió un lujo que los habitantes inmortales de ese planeta que ya estaba moribundo no podían darse, pero ahora Däte sabía que pronto podría sembrar en su nuevo mundo las semillas de lo que algún día sería nueva vida y no podía evitar imaginarse las miles de millones de formas que podría tomar mientras subía con cuidado la montaña.


Däte sintió el impulso de compartir esto con alguien y a pesar de ser consciente de que estaba completamente solo, tuvo una idea y gritó al cielo violeta que empezaba a oscurecer “Quiero conversar”.


La nave MPR:21-12 “Parasyte” fue diseñada por un miembro de la especie llamado Lex-Mopry, un erudito del viaje espacial que trabajó durante siete siglos en el diseño y perfeccionamiento de la MPR:21-12, trabajó de manera incansable desde que se supo que el sol de su galaxia estaba muriendo y que la única opción para sobrevivir era salir definitivamente del planeta y buscar nuevos mundos a billones de años luz.


A pesar de que su especie había alcanzado la inmortalidad por medio de la creación de las células TP7, que podían adaptarse a los cambios más drásticos, regenerar y modificar cualquier parte del cuerpo que se necesitara, el planeta natal de Däte ya había estado muriendo por muchos milenios, el sol que alimentó la vida por eras enteras empezó a morir y la actividad de su especie que había proliferado por miles de años cambió bruscamente el balance ecológico de la biosfera, cuando esto pasó y la cadena de energía que fluyó armoniosamente por el planeta desde la creación de la galaxia se rompió. Incluso cuando hubieron alcanzado la inmortalidad, vagaron solitarios un mundo sin vida por milenios tratando de regresar su planeta a su resplandor anterior, pero era imposible ya no había energía suficiente para soportar un neo-génesis. Fue entonces cuando se supo, que el sol que siempre fue un símbolo de vida estaba a punto de morir, empezaría a cambiar bruscamente y finalmente moriría junto con su planeta y el resto de la galaxia. Lex-Mopry entonces ideó la forma de salvar a su especie de la inevitable supernova que se les avecinaba. A pesar de que las células TP7 podían mantener vivo a Däte y a toda su especie de forma indefinida y adaptarse a ambientes extremos en casi todos los mundos concebibles, si todas estas células eran carbonizadas al mismo tiempo por una fuerza tan poderosa como la de una estrella, no había forma de sobrevivir y todos lo sabían muy bien.


El MPR:21-12 fue el diseño de transportador que lo resolvería todo, los científicos de todo el planeta se encargaron de idear la forma de colonizar otros mundos, con todo su conocimiento en biología molecular, genética, bioquímica y física Däte contaba entre los mejores de ellos. Mopry diseñó el “Parasyte” nombre que dio él mismo a la nave, para adherirse a un meteoro, la nave luego desplegaría una serie de propulsores de hidrógeno en los puntos cardenales del meteoro que accionarían explosiones pequeñas para controlar la trayectoria mientras éste vagaba por el espacio, el tripulante podría entrar en un sueño prolongado para evitar que sufriera cualquier tipo de daño psicológico, la nave viajaría aprovechando la masa del meteoro hasta que los sensores y la inteligencia artificial que pilotean la nave encuentre un planeta en condiciones de desarrollar algún tipo de vida, en ese momento los propulsores ponen al meteoro en curso del planeta y sin más éste se estrella en él, la nave tiene una forma esférica y está separada en varias cápsulas interiores de aleaciones más densas que el núcleo de un planeta pequeño, por lo que absorber el impacto no era problema para la cámara exterior, la cámara interior se mantiene sostenida por un campo magnético, separada de la cápsula exterior y mantiene la cabina siempre en la misma posición no importa cuánto gire la cápsula exterior sobre ella es una cabina flotante que nunca parece moverse.


Lex-Mopry no abandonó el planeta junto con el resto de científicos, decidió quedarse para ver el final, describió que después de haber trabajado tanto en el sueño de colonizar otros mundos tenía más curiosidad de ver el final del propio, pero que soñaría hasta el último de sus días con los nuevos comienzos que enfrentarían los que subieron en los “Parasyte”. Däte conoció personalmente a Mopry, de forma muy breve cuando se le entregó su nave MPR:21-12 poco antes de partir, Mopry le hizo entrega personal de la nave y le aseguró que todos los instrumentos desplegables que había pedido en las especificaciones ya estaban a bordo. “¿Vas a ponerle nombre? Va a ser tu única compañía por un largo tiempo”, le preguntó Mopry en aquella ocasión. “Arrhenius”, le contestó Däte e incluso antes de partir grabó el nombre en el exterior de la nave justo a un lado de la escotilla de la cabina. Däte recordó que Mopry solo sonrió y le dijo “Un nombre muy apropiado, buena suerte hijo, no puedo imaginar lo que te espera, pero sé que será increíble”. Sólo fue por unos momentos, pero a Däte le causaba tristeza que Mopry se hubiera quedado a morir junto con su mundo así que nunca pensó en activar el control de voz que poseía la inteligencia artificial que controlaba a Arrhenius. Mopry había incluido un asistente controlado por voz a la inteligencia artificial que controlaba todos los Parasyte y había programado en él su propia voz, sus recuerdos y su personalidad, era básicamente un compendio digital de lo que fue Mopry en vida y estaba diseñado tanto como para realizar tareas autónomas, como para interactuar con el tripulante de la nave. Däte nunca había activado el control por voz, así que nunca había escuchado al avatar que Mopry dejó en su nave, pero sí que había interactuado con él, a través del panel del ordenador en la cabina, le daba instrucciones y análisis e incluso después de aterrizar le deseó buena suerte.


Al terminar de escalar y caminar a oscuras hacía el flanco destruido del volcán, Däte observo a Arrhenius a un costado del cráter que se había formado en el impacto, caminó directamente hacia su nave, sin prisa pues le había tomado ya mucho tiempo subir hasta ahí con cuidado de no dañar las muestras que llevaba en el maletín, cuando estuvo lo suficientemente cerca la escotilla se abrió sola y desplegó un puente retráctil con una banda transportadora que subió a Däte hasta la cabina.


Francamente impaciente, Däte abrió el panel del ordenador de Arrhenius y buscó la opción de control de voz del ordenador, la puso en “activado” y al instante escuchó “Bienvenido de vuelta Däte, estaba empezando a preocuparme”, Däte reconoció al instante la voz bonachona y calmada que escucho brevemente hace eras, se llenó de entusiasmo y en voz alta empezó a recitar instrucciones y órdenes para que fueran realizadas por el sistema autónomo de Mopry.


“Mopry necesito que ‘analices estas muestras”, dijo Däte tratando de mantener la calma. “Enseguida Däte ¿Cómo te ha ido ahí abajo?”, contestó la voz de Mopry que venía del ordenador y que sonaba en una frecuencia que podía ser escuchada al mismo volumen en toda la cabina.


“Es posible Mopry, éste planeta lo tiene todo para que se desarrolle vida nueva en él”, dijo Däte ahora sin poder ocultar su entusiasmo. “Excelente, ¿Te pondrás a trabajar de inmediato?”, dijo Mopry mientras las muestras del maletín pasaban al interior de una cámara sellada dentro de la cabina para ser analizadas.


-Necesito que me prepares un ordenador portátil pesado, con los siguientes instrumentos y el kit básico de laboratorio de manipulación de micro-materia biológica:

Material para realizar procesos de edición genética con CRISPR, Microscopios de amplio espectro, espectrofotómetro y cámara de electroforesis ya sabes lo que planeo hacer.


-Lo sé Däte, ¿Algo más?

- Quiero que actives las ondas Binaurales de baja frecuencia, despiértame cuando salga el sol. Mopry, activa el modo de sueño REM.

- ¿Estás cansado Däte?, dijo Mopry en tono satírico, Däte no podía cansarse al menos no físicamente.

-No compañero, pero esta noche mi más grande deseo es soñar.

25 de Septiembre de 2018 a las 02:53 0 Reporte Insertar Seguir historia
5
Leer el siguiente capítulo Hor-Ö Capítulo 2 parte 1

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~

¿Estás disfrutando la lectura?

¡Hey! Todavía hay 2 otros capítulos en esta historia.
Para seguir leyendo, por favor regístrate o inicia sesión. ¡Gratis!

Ingresa con Facebook Ingresa con Twitter

o usa la forma tradicional de iniciar sesión