donnaaprile Donna Aprile

Raphael, un solitario médico forense, tiene una vida normal, se ha esforzado bastante por aparentar ser un tipo cualquiera, uno más del montón. Pero todo cambia con la llegada de Olivia "Bela" Lugosi, su nueva compañera de trabajo: criminalista, psiquiatra y... demente. El mismo día, un famoso asesino serial vuelve a la ciudad y ataca, después de veinte años de ausencia, dejando mensajes y pistas dirigidas directamente a la única persona que puede saber su verdadera identidad. Raphael y Bela tendrán que unir fuerzas para descubrir y atrapar al temible Osiris, mientras ambos luchan con sus demonios internos, intentando no dejarse atrapar por la oscuridad que los persigue. Y si la oscuridad... ¿viniera del interior?


Suspenso/Misterio No para niños menores de 13.

#psicopatas #asesinos-seriales #investigación #sangre #familia #trastornos-mentales
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TIEMPO


La vida es corta, finita, temporal. Es solo un momento en la infinita línea de tiempo, dentro de la cual se rigen las dimensiones que conforman el universo.

La esperanza de vida promedio de un perro es de doce años; de los gatos: quince. Esto es verdaderamente corto a comparación con el tiempo que los humanos pasan en la tierra: unos setenta años, aproximadamente.

La vida es injusta. Lo digo en términos generales.

¿Por qué criaturas tan lindas e inofensivas viven tan poco, y los humanos, la peor especie que ocupa este planeta, deben existir más tiempo?

La vida terminará en algún momento; la muerte es algo seguro, es parte del ciclo que mantiene al universo en movimiento. Mi padre solía decir que lo único que teníamos asegurado al nacer era la muerte. Aunque el día es prácticamente desconocido; es la gran incógnita que tantos temen descubrir.

Yo creo que es bueno no saber el día de expiración. Por una razón nadie puede pronosticarla.

Las cosas son como deben de ser.

Realmente, no me imagino cómo sería nacer sabiendo cuando morirás, es como si, de repente, abrieras los ojos y alguien estuviese ahí, esperando pacientemente a que asimiles la llegada al mundo de los vivos para informarte sobre las cosas importantes.

—Querido joven recién nacido, se le informa que tiene exactamente cincuenta y ocho años, tres meses, diez días, cinco horas, veinticuatro minutos y tres segundos para cumplir con los siguientes puntos…

Y, después, cuando se te ocurra comparar tus tiempos con algún otro compañero, la envidia y la disconformidad serán las anfitrionas de la fiesta.

¿Por qué tú, que eres más pecador que yo, tienes más días de vida que yo?

O viceversa: ¿Por qué tú, alma inmaculada de Dios, que no necesitas más tiempos para enmendar tus errores y pecados, tienes más horas que yo?

También, puede existir el caso en que, simplemente, no se desee vivir por tanto tiempo.

Tiempo, tiempo, tiempo…

Es la cosa más aterradora del mundo.

Hace años vi una película en que el mundo había dejado el dinero atrás y, ahora, la riqueza se medía en años, meses, días, horas, minutos… Los más pobres eran aquellos que vivían al día; los más ricos eran los que tenían cientos de años para disfrutar.

Esa fue una verdadera película de terror.

Ahora me encuentro en una situación referente al tema. No es como que me guste hablar de las cosas solo porque sí. Siempre debe haber una buena razón. La de hoy es mi creciente deseo de terminar con mi vida, pues no encuentro otra forma de escapar de este destino al que soy sometido.

Hay alrededor de cincuenta personas en el salón. Las he contado. Cuarenta y tres de ellas están de pie, siete estamos sentados. Y, es extraño, todos tienen algo en la mano. Cuarenta y nueve personas se comportan del mismo modo, como si fuesen robots previamente programados para actuar de cierta forma, ni siquiera se dan cuenta de lo que están haciendo, simplemente actúan por inercia.

Es espeluznante.

Cada movimiento está perfectamente ensayado, tiene un oscuro motivo como trasfondo, un objetivo específico. Y, aunque todos actúan de la misma manera, piensan en algo diferente; cada uno está enfocado en su propia necesidad.

Mentes llenas de metas egoístas, disfrazadas de amabilidad, sensualidad, solidaridad y falsa humildad.

Realmente quiero correr y saltar por esa ventana, la que está cerca del piano de cola. Correría, me estrellaría en ella para romper el cristal y me dejaría caer suavemente, como una pluma. Puede que parezcan horas de vuelo, hasta que, simplemente, se apague mi cerebro: es la magia de la imaginación; los segundos se convierten en minutos, y estos, en días… todo sucede dentro de tu mente si te esfuerzas lo suficiente.

Sin embargo, no puedo hacerlo.

Estoy obligado a quedarme aquí, tal como estoy, sentado en el sofá, observando a mi alrededor y a actuar como si estuviese cómodo, aunque… ciertamente, estoy fallando. Lo sé porque Evanna está frunciendo el ceño, mientras me asesina con los ojos, o eso intenta. También se ha tomado el líquido repulsivo que llenaba su copa de un solo trago.

No es mi culpa, ¿o sí?

Nunca quise ser como soy, mucho menos quise darme cuenta de lo que pasa a mi alrededor, y, mucho menos, ser el único que lo nota.

No entiendo por qué los humanos deben de socializar.

—No debes entenderlo, lo haces y ya —Curtis me contesta. Está sentado frente a mí, sobre la mesa de centro, con su impecable traje negro, como de funeral, y el cabello peinado hacia atrás, con una gran cantidad de gel. Es tan silencioso, que ni siquiera noté que estaba ahí. Habría preferido que no apareciera esta noche, pero lo ha hecho. Ahí esta él y yo no puedo correrlo—. Recuerda sus enseñanzas, debes hacer lo que los demás hacen o empezarán a notarte… Y ¿sabes qué pasa cuando te notan?

—Lo sé.

—¿Qué dices, cariño? —Clary me pregunta, regresando a su lugar en el sillón. Se sienta con mucha delicadeza y agita suave su melena rojiza, intentando que el aroma de su shampoo llegase hasta mi nariz (y, supongo, que tambien a mi corazón)—. No te escuché bien.

—Nada. Pensaba en voz alta —contesto.

—Ahora, sonríe y haz como que estás muy feliz de verla —Curtis ordena, y yo obedezco.

Clarisa se junta más a mí y atrapa mi brazo, envolviéndolo como si fuese una serpiente subiendo a un árbol.

Sé que a estas alturas debería estar acostumbrado a este tipo de contacto físico, pero aun no puedo con ello. Me es imposible controlar el estremecimiento y las ansias que me provoca estar tan cerca de alguien más.

Necesito mi espacio.

Puedo soportar estar en una fiesta por mi hermana, pero tengo límites.

¿Por qué necesita tocarme?

—Es natural, Raphael. —Curtis soltó una risa burlona y cruzó los brazos, después me miró fríamente—. Los humanos están programados naturalmente para la reproducción, y sé que no tengo que recordarte cómo es que se da esto. Sin embargo, lo haré, porque parece que estás perdiendo el enfoque, amigo mío. Contacto físico, es una forma de comunicación no verbal, con ella das a conocer tus sentimientos y, con él, regulas la interacción social. Y es química pura cuando el amor hace de las suyas, o, por lo menos, la atracción. El contacto físico es primordial en el apareamiento de todas las especies.

Bueno, yo no quiero aparearme con Clarisa. Eso no es parte del contrato.

He salido con ella por un año, pero ella misma dijo que quería llegar virgen al matrimonio. Por algo la escogí; su familia es religiosa extrema, casi fanática; su padre es Pastor de su iglesia. Si no planeamos tener sexo en estos días, no veo la necesidad de que me toque de esta forma.

—¡Es parte de tu rol, Raphael! —Curtis gritó repentinamente. Odio cuando hace esto, las venas de la frente se le marcan y me recuerda a cosas muy malas de mi pasado—. ¿Qué es lo que ella dijo? No eres normal, Raphael, y si quieres pasar desapercibido, entonces tienes que actuar como cualquier otro. Debes hacer lo que los demás hacen, y si en ello está romper con el compromiso de Clarisa con su supuesta fe, entonces debes hacerlo. Toda nuestra supervivencia está en los sacrificios.

Curtis era un imbécil.

Seguro.

No quiero tener ningún tipo de relación sexual con nadie, tampoco con Clarisa.

—En verdad no te gustan las fiestas, Raph… —Clary suspira, mientras me ve con compasión—. Solo tienes que soportarlo un poco más. Esto es importante para Evanna.

—Lo siento, Clary —le digo—. Es que no dejo de pensar en que debería estar en el trabajo, las cosas malas suceden cuando menos las necesitas… El caso en que estoy trabajando me tiene consternado, no puedo dejar de pensar en él.

Pequeña mentira que desearía fuese verdad; ojalá tuviese algo importante qué hacer, pero no tengo nada por ahora, de lo contrario no estaría aquí.

—Simplemente olvídate de él —contesta. Noto cierto resentimiento en su voz, pero intenta ocultarlo. Quizá no quiere causar una discusión de esto, lo que significa que ella misma piensa que es tonto pelear por algo así—. No todo en la vida es trabajo, Raphael. También existe tu familia, tus hermanos, yo…

—Lo sé, perdón —concluyo.

Es hora de callarme y comportarme.

—Y no te olvides de volver a sonreír, idiota —Curtis me recuerda—. Y dale un beso en la frente; con eso bastará por ahora.

Clarisa no es naturalmente pelirroja. No pude evitar ver la raíz castaña de su cabello, ni que sus cejas son oscuras, al igual que sus pestañas y, sobre todo, no tiene ni una sola peca, y su piel no es tan blanca como la de la mayoría de los pelirrojos. No me baso únicamente en evidencias circunstanciales que indican que mi aseveración es correcta, yo mismo encontré los desechos del tinte en su baño la última vez que estuve ahí.

No es la gran cosa descubrir que tu novia tiene, en realidad, el cabello castaño, de hecho, no me importaría si ella hablara abiertamente de ello.

La cuestión reside en la mentira. Aquí el que miente soy yo, no los otros. No deberían intentar engañarme, es inútil. ¿Por qué simplemente no lo entienden?

Favor de no malinterpretar, no siento nada negativo por Clarisa, hasta me cae bastante bien… creo. Por lo menos, lo suficiente para llevar saliendo con ella un año.

Es una mujer ejemplar.

Tiene veinticinco años, es maestra de primaria, es agradable, cariñosa, amable, humilde e inteligente (más que el promedio entre las amigas de mi hermana). Aparte, el primer día que la conocí, me pareció linda —aunque en ese momento no tenía idea de que el cabello rojo era falso—, y aun me lo parece. Extrañamente, me gustan sus ojos verdes, su corta estatura y lo tierna que puede llegar a ser su sonrisa.

Estar con ella es… lógico.

Lo que no es lógico es que me obliguen a estar aquí en contra de mi voluntad.

¡Vamos! Mi hermana no me está poniendo atención, está hablando con todos menos conmigo, no hay razón para retenerme aquí.

Solo un milagro podría salvarme… Lástima que nunca he visto uno.

Una ligera vibración se extiende por mi pierna, y, de no ser por el ruido de la fiesta, habría escuchado el timbre que indica que me ha llegado un mensaje.

Amo ese desgraciado timbre.

—Ahí está tu milagro, Raphael. —Curtis sonríe maliciosamente y se levanta con más ánimo del que tenía hace unos minutos. Él también odiaba estar aquí, aunque se hiciera el «adaptable»—. Contesta rápido, debe ser un asesinato malditamente sangriento.

—No te atrevas a responder, Raphael —Clary me amenaza. Esta verdaderamente enojada; intenta poner cara de maestra regañona y el tono en su voz sube una octava—. Es la fiesta de cumpleaños de tu hermana y debes estar aquí. Aparte, no te he visto en toda la semana, te la has pasado encerrado en esa cueva de muerte día y noche. La verdad, ya no sé lo que haces ahí, ¿acaso los muertos son más atractivos para ti que yo? ¿o es otra cosa?

—En primera, la cueva de muerte se llama morgue; en segunda, mi trabajo es tan importante como tu empleo lo es para ti —contesto y me arrepiento. Debo bajarle dos rayitas a mi actitud o terminaré mal. Curtis me mira con esa expresión burlona y sádica, disfrutaba verme llegar a mis límites con Clarisa—. No quiero que discutamos por algo como esto, por favor. ¿Quieres que te lleve a casa?

—No. Me quedaré con Evanna. —Al juzgar por la feliz expresión de Curtis y el rojo rostro de Clarisa, las cosas están mal, pero no hay nada por hacer—. Disfruta tus cadáveres.

Gracias, lo haré.

—Debiste decir eso en voz alta, gallina. —Curtis ajusta el saco de su traje y camina con elegancia y altanería a la puerta, dónde desaparece antes de cruzarla.

Ahora viene lo difícil: Evanna.

—Hey. —intento sonreír. Ella está con un sujeto rubio y musculoso, seguramente uno de sus famosos amigos de los que termina enamorándose, y que, al final, la hacen llorar porque no quieren nada con ella más que pasar una buena velada.

—Raph. —Finge sonreír. Yo sé que está enojada conmigo (para variar), desde que casi logro zafarme de su fiesta hace unas horas, y luego, por mi indisposición e incomodidad por estar aquí, ahora vengo a rematar con lo que vengo a decirle—. Robert, este es mi hermano mayor: Raphael.

—Es un gusto, me han hablado maravillas de ti —me dice el tipo—. Evanna no deja de hablar de que eres detective, como los de CSI.

Vaya, un estadounidense más en su lista de patanes.

—No. Soy médico forense.

—Raph… —Mi hermana me advierte, deteniéndome antes de decir una de esas cosas que «me hacen la peor persona del mundo».

—Oh, cierto. —suspiro—. Me necesitan en el trabajo, perdón Ev. Déjame reponértelo, ¿está bien?

—No, está bien —me dice, pero no está contenta con la situación—. Trabajo es trabajo. Vete con cuidado.

—Gracias. —Sonrío. Protocolo básico—. Charlie llega mañana a las seis, pasaré por él al aeropuerto. ¿Nos vemos después de eso?

—Si, claro —contesta, desganada—. No tengo clases mañana, quizá podemos desayunar algo.

Bien. Alzo los hombros y asiento.

Escena del crimen, aquí voy.


14 de Septiembre de 2018 a las 16:10 0 Reporte Insertar Seguir historia
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